La Sociedad Manuel Acuña, la catedral de los espectáculos en Saltillo convertida en polvo

Como sociedad debemos una disculpa por haber fallado y traicionado las nobles intenciones de los fundadores. El daño está hecho. ¿Quién pagará por ello?
Escenario. Patio Español de la Sociedad Manuel Acuña, escenario numerosos bailes y eventos sociales; en pocos días solo quedará el recuerdo de lo que fue.

Por iniciativa del ilustre periodista y editor del periódico Siglo XX, Francisco Fuentes Fragoso, un 4 de marzo de 1906 reunió a un grupo de personajes de la sociedad saltillense, con la intención de crear una sociedad bajo los preceptos del mutualismo y cuyos beneficios serían dirigidos a los miembros de la clase trabajadora.

En aquella reunión celebrada en el antiguo Hotel Tomasichi, la idea de Fuentes Fragoso se materializó, como resultado nació el “Circulo Proteccionista y Recreativo de Empleados de Comercio Manuel Acuña”, se formó la primera directiva conformada por Leopoldo Huerta como presidente; Bernardino Gómez, vicepresidente; Francisco Fuentes Fragoso, secretario, y Vicente Aldape, tesorero. En la naciente institución firmaron: Ramírez, Silvestre Cobos Díaz y Emilio Sáenz como primero segundo y tercer vocal respectivamente. Con el tiempo el nombre inicial se acortó y terminó por llamarse “Sociedad Mutualista y Recreativa Manuel Acuña”.

Su objetivo estaba claro y soportado en los principios básicos del mutualismo, como la solidaridad, el carecer de ánimo de lucro, primar el servicio a los miembros, democracia y solidaridad, procesos y decisiones democráticas, neutralidad institucional en aspectos políticos, religiosos, capitalización social del excedente, entre otros muchos, en épocas recientes estos mandatos terminaron por ser obviados por ciertos irresponsables integrantes de pasadas mesas directivas.

Historia. El gimnasio albergó competencias estatales y nacionales de distintas disciplinas deportivas.

Al parecer esta centenaria y noble institución, ha llegado a sus últimos días. Después de un largo litigio entre antiguos directivos y un particular, el meollo fue un préstamo millonario, los directivos dejaron como garantía el propio inmueble de la SMRMA, dicho sea de paso, el monto fue muchísimo menor al valor real del edificio, el empréstito se volvió una bola de nieve de capital e intereses impagables.

Por casi 100 años, la Sociedad Manuel Acuña se dedicó a poner en práctica los objetivos iniciales para sus agremiados; muchos de los socios se sentían orgullosos de pertenecer a ella. Después de varios años, el local situado por la calle Morelos entre Victoria y Ramos Arizpe, se trasformó, se adquirieron terrenos aledaños donde se construyeron magníficas instalaciones, que albergaba las oficinas, una biblioteca formada por libros aportados por los socios, cafetería, sala de billar con varias mesas, gimnasio, un gran auditorio con escenario y piso de duela, donde se realizaban eventos culturales, deportivos y bailes tanto para socios y particulares. 

Descuido. Desde hace una década los problemas internos se reflejaban en las condiciones del edificio.

En el exterior del salón principal, se proyectó el Patio Español, destinado a la realización de bailes y eventos sociales al aire libre, los que eran amenizados por las grandes bandas de la época. En varias fechas del año se celebraban bailes que ganaron gusto y popularidad entre la sociedad saltillense, destacaban los bailes rancheros y los celebrados cada 31 de diciembre, para despedir el año viejo.

La Sociedad Manuel Acuña era de los pocos lugares en la ciudad que contaba con baños a vapor. Otro atractivo para socios y público en general eran las mesas de boliche que operaban por un local en la calle de Aldama antes de la calle Murguía. Otros importantes eventos fueron los célebres campeonatos de ajedrez y los encuentros del deporte ráfaga y volibol que protagonizaron equipos de las diferentes escuelas de estudios Medio Superior y Superior, así como equipos de ligas municipales.

Deprimente. Prácticamente ninguna de sus áreas estaba en buenas condiciones.

Hoy un manto de tristeza envuelve el recuerdo del lugar que por mucho tiempo estuvo destinado a la recreación y práctica del deporte; ya han comenzado los trabajos para echar abajo todo el edificio e instalaciones. Sin duda se dejará un hueco por todo aquello que se hacía y se dejará de hacer.

Como sociedad debemos una disculpa por haber fallado y traicionado las nobles intenciones de los fundadores. El daño está hecho. ¿Quién pagará por ello?