Memorial COVID | Luis Fernando Banda: El tío sabio que ya no abrirá los ojos nunca más

A dos meses de su deceso, la familia aún no se hace a la idea de la sorpresiva muerte del tío, abuelo y amigo, a quien a través de estas líneas le dan el último adiós

Ante los estragos económicos de una pandemia, el tío Luis Fernando Banda Martínez quería dejar listos los trámites para recibir su pensión, sin darse cuenta de que probablemente durante la encomienda fue contagiado.

La única ocasión en la que salía de su casa era para acudir al banco y realizar las gestiones que se requerían para comenzar a vivir una etapa distinta al dejar atrás su labor como obrero.

Fue un par de veces para concluir los trámites pese a los muchos impedimentos que provocó el confinamiento, y asegurar las finanzas que procuraran una vejez tranquila a él y su esposa.

Una etapa que no alcanzó a vivir, pues tras contagiarse y confirmarse como un caso positivo más en Monclova, en menos de 3 semanas, ingresó a un hospital solo para morir.

Durante ese tiempo, resistió, permaneció bajo los cuidados que indicaron los médicos en su hogar, ya que no  requería de ser internado.

Una señal de recuperación indudable, considerando que vivió en el epicentro del coronavirus de Coahuila, asegura su sobrina Jenifer Naylea Castañeda Chacón.

Sin embargo, la situación empeoró. Tenía una tos y estornudos que orquestaba un sonido anormal, fino y burbujeante. Ruidos que hoy son una alerta para tomar distancia.

Lo subieron al carro, iba agitado, no podía respirar. Apenas pisó el hospital y salió con los pies por delante, en un ataúd envuelto en plástico; ahora tocaba llorar la muerte de un padre, hermano y tío irremplazable a sus 55 años.

La servicialidad con la que atendía a quien tocara su puerta, murió con él, sus sonrisas y el espíritu de fortaleza pese a la adversidad que lo caracterizaba. Sus consejos hoy son inmortales. El tío sabio, escuchaba, comprensivo, con el que contábamos y ya no abrirá los ojos nunca más. 

Dejando un vacío entre los juegos y risas que hoy echan de menos sus nietos, convirtiendo la cena de un pollo frito, como honorable, o un partido del América televisión como sonido de fondo en su memoria.

Hoy guardamos como un tesoro los consejos que nos daba, lo mucho que nos procuraba y la bondad que nos contagiaba, sus hijos, sobrinos y nietos, oramos en su memoria tras un sepelio restringido en el que fue enterrado lo más alejado posible del resto de los cadáveres que descansan en un panteón de la Ciudad del Acero.

Era el mejor tío que tenía en la vida y lamentablemente esta pandemia nos lo arrebato, sin que podamos repararnos ni concebir su partida. Sin un mariachi, rosario o último puño sobre su féretro, convirtiendo su muerte en algo increíble.

Solo podemos juzgar su propia inquietud de procurar la seguridad y estabilidad de su familia al acudir a aquel banco como un acto de valentía, un último anhelo y acción de amor hacia los suyos.

Tras casi dos meses de su partida, aún lloramos su ausencia, que descanse en paz el tío Fernando.