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'Curar el alma': La lectura, precursora del conocimiento
La muerte anda siempre de incógnita, en puntillas y silenciosa suele arribar, así camina entre nosotros; tal vez para sorprendernos, o quizás para recordarnos que nuestro conocido mundo y las realidades temporales son totalmente efímeras e insignificantes ante la eternidad; lo cierto es que, ante ella, no hay respuestas, sólo preguntas esenciales y graves que quedan sin resolver, sólo subsisten cuestionamientos incontestables que se escurren como lágrimas dolientes, candentes y ardientes, como esa tristeza que derramamos los que nos quedamos caminando entre valles y cañadas, para intentar llenar la ausencia de aquellos amadísimos que se nos han adelantado, como ayer mi padre y ahora mi madre.
Corrijo, madre: son preguntas que sólo tienen respuestas mediante la fe y la gracia de la esperanza divina (que tú tuviste, y nos dejas de testimonio). De tu apertura, de la luz de tu fe (que recibiste de tantas personas) – y, ya entendí, madre – que siempre te presidió. Con respeto, corrijo ante ti mamá, terca peregrina de bondad.
Lloro, pero insisto en corregir Carmelita, parece que empiezo a comprender tu crucial enseñanza: amarnos e intentar comprender el misterio de la vida y de la muerte. Para, así, acercarnos al gran misterio. Al supremo.
Comento lo anterior para agradecer, respetuosamente, a las innumerables muestras de solidaridad y cariño que, en estos días aciagos, tantas personas (aprovecho: a todos los que conforman esta casa editorial), nos han manifestado a toda mi familia, ante la dolorosa partida de nuestra amada madre. Quien era una mujer inquebrantable, mentora y muy adelantada a su tiempo.
Ella lo afirmó “ser finitos, ser eternos”. Empiezo a comprenderte mamá, aun cuando no me acostumbro al sabor salado del agua.
DECÍAMOS AYER...
“La sociedad de la información es aquella que se caracteriza por basarse en los esfuerzos por transformar la información en conocimientos útiles y prácticos para la sociedad. Una dimensión que la caracteriza sin duda alguna, es la gran velocidad con que tal información se genera, transmite y procesa, lo cual hace posible que en la actualidad la información pueda obtenerse de manera prácticamente instantánea y, muchas veces, a partir de la misma fuente que la produce, sin distinción de lugar” (Masuda, 1984).
Estamos inmersos en la Cuarta Revolución, con miras a la inteligencia artificial que nos van a invadir en la cotidianidad, por ello la originalidad, la búsqueda deliberada y personal del conocimiento son oportunidades para el desarrollo de nuestro país; pero, para nuestra desgracia, no tenemos el hábito de la lectura, conducta precursora, precisamente, del conocimiento, la información, y el desarrollo personal para hacer el bien.
Mañana
Comento lo anterior debido a que el día de mañana en el mundo se conmemora el día del libro. Esta tradición nació en España en 1930, luego la UNESCO, en 1995, aprobó proclamar cada 23 de abril el “Día Mundial del Libro y del Derecho de Autor”, para fomentar la lectura, alentar a la industria editorial y proteger la propiedad intelectual mediante el derecho de autor.
Se escogió esta fecha porque coincide con la muerte, en 1616, de tres gigantes de la literatura Universal, me refiero a Shakespeare, Cervantes, (aunque falleció el 22, pero fue enterrado el 23) y Garcilaso de la Vega.
Sin embargo
Una nota es abrumadora: “En México solo 18 de cada 100 personas lee libros, según datos del INEGI; en 2015 la cifra era de 50 de cada 100, tres años después y primordialmente por razones económicas, el número de personas que adquiere y lee un libro disminuye cada vez más”.
Desgraciadamente, México ocupaba (2016) el penúltimo lugar en consumo de lectura entre 108 países del mundo; en promedio, un mexicano lee menos de tres libros al año (2.8), mientras que en España se leen 7.5 y en Alemania la cifra se eleva a 12, de acuerdo a la UNESCO.
Me parece interesante saber que según las horas de lectura “el primer lugar lo ocupa la India, pues sus habitantes dedican, en promedio, 10:42 horas semanales a leer; le siguen otros tres países asiáticos: Tailandia, China y Filipinas y en quinta posición aparece, para sorpresa de muchos, Egipto, mientras que México, tristemente, está en la posición 24”.
El poder de la lectura
Para el poeta inglés James Russell Lowell: “los libros son como las abejas que llevan el polen de una inteligencia a otra”. Hermoso símil. Y muy acertado: las personas que poseen el hábito de la lectura aprenden de otras personas, de otros tiempos, de otros lugares. Viajan al pasado, reviven el presente y se atreven a poner sus pies en el inimaginable futuro. Vuelan de ideas en ideas. Pueden arribar a mundos insólitos, insospechados. Y todo esto sin necesidad de moverse.
Es imposible que una persona con la costumbre de leer conozca el aburrimiento, pues la lectura, en sí misma, es un ejercicio de reflexión que mantiene activa a la mente y el alma, que ejercita y la hace tomar conciencia de la vida misma.
Este hábito brinda seguridad y confianza, eleva la autoestima; además, el vocabulario del lector llega a ser, por lo menos, cinco veces mayor al de las personas que no leen. Los lectores asiduos generalmente se encuentran mejor informados que el promedio de la gente.
Este hábito otorga oportunidades en todos los sentidos. La persona que lee puede interactuar con soltura con sus semejantes ya sea en el ámbito profesional, social, académico o intelectual. Y, por si esto fuera poco, suelen ser excelentes conversadores, tanto por el conocimiento adquirido en diversos temas, así como por las anécdotas e historias que rescatan de sus lecturas.
Tiempo perdido
Tal vez hemos dejado de leer por dedicarle más tiempo a las pantallas; de hecho, un niño para cuando cumpla 80 años de edad, se habrá pasado alrededor de 10 años de su vida enfrente de algún tipo de pantalla.
El peligro es real: “EEUU concluyó que más de una hora de pantalla al día se correlaciona con un deterioro del bienestar emocional, sobre todo en los adolescentes, en los que se observa una mayor incidencia de depresión o ansiedad. Un mayor tiempo de pantalla se ha vinculado con daños a la salud mental y con un aumento de las tasas de suicidios en los adolescentes, mientras que distintas investigaciones han asociado este uso excesivo de los dispositivos con la soledad, la depresión, la obesidad y una peor calidad del sueño (fuente: Open Mind).
Los valores socialmente prevalecientes en la sociedad materializada han desplazado la lectura como fuente de crecimiento personal reduciéndola a la consecución de objetivos utilitaristas y pragmáticos.
Así es: queremos encontrar una utilidad constante y sonante en todo lo que hacemos, pero por favor ¿quién leería a Cervantes, o una historia de Elena Poniatowska, o de Octavio Paz, o de Saramago para obtener algún beneficio tangible? Más bien, los abrevamos de ellos porque los buenos libros son -como dirá Martín Descalzo- “los hospitales del alma”.
Para tomar en cuenta
La UNESCO y la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) manifiestan: la capacidad lectora de los nuevos ciudadanos de la era de la información, exige del desarrollo de nuevas habilidades para comprender e interpretar una amplia variedad de tipos de texto e información para aplicarla adecuadamente a su realidad en la resolución de los múltiples problemas que le plantea su entorno.
Y me pregunto si acaso en México el sistema educativo está caminando en esta dirección. El objetivo es pasar de la lectura por obligación (la escolar) a la lectura por devoción (el placer de leer).
Razón tenía D´Amicis: “el destino de muchas personas ha dependido de que en su casa paterna haya o no haya habido una biblioteca”.
Los buenos libros curan y alientan al alma para corregir nuestra geografía, para inspirarnos.
Mis autores, inmensos y favoritos, vivos y nunca muertos, lo hacen milagrosamente, pero hoy lo hacen como nunca jamás lo habían hecho.
Programa Emprendedor / Tec de Monterrey Campus Saltillo