Islo: Pasión a toda máquina
Conservar una Islo es conservar un tesoro. Estas motos guardan en sus entrañas los secretos de Saltillo y su gente
Inspiración italiana. Don Isidro, observador perspicaz, se dio color del gran tráfico de motonetas y vespas que circulaba por Roma e inició la aventura de la primera fábrica de motocicletas en México y AL. Fotos: Vanguardia/Luis Castrejón/Jesús Peña
TEXTO: Jesús Peña
FOTOS: Luis Castrejón, Jesús Peña y Cortesía
VIDEO: Alex Guzmán y Jesús Peña
DISEÑO: Édgar de la Garza
EDICIÓN: Quetzali García
“Pérate, que se vea mi parche”, dice Joel Ramírez y muestra el emblema del Zorros Motoclub debajo de su negra chamarra de piel.
Joel abre los candados y descorre el portón que deja al descubierto su más grande tesoro: la colección de tres motos Islo que ha conseguido reunir en más de 15 años.
“Aquella es una Islo Apache 175 centímetros cúbicos; ésta es otra Apache 175, preparada para correr en pista de óvalo; y la de allá es una SL – 90, Islo – Honda, con motor de cuatro tiempos. Todas son antiguas, todas jalan. De repente las sacamos nomás para pasearnos, pero están guardadas ái para el recuerdo”, suelta Joel.
Su consentida es la verde metálico, esa Apache 175, modelo 1970, dos tiempos, que trae por delante un 55, el número con que Joel solía correr.Hoy tiene 63 años.
Su primera Islo, cuenta, fue una Zorrito que traía un motor 100 centímetros cúbicos. Se la encontró arrumbada en una cochera de la Guayu Colombia.
Ahora es de Joel y está modificada, como dicen los fanáticos de la Islo. “Se arregló completamente. Es la que más jala, es la que más corre”, dice Joel, después de 40 años la moto sigue funcionando y te lleva a donde quieras".
Estamos en la colonia Antonio Cárdenas y le pido a Joel que eche a andar sus motos, que las quiero oír berrear, escupir humo por el mofle. A ver si prenden, dice Joel, porque tienen muchos años paradas...”.
Joel va sobre su moto preferida, la Apache arreglada, pisa el pedal y casi a la primera patada la máquina arranca.
La cueva se llena de una densa nube, es porque las Islos jalan con una mezcla de gasolina y aceite, así fueron creadas, así nacieron las Islo.
Moto histórica. Y así empezó la aventura de Moto Islo, la primera fábrica de motocicletas en México y América Latina. Narra Ricardo Sandoval.
Que la ruede, le digo a Joel, que saque a rodar su moto a la calle.
En un santiamén lo veo perderse detrás del sol, su moto gritando por la colonia.
“No se acaban, ahí se van a quedar y mis nietos las van a disfrutar, Son motos para toda la vida”, dice.
Hace días que estoy en las calles siguiendo el rastro de la Islo, esa máquina que, según me cuentan, es la primera motocicleta que hubo en Latinoamérica y que, para orgullo de la banda, se fabricó en Saltillo, por la Islo, obvio, aquella empresa legendaria que fundara en 1955 el visionario industrial Isidro López Zertuche.
Islo: Is, por Isidro, Lo, por López, Islo. Isidro López. De Saltiyork para México y Latinoamérica.
“Entonces, ¿cómo va a estar la onda o qué? ¿La saco?”, dice Jorge Sosa y se dirige hasta el hueco en penumbras que forman las escaleras del zaguán de su casa, en la colonia 26 de marzo.
Veo surgir una Apache 175, año 1974, dos tiempos, cuatro velocidades, que Jorge conserva tapada con unas lonas y unas cobijas.
Sello sarapero. Lo que empezó con una fábrica se convirtió en una pasión. Pasión, que demuestra todavía Macario el modelo de esta fotografía.
Jorge se la compró, dice, a un maistro que toda su vida había sido cobrador.
Porque la Islo fue maquinada en la mente de su creador, Isidro López, como una moto utilitaria, de trabajo. Aquel abonero la quería tanto que no deseaba deshacerse de ella. Pero resulta que sí la vendió, me cuenta Jorge con una sonrisa de triunfo. Estaba originalita.
Después Jorge se las ingenió para cambiarle las llantas, ponerle un parabrisas polarizado y adaptarle el respaldo y los espejos de una Harley Davidson.
Y como la familia de Jorge siempre ha sido motociclista, Islera hasta la médula...
“La mayoría de la gente que tiene Islo las heredó de sus papás o de generaciones anteriores, abuelos, que a lo mejor ya ni están y las motos y los fierros, ahí siguen, conservándose…”, dice.
El papá de Jorge tuvo islos. Una motoneta, después una Islo Yaqui de 100 centímetros cúbicos.
Es mediodía lluvioso en la víspera de la primavera y Jorge la piensa un poco.
“¿Se quiere subir?”, me pregunta.
No se acaban, ahí se van a quedar y mis nietos las van a disfrutar, Son motos para toda la vida.”
Le digo que sí.
Pa cuando acuerdo voy montado en la Apache, con Jorge, devorando millas, desafiando el tráfico, por todo el bulevar.
Qué sensación de libertad, de arrojo,
El viento pegándome en la cara.El vértigo en el estómago. Dios mío. Sobrevivo.
Otra tarde las rodadas de la Islo me llevan hasta la sede del corporativo del Grupo Industria Saltillo, un edificio gris, vertical y pletórico de ventanas con cristales polarizados.
Ricardo Sandoval Garza, el buenero de relaciones institucionales del GIS, me enseña el fósil de una moto Islo de cerreras que está expuesta en un vestíbulo.
Es una jaca de las que se fabricaron en Saltillo a finales de los cincuenta y que fueron llevadas a Italia por don Isidro para las carreas.
“Pero por algunos problemas de accidentes de tránsito y de carreras en las carreteras se suspendieron las competencias. De tal manera que las motos se regresaron. Nosotros rescatamos ésta que tenemos aquí en exhibición”, cuenta Ricardo.
Y a mí nomás de verla me dan ganas de montarla.
Que si funciona, le pregunto a Ricardo, “ahorita no, cuando la compraron sí funcionaba, es muy fácil echarla a volar, de que prende, prende, claro que sí”, responde.
Es una moto diseñada para pioneros que llegó a levantar unas 85 millas por hora, 20 millas más que las que estaban compitiendo en esa época, la década de los cincuenta.
Durante más de 50 años esta moto pasó por diferentes manos de coleccionistas, hasta que en 2010 el corporativo logró rescatarla y…
“Nos la trajimos aquí para exhibirla, como un vivo testimonio de lo que eran las motos, la tecnología y los diseños de aquel tiempo. Es una joya y la tenemos aquí con mucho orgullo”, dice Ricardo.
GENIO SALTILLENSE. Su inventor pensó que la moto podría ser una solución de transporte chida y económica para toda la banda azteca. Pero se convirtió en un culto. Joel conserva fotos de sus hazañas en su islo.
Más tarde en su oficina Ricardo me cuenta que la Islo comenzó a ensamblarse en la cabeza del fundador del GIS, Isidro López Zertuche, luego de un viaje que hiciera a Italia.
Don Isidro, observador perspicaz, se dio color del gran tráfico de motonetas y vespas que circulaba por Roma.
Pensó entonces que la moto podría ser una solución de transporte chida y económica para toda la banda azteca.
A su retorno a México el empresario, inquieto e innovador como era, juntó a su equipo de trabajo y le propuso crear y fabricar una motocicleta con sello sarapero.
Y así empezó la aventura de Moto Islo, la primera fábrica de motocicletas en México y América Latina. Antes don Isidro hubo de regresar a Italia y buscar técnicos y empresas con las cuales asociarse para fabricar y luego ensamblar las piezas en su nueva empresa, Moto Islo. Buscando, buscando encontró en Milán a dos expertos bien picudos: Ferrucho Betrametti y Federico Millone y se los trajo a Saltillo.
Al principio, la tirada de Don Isidro era contactarse con los proveedores de moto – partes en Italia e importa las piezas.
De esta manera en 1955 se ensamblaron las primeras motos que hubo Saltillo, cuando la gente que carecía de automóvil se transportaba en burros o carretas jaladas por animales e tracción.
Y las cosas marchaban sobre ruedas, tanto que no pasó mucho tiempo para que Moto Islo fabricara sus propios modelos.
DE SALTIYORK PARA LATINOAMÉRICA Y EL MUNDO. Así Islo: Is, por Isidro, Lo, por López, Islo. Isidro López. Guadalupe Castillo está orgulloso de su Islo.
“Empieza con uno o dos y llegó a fabricar más de siete modelos de motocicletas. Comenzó con los modelos de 50 centímetros cúbicos que eran motos de trabajo, chicas, después vienen las motonetas de 175 centímetros cúbicos y con el paso del tiempo fueron evolucionando a diferentes tamaños”, dice Ricardo.
Pronto las motos de la marca saltillense Islo estaban rodando por todo México, Sudamérica y hay quien asegura que Estados Unidos.
Las pioneras fueron las conocidas como de cobrador o de cartero.
“También se incursionó en motos enduro, allá en los setentas, motos de carreras, motocross, las famosas Amex, que eran de 250 centímetros cúbicos y de cuatro, cinco y hasta seis velocidades. Hubo motos muy grandes de 350 centímetros cúbicos. Aquí en Saltillo eran muy conocidas las carreras que se llevaban a cabo allá en Lomas de Lourdes, el Premio de la Amistad”.
La Islo no sólo fabricó motos y motonetas, también motocarros, de esos con tres llantas y una caja para transportar mercancía y gente.
Para mí todas son consentidas, a todas las quiero igual. Porque me costaron mucho esfuerzo y tiempo dejarlas como están.”
“Si uno va a la costa de Mérida o de Oaxaca todavía va a ver motocarros de la Islo rodando por allá”, dice Ricardo.
“Eran tan buenas, con una tecnología muy avanzada para aquel tiempo, que no convenían a los talleres, porque llevaban muy pocas a reparar. Estaban tan bien hechas, con tan buena calidad que eran sumamente duraderas”.
Ricardo narra que en los años setenta la fábrica Moto Islo celebró una alianza con la japonesa Honda, a fin de mantenerse actual y sacar motocicletas más al gusto de los mexicanos.
A principios de los ochenta vino el ocaso de la planta Moto Islo. Ricardo dice que fue por la apertura de los mercados.
En esta aventura urbana en pos de las Islo conozco a Jaime Flores, un ex piloto y restaurador, dueño de una colección de 18 motocicletas Islo.
“Tengo nueve y para restaurar otras nueve”. La mayoría, dice, las ha salvado de corrales y talleres mecánicos.
“Todas eran pura chatarra, haz de cuenta”.
Semanalmente Grupos de amigos del motoclub Ind Saltillo se reúnen desde hace décadas para compartir recuerdos, trucos de mecánica y volver al pasado en las islos que heredarán a sus hijos.
Estoy con Jaime dentro de una oscura nave, su taller mecánico industrial, donde guarda algunas de sus Islo,
“Aquella motocicletita chiquita, es muy especial y muy querida por mí, porque fue de las primeras que tuve”.
La rescató de un corral con gallinas, gallos y patos, en Matehuala San Luis Potosí, estaba llena de tierra.
“Ahí mismo la traté, la compré, me la traje y la empecé a restaurar. Ni siquiera estaba como está ahorita, le puse todo nuevo. Estaba despintada, las llantas no servían, los rines tampoco, todo lo fui comprando, le fui poniendo todas sus partes originales. Y la dejamos como debe ser, así salieron de fábrica”.
–¿Dónde consigue las piezas?
–Donde haya hay que ir a buscar, voy a los ranchos y voy a otras ciudades a escarbar, a ver dónde encuentro. Y ahí voy recolectando poco a poco, poco a poco.
Ahora Jaime señala una motocicleta Islo Puma, de esas que salieron muy pocas en producción. Dice que era para monte, scrambler, le llamaban, y fue diseñada para los chavos. Más allá se distingo una motoneta clásica 175, de aquellas que salieron en 1956 o 1957, por ahí.
Pensaba, ‘cuando crezca quiero ser igual que ese. Y se me concedió ese deseo, porque cuando crecí se me dio la oportunidad de subirme a una moto de carreras”.
Jaime me lleva a los patios de su taller y me enseña el esqueleto de una Islo.
“Así llegan, todas apaleadas, maltratadas. Esa me la regaló un amigo. Ái la tenía arrumbada, me dijo ‘ten, te la regalo’. Se aprecia mucho un obsequio de esa naturaleza. Como sabe que me gustan este tipo de motos”.
–¿Cómo hace para restaurarlas?
–Las desarmo más de lo que están desarmadas y empiezo a restaurarlas, a ponerles sus partes. Lo que le falte se lo hago nuevo. Aquí se lo fabrico.
A Jaime le gustaban también las carreras de velocidad, ganó trofeos
“Mira esta es una GT – 200”, dice.
–¿Y cuál es su favorita?
–Para mí todas son consentidas, a todas las quiero igual. Porque me costaron mucho esfuerzo y tiempo dejarlas como están.
–¿Cuesta dinero?
–Bastante, sí, cuesta lana.
Esa foto es en la fábrica.
Hermandad. Este grupo de amigos pueden pasar por momentos difíciles pero siempre buscan olvidar y superar con el orgullo que les brinda pertenecer a Islo.
Ahí se ven las máquinas de motocicleta y ese de la derecha, el que está parado, es don Ricardo Hernández Torres, que entonces era el supervisor de producción en la línea de motores.
Duró jalando en la Islo 23 años con tres meses, hasta que se acabó todo.
Me cuenta don Ricardo, la nostalgia en la mirada, una mañana que, rendido de seguir la pista a la Islo, doy con él.
Don Ricardo, que además de haber sido obrero fue piloto de carreras en de la Moto Islo, presume el trofeo que ganó su equipo de competidores en aquel memorable maratón llamado “Las seis horas de La Laguna”, una prueba de resistencia para pilotos y motocicletas, que se corría de San Pedro, Coahuila, a Matamoros y de ahí a Torreón, allá por los años sesenta y setentas.
El trofeo, se ufana don Ricardo, fue donado por el entonces presidente Gustavo Díaz Ordaz.
“Como estábamos en la fábrica corríamos en esas motos”, dice Ricardo.
Su padre, Honorio Hernández, quien tenía un taller de compostura de bicicletas, fue quien trajo las primeras motos que rodaron en Saltillo.
Era 1936.
“Eso del motociclismo lo tramos ya en la sangre”, dice Ricardo.
Hubo motos muy grandes de 350 centímetros cúbicos. Aquí en Saltillo eran muy conocidas las carreras que se llevaban a cabo allá en Lomas de Lourdes, el Premio de la Amistad
Esta vez me encuentro en el taller de reparación de electrodomésticos de don Ricardo, calle Lallave y Coss, tapizado con fotografías de motocicletas Islo, anaqueles atestados de fierros.
Don Ricardo platica de cuando trabajaba en la fábrica Moto Islo.
La línea de armado era impresionante.
“Era una escuela. Toda la gente que trabajó en Moto Islo y que salió de ahí, si acá afuera no se pudo colocar bien es porque no aprovechó las oportunidades que había en la planta”.
–¿Por qué?
–Siempre estaban dando cursos de superación, tanto de control de calidad como de producción de lo que se fabricaba ahí.
Dice don Ricardo y descuelga una fotografía tamaño póster a blanco y negro, fechada en mayo de 1970. Es en “Las seis horas de la Laguna”.
En aquel tiempo, dice Ricardo, se fabricaban en Islo, que tenía una plantilla de 400 obreros trabajando en tres turnos, alrededor de dos mil motos mensuales.
Al final de la charla aparece otro islero, José Refugio Flores Pérez, quien trabajó en el área de experimentación de la fábrica como piloto de pruebas y luego en control de calidad, como inspector de línea de montaje, línea de motocarro, pintura, motores…
Aguantó 10 años. De aquella época sólo le queda un recuerdo que el espejo se encarga de refrescarle todas las mañanas; una cicatriz en la nariz, que le dejó un accidente un día que salió a carretera para probar una moto. “Caí en un barranco en el kilómetro 22 de la carretera a Monclova”, platica.
“Guadalupe Castillo, el máximo triunfador”, “Castillo el campeón”, se lee en unos periódicos amarillentos que Lupe Castillo, veterano piloto de la Islo, atesora en el cajón de un escritorio en su taller de motocicletas de la calle Matamoros.
Lupe, 72 años, evoca sus glorias de allá cuando pertenecía el equipo de pilotos de la planta Moto Islo, junto con Melchor Elizondo y Mario Meza.
Orgullo. No hay como darse la vuelta en una Islo”, dice Alan mostrando su Apache 1970, 175 centímetros cúbicos.
EVOLUCIÓN:
La Islo fue maquinada en la mente de su creador, Isidro López, como una moto utilitaria, de trabajo. Pero con el paso de los años se
desarrollaron algunos modelos especiales para carreras, campo traviesa y velocidad que superaba las expectativas de la época.
Llamó incluso la atención de Honda. Aunque la empresa terminó por cerrar, la pasión sigue.
EL DATO:
1955 primera moto
Islo en ensamblarse en Saltillo.
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Lupe recuerda que cuando era niño vivía en contraesquina del Estadio Saltillo, que estaba frente a la Alameda, y le gustaba subirse a la azotea de su casa para mirar las carreras de motos que se realizaban ahí.
“Pensaba, ‘cuando crezca quiero ser igual que ese’, que era el mejor piloto que existió en ese entonces, Enrique Hernández, de aquí de Saltillo. Y vaya que se me concedió ese deseo, porque cuando crecí él me dio la oportunidad de subirme a una moto de carreras. Me dice ’ten, ahí está esa moto para que la corras’. La corrí en Monterrey y regresé encantadísimo porque entré en tercer lugar”.
Lupe está sentado en la Islo 1971 con la que logró sus más grandes hazañas, casi 400 trofeos, en las carreras.
“Es una motocicleta especial para Shock Tracks y óvalos, pistas planas. La quiero mucho porque en ella, en mis tiempos, logré conquistar el campeonato nacional y es el recuerdo que me queda, que esta moto me dio muchos premios”, dice.
De vez en cuando Lupe la echa a jalar, la saca a dar la vuelta a la calle para que no oxide.
Una leyenda. Juan Antonio es apodado "El Caballo" y ha sido encargado de reparar motocicletas para toda la ciudad durante más de veinte años.
Lupe era mecánico en el área de experimentación, donde los prototipos de las motos se hacían a mano.
“Ahí aprendí bastante lo que sé de mecánica y sobre todo a preparar y modificar motores, ahí en la planta fue donde desarrollé ese conocimiento”.
Al cabo del tiempo las secuelas que le habían dejado los accidentes, alejaron a Lupe del mundo de las motocicletas.
“Muchas fracturas, hasta tres dientes perdí en un choque que tuve de frente con otro piloto en Monterrey”.
Lupe ha pensado muy seriamente en vender su moto, 72 años pesan, dice pero…
“Creo que le voy a llorar, es como perder un miembro de la familia”.
–Yo la tengo en la sala de mi casa.
–¿Y qué te dice la gente?
–Que por que está ahí, que la quiero más que a la mujer.
–¿Y tú?
–Les digo “no pos es la bebé, se echa a perder afuera”.
Recordar es vivir. Julio César Garza es uno de esos cobradores de mueblería que hicieron de la Islo toda una leyenda
Me dice Marco Antonio García, vientitantos, a quien la afición por las Islo le viene de abolengo.
Marco es hijo del famoso “Caballo”, un señor que ha sido el mecánico de las Islo en Saltillo por más de 35 años.
“Mi abuelito era mecánico de motos, de ahí viene la herencia”, dice Marco.
Que por qué le gustan la Islo le pregunto, “es como recordar a mi abuelito, algo familiar, que está presente con nosotros, de ahí venimos”.
Son las 5:00 de la tarde en un salón de fiestas de la colonia el Álamo, donde un grupo de isleros acostumbran reunirse todos los miércoles para platicar de motos y echar cheve.
La pista de baile es un aparcadero de motos y motonetas Islo de todos los cilindrajes, modelos, tipos, colores. Motos que han sido rescatadas del olvido en cocheras, corrales, patios, el cuarto de los trebejos, incluso de la chatarra. Y aquí están, impecables, relucientes, como recién salidas de agencia.
–¿Y qué siente cuando va en su moto?
–Ah es una sensación bien padre, cómo no, me remonto a aquellos años cuando estábamos jóvenes.
Dice don Ricardo Ramírez, 70 años, y se ríe. “Todavía me animo a andar en ella. Yo mientras viva, mientras pueda, me voy seguir subiendo a la moto”, dice don Ricardo y posa delante de su Apache 175.
Francisco Ramírez lleva 30 años cultivando su pasión por las motos Islo.
Tanía 14 cuando se hizo de su primera motocicleta, una Islo 1968.
“Yo las pintaba, les hacía cariños…”.
Más tarde sus hijos Alan y Carlos, heredarían esa devoción por las motos y motonetas Islo.
Marco hace suertes en su moto, retando a la gravedad y sintiéndose libre.
“No hay como darse la vuelta en una Islo, llama más la atención, una moto grande cualquiera la tiene…”, dice Alan mostrando su Apache 1970. Cada vez que los invitan a una exposición llevan sus jacas sin cobrar un quinto. Julio César Garza es uno de esos cobradores de mueblería que hicieron de la Islo toda una leyenda. “Eran motos que trabajaban más de ocho horas, no se rajaban”. Al final la vendió. “Pensaba que iba a mejorar y sí se arrepiente uno porque dices ‘oye cómo fui a vender eso, yo tuviera esa joya’, porque para nosotros éstas son joyas ya ahorita”.
El momento estelar de la reunión llega con la presencia de “Caballo”, el mecánico de las Islo.
“Caballo”, es así: alto, grueso, pelo entrecano, lenguaraz, voz aguda, como el rumbido de una Islo.
Comenzó su carrera de mecánico, dice, a los 12 años. Pero asegura que casi todas las que están aquí, en este salón de fiestas donde suelen juntarse los isleros, casi todas han pasado por sus manos.
Con una de sus motos dice amuebló su casa cuando se casó, Don Colchón le dio la recámara, la cocina y el ropero, “Caballo”, le entregó su moto.
“Caballo”, dice que la fiebre de las Islo empezó hace apenas tres años.
“De hecho a los cobradores no les gustaba, porque mancha los pantalones. Hay unas que hasta las han sacado del kilo, donde van y las echan porque ya no las quieren…”.
–Aquí a sus amigos les gustan mucho.
–Tan enamorados…
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Una vida. Ricardo Hernández Torres duró jalando en la Islo 23 años con tres meses.
En Islo de costa a costa
Los amantes de la moto Islo te invitan al recorrido interoéanico que iniciará en Tampico el día 14 de mayo , pasando por Ciudad Victoria, Monterrey, Saltillo, Torreón, Durango y Mazatlán, para terminar el 26 de mayo en Saltillo con la Tercera Gran Exposición de Motos Clásicas en la Plaza de las Ciudades Hermanas.
Legado. Francisco Ramírez lleva 30 años cultivando su pasión por las motos Islo.
Al final de la tarde veo a Marco en medio del salón haciendo rehiletes con su Islo cromada que ruge como un monstruo.
Las huellas de la Islo me conducen por la calle de Bravo hasta la puerta de un local que tiene grabada la placa del Motoclub Independiente de Saltillo.
En los muros del local hay fotografías y una mesa larga a la que están sentados unos 10 hombres de cabellos blancos.
“Ésta fue la primera carrera oficial de óvalo en Saltillo, todas las motos eran Islo. Ésta fue una carrera en el Autódromo Hermanos Rodríguez también con una motocicleta islo”, dice Manuel Gómez, el secretario del Motoclub, señalando las fotografías.
Durante esta travesía fotográfica en Islo por el pasado, escucho los nombres de Melchor Elizondo, multcampeón nacional de carreras en motocicleta, y de los pilotos Rómulo Valdés, Enrique Benítez y José Antonio Luévano, los fundadores del Motoclub.
“De este lado tenemos a Enrique Hernández que fue uno de los primeros pilotos oficiales de la planta de Moto Islo”, dice don Manuel.
El motoclub, que nació en 1964, jamás tuvo patrocinio de la fábrica, por eso es que se llama así: Motoclub Independiente de Saltillo, aclara Manuel.
Y dice que éste fue el primer motoclub deportivo que hubo en la ciudad.
Óscar Garza, otro de los veteranos, me cuenta que “había que partírsela porque estaban las caídas, las pedradas, los cerrones a todo lo que daba, venían corredores de toda la república”. A lo largo de su trayectoria de piloto Óscar llegó a acumular varios accidentes, en el más fuerte se quebró la pierna en 12 partes.
“Nosotros fuimos parte del nacimiento del motociclismo deportivo en México, gracias a la planta Moto Islo y hemos querido conservar la tradición de Islo. Nacimos con Islo y seguimos siendo seguidores de Islo”, dice Manuel.
Y recuerda aquellos paseos que acostumbraban hacer los integrantes del Motoclub a Tampico y Mazatlán en sus motocicletas Islo, allá cuando eran unos muchachos..
“Hay gente que pregunta, ‘oye, ¿las motocicletas Islo cuánto aguantan, cuánto corren, hasta dónde llegan?’. Esas motocicletas pueden llegar a donde quieran”.
Una mañana caminando, caminando por la calle Pablo L. Sídar, en la colonia Campo Verde, encuentro Erick, pule que pule con ahínco y un trapo suave las tapas del motor de la Islo 175, de lujo, modelo 1972, propiedad de su padre, José Medina.
El papá de José había poseído una igual que después vendió porque José enfermó y había que pagar el médico y las medicinas.
“En honor a mi padre es que está esa moto, Es la Moto de mis amores”, dice José señalando su jaca que antes era dorada y que él pintó de rojo, como la de su viejo...
Carlos y su motoneta. Lucen orgullosos los nombres de su ciudad y el pasado de su generación.