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Un año bajo techos de plástico, la vida después del sismo en México
Carpas y pequeñas habitaciones prefabricadas de madera o plástico rodean el Multifamiliar Tlalpan, en la Ciudad de México. Ahí viven desde hace un año unos 100 afectados por el terremoto que azotó la ciudad el 19 de septiembre de 2017.
Son dos campamentos en total. Adultos e incluso niños y ancianos viven ahí porque no tienen otro lugar adónde ir. Sus viviendas, en algunos casos sus hogares de toda la vida, fueron declarados inhabitables después del sismo.
"Estamos hasta la madre (hartos)", exclama Ángel Fuentes, de 50 años, mientras camina por el "Campamento Canchas", en el que vive desde que ocurrió el terremoto y lo obligaron a dejar el edificio 3C, uno de los 10 que quedan en pie de los 11 que conformaban el Multifamiliar Tlalpan.
Ubicado en la delegación Tlalpan, en el sur de la capital mexicana, el conjunto de edificios del Multifamiliar está a la espera de ser reparado.
Construido en 1957, sufrió el desplome del edificio C1 por el terremoto, matando a nueve personas y dejando heridas a varias más. Los 10 que quedan fueron desalojados para ser reforzados.
"Si bien los edificios están en pie, el hecho de que exista un edificio colapsado a metros de la unidad hace que existan varias posibilidades de que algún otro caiga", explica a dpa Juan Pablo Guerrero, que tenía un departamento en el edificio 3C.
Recién en julio se inició la reconstrucción del C1 y los trabajos de refuerzo en los edificios restantes. Una tarea que va a tardar al menos un año más.
Mientras esperan, los casi 1,500 vecinos del Multifamiliar han tenido que irse de la Ciudad de México a vivir con otros familiares, a buscar viviendas provisionales o, como Fuentes, a acampar fuera del condominio.
El terremoto del 19 de septiembre dejó un total de 369 muertos, 228 en Ciudad de México. También provocó el colapso de 38 edificios y se estima que más de 5,000 viviendas sufrieron diversos daños.
La tragedia ha generado acusaciones de corrupción y negligencia, debido a los indicios de que muchos edificios afectados o colapsados no cumplían con los estándares establecidos por la ley.
La "casa" en la que vive ahora Fuentes es una habitación de tres por dos metros cuadrados en la que apenas caben una cama, una pequeña mesa y su ropa. El lugar huele a humedad, plástico y madera, olor común en todo el campamento que antes era el polideportivo del condominio.
Aunque anteriormente vivía con sus hijos, ahora éstos están con un familiar fuera de la ciudad mientras él habita el campamento a la espera de buenas noticias sobre su edificio.
Para Fuentes, la lentitud con la que el Gobierno realiza los trabajos de inspección y reconstrucción es peor que el sismo. "¿Creen que desde septiembre pasado no nos podían hacer estos trámites? Han dejado pasar un año", manifiesta.
Al igual que muchas de las personas que habitan el campamento, depende en gran parte de las donaciones y buena voluntad de sus vecinos.
"Nosotros lo que queremos, lo que necesitamos, en nuestra vivienda", demanda.
Las personas del campamento han buscado darle algo de vida al lugar: han sembrado plantas y han colocado algunos juegos para los niños. "Pero los baños provisionales son los mismos de hace un año, cada vez que llueve esto se inunda y hasta han empezando a aparecer ratas", dice Fuentes con lágrimas en los ojos.
Los campistas, además, viven en constante estado de alerta. El campamento tiene un cerco rudimentario y varias veces han tenido echar del lugar a extraños que ingresaban a robar.
Desde el terremoto, las autoridades capitalinas han derribado 64 edificios que tenían graves daños y otros tienen órdenes para ser demolidos.
Sin embargo, varios todavía no tienen un destino claro y, mientras las autoridades deciden qué hacer, cientos de personas no pueden regresar a sus casas.
Es el caso del condominio de Pestalozzi 27, en el centro-sur de la Ciudad de México. Constaba de cuatro edificios, 105 departamentos y unas 500 personas vivían ahí.
Una carpa azul sirve de refugio a Roberto Aguilar, que todos los días vigila el conjunto de edificios en ruinas. Una radio y un periódico lo acompañan en la tarea diaria de controlar las derruidas construcciones.
"Aquí no murió nadie, gracias a Dios. Pero se ha perdido casi todo y por dentro (el edificio) está peor", cuenta. La fachada está agrietada y por los dos extremos se ha caído. En el suelo hay escombros acumulados.
En Pestalozzi 27, ubicado en la colonia Piedad Narvarte, reina la incertidumbre. Tras 12 meses desde el terremoto, los vecinos todavía no saben si podrá repararse o tendrá que ser demolido.
"Esa es una cuestión que les ha costado definir", dice Olivia Domínguez Prieto. "Dijeron que era muy difícil saber cómo estaba la estructura por dentro, que se requerían estudios. El problema con los estudios es que son muy caros", explica.
Quienes vivían en Pestalozzi 27, un complejo construido en 1975, han logrado que el fondo para la reconstrucción les otorgue el dinero necesario para el estudio que determinará si el inmueble puede repararse o debe demolerse.
El estudio técnico, sin embargo, tardará otros siete meses. Los damnificados, mientras tanto, tendrán que seguir esperando.