La hazaña de una topo coahuilense y su memoria del Sismo del 19 de septiembre

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La hazaña de una topo coahuilense y su memoria del Sismo del 19 de septiembre

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Juana Hernández, “Juani” en la brigada de los Topos Azteca, todavía recuerda el momento del llamado.

Pasó un año de la tragedia. Los puños levantados permanecieron para mantener viva la esperanza de levantar al País de los escombros. La unión, el recuerdo que se quedará arraigado en la memoria colectiva de los mexicanos desde aquél 19 de septiembre. Para algunos brigadistas hay un antes y un después. 

Juana Hernández, “Juani” en la brigada de los Topos Azteca Birtán, todavía recuerda el momento del llamado. 

Era un día común en el departamento de bomberos de Piedras Negras. Se anunciaba un simulacro que recordaba que la tragedia de 1985 en la capital del País no debió pasar en vano.

Minutos después de las 13:15 horas de ese día, las redes sociales anunciaban la tragedia y recordó después de 32 años: la entraña de la Ciudad de México siendo estremecida por un sismo de 7.1 grados. 

Isaí Galván, de los Topos Azteca Birta de Saltillo , también recuerda el momento:

“Nos enteramos a través del Grupo (de redes sociales) que tenemos a nivel nacional. Nos empezamos a mover y a poner en contacto con ellos, pero al poco tiempo perdimos la comunicación, así que empezamos a organizarnos por cada grupo”, recuerda Isaí.

Las redes son rápidas, pero las brigadas de los Topos de Acuña, Múzquiz y Piedras Negras ya estaban reunidas en poco más de una hora para analizar la logística, emprender el viaje para ponerse el overol naranja y reunirse con el resto del grupo en Saltillo, donde también acudieron integrantes de Monterrey.

“Todo fue inesperado. Uno cuando tiene la vocación, ve las contingencias y sientes cómo se te activa una alarma y te nace y es algo que no puedes controlar (…) para el día siguiente ya íbamos en camino para allá (la Ciudad de México)”, recuerda Juani.

Apenas hace unos días que Juani había regresado de colaborar con la brigada en el sismo del 7 de septiembre en Oaxaca, que sacudió también a comunidades chiapanecas
Coinciden Isaí y Juani que lo más difícil de ser un Topo es dejar a la familia, pero hay que seguir; esa es una de las promesas que hicieron cuando fueron nombrados en una ceremonia.

Después de varios días de dormitar en las carreteras, Juani llegó a la Ciudad de México en las primeras horas del 21 de septiembre del año pasado, mientras esperaban otro contingente donde llegaría Isaí el día 22. En total, salieron tres grupos conformados con gente de Coahuila y Nuevo León, exclusivamente de los Topos Azteca Birta Noreste. 

“Yo nunca había experimentado una contingencia de esa magnitud de sismos, fue impresionante ver ya no casas, como en Oaxaca, sino edificios con gente adentro, y que las mismas familias vieran a los topos y corrieran hacia nosotros y nos pedían que les ayudáramos”, recuerdan Juani e Isaí.

Entre los puños cerrados que exigían el silencio del resto y que anunciaban la posibilidad de una vida bajo los escombros, Juani visitó seis zonas de desastre, entre las cuales se encuentran el Multifamiliar de Tlalpan, el edificio ubicado en Álvaro Obregón 286 de la colonia Roma y el Colegio Rébsamen en la delegación Tlalpan.

“Se trabajó de madrugada, desde que llegamos trabajamos el día, la tarde, la noche, la madrugada y descansamos hasta que llegó el jefe Héctor con un grupo para relevarnos. (El Chino Mendez, creador de los Topos)”, expresa Juani. 

“En el multifamiliar se suscitó un incendio y había mucho humo que salía de entre los escombros y es un humo que es tóxico y yo estuve ahí hasta que alguien me dijo que fuera a descansar para respirar y después seguí”, recuerda. 

Si bien cada anécdota se sumerge entre las lágrimas de familiares esperanzados de que sus seres queridos salieran con vida de entre los escombros, también, aunque con discreción, hubo momentos en los que algunos de los Topos entraban en desesperación al tener que parar un momento las labores debido a que las tormentas, que en esos días azotaban a algunas zonas de la ciudad, desestabilizaban aún más las estructuras.

“Las frustraciones venían cuando estábamos a punto de encontrar a alguien y teníamos que detenernos mientras pasaba la lluvia. Una de las cosas más impactantes que recuerdo, fue cuando logramos entregar el cuerpo a una familia, aunque ya no estaba con vida lo hicimos y la familia lo quería. Fue un momento que se queda grabado”, recuerda. 

Tanto Juani como Isaí, dicen que una de las cosas más tangibles que les dejó el sismo es que cuando México se une, y todos están del mismo lado, es cuando realmente se enseña el músculo.