Del ejido Coyote a Nueva York, el coahuilense que vistió a Kamala Harris
Cuando Arturo Castañeda Contreras, el diseñador de raíces coahuilenses, tenía 12 años, su familia recibió un donativo de ropa por parte de una iglesia. Su madre Alicia Contreras Pacheco, madre soltera e inmigrante originaria del ejido San Antonio del Coyote, Matamoros, tenía que mantener a seis hijos en el Valle del Río Grande, al sur de Texas.
En esas bolsas de basura Arturo comenzó a esculcar la ropa que les habían regalado. Ahí se encontró una camisa Polo, con el caballito rojo y la marca Ralph Lauren. Su madre Alicia estaba colgando la ropa en un lazo para secarla cuando Arturo corrió a buscarla entre las sábanas.
-Mamá, mamá. Encontré un Polo.
-¿Qué es eso? –preguntó su madre, una costurera y trabajadora del campo.
-Es una camisa. Todo mundo la usa –explicó Arturo.
Para el niño Arturo Castañeda, aquel hallazgo era una seña de varias cosas: sintió que las familias que tenían mamá y papá podían comprar ese tipo de ropa, tenían dinero y vivían una vida diferente. Así lo entendió. Entonces lo vio como un destino: algún día trabajaría con Ralph Lauren.
-Hoy es el último día que somos pobres –le sentenció a su madre.
-¿De qué hablas? –preguntó la señora Contreras Pacheco.
-Yo ya no voy a ser pobre yo tengo sueños. Un día voy a trabajar para Polo.
Su madre lo miró y lo empujó a conseguir sus sueños:
-Tú puedes hacer lo que tú quieras. Sueña grande porque tú puedes.
Y ahí empezó la historia de Arturo Castañeda Contreras, el mexicoamericano de raíces coahuilenses que trabajó de la mano con Ralph Lauren y hace unos días se dio a conocer que hizo el patrón y la confección del traje que usó la vicepresidenta de Estados Unidos, Kamala Harris, el 20 de enero pasado en la toma del cargo del presidente Joe Biden.
LA HISTORIA DETRÁS DEL ÉXITO
La historia de Arturo Castañeda Contreras es la historia de su madre, asegura el mismo Arturo en entrevista telefónica para VANGUARDIA. De joven su madre migró a Estados Unidos donde nació Arturo y sus cuatro hermanos y una hermana. Ella los crio en dos países porque iban y venían. En las vacaciones viajaban a Coyote, a unos 15 kilómetros de Torreón, y cuando empezaba la escuela regresaban. Su tío, el profesor Jesús Contreras Pacheco, los recogía en la frontera.
“Uno no sabía las diferencias, todos hablaban español en la frontera. Siempre sentimos que pertenecíamos más allá (Coyote) que acá. Sería porque veíamos a nuestra mamá contenta con sus hermanos. Uno se sentía más en casa allá”, platica.
Pero también sentía aquello de no saberse mexicano o norteamericano. “En México te dicen que eres americano, y acá te dicen que eres mexicano”, menciona. Su madre era costurera, trabajaba en la pizca en el campo, mano de obra y también fue criada. Así levantó a una familia fuerte porque nunca se dio por vencida. “Fue una guerrera”, describe Arturo.
Su padre, además, golpeaba a su madre y abusaba de ella. “Él a su vez se crio así, fue un salvaje”, dice. Hasta que en vísperas de una Navidad, cuando Arturo tenía entre 12 y 13 años, su padre se fue de la casa. Pero lo más doloroso, recuerda, es que engañó a su mamá con la mejor amiga de ella, una vecina, cuyos hijos eran a su vez mejores amigos de Arturo.
“Fue algo feo, terrible. Nos abandonó de lo más feo posible. Lo peor fue que mi papá fue vecino, la vecina enfrente de la casa, ahí llevó a mi papá; eso fue lo cobarde, no se fue a otro lado. Fue vecino de nosotros, de la noche a la mañana lo vi atendiendo la yarda de aquel lado mientras yo defendía por mi familia”, narra. Su padre no lo buscó y dejaron de hablarse, hasta cerca de 25 años después que su padre lo buscó.
“Él me buscó a través de años y hablando, entendiendo con otros ojos con más edad, comprendiendo qué edad tenía, por qué pensaba como pensaba. Después vino el perdón, por lo que hizo y lo que no hizo”, relata el diseñador de 45 años.
HASTA LOS PASILLOS DE LA CASA BLANCA
“¡Qué privilegio y honor haber trabajado en este proyecto! Lleno de alegría con lágrimas. La verdadera historia se encuentra con mi mamá. Inmigrante a esta nación que no ha sido el más amable. ¡Desde los campos como una familia de trabajadores migrantes hasta los pasillos de la Casa Blanca! Nada mal para un niño de la colonia Heidelberg, TX y San Antonio del Coyote Coahuila, México”.
Fueron las palabras que escribió Arturo en su página de Facebook con la foto de la vicepresidenta y el vestido que confeccionó para que usara aquel 20 de enero. A partir de entonces su nombre comenzó a conocerse en México, pero la historia de Arturo como diseñador ya lleva algo de recorrido, un recorrido que quizá inició a los ocho años, cuando viajó junto a su mamá a Coyote y su madre se trajo a Estados Unidos una máquina de coser de pedal que tenía su abuelita.
A su regreso, Arturo miraba a su mamá hacer colchas a mano y empezó a aprender a usar la máquina. Veía a su mamá trabajar en una fábrica. “Es una costurera buenísima”, dice orgulloso. Como la veía cansada, le pidió que le enseñara porque la quería ayudar. Lo que le atrapó del oficio, cuenta Castañeda Contreras, era ver a su madre contenta y con una sonrisa mientras hacía aquel trabajo en tiempos duros para la familia. “Ella amaba coser, tenía una sonrisa en el rostro y ahí empecé a tomarle cariño”, cuenta.
Alrededor de 2007, Arturo se mudó a Nueva York con el sueño de ser diseñador. “Ni sabía esa palabra”, comenta. Vivió en su carro más de cuatro meses y con 20 dólares en el bolsillo, pero lleno de esperanza de trabajar para Ralph Lauren. Hasta que lo logró.
“Fui el vicepresidente de Ralph Lauren de los diseños de los hombres, llegué a trabajar con Mr. Lauren mano a mano, fue lo máximo, lo mejor para mí. Me dio una oportunidad inmensa, ahí florecí, mejoré. Hice el diseño esa temporada de los Olímpicos, de Wimbledon, US Open, Ryder Cup, y varias marcas que tiene, fui el líder de diseño de Ralph Lauren. Después de 10 años me retiré y empecé mi marca Arturo”, relata.
El diseñador decidió montar su fábrica y lanzar su propia marca: Arturo. Pensó que si quería hacer ropa tenía que ver cómo trataban a la gente, porque se dijo para sí que nunca quería que trataran a la gente como trataron a su mamá. “La única manera es si yo hacía lo mismo”, dice. Antes de vestir a la vicepresidenta, Arturo ya había vestido a figuras como el basquetbolista Lebron James o la actriz Gina Rodríguez; o ha estado en la alfombra roja de los Premios Oscar. Pero nunca había publicado nada hasta que vistió a la vicepresidenta Kamala Harris.
“Decía que todavía hay mucho que hacer antes de publicar algo así. Sentía que no tenía una plataforma para ser una voz de esperanza”, opina.
Por eso cuando vio a la vicepresidenta con el vestido que confeccionó, sintió el orgullo por su madre, de decir que sus sueños se realizaron a través de sus hijos. “Inmediatamente el pensamiento era sobre mi mamá, que de parte de ella hizo esto, su sueño también fue cumplido y el de mi familia. El orgullo de ser de Coyote, de alguien de un pueblito, de un rancho podía llegar a este punto de poder vestir a la vicepresidenta de un país. Es un orgullo enorme representar a México, a Coyote, a mi mamá, mi familia”, comenta.
Por eso para Arturo, su meta va más allá de vestir a celebridades. Su meta es ser una voz de esperanza para los latinos. “No importa la circunstancia en que nacimos, todo se puede”, recalca. Su compañía, su marca, hasta ahora va dirigida a trabajos a la medida, a proyectos especiales, pero espera que en septiembre pueda lanzar su propia línea para compra abierta.
“Pero lo más grande es poder ser una voz de esperanza para nuestra cultura, nuestro país y para toda la juventud. Decir que todo se puede”, insiste.
Porque para el diseñador de raíces coahuilenses, coser y confeccionar es algo espiritual. Siente que el creador lo creó para crear una prenda. Y cada prenda que hace, especialmente bajo su marca Arturo, le pone tanto amor porque en ella sabe que se va parte de su historia, de la historia de su mamá, su familia y del equipo que tiene, la mayoría latinos.
“Cuando una prenda sale de mis manos llevan nuestra historia con ellos y se hace parte de ellos”. Y esa historia, pues la llevó puesta Kamala Harris, la vicepresidenta de Estados Unidos.