#MeeToo… o como ser responsables en redes sociales
TEXTO: CHRISTIAN MARTÍNEZ / FOTOS: CORTESÍA
El suicidio de Armando Vega Gil, bajista de la banda de rock “Botellita de Jerez” y artista multidisciplinario, reveló -tras la acusación pública anónima de una presunta violación a una menor de 13 años a través de #MeToo-, uno de los desafíos que tiene la sociedad en esta era de la historia: saber a quién o a quiénes poner atención y otorgarle nuestra credibilidad en medio de la ingente cantidad de información y opiniones que surgen en las redes sociales todos los días.
Vega Gil escribió un tuit horas antes de quitarse la vida; en él especificó que esa acción era una manera radical de demostrar su inocencia. Sea cierta o no la acusación de violación, lo que es casi innegable es que la especulación está ganando terreno en temas graves como éste, afectando la credibilidad de personas y de movimientos sociales.
El hashtag #MeToo se creó desde octubre de 2017 para hacer públicos los casos de violaciones, violencia física, emocional o económica y acoso, que hombres de diferentes esferas sociales infringían a las mujeres. Todo ello, en ocasiones, sin la confirmación de instituciones y sin una investigación previa.
El de Vega no es el primer suicidio que ocurre merced a la presión y agresión social desde las redes. Un ejemplo cercano es el que ocurrió en Coahuila en febrero pasado: una muchacha de 19 años de la ciudad de Monclova, tomó la decisión de quitarse la vida luego que fotos íntimas suyas se hicieran públicas en una página de Facebook.
Si bien las redes han impulsado una libertad de expresión inaudita a lo largo de la historia de la humanidad, en gran parte del globo (China, Corea del Norte, Rusia [LinkedIn] y Cuba tienen limitaciones o nulo acceso a redes sociales) dentro de esta libertad también se abrió la puerta a una de las capacidades más oscuras del ser humano: odiar en libertad y en conjunto.
Así como la Era de Revolución Industrial enfrentó retos (la explotación laboral, que sigue latente), la Era de la Información tiene el desafío de la credibilidad en las instituciones que procuran la verdad y la justicia, y la responsabilidad de los hombres y mujeres “educados”, quienes pueden emitir opiniones más sólidas y ganarse terreno en la vorágine de la información.
Las anteriores consideraciones fueron hechas, durante una entrevista con VANGUARDIA, por Jesús Humberto Aguilar Esparza, saltillense que desde 2003 labora como profesor de tiempo completo en el Instituto de Tecnología de Rochester, Nueva York. En 2018 Aguilar Esparza, se incorporó a la planta de investigadores de la Academia Interamericana de Derechos Humanos (AIDH) que opera en instalaciones de la Universidad Autónoma de Coahuila.
Su labor docente y de investigación se centra en la Filosofía de la Acción, disciplina filosófica que mantiene vínculos directos con áreas como la Ética, la Filosofía del Derecho, la Filosofía de la Mente, y las Neurociencias Cognitivas.
¿Cuál es su lectura de #MeToo y los linchamientos morales que suceden en redes sociales?
#MeToo es una afirmación de derechos de un grupo que ha sido vulnerable y que ahora puede abrir la boca y decir lo que está pasando. El movimiento recae en una tradición muy vieja: hacer uso de los medios de comunicación por medio de los cuales uno puede enviar información con relevancia moral desde la perspectiva de las víctimas.
Esto se puede vincular con la libertad de expresión. Sí lo ves así, yo creo que estamos viviendo un época en donde hay una gran capacidad de expresar ideas y hechos a través de estas tecnologías.
¿Cuáles son los riesgos?
El riesgo tradicional cuando uno habla de libertad de expresión es ¿qué acota la libertad de expresión? Y en la tradición ética occidental, desde el siglo 19, había esfuerzos por establecer un criterio para poder delimitar. Uno de ellos que se me ocurre es el llamado Principio de Daño.
John Stuart Mill estaba a favor de la libertad de expresión. Él es uno de los teóricos del consecuencialismo. Él mismo decía que la libertad de expresión debería de tener límites. La idea es de cuando la libertad de expresión genera un daño a alguien o a algo (nación o seguridad de la sociedad) serían los límites que se puedan presentar para acotar.
¿Y qué se puede considerar como daño?
Unos de los peligros de movimientos como #MeToo, por muy justificado que esté, es que las personas, al hacer uso de esta libertad de expresión, pueden transgredir ciertos límites establecidos precisamente tras causar un daño.
Se debe de tener un criterio que pueda acotar cuando al recibir este tipo de información, al no tener reglas claras, uno también puede generar daño.
Un movimiento como #MeToo es totalmente valido. Ésta no es una crítica hacia el principio que legitima al movimiento. Es legítimo, necesario y yo diría que inevitable en las democracias liberales contemporáneas. Sin duda saldrán a la luz un sin números de opiniones y esto es parte de nuestra época.
¿Qué acota la libertad de expresión?
(Estos son los claroscuros de movimientos como #MeToo, y los retos éticos que traen consigo)
Con qué mecanismos se pueden filtrar las verdades de las falsedades o las fantasías?, plantea Humberto Aguilar Esparza, profesor de Ética en el Instituto de Tecnología de Rochester, Nueva York, e investigador de la Academia Interamericana de Derechos Humanos, con sede en Saltillo.
Cuando se habla de verdades y hechos, indica el filósofo saltillense, hay también referencias a los mecanismos que existen para establecer qué es lo verdadero de lo falso. Entonces se habla de evidencias.
¿Con toda la información que se genera todos los días, a quiénes debemos de escuchar y darle credibilidad?
La pregunta es: ¿Qué vale la pena escuchar? Una y otra vez me vuelvo optimista con este tipo de movimientos. Al final del día, lo que creo que nos va a salvar son los hechos y la verdad.
De una manera y otra, tantos los críticos y los que están a favor del movimiento #MeToo, salvo poca excepciones, van a estar de acuerdo que los hechos son de enorme importancia para determinar nuestras consideraciones morales. Y la manera de llegar a esos hechos es a través de enunciados que son verdaderos, o ideas que son verdaderas; a través de propuestas que capturan esos hechos.
Ahí nace la pregunta de con cuáles mecanismos podemos filtrar las verdades de las falsedades o fantasías o mentiras.
Cuando hablamos de verdades y hechos, hablamos también de los mecanismos que tenemos para establecer qué es lo verdadero de lo falso. Y ahí hablamos de evidencias. De razones. El ejemplo de eso es la ciencia. Hay un montón de mecanismos de las cuales se pueden valer para saber si una idea es verdad.
Hay hechos que siempre deben de ser los puntos de referencia. En este caso, con lo trágico que fue el caso de Armando Vega Gil como para poner entredicho al movimiento #MeToo. Una vez que identificamos los hechos, debe de haber un consenso de lo que es moralmente correcto e incorrecto. Lo que pasó fue trágico, pero a lo mejor valía la pena hacerlo público.
Igual y no. Siempre habrá gente que convierta a estos medios en un instrumento de manipulación.
Pero los hechos son los que van a determinarlo.
El periodismo, la opinión pública, es crucial. Son algunos de los mecanismos que tenemos para señalar si alguien dice la verdad o no lo hace. Ante esta validez, ¿cuáles instituciones nos van a ayudar a validar? Por ejemplo, para la ciencia siempre se tendrá que incurrir a la universidad?
La ciencia se presenta siempre como un conjunto de hechos en la realidad física y biológica, o todas las ciencias humanas. Lo hace de un modo que reconocemos como público. Justificado con estrategias de la ciencia. Algo semejante puede suceder así. En algo tan público debemos identificar cuáles son los hechos relevantes para hacer juicios.
Por ejemplo, los hechos del caso de Armando son vagos, no se sabe si es verdad o no. Las autoridades son las se quedan para) ver y hacer presencia. Y el periodismo debe de establecer los hechos.
¿En esta Era se ha incentivando más a la especulación que en otras épocas? Vivimos en una época en donde los instrumentos que tenemos están para generar información. Cualquier hijo de vecino puede dar su opinión y esa opinión será leída escuchada en todas partes del mundo. Antes era imposible. Esto se está desbordado. Esto permite que cualquier persona, sin haber pagado las concesiones o sin tener los requisitos, tenga el poder de opinar. Cualquier persona puede expresarse y tiene un púlpito. Una audiencia gigantesca. Eso me parece muy bien. Es una manera de democratizar a la opinión.
Pero los criterios que tenemos para distinguir entre una voz y otra se vuelven un problema muy grande. ¿Es un reto para saber qué tan civilizados somos? Sí. La cantidad de información nadie la puede detener.
Eso me parece fantástico. Ni siquiera el gobierno puede intervenir. Y me parece perfecto que así sea. Pero también corres el riesgo de que, cuando es información o esa información daña a otros, tenemos que saber qué hacer. Se deben de crear filtros.
Ese es el gran desafío de nuestra época. Ese es el gran desafío. Es el signo de nuestros tiempos. Así como en el siglo 19 las sociedades industrializadas tuvieron que empezar a contemplar algo que a lo mejor no se imaginaban, como las consecuencias de la contaminación de esta industrialización o la explotación laboral de un sinnúmero de personas que se convirtieron en asalariados. Igual nosotros. No es alternativa decir que se debe de acabar con el internet. Lo que se sugiere es que nadie tiene una respuesta clara.
El hecho de que te hayas puesto en contacto conmigo significa que hay gente que lleva puesta la vestimenta de la autoridad. Siempre lo asociamos con gente que tiene educación, que tiene información, que tiene experiencia. Socialmente debemos de identificar la fuente de información que es mejor que otras. Probablemente en un futuro habrá una selección natural de las autoridades a las que les debamos de creer más que a otras. Pero apenas se está cocinando.
Estamos en transición. No sabemos. El fenómeno de #MeToo refleja de una manera muy directa las virtudes y los desafíos de la realidad informática. ¿Se nos irá el siglo en buscan esas autoridades regidoras de la verdad informativa? Pues al menos ya no hay marcPues al menos ya no hay marcha atrás. No política ni éticamente. Sería equivocado silenciar las voces. Que el precio que se pague es que los victimarios se conviertan en víctimas. Ese es el precio que hay que pagar. Pero los beneficios son enormes. Por primera vez en la historia de la humanidad, la mitad de la población, que son mujeres, tiene voz. Además de las minorías en todo el mundo.