Tras masacre de 800 mil personas… Y todo (aún) en silencio

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Tras masacre de 800 mil personas… Y todo (aún) en silencio

Ilustración: Vanguardia/Esmirna Barrera
A 25 años del genocidio de Ruanda, algunas postales en el mundo nos hacen recordar la violencia entre la que vivimos

Ayer se cumplieron 25 años de una matanza que costó la vida a más de 800 mil personas, genocidio acontecido en un país lejano, pero que en estos precisos días asemeja el odio y la despiadada violencia que, como un progresivo cáncer, ha invadido a muchos países, México también incluido.

Narra la crónica del periódico La Vanguardia: “El 6 de abril de 1994, el presidente de Ruanda, Juvénal Habyarimana, murió al ser derribado por un misil el avión en el que viajaba antes de aterrizar en Kigali. Su asesinato desencadenó (un día después) un genocidio, el peor cometido jamás en África. Perpetrado en apenas 100 días, causó la muerte de entre 800 mil y un millón de personas, la mayoría de etnia tutsi a manos de “elementos” hutus, de manera “planificada, sistemática y metódica”, según denunció la ONU.

Esta matanza nos obliga ver el pasado para comprender las realidades que desencadenaron el grave conflicto entre hutus y tutsis, y así darnos cuenta lo frágil que pueden ser las sociedades, para comprender que todo discurso de división, en cualquier gobierno del mundo, provoca odio con consecuencias inimaginables. .

¿HACIA DÓNDE?

Fueron masacradas, por el ejército ruandés y gran parte de la población ruandesa de la etnia hutu, en solo 100 días más de 800 mil personas. Y lo más delicado, lo incomprensible e imperdonable, radicó en que la comunidad internacional intervino tardíamente: sólo después de la consumación del genocidio. ¿Hacia dónde miraba el mundo mientras hachas y machetes, sedientos de sangre aniquilaban indiscriminadamente a niños y mujeres?

‘SOBREVIVIR PARA CONTARLO’

Existe un libro, narrado por una extraordinaria sobreviente de este genocidio, del holocausto en donde la violencia, el terror y el desprecio hacia las personas de todas las edades y condciones, llegó a límites sencillamente imposibles de imaginar.

“Sobrevivir para contarlo” es una historia que describe el drama y la crueldad que los humanos somos capaces de inducir a nuestros semejantes; pero también habla del espiritú de sobrevivencia, del amor que surge ante la adversidad, de la solidaridad de propios y extraños, de la capacidad de resitir, mediante la fe, ante las realidades adversas. Extremas.

Es una historia que recrea eso que Sabato sentecia “a la vida le resta el espacio de una grieta para renacer, porque los humanos sabemos hacer de los obstáculos nuevos caminos”, muestra de esto es la manera en que sigue este pais cerrando sus propias heridas.

MUJER TUTSI

El libro fue escrito por Immaculée Ilibagiza (1972), mujer ruandesa galardonada, en 2007, con el reconocimiento “The Mahatma Gandhi por la Paz”.

Descendiente de la etnia tutsi, mujer fervientemente católica, universitaria, que -según su relato- vivió escondida por más de 91 días, junto a otras siete mujeres, también tutsis, en un espacio reducidísimo: un cuarto de baño en la casa de un pastor, de apenas un metro de ancho por 1.20 de largo.

Básicamente, es una narración en la cual Immaculée comparte la situación absolutamente límite que padeció y la manera en que, paulatinamente, descubre, mediante la oración, el poder del amor, la compasión y el perdón (www.immaculee.com).

¡HOY!

Las mujeres aprendieron a sobrevivir cada segundo, lloraban en silencio al saber que familias completas habían sido exterminadas por sus propios vecinos, conocidos o compañeros de trabajo y de escuela. Padecieron angustia extrema al percatarse que la traición y el espionaje se volvieron el común denominador para lograr el gran objetivo: matar al 100% de la población Tutsi.

Se mantenían informadas gracias a que el pastor colocaba un radio fuera del baño, ahí escuchaban las noticias de la BBC que anunciaba diariamente el incremento de la muerte y el terror.

Las mujeres no se atrevían a emitir ruido alguno, por temor a ser descubiertas, se comunicaban entre sí mediante señas que se hacían con las manos. El pastor, a discreción, les proveía alimento (por seguridad las sobras de sus propia familia) y agua. En fin, estaban en una cárcel que les brindaba vida.

MILAGRO TRAS LA PUERTA

Immaculée luchaba todos los días contra un odio que intentaba posesionarse de su corazón; de hecho, la sed de venganza abordaba impíamente su corazón. En su claustro maldecía su propia existencia, revelándose contra Dios.

Un día llegaron a la vivienda los asesinos Hutu, con la intención de buscar a Immaculée, porque de alguna manera sospechaban que ahí se escondía. Ella, al escuchar el alboroto, se le ocurrió rezar el rosario en silencio. Así empezó a tener una comunicación directa con Dios, teniendo inclusive diversas revelaciones que le permitieron salvar su vida.

Los homicidas se fueron milagrosamente sin intentar entrar a ese baño, ¡solo una endeble pared dividió la vida de la muerte! Gracias a esta fe también pudo reponerse de las enfermedades que le genero el cautiverio.

Sobrevivir para contarlo’ es una historia que describe el drama y la crueldad que los humanos somos capaces de inducir a nuestros semejantes; pero también habla del espíritu de sobrevivencia”.

Empezó a leer la biblia diariamente, y fue a través de la Palabra como ella hizo vivo en su espíritu el poder del perdón. Comprendió que al salir de ese baño, cuando recuperara su libertad, no podría vivir con odio y rencor.

DIOS PRESENTE

La historia habla de una enorme lucha interna, de una travesía  hacia la paz, hacia la  conquista de la espiritualidad: Immaculée al rezar el Padre Nuestro se sentía mentirosa e hipócrita “era inútil, mis oraciones se sentían vacías. Había comenzado una guerra en mi alma y ya no podía seguir orándole a un Dios de amor con el corazón lleno de odio”.

Así empezó su transformación: “sin detenerme hasta tarde en la noche, todo el día siguiente, al otro día y así sucesivamente. Ore toda la semana apenas comiendo o tomando agua”, finalmente, después de una feroz lucha interna, pudo decir “perdónalos porque no saben lo que hacen”. Bien decían los latinos “un abismo llama a otro abismo” en su caso el abismo de la tragedia hizo surgir al abismo profundo de la fe, de una penetrante convicción.

AL FIN LA LUZ

Los Hutus fueron derrotados, cuando fue liberada se enteró que toda su familia había sido asesinada, sus abuelos, padres, hermanos, primos, sólo un hermano le sobrevivió.

Supo que uno de sus vecinos Hutu había sido el asesino de su familia, al saber que se encontraba preso, acudió a prisión a visitarlo. Su reacción fue desafiante, pero ella con toda calma y sinceridad le dijo “Te perdono”, en ese momento sintió una paz en su alma.

Esta mujer se liberó del odio y del rencor, encontrando su paz y fortaleza en Dios. El asesino sólo inclinó su cabeza. El cuidador de la celda, un Tutsi, le recriminó que ella perdonara al asesino de su familia, años después volvió a reencontrase con ese celador y él le comentó cuanto había cambiado su vida por aquella lección de perdón.

Immaculée es conferencista y escritora, considerada como una de las más notables   mujeres en el mundo que representan testimonio de fe, esperanza y perdón.

La vida de esta colosal mujer me recuerda las palabras de Viktor Frankl: “no depende de nosotros cambiar una situación, el reto es cambiarnos a nosotros mismos”. Creo que esta sentencia es un reto constante en nuestras personales vidas. (Ver https://elpais.com/elpais/2019/04/05/album/1554460759_554970.html?rel=str_articulo#foto_gal_1 )

NADA CAMBIA

Ayer se cumplieron 25 años de esa tragedia, lo grave fue que, a sabiendas, el mundo permaneció en total silencio, sin inmutarse, precisamente como hoy sucede ante tantos acontecimientos, consecuencia de la injusticia, la desigualdad y la ignorancia, como lo son las crisis humanitarias, los feminicidios, la trata de blancas y de niños, las dolorosas emigraciones, la violencia, las dictaduras establecidas y las silenciosamente emergentes.

Insisto, esto sucede hoy, precisamente como hace un cuarto de siglo, ante un mundo deshumanizado que es testigo, en tiempo real, de tanta barbarie, pero que sigue sin inmutarse, sin conmoverse, sin actuar.

Y todo esto pasa hoy, en diferentes grados, ante la indiferente y complaciente mirada del ser humano “hiper comunicado”, pero que se encuentra intensamente inmerso en el vértigo del siglo XXI. ¡Vaya tragedia!

cgutierrez@tec.mx

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