Cuando tomar fotos duele (Cobertura Vanguardia)

La enorme Ciudad de México me ha acogido como a otros más que desde nuestros oficios podemos hacer algo. Las distancias no significan nada
Puños arriba. La señal de guardar silencio para escuchar la voz de vidas atrapadas y rescatarlas.

Texto y Fotos: OMAR SAUCEDO/Enviado

 

“Yo borro los colores
y busco hasta encontrar
el tejido profundo,
así también encuentro
la unidad de los hombres…”

Pablo Neruda

 

CDMX.-Yo no sé de cifras. No conozco datos oficiales. Los muertos y los heridos los vi en los rostros de gente que llora. Frente a mí veo familias devastadas que esperan escuchar el nombre de su hermano, hija, padre o alguna buena noticia.

Más de una vez he querido soltar mis cámaras, mi mochila con equipo de trabajo, ayudar a compartir víveres, a dar palabras de aliento a la gente que espera atrás de las vallas de seguridad. Sin embargo, no soy rescatista, soy fotoperiodista y lo que hago es lo que único que puedo ofrecer. No soy experto en salvar vidas y lo último que quiero es entorpecer el trabajo de quienes sí lo son. 

Esperanza. Rescatistas continúan sus labores entre los escombros en busca de vida.

Quiero abrazar a alguien, no pronunciar palabras y sólo dar compañía, pero todos aquí tenemos una labor que hacer. Y la mía es documentar. Capturar instantes, rostros, para que en todo el mundo sepan lo que ocurre en mi País. Para que otros tomen conciencia. Para darle seguridad a aquellos que a miles de kilómetros han enviado lo más indispensable a desconocidos que se revelan como hermanos.

Hermandad. Mujeres exponen mensajes como muestra de solidaridad

La enorme Ciudad de México me ha acogido como a otros más que desde nuestros oficios podemos hacer algo. Las distancias no significan nada. Confundo los nombres y las ubicaciones de las zonas en las que por primera vez he estado: Tlalpan, La Roma, Colegio Rébsamen, Polanco, Álvaro Obregón, Colonia Del Valle... 

A 800 km de Coahuila, coincidimos con rescatistas saltillenses que dejaron todo para brindar su ayuda. Conocer sus historias me llena de orgullo. Tomar las fotos que hagan justicia a sus proezas se vuelve un reto. Hablan de olvidarse de su familia, de sus hijos, de su casa. Estar convencidos de no saber si van a regresar. 

Generosidad. Niños también se involucran en el apoyo de las tareas de rescate.

Mientras los escucho recuerdo a mis padres, a mis hermanos, a mi esposa. Pienso en mi hijo por enésima vez, y vuelvo a sentir mis ojos llenos de lágrimas. Pensar en no verlo más, y al mismo tiempo pensar en todos los que han brindado ayuda a los que ya perdieron todo. Afortunado soy de estar de pie. De tener a alguien que me espera.

Abrazo. El llanto y la solidaridad se manifiesta entre los fectados por el terremoto.

Me siento insignificante. Tomo el celular y envío un mensaje de audio a mi esposa. Es para mi hijo. Le digo que lo extraño. Que lo veré pronto. Que yo sigo trabajando tomando fotos y que algún día le contaré que estuve aquí, luego de un terremoto. 

Bendiciones. Herramientas donadas llegan con mensajes y bendiciones desde Saltillo.

Ojalá un día pueda explicarle todo el orgullo y la fuerza de unión que estoy viendo. Decirle que mi labor es ésta: entender, empatizar, escuchar, observar. Darle imagen a quien lo necesita.
 
Cada día que salgo a trabajar espero no volver a ver otra tragedia. Pero la vocación me llama a estar listo para ir, para escuchar, observar, entender y retratar la realidad, cual sea. Es lo poco que puedo hacer y mi contribución a lo que todos estamos logrando.

Fotos: Vanguardia/Omar Saucedo