Cuatrociénegas: El pueblo al que le negaron un vaso de agua

Aquí se bebe agua con lama y excrementos, no es África Subsahariana, es México a cuatro horas de la capital de Coahuila. El calor del desierto, la pobreza y la soledad obliga a sus habitantes a destruir su cuerpo en cada trago. Semanario documentó varios ángulos de este infierno de sed

Texto: lidieth Mexicano

Fotos: luis salcedo

Diseño: Édgar de la Garza

Edición: Quetzali García

El agua que vierte sobre un vaso Doña Fidencia, es tan turbia que parece de tamarindo. Pero el color es lo de menos, al acercarse a éste se puede comprobar que tiene larvas, tierra y lama. Y antes era peor, asegura ella que el agua tenía un tono verde y espeso. Y cómo no “si de donde toma agua el burro, tomamos nosotros”.

Dice la frase y el punto final es un largo sorbo a ese brebaje oscuro. Es lo que hacen cada vez que tienen sed ella, sus hijos y sus vecinos. “Esa ta’ limpia. La otra agua que estábamos tomando antes estaba verde. Ahí se orinaban los animales, las vacas adentro del estanque y nosotros tomábamos, no había más”.

El agua con lama, insectos ora vivos, ora muertos y excremento de animales ha pasado por años, como una cruel sentencia, por los labios de todos los habitantes del Ejido Estanque de León, en Cuatrociénegas, Coahuila.

Para entender el porqué alguien, el porqué un pueblo se niega a abandonar esta fracción olvidada del desierto es necesario sentarse en el piso de tierra, que todavía tienen algunas casas, caminar largos trechos cargando “agua” fétida, la mayoría de las casas no disponen de sanitario y ninguna de ellas tiene servicio de agua entubada a la red pública. Y no queda nada más que imaginar lo que sucedería si alguno de los habitantes sufriera una enfermedad, porque según datos del INEGI, ninguno es derechohabiente de ningún servicio de salud pública.  Solo así, después de sobrevivir un día con la realidad de las cifras del Informe Anual Sobre La Situación de Pobreza y Rezago Social es que se puede entender que esta gente lo único que tiene es su trabajo en la cera de la candelilla y esta parte de tierra que los ha hecho fuertes.

Para llegar a Estanque de León en auto se necesitan de tres a cuatro horas desde la cabecera municipal, varios tanques de gasolina, pues. Y con el riesgo de perderse entre los 70 kilómetros de terracería pura, entre las montañas y sin una línea de señal en el teléfono. Para llegar hasta este fin del mundo hay que aislarse.

Las camionetas antiguas de los campesinos pelean contra las piedras del camino, contra sus motores arreglados año, contra el paso del tiempo y sus motores. Es un espectáculo casi conmovedor: parece que esos pedazos de metal se hubieran conmovido de la situación de sus dueños y obligaran a sus corazones de chatarra a chingarle.

La escena se detiene cuando nos saluda un campesino, advirtió que faltaban como tres horas y cuestionó, “¿Van a ver la seca? ¡Está feo!”, asentimos y seguimos el camino, recuerdo se despidió “Dios los bendiga”. Y vaya que necesitábamos su bendición, pasaban las cuatro de la tarde, habían pasado también cerca de cinco horas del recorrido en caminos ejidales donde solo veíamos lagartijas atravesándose a nuestro paso.

No sabía si íbamos en dirección correcta y entré en desesperación, el calor lo transforma a uno. Pensaba que sería mejor regresar, pero al paso de los minutos, alcancé a divisar un cuarto rojo, el color ya era degradado. Y no era mi imaginación, era el primer anuncio de que habíamos llegado.

Nos recibió el aroma a muerte, a podrido. Era una vaca que había perdido la batalla contra la escacez del agua, quedó tirada sin que sus dueños le recogieran sus restos, fue devorada y al observarla de cerca era una postal que reflejaba la intensidad de  “la seca”.

“No tenemos agua ni para tomar, se desespera uno oiga hasta dan ganas de llorar” nos dijo Guadalupe mientras se tocó la frente y pasó su mano hasta su nuca. Su cabello se veía rasposo y opaco. Nadie en el pueblo había podido bañarse en días.

Comenzó a platicar que el problema no es reciente, es de toda la vida. “Nombre hay otros que viven peor que uno y hasta enfermos” en eso empezó a cocinar en una parrilla, sobre las brazas.

Cada año es lo mismo, para estas fechas empieza la angustia porque el agua de los estanques, si, ahí donde los animales toman agua y también los habitantes, comienza a escasear.

Sin embargo, son pocos los que se van y muchos los que sufren aferrándose a su tierra.

Cocinando en un asador sobre piedras, Lupita tomó una taza y fue hacia un tambo que tuvo que ladear para sacarle agua. Regresó a cocinar y vació el agua sucia en el sartén.

“Se me van a enfermar mis niños, pero ¿qué le podemos hacer?” dijo sin voltear a verme. Así estamos, no tenemos agua, pero pues sopa, frijoles y huevo no nos hacen falta.

Tiene cuatro hijos, uno de 23, candelillero, otros de 11, 8 y 3 años de edad respectivamente. A este pequeño nunca le dio biberón para no darle agua contaminada, le dio pecho sin pensar que ella le transmite lo que ingiere a través de la leche materna.

“No teníamos ni agua pa’ tomar, se desespera uno porque no tiene agua, casi llora la gente oiga” dijo mientras seguía haciendo de comer,

“Ah de cuenta que pa’ trapear la casa, primero lavo, con el agua que lavo, le echo al baño, nos bañamos en un lavadero pa’ juntar la agua, pero ahora que no hay, a veces duramos sin bañarnos varios días” y miró a su hijo Mario, quien tímidamente agachó la mirada a sus zapatos llenos de tierra.

A sus ocho años, no juega, Mario trabaja. El salitre en su rostro, su cuello aparte de lo quemado por el sol, reflejaba un tono oscuro de la tierra acumulada. En eso, un ventarrón, levantó el polvo en eso, todo el pueblo se vio envuelto en la arena.

Todas las casas hechas en su mayoría de adobe, reforzadas con madera y lámina; tienen una característica: en sus patios tienen tambos, tinacos y cubetas, listos para reunir agua de lluvia. Lástima que lucen vacíos, porque han sido pocas las gotas de lluvia registradas ahí. Esperan un milagro poco probable en el desierto. Las casas me recuerdan a la estructura y esperanza de los cactus que se llenan con apenas una o dos lluvias al año.

También se ven niños, niños con un semblante triste y sucios de pies a cabeza. En los últimos tiempos de escasez de agua, muchos de ellos han enfermado por tomar ese líquido que no es  agua potable y ni si quiera está limpio. Si no van mal las cuentas de las señoras del pueblo, son 30 ó 40 niños enfermos en esta temporada. Las larvas en el agua, la lama y los excrementos que han bebido los mayores por años han modificado sus estómagos, pero no son inmunes a las consecuencias de beber agua contaminada.

El Gobierno del Estado envió cuadrillas de salud, ahí venían médicos y confirmaron que los padecimientos que azotan a la comunidad, eran consecuencia de la ingesta del líquido sucio, pero no canalizaron el caso para que llegara ayuda al ejido. Vienen como yo a diagnosticar, a medir, a narrar, pero no pasa nada.

“Ha habido mucha andancia de dolor de estómago en el pueblo” confirmó Guadalupe y lo reiteró Doña Felícitas, quien para ese entonces tenía ocho días con un dolor en el abdomen.

“Les digo que ya no me duele pa’ que no me lleven, pero siento la molestia, me dicen que es por el agua, pero hasta eso ni la hervimos, así nos a tomamos verdosa”. Al ver las montañas que le rodeaban, contó que ahí nació y ahí seguirá criando a sus nietos, aunque cuando se bañen terminen “oliendo a perro muerto”, sonrió.

Estanque de León es el ejido con más población en Cuatrociénegas, son cerca de 450 habitantes, 120 ó 140 de ellos son niños que no tienen miras a migrar del pueblo, desean en un futuro ser candelilleros como sus padres, ya les ayudan desde ahora.

Solo unos años tuvieron agua

Un mantel de flores rosas, adorna la mesa en la cocina del comisariado ejidal.  Hay vasos de vidrio y un refresco de dos litros. Hay que portarse bien con los visitantes, dijo la familia. “No les podemos dar agua puerca”.

Con la mano en la cintura y su mirada en seguimiento de las moscas que rondan por la casa, Antonio contó que siempre se vive así, con sed. Y peleando hasta con los animales para poder tomar líquido, dijo a veces ya no puede llamársele agua.

Al pasar toda su vida en el ejido, Quiroz Montoya  solo por unos años ha visto que el problema de agua se ha frenado, mas no controlado del todo, fue del 2000 al 2006 si mal no hace sus cuentas.

En aquel entonces el mandatario estatal, ordenó hacer una excavación, 600 metros aproximadamente. Todos estaban contentos porque abundaba el agua limpia, también tenían una purificadora.

Tan bien les iba que abastecían a las familias de los ejidos Lucio Blanco y los Cuates, contó el Comisariado ejidal.

Todo iba bien hasta que un día, la bomba que extraía el agua se “amarró” pero ahí no quedó todo, la falla del aparato causó que éste descendiera algunos metros… llevándose consigo toda la tubería que hacía posible que el agua saliera a la superficie. El corazón de hojalata del pueblo se detuvo. Ahora en el centro del ejido solo se encuentran tubos, esperando por una nueva reparación, esa que costaría a las autoridades más o menos, 5 millones de pesos.  Una cantidad que parece pequeña, comparada –por decir algo- con el presupuesto que tuvo Cuatrociénegas en 2017, poco más de 51 millones de pesos.

“Quisiéramos que nos solucionaran el pozo, porque nos quita muchos problemas, cuando jalaba no batallábamos”. Solo promesas han recibido de los gobernantes, se quitó la gorra y se agachó como si después fuera a recibir un regaño por decir la raíz del problema.

Esto es de cada año y si no llueve, llegan solo unas pipas de agua para calmar un poco la ansiedad de la sed y así se olvidan del verdadero apoyo.

Volteó a ver dos Rotoplas gigantes, “esos los llenan las pipas, las mujeres los limpian para cuando vienen” dijo sin mirar aquellos cilindros de algunos 20 mil litros cada uno.

Hice cálculos, son dos pipas de agua de 20 mil litros, más los que se van regando por le camino, que divididos en 95 familias son 210 litros que les corresponden a cada familia.

Un “tonel” como le llaman ellos, para una semana, de ahí toman agua y cocinan, el resto de las actividades se hace con agua de los tres estanques del ejido.

Cuando la sed me alcanza, raspó en mi garganta el ver que el único lugar donde hay agua, tiene sapos flotando ya muertos. 

Todo es suciedad, pero no hay más que beber.

“Orita’ no hay agua, no ha llovido bien, el agua de los estanques tiene orines de vacas, esta verde, pero tenemos que tomárnosla, que le hacemos oiga?”.

Al caminar por el ejido, vi casas vacías, son pequeñas, no se perdió mucho, en el pueblo se comenta que al menos 20 familias se han ido a buscar mejor vida, pero a lo largo de 15 años, difícilmente algunos toman esa decisión.

“¿A dónde nos vamos oiga? Aquí nacimos, no nos vamos, nos aguantamos, aquí tenemos trabajo, familia, nuestra vida, todo” reveló el comisariado.

“SIN AGUA NO HAY NADA”

Mujeres y hombres se encuentran desesperados, “no hay agua y no hay nada”, los campesinos no pueden trabajar en la candelilla para poder comprar si quiera comida para sus familias. O toman agua, o queman la hierba para sacar la cera.

Les pagan 70 pesos el kilo de cera que extraen, pero ahora es más importante hidratarse, aunque sea con lama y larvas. “Nos están comprando la cera hasta en 50 pesos a veces uno así la vende aquí por que de ahí comemos, pero nosotros estamos peor que todos los ejidos, hasta que Lucio Blanco”.

Mientras se secaba el sudor de su rostro Tomás Sánchez contó como a diario sube al cerro a cortar la candelilla, como no hay dinero no va en su camioneta. Baja cada vez que puede acarreando la hierba y ahí la va juntando.

Utiliza acido sulfúrico y agua para hervirla y sacar la cera, pero los últimos días se han peleado por el agua entre los mismos, todos quieren trabajar, pero el líquido que hay no alcanza para todos y comienza la desesperación.

¡Si no hay cera no hay dinero! Y aunque sean unos pesos, con eso compran huevo y frijoles para sus niños y esposas.

“Estamos batallando mucho para quemar, teníamos que ir hasta las noches por agua, como no había gasolina para quemar teníamos que ir sin camionetas a vueltas y vueltas”.

Señaló una botella que rellenó con agua de lluvia que cae del cerro: ¡Esta sabe buena! Dijo, con sus ojos amarillentos, agradecido. Sonreía y se pasaba la mano por su brazo mostrando nerviosismo. Su piel se escuchaba y veía raposa por el polvo, pero no decaería frente a los suyos.

Rozó sus labios con esa botella de plástico y dio un sobro. Negó que su plan sea irse del lugar.

Vivirá aquí con su esposa y sus dos hijos. Recuerda cuando se estremecían por los escalofríos producto de la infección del estómago, las fiebres para las que no hubo doctor, ni dinero, nomás “hierbas del monte”. Con eso se curaron y así es la vida en Estanque de León.

Yolanda Cantú, alcaldesa de Cuatrociénegas presumió que iría a un recorrido por las zonas afectadas a entregar apoyos y ayuda a la gente necesitada, pero de última hora, canceló. “ya fue mi gente a llevar agua”, nos dijo.

Dos pipas de 20 mil litros para dos ejidos con 600 personas ¿será suficiente? Esto para una semana, por que la siguiente le toca al estado llevar agua, si no cumplen, ni quien se dé cuenta. Los estragos de la sed los padecen niños que ni votan ni parecen importarle a nadie.

“40 mil litros es un apoyo mínimo a lo mejor, pero estamos de alguna manera atendiéndolos por que la verdad es que si estamos preparando otra estrategia, una pipa para la comunidad que quede en comodato para que se surtan de agua durante el tiempo que se requiera”.

No es solo eso, las pipas se quedan en el camino, la terracería no deja avanzar en tramos, no solo es el traslado del agua. Pero en fin, promete como muchos gobernantes que para este año “si queda el pozo de agua”.

Es un hecho para ella que los ejidatarios tendrán su obra, su purificadora, que acabará todo problema de escasez, pero mientras no hay un plan de apoyo para enfermedades que se están propagando por el consumo de agua sucia, de agua de estanque combinada con heces de animales.

Tal y como si estuviera frente a la alcaldesa, Mayra Quiroz clamó “No se olviden de nosotros. ¡Ayúdenos! Para nosotros el agua es muy indispensable que se requiere, mirábamos a los animalitos como balaban así como gritándonos tenemos sed, denos de tomar y pos nomas nos mirábamos unos a los otros”.

Son decenas de animales que han muerto por la seca de este año y las consecuencias en los seres humanos siguen sin verificarse. 

Al volver a casa, me serví un vaso de agua cristalina, limpia y pura. Pero no pude tomármelo.

UN ASUNTO DE GRAVEDAD

El agua está en el epicentro del desarrollo sostenible y del desarrollo socioeconómico, la energía y los alimentos, los ecosistemas y para el hombre.

Cuestión de derechos

El agua y los sistemas de saneamiento no pueden estar separados. Ambos son vitales para reducir enfermedades  y mejorar la salud y educación.

Equilibrio

Hay una necesidad creciente de conciliar las demandas comerciales de los recursos hídricos para que las comunidades puedan estar bien.

Agua puerca Dicen lamentándose los habitantes de Estanque de León. De estas condiciones y calidad es la única agua que pueden beber.

Apoyo infrecuente Pipas o camionetas con agua llegan ocasionalmente. Apenas con lo necesario para sobrevivir. Pero no con lo mínimo para vivir. 

LA MUERTE NOS RECIBE. En la entrada a Estanque de León, Cuatrociénegas reposa el cadáver de una vaca que no soportó la sed. Parece un mal augurio.

SIN MEDIDAS DE SALUBRIDAD 

Un “tonel” como le llaman ellos, alcanza para una semana, de ahí toman agua y cocinan, el resto de las actividades se hace con agua de los tres estanques del ejido.Cuando la sed me alcanza, raspó en mi garganta el ver que el único lugar donde hay agua, tiene sapos flotando ya muertos. Todo es suciedad, pero no hay más que beber.

Candelilla, la última esperanza  Para ellos que no tienen nada, su trabajo es lo único a lo que le tienen fe. Así regresan después de una dura jornada.

Tomás Sánchez contó como a diario sube al cerro a cortar la candelilla, como no hay dinero no va en su camioneta

Yolanda cantú  Alcaldesa de Cuatrociénegas canceló un recorrido. Aseguró a Vanguardia que su gente "ya había ido a llevar agua".

Las mujeres  Prefieren no dar biberones de agua a sus hijos. La lactancia es el único filtro para sus bebés. Pero estudios señalan que sí hay afecciones a futuro.

DESOLACIÓN Y SOLEDAD

Una postal del olvido  Estos paisajes desolados, con tecnología abandonada y una industria que raya en la tortura (la candelilla) son los últimos testigos del dolor cotidiano de este pueblo.

3.5 horas de terracería se deben cruzar entre desierto y montañas para llegar.

2015 año en el que hubo luz eléctrica en la comunidad.

5 MILLONES de pesos 

costo aproximado de reparar la bomba.

"Vivir en la jodidez"

Estanque del rey está ubicado en el municipo de Cuatrociénegas en Coahuila y sus habitantes sobreviven como pueden y con sus propios medios a la escasez de agua desde hace años.

>  Situada a casi 200 kilómetros de Saltillo, por el rumbo de Parras sus diversos negocios; además de  la compra de predios irregulares, entre otros delitos.

> Lucio Blanco y Cuates de Australia son dos comunidades cercanas que también viven en los límites de la marginación

> VANGUARDIA ha documentado la pobreza de Estanque de León. En 2008 un reportaje de Semanario daba cuenta de la situación de este pueblo. Pese a los micro avaces y a los cambios políticos en municipio, estado y a nivel federal, tal y como lo vaticinó uno de los habitantes: "Gobiernos vienen, gobiernos van pero vivimos en la jodidez". Su cita sigue vigente 11 años después.

“De donde toma agua el burro, tomamos nosotros. (...)Esa ta’ limpia. La otra agua que estábamos tomando antes, estaba verde. Ahí se orinaban los animales, las vacas adentro del estanque y nosotros tomábamos... no había más”

Fidencia, Ejidataria

“No se olviden de nosotros: ¡Ayúdenos! Para nosotros el agua es muy indispensable y se requiere…” 

Mayra Quiroz Ejidataria

“No teníamos ni agua pa’ tomar, se desespera uno porque no tiene agua, casi llora ” 

Guadalupe, ejidataria

“Hay que portarse bien con los visitantes. No les podemos dar agua puerca”

Antonio, vecino del ejido. 

“Les digo que ya no me duele pa’ que no me lleven, pero siento la molestia, me dicen que es por el agua, pero hasta eso ni la hervimos, así nos a tomamos verdosa”. 

Felícitas, ejidataria