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Estos eran dos amigos (borrador)
Jesús y Jorge están sentados en un bar. Ambiente bullicioso. Música. Jesús bebe un tequila; Jorge, una cerveza.
Jorge.- (Riendo). ¿Cómo es eso, Jesús? ¿“Como gallo en tendedero”, dices?
Jesús.- (Riendo). Sí, como gallo en tendedero. ¿No has visto a un gallo en un tendedero?
Jorge.- Pues… no me acuerdo.
Jesús.- (Gesticulando). Pues así, mira…
Carcajadas de ambos.
Jorge.- (Casi sin poder hablar a causa de la risa). Pero, Chuy… ¿De dónde sacaste eso? “Como gallo en tendedero”… (Risas).
Jesús.- Anda… Ya sabes cómo es la gente… ¿No te ha pasado?
Jorge.- ¿Qué?
Jesús.- Eso…
Jorge.- Pues a cierta edad…
Jesús.- A cierta edad nada es igual, manito. Después de eso, quedas como gallo en tendedero.
Jorge.- (Vuelve a la risa). Pues, la verdad, sí.
Jesús.- ¿Ya ves?
Jorge.- Bueno, basta. No me has dicho qué te pareció la obra.
Jesús.- Interesante…
Jorge.- ¿Interesante? Ja, la mejor manera para escurrir el bulto, ¿no?
Jesús.- Mira, Jorge, la verdad es que ya no se hace teatro como antes. Ahora todo se va en pose y pedantería. Y cuando llega la hora, los actores no dan una.
Jorge.- Hay algunos buenos, ¿no crees?
Jesús.- Ps sí, algunos.
Jorge.- Jaime Yerbaniz, por ejemplo. Mérida Almeida, no sé…
Jesús.- ¿Ellos? Quién sabe… Yo mencionaría a otros, pero ahorita lo que quiero es otro tequilita. ¿No quieres? Échate uno, ándale, no va a alterarte la presión…
Jorge.- Ha hablado el médico.
Jesús.- A sus órdenes, Doctor Jesús Valdés Páramo.
Jorge.- ¿Páramo?
Jesús.- Páramo, para servir a usted, a Dios y a Juan Rulfo.
Jorge.- Oooh… Y dígame, Doctor, de pura casualidad ¿conoció usted a un tal Juan Preciado?
Jesús.- Pero, hombre, claro. Era mi sobrino.
Jorge.- ¡Su sobrino! Qué maravilla. ¿Nació usted en Comala?
Jesús.- Al revés. Comala nació en mí, ¿no comprende?
Jorge.- Eh, claro, sí. Comprendo. (Transición). Déjame llamar a la chica…
Jorge llama a la chica que atiende y pide dos tequilas.
Jesús.- Y tráete algo para picar. Unos cacahuates, unas papitas, unos fritos.
Jorge.- Me decía que Comala nació en usted…
Jesús.- (A la chica que atiende). ¡En un platito, por favor! (A Jorge). Ya ves que luego deja uno todo cochino… (Transición). ¿Cómo? Ah, sí. (Solemne). Comala nació en mí una tarde en San Miguel de Allende. ¿Quiere usted que le cuente la historia? ¿O prefiere que le revise la presión?
Jorge.- Ambas cosas.
Jesús.- ¿Primero la presión y después Comala o primero Comala y después la presión?
Jorge.- Presión es la que estoy empezando a sentir si no comienza ya con la historia de Comala.
Jesús.- Ahí le va, pues. Estaba yo en una banca de la plaza, luego de una noche terrible…
Jorge.- ¿Por qué terrible? ¿Qué había sucedido?
Jesús.- Bueno, eso no forma parte de la historia. Digamos que eso es… otra historia. Otra historia que podría llamar “Como gallo en tendedero”.
Ambos estallan en carcajadas.
Jorge.- Ay, Jesús…
Jesús.- Oye, ¿ya viste aquella estatua?
Jorge.- ¿Cuál?
Jesús.- Aquella. Voltea disimuladamente. Es extraña…
Jorge.- Es cierto. Parece como extranjera, ¿no crees?
Jesús.- Pero ¿qué hace aquí una estatua como ésa?, digo yo.
Jorge.- No sé. Alguien la trajo, tal vez…
Jesús.- “Soñar, soñar la noche, la calle, la escalera/ y el grito de la estatua desdoblando la esquina.
Correr hacia la estatua y encontrar sólo el grito,/ querer tocar el grito y sólo hallar el eco, /querer asir el eco y encontrar sólo el muro/ y correr hacia el muro y tocar un espejo.
Hallar en el espejo la estatua asesinada,/ sacarla de la sangre de su sombra,/ vestirla en un cerrar de ojos,/ acariciarla como a una hermana imprevista/ y jugar con las fichas de sus dedos/ y contar a su oreja cien veces cien cien veces/ hasta oírla decir:
Jorge.- “estoy muerta de sueño.”
Jesús.- ¿Muerta de sueño?
Jorge.- O “muerta de miedo”, según. A mí me gustan las dos.
Jesús.- ¿Te conté lo de Luis G. Basurto?
Jorge.- No sé, no recuerdo.
Jesús.- Es buenísima. Actuaba en “Con la frente en el polvo”, de él mismo…
Jorge.- Claro, yo vi esa obra, en el Teatro del IMSS, hace años…
Jesús.- Bueno, pues en cierto momento Basurto entra a escena vestido de cardenal. Aquello era una casa parroquial o algo así. El sacristán le preguntaba: “¿Está cansada su Ilustrísima”? Y Basurto respondía: “¡Estoy exhausta!”.
Risas de ambos amigos.
Jorge.- Todo un personaje, el señor Basurto, ¿no?
Jesús.- “Cada quien su vida”. ¿Te acuerdas?
Jorge.- Claro que me acuerdo…
Jesús.- La Siempreviva…
Jorge.- La Tacón Dorado…
Jesús.- “Las diez lecciones de actuación” de Salvador Novo.
Jorge.- O Nalgador Sovo, como lo bautizó el cabrón de Monsiváis.
Jesús.- Pero lo hizo con cariño. Monsi era muy buena onda.
Jorge.- Sí, sí, era muy buena onda, pero también un poco cabroncillo, se me hace.
Jesús.- ¿Tú aprendiste esas lecciones de actuación de Novo?
Jorge.- Sí, cuando era un adolescente. Stanislavski y todo aquello del “Método”…
Jesús.- Gran poeta Novo, pero esas lecciones…
Jorge.- Eran medio cuadradas.
Jesús.- “Los que tenemos unas manos que no nos pertenecen,/grotescas para la caricia, inútiles para el taller o/ la azada,/ largas y flácidas como una flor privada de simiente/ o como un reptil que entrega su veneno/ porque no tiene nada más que ofrecer.
Los que tenemos una mirada culpable y amarga/ por donde mira la Muerte no lograda del mundo/ y fulge una sonrisa que se congela frente a las estatuas/ desnudas/ porque no podrá nunca cerrarse sobre los anillos de oro/ ni entregarse como una antorcha sobre los horizontes/ del Tiempo/ en una noche cuya aurora es solamente este mediodía/ que nos flagela la carne por instantes arrancados a la/ eternidad.
Jorge.- Los que hemos rodado por los siglos como una roca/ desprendida del Génesis/ sobre la hierba o entre la maleza en desenfrenada/ carrera/ para no detenernos nunca ni volver a ser lo que fuimos/ mientras los hombres van trabajosamente ascendiendo/ y brotan otras manos de sus manos para torcer el/ rumbo de los vientos/ o para tiernamente enlazarse.
Los que vestimos cuerpos como trajes envejecidos/ a quienes basta el hurto o la limosna de una migaja/ que es todo el pan y la única hostia/ hemos llegado al litoral de los siglos que posan sobre/ nuestros corazones angustiados/ y no veremos nunca con nuestros ojos limpios/ otro día que este día en que toda la música del universo/ se cifra en una voz que no escucha nadie entre las/ palabras vacías
Jesús.- y en el sueño sin agua ni palabras en la lengua de la/ arcilla y del humo.”
Jorge.- Eres de los pocos actores que conozco que leen poesía.
Jesús.- Me gusta mucho. López Velarde, por ejemplo.
Jorge.- Si la gente de teatro leyera poesía, otra cosa sería.
Jesús.- ¿Cómo? Ah, sí. Sería diferente, pero creo que les parece aburrido. Sólo conocen las obras en las que han participado…
Jorge.- Uy, eso es grave. Un actor o un director sin curiosidad, sin lecturas, sin vida…
Jesús.- ¿Qué pasó con “Fausto”? ¿Por qué no le seguimos?
Jorge.- El “Fausto”, “El Rey Lear”, un diálogo entre Falstaff y un bufón…
Jesús.- ¡Eso, Jorge! Vamos a hacerlo. Tengo ganas de hacer algo así… Esto es un páramo.
Jorge.- ¿Otra vez, señor Páramo?
Jesús.- Otra vez. Otra vez como gallo en tendedero… (Sonríe con tristeza). Quisiera hacer algo, pero algo diferente.
Jorge.- Hace tiempo hice para ti un collage con el “Fausto”, ¿te acuerdas? Se te quedaría por ahí, traspapelado, seguramente.
Jesús.- No, no. Ahí lo tengo, pero no sé qué me pasa, manito. Me siento como fuera de cancha. Me siento como un personaje en busca de autor…
Jorge.- ¿Pirandello?
Jesús.- No, más bien como alguien fuera de época. Ahora todo es tan burocrático, tan hecho de RR.PP y favores, tú me entiendes.
Jorge.- Sí, sí, te entiendo. Y pareciera que el estatus es más importante que la creación artística.
Jesús.- Eso. Importa más estar en la foto. Y esos promotores de la cultura, mano, por favor…
Jorge.- Ya. Lo de casi siempre. Llevan años viviendo como príncipes del presupuesto y descolgándose de un puesto a otro.
Jesús.- Y luego se ponen a hacerle homenajes a uno… Ja.
Jorge.- Pero tú te los mereces, Jesús. Eres una institución.
Jesús.- ¿Una institución? N´hombre. ¿Qué no me viste en “Escrito y sellado”, o en “Cayendo con Victoriano”?
Jorge.- Precisamente, Chuy. En esos estuviste bastante bien.
Jesús.- ¿Viste “Dos viejos pánicos”, de Virgilio Piñera? Dirigió Alejandro Santiex. Y actuamos René Gil y yo.
Jorge.- ¿Y sabes que esa obra no se pudo representar en Cuba sino hasta después de los 90?
Jesús.- ¿Ah, no? ¿Y por qué? No me lo digas. Virgilio Piñera fue…
Jorge.- Eso. Como Lezama Lima, como Reinaldo Arenas y como tantos otros.
Jesús.- ¿Y no temes por tu vida en Saltillo?
Jorge.- ¿Yo? ¿Qué insinúas, querido?
Jesús.- No, perdona, yo no insinúo nada: sólo advierto.
Jorge.- ¿Tú crees que serían capaces de quemarme en la Plaza de Armas por escribir poemas que… “no pueden pronunciar su nombre”?
Jesús.- Uy, melodramático estáis, Jorge amigo. “Poemas que no pueden pronunciar su nombre”.
Jorge.- La frase no es mía…
Jesús.- Pues tengo que decirte que ya mandé una carta al Obispo Vera tratando tu asunto.
Jorge.- ¿Mi asunto? ¿Qué asunto, si se puede saber?
Jesús.- Tu asunto, ya sabes.
Jorge.- No, Jesús, no sé qué asunto. No sé a qué te refieres.
Jesús.- Hey, mira. La estatua se mueve. Va al sanitario.
Jorge.- Vaya, no sabía que las estatuas tuvieran necesidades.
Jesús.- Pues ya ves. (Transición). ¿Por qué no pones algo en la rocola? Estoy harto de la banda, se la pasan gritoneando.
Jorge.- ¿Qué quieres oír?
Jesús.- Pues…
Jorge.- No me digas. Lucha Villa, José Alfredo, Las Hermanas Águila, Olga Guillot…
Jesús.- Pon lo que quieras, pero por favor no pongas nada de ese Alejandro Sanz. Para entenderle necesito un traductor.
Jorge.- Qué méndigo eres, Chuy. Ora pa´ que se te quite, voy a poner “Corazón partío”. Y otra que será una sorpresa. Vas a ver.
Jorge se incorpora, pide unas monedas a la chica que atiende y se dirige a la rocola. Selecciona algunas canciones… Regresa a la mesa, con Jesús, quien aún no regresa del sanitario. Cuando éste vuelve, se detiene ante uno u otro parroquiano para cruzar algunas palabras.
Jesús.- (Sentándose). ¿Ya viste quién está allá, en aquella mesa? No voltees.
Jorge.- ¿Quién?
Jesús.- No lo vas a creer.
Jorge.- Pues…
Jesús.- La estatua.
Jorge.- ¿La estatua asesinada?
Jesús.- Ajá. La que se moría de sueño.
Jorge.- De miedo.
Jesús.- Según. Tú mismo lo dijiste. ¿Pedimos otras?
Jorge.- Bueno. Creo que una más no me hará daño, ¿verdad, Doctor Páramo?
Jesús.- De ninguna manera, señor Villaurrutia.
Jorge.- Ja. Qué más quisiera.
Jesús.- Me recordaste a Rigoberto…
Jorge.- ¿Cuál Rigoberto?
Jesús.- Rigoberto. Era todo un personaje, mano. ¿Sabes? Saltillo tuvo hace años personajes que ni siquiera te imaginas, personajes fantásticos.
Jorge.- ¿Y Rigoberto era tan fantástico?
Jesús.- Sí. Era fantástico. Y como fue rico, hizo lo que quiso. Salía vestido de pavorreal.
Jorge.- ¿De pavorreal?
Jesús.- De pavorreal, de tigresa, de arcoíris, de orquídea. Y nadie se escandalizaba. “Ah, ese Rigoberto, siempre con sus cosas”, decían. Y nada más.
Jorge.- ¿Y qué fue de él?
Jesús.- Dilapidó su fortuna en busca de paraísos artificiales y estatuas.
Jorge.- Lo de siempre. Paraísos artificiales y estatuas.
Jesús.- Sí, lo mismo de siempre para algunos. La diferencia es que él sí conoció algunos.
Jorge.- Y yo, por ejemplo, no, salvo el mío propio. Y ninguna estatua.
Jesús.- ¿No te parece bastante?
Jorge.- No sé. Hubiese querido conocer más.
Jesús.- Pero si eres muy afortunado. Tienes tantas cualidades…
Jorge.- Y tantos defectos, Chuy, tantos defectos.
Jesús.- ¿Cómo?
Jorge.- Muchos, muchos defectos.
Jesús.- Ah, claro, pero ¿quién no los tiene? (Transición). Ah hijo de la chingada: ¿pusiste a tu Alejandro Sanz? ¿No te dije que no le entiendo ni madres?
Jorge.- Tranquilo, Chuy, yo te traduzco…
Jesús.- No, no. Mejor hablemos de Teatro, de Rogelio Luévano, de Jorge Méndez, de…
Jorge.- ¿De Nancy Cárdenas?
Jesús.- Ah, sí, de mi querida Nancy, de Guillermo Sheridan…
Jorge.- ¿De Luis de Tavira?
Jesús.- Eh, bueno, también de Tavira, Un gran director aunque…
Jorge.- Sí, y con todo el presupuesto del mundo a su disposición. Tu experiencia en la antigua Casa del Teatro…
Jesús.- Puta madre, esa experiencia fue muy interesante, pero, manito, los chorotes que se aventaba De Tavira eran soporíferos, me cae que so-po-rí-fe-ros.
Jorge.- Todo un intelectual del Teatro, ¿no?
Jesús.- Será la chingada, pero yo me escabullía cuando empezaba con sus rollotes o simplemente llegaba después.
Jorge.- Me recuerda a Rogelio.
Jesús.- ¿Luévano? ¡Sí, manito! No… Cuando montamos “Historia de Vasco”, en Torreón, todos nos sentábamos cada vez que Rogelio interrumpía el ensayo y empezaba a disertar como catedrático de la UNAM. Ay, Rogelio…
Jorge.- ¿Pero qué tal como instructor de actores?
Jesús.- En eso era un chingón. Y como amigo era otra cosa también. Qué lástima que ya no esté.
Jorge.- Sí, como Jorge Méndez, como Santiex, como Adolfo Torres, como otros…
Jesús.- Tu tocayo Jorge era un hijo de la chingada, ¿eh?, que en paz descanse.
Jorge.- Al principio tuve algunos roces con él, pero debo reconocer que era un conversador extraordinario.
Jesús.- ¿Sabes que decía de ti?
Jorge.- No.
Jesús.- Que para hablar de Teatro en Saltillo con nadie mejor que contigo.
Jorge.- Ese Jorge. Lo mismo digo o pude decir de él. Y de ti. Con otros es difícil…
Jesús.- Porque la gente es pendeja, manito, la gente es muy pendeja.
Jorge.- No toda, Chuy.
Jesús.- Perdón: “casi” toda la gente es muy pendeja. Cualquiera cree que puede dirigir teatro… ¿Y sabes en qué se convierten?
Jorge.- ¿En…?
Jesús.- En agentes de tránsito. “Tú te mueves para acá, tú te vas para allá”, etcétera. Eso es todo. Agentes de tránsito: eso es lo que son muchos disque directores.
Jorge.- Excelente definición para algunos.
Jesús.- Escucha eso, Jorge… (Cantando). Cuando te hablen de amor/y de ilusiones/ y te ofrezcan un sol/ y un cielo entero/ si te acuerdas de mi/ no me menciones/ porque vas a sentir/ amor del bueno…
Jorge.- (Cantando). Y si quieren saber de tu pasado/ es preciso decir una mentira/ di que vienes de allá/ de un mundo raro/ que no sabes llorar/ que no entiendes de amor/ y que nunca has amado…
Jesús.- Basta. Ya sé lo que esta canción significa para ti.
Jorge.- Y para ti, Chuy. “Un mundo raro”.
Jesús.- Tan raro como todos los mundos.
Jorge.- “Lleno de mí, sitiado en mi epidermis/ por un dios inasible que me ahoga,/ mentido acaso/ por su radiante atmósfera de luces/ que oculta mi conciencia derramada,/ mis alas rotas en esquirlas de aire,/ mi torpe andar a tientas por el lodo;”
Jesús.- “Mentido acaso…”
Jorge.- ¿Sabes lo que me parece esta conversación, Jesús?
Jesús.- ¿Eh? ¿Cómo?
Jorge.- Una premonición.
Jesús.- ¿Una premonición?
Jorge.- Sí, eso mismo.
Jesús.- ¿Por qué?
Jorge.- No sé. Tal vez alguno de nosotros está a punto de morir.
Jesús.- No digas eso, manito. Tenemos mucho qué hacer todavía. Tenemos que hacer el “Fausto”, “El Rey Lear”, no sé…
Jorge.- No se te vaya a ocurrir morirte, Chuy.
Jesús.- Qué chingados…
Jorge.- No me dejes aquí solo.
Jesús.- Pero tú no estás solo. Estamos juntos. Somos amigos.
Jorge.- Todos morimos alguna vez. Y tú no debes irte primero.
Jesús.- No me voy a ir. Ya te dije que tenemos mucho qué hacer.
Jorge.- Sí, tenemos mucho qué hacer.
Jesús.- Muchísimo. Para empezar, pedir otros tequilitas, ¿no?
Jorge.- Órale.
Jesús.- ¿Cómo va su presión, señor Villaurrutia?
Jorge.- En su compañía, maravillosamente, señor Páramo.
Jesús.- Órale pues. (A la chica de la barra). A ver, Mary… Por favor. (A Jorge) A ver si no terminas como gallo en tendedero, ¿eh? Luego no vayas a echarme la culpa…