Taxis imponen su reinado en Saltillo

En esta historia tres taxistas hablarán de quién se cuidan, de por qué no encienden el taxímetro en la noche, por qué cobran diez pesos extras cuando cubren un servicio a domicilio, por qué no suben a mujeres con niños y por qué no están de acuerdo con las tarifas impuestas por Isidro López, el alcalde de Saltillo. Y en toda esta historia, el usuario es el más afectado.

                                            Por Karla Tinoco

                                            Fotos: Omar Saucedo / Marco Medina

                                            Edición: Kowanin Silva

                                            Diseño: Edgar de la Garza

 

 

Es un jueves cualquiera, son las 11:45 de la noche en la esquina de los bulevares José Musa de León y Pedro Figueroa, al norte de la ciudad. Pido un taxi a la base José María Lafragua y del otro lado del teléfono, una mujer responde:

—Radiotaxi

—Buenas noches señorita, me pudiera enviar un taxi al Seven Eleven de José Musa y Pedro Figueroa, por favor.

—No, de momento no tengo.

—¿Y en cuánto tiempo le puedo marcar para que me envíe uno?

—Mire, sinceramente, a los oxxos, seven y esquinas, muy poco quieren ir.

—¿Por qué?

—Porque (los pasajeros) están en una parte muy transitable y muchas veces (los taxistas) se transportan desde (lugares) muy retirados y ya no encuentran el pasaje porque toman otra unidad.

—Pero ya tengo mucho rato esperando y no pasa ninguno.

—Si la entiendo porque a mí me ha pasado pero desgraciadamente aunque vocee, (los taxistas) me dicen 'si ya sabes'. Y es que la persona no espera la unidad y por eso ya no quieren ir.

Me planto a las 12:16 am en la misma esquina bajo una luminaria. Levanto la mano a casi cualquier carro que se distinga como taxi; de noche no se reconoce si los carros traen "copete" o no.

Solo han pasado cuatro minutos y el primer chofer se acerca para tomar el pasaje.

—Buenas noches, ¿cuánto me cobra por llevarme a las Alitas de V.Carranza?

—Lo que marque el taxímetro- me dice y yo siento que corro con suerte.

Subo al coche y antes de arrancar el hombre se asegura de encender el aparato. La tarifa de día marca siete pesos, aunque es medianoche. En el camino, Alfredo —nombre del taxista— dice que a esta hora es difícil agarrar un taxi porque pocos trabajan de noche y deben cuidarse de los policías.

—En las noches me va mejor, pero siempre traigo dinero aparte, porque sé que me los van a quitar. Te dicen: 'A ver qué onda, ¿cómo andas?' y si traes los papeles en regla (tarjeta de circulación, licencia de chofer y tarjetón) los checan y ya sabes... no falta cualquier detalle,  la  cuota es de cien pesos aunque sea para el café.

Unas horas antes Alfredo ya había dado el billete del día a unos patrulleros que lo acusaron de haberse pasado una luz ámbar, aunque él asegura que en el último kilómetro que recorrió no había semáforos.

Hace ocho años que este hombre ruletea por las calles de Saltillo, aunque a raíz de la pugna entre cárteles rivales que se disputaban la plaza, los choferes también tienen que sortear la vida y el dinero con los policías.

Unas horas antes ya había dado cien pesos a unos patrulleros que lo acusaron de haberse pasado una luz ámbar, aunque él lo niega.

—Antes cometías una infracción y aceptabas la responsabilidad. Ahora te dicen: 'te pasaste el ámbar', sí está bien, yo lo hice. 'Entonces qué, ¿te mochas para el café o te hago la infracción?'. Pues hazme la infracción, que no esté tan cara. 'Nombre, danos para el café para que jales agusto'.

El día para Alfredo arranca a las siete de la mañana en un taller donde trabaja como eléctrico-mecánico-soldador que da mantenimiento a las empresas. Del negocio sale en la tarde y por la noche, su trabajo como taxista lo alcanzará hasta la madrugada.

—Yo tengo que trabajar por mi hija que acaba de entrar a la universidad a estudiar Comunicación y por mi hijo que está en la primaria; a mí me gusta trabajar.

—¿Qué es lo que más le gusta de su trabajo?

—La relación con la gente, aprendes muchas cosas. Por mis hijos tengo que echarle muchas ganas, para que lo aprovechen.

Llegamos al destino. A esta hora Alfredo planeaba irse a su casa a descansar, pero antes de que termine de pagarle los 30 pesos que marcó el taxímetro, una empleada de las Alitas le hace la parada.

—¿Necesita carro, señorita? Permítame tantito.

—Tuvo suerte, ya se va a echar otra carrerita, le digo.

Alfredo sonríe y sube a la pasajera, la noche en el volante seguirá para él.

La mayoría apagan el taxímetro en la noche

Solo han pasado unos minutos desde que bajé del primer taxi y sobre la misma avenida (V.Carranza) hago la parada a otro carro de sitio que alcanzo a ver a unas cuadras de distancia.

 —¿Cuánto me cobra por llevarme al centro?, pregunto al chofer.

—30 pesos, responde.

Abro la puerta de atrás y me subo. De inmediato le pregunto si trae o no taxímetro y responde que sí, aunque ya no se usa.

—De día afuercita tiene que traerlo pero si se descompone, no puede trabajar. En la noche, dando las diez, se apaga hasta las cinco de la mañana del día siguiente.

Daniel, el hombre que ronda los 60 años, argumenta que entre taxistas han llegado al acuerdo de apagar el taxímetro después de las diez porque el Municipio no ha fijado la tarifa nocturna.

La versión de Daniel contradice a María Alicia García Narro, la secretaria del Ayuntamiento de Saltillo, quien dijo a VANGUARDIA que "según el reglamento estatal del Transporte, no puede haber diferencias en la tarifa diurna respecto a la nocturna" y estimó que en poco más de un mes podrían enviar una propuesta al Cabildo para que sea aprobada por los legisladores locales.

—Desgraciadamente la culpa es del Municipio porque no pone una tarifa nocturna y sí la proponen no será para estos taxis, sino para otros que el alcalde va a meter. 

De camino a la plaza Tlaxcala el hombre se sincera. Y dice sus razones para no subir a personas con cualquier objeto grande que implique su ayuda.

—Usted es la taxista. Ve a una señora que trae dos niños, una carriola y bolsas de mandado. Del otro lado de la calle está otra persona sola, las dos van a la misma distancia. Con la señora de las bolsas va a parar el carro, a desabrocharse el cinto, va a bajarse, tiene que abrir la cajuela, subirle las bolsas, meter la carriola, ayudarle con los niños, subir al carro, abrocharse el cinturón y la deja. Llegando otra vez se para y tiene que volverle a ayudar...

Daniel busca ahorrar tiempo y esfuerzo, así que prefiere subir pasaje al que no tenga que ayudarles.

—A la otra persona nada más la subo y la bajo, y las dos me van a dar 20 pesos. Yo no puedo perder tiempo porque de aquí comen mis hijos y tengo que liquidar 270 pesos haya o no haya.

Hace cinco meses que varios hombres armados lo interceptaron a las orillas de Saltillo. Lo encañonaron y le cortaron cartucho cerca de la cabeza mientras le exigían la ganancia del día.

—La verdad es que nada más traigo 50 pesos y no te los doy, dijo Daniel.

—¡Ah, no me los das!, le gritaron.

—Pues mátame por 50 pesos, se los llevo para comprarles unos panes a mis hijos ¿y me los vas a quitar?, pues mejor mátame porque me va a dar más vergüenza llegar con ellos y no llevarles de comer.

—¿Seguro que nada más eso traes?—, le preguntaban mientras le esculcaban la ropa y el carro.

Pasaron unos momentos y uno de ellos ordenó que lo mataran.

—Dime la neta, ¿no traes?

—No, ya les dije que no.

El hombre sacó un billete de 100 pesos y se lo dio al chofer.

Las quejas de 
Juan "Komander"

Sobre la calle Victoria los taxistas esperan ansiosos el pasaje que empezará a salir de los antros y bares del centro saltillense. Me acerco sigilosamente a uno y pregunto en cuánto me costará que me lleven de regreso a la calle V. Carranza.

El hombre fornido, de cabello a rape, voltea y piensa en su respuesta.

—Le cobro 60.

—Nada más traigo 50.

—Súbase, pues.

El carro arranca y aunque tiene encendido el taxímetro, no lo activa. En el camino escuchamos una canción de Alfredo Ríos, "El Komander", uno de los cantantes favoritos de Juan, el chofer. Dice que le agarró gusto a la música sinaloense desde que trabajó en Culiacán hace 12 años.

Juan es uno de los muchos taxistas inconformes por la falta de la tarifa nocturna y por el aumento (de siete a ocho pesos con tarjeta prepago y de ocho a nueve pesos en efectivo) que dio el Cabildo saltillense al transporte público en julio pasado.

—¿Cómo es posible que la combi cobre más que un taxi? En cualquier ciudad a la que vaya, el taxi es mucho más caro, aquí es muy barato.

El banderazo para los taxistas es de siete pesos 90 centavos y el kilómetro recorrido lo cobran a 4.50 pesos. Las tarifas entre ellos también incluyen una cuota extra por el servicio a domicilio:

—Si manda pedir el taxi le van a cobrar diez pesos extras, un taxista deja de agarrar pasaje en la calle por ir por usted.

Los trámites burocráticos para concesionarios y choferes, es otro motivo por el que los taxistas imponen sus propias tarifas de transporte. Juan, dice que deben cumplir con muchos requisitos costosos y la tarifa sigue baja.

—Para traer un taxi debes tener seguro, refrendo, la verificación, una carta de no adeudo de la licencia, y otra de la tarjeta de circulación… es puro dinero.

Juan es de esos taxistas que ven el sol al amanecer, porque trabajan de seis de la tarde a seis de la mañana.

—¿No se le hace pesado?

—No, porque de noche uno ya cobra con tarifa y uno ya no anda con el taxímetro..

 Mientras tanto, como el Ayuntamiento sigue sin aprobar la tarifa nocturna, los taxis de la ciudad han impuesto su propio reinado y sus propias tarifas, cada quien a su criterio si se trata de un servicio en la noche o un servicio a domicilio.

Según argumenta el Gobierno Municipal, para concretar la tarifa nocturna, es necesario reformar un apartado de la Ley Estatal de Transporte, ya que en esa normativa se;ala que sólo puede existir una tarifa por transporte.  Es en el artículo 99 que dice:"

“Las tarifas se fijaran observando perfecta igualdad de tratamiento para todos los concesionarios”.

“Está en proceso, finalmente es una cuestión de una ley estatal que tiene que modificarse, es un trabajo que le va a corresponder a los legisladores”, declaró a VANGUARDIA en meses pasados el subsecretario del Ayuntamiento de Saltillo, José Guadalupe Martínez Valero.

 

Una luz en el camino

Sorprendentemente, 400 taxistas acordaron hace unos días con el Gobierno Municipal, pintar  sus unidades con la leyenda de ‘Taxi Seguro’, así como un sarape tradicional saltillenses y dieron su palabra para respetar las tarifas del taxímetro. Se están comprometiendo además a atender a los usuarios a traves de WhatsApp, es decir, cuando reciban una alerta, llegar lo más rápido posible de acuerdo a la dirección que indique el GPS.

 “Hay mucha problemática en el servicio de taxis, queremos recuperar la confianza de la ciudadanía porque están batallando mucho en los centros comerciales, los fines de semana cuando se van a divertir los jóvenes; para que aborden un taxi seguro a cualquier hora del día o la noche”, comentó el señor Alfaro Carlos, uno de los representantes del programa.

El viernes pasado, el Ayuntamiento arrancó la verificación de taxímetros en la ciudad, de acuerdo la Norma Oficial Mexicana NOM/007/SCFI/203, obligación que deben cumplir todos los ruletereos con el fin de garantizar a los usuarios que el dispositivo esté cariblado correctamente