‘Abandona’ Conaza obras en el desierto de Coahuila

Ejidatarios de Ocampo, denuncian que la Comisión Nacional de las Zonas Áridas construyó bebederos y sistemas de distribución que no sirven, y los mismos campesinos tienen que llevar agua para que los animales no se mueran de sed
Irregularidades Los ejidatarios aseguran que los hicieron firmar cheques en blanco con la amenaza de retirarles el apoyo. Fotos: Vanguardia/Luis Salcedo

Por: Jesús Peña
Fotos y video: Luis Salcedo
Edición: Nazul Aramayo
Diseño: Édgar de la Garza

 

Todos los días, a eso de las 6:00 de la mañana, “Guaro”, ejidatario de Piedritas, en el desértico municipio de Ocampo, Coahuila, tiene que ir hasta el pozo del pueblo, bombear el agua, llenar el tinaco de mil 500 litros empotrado a su vieja Ford y acarrear el líquido hasta unos bebederos que hace cinco años puso la Conaza (Comisión Nacional de las Zonas Áridas) a varios kilómetros de aquí.

Todo porque dichos bebederos que, se supone, están conectados a un sistema de distribución instalado en el pozo comunitario no tienen agua, permanecen secos, en una palabra no funcionan.

“Nunca funcionaron”, dice “Guaro”.

La operación de llevar agua en su camioneta hasta el erial le cuesta a “Guaro” unos 175 pesos diarios de gasolina, “y luego lo barata que está”, dice,  pero es preferible este gasto a que sus vacas, yeguas y chivas mueran de sed en medio del monte árido, a 45 grados de temperatura.

La historia de “Guaro” se parece mucho a la de sus coterráneos, los campesinos de ejidos como San Miguel, Nuevo Milagro, La Unión y Santa Fe del Pino (Ocampo), en cuyos agostaderos lucen como elefantes blancos, y en total abandono, decenas de obras hidráulicas con el emblema del cactus que identifica a la Comisión Nacional de las Zonas Áridas (Conaza).

La imagen de las camionetas con sus tinacos, listas para cargar agua del pozo del ejido y llevarla hasta a los bebederos pecuarios en las profundidades del desierto, se repite desde la entrada a estos poblados.

Y en todos ellos el sentir es el mismo: que algo no salió bien, que a los técnicos les fallaron los cálculos, que el asunto estuvo malparido desde el principio.

Y que la Conaza defraudó a los campesinos, que se burló de ellos, que los timó.

Los proyectos que constan de presas o estanques, equipos de bombeo, que trabajan con celdas solares, líneas de conducción, piletas de almacenamiento y bebederos pecuarios sobrepasan, en algunos casos, los seis millones de pesos.

Cientos de miles de pesos convertidos en ruinas, tirados en medio de la nada. 

Según los ejidatarios, la Conaza, a través de la llamada Agencia de Desarrollo Rural (ADR), empresas de servicios profesionales que, dicho sea de paso, son seleccionadas por la Universidad Autónoma Agraria Antonio Narro y asignados por Zonas Áridas para la elaboración de proyectos, acompañamiento técnico, puesta en marcha y extensionismo, hizo construir en varias de estas comunidades, con la participación  de los propios campesinos, una serie de obras sin estudio previo sobre las necesidades y condiciones que aquejan a los productores del desierto de Ocampo.

Los productores denuncian además la deficiente planificación, diseño y construcción de los proyectos de captación, conducción, almacenamiento e infiltración de agua de lluvia, en las localidades mencionadas.

Ejemplos:

Una presa que tardó más de tres años en terminarse, que aún no está compactada y que nunca ha captado agua, en el ejido San Miguel.

Un bebedero en Piedritas cuya fuente de abastecimiento se ubica a unos 18 kilómetros y por eso el agua no llega y los ejidatarios deben acarrearla en sus trocas, con su gasolina, para evitar que sus animales se vayan a encalmar, que quiere decir, según el Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua, “sofocarse o enfermar por exceso de calor o trabajo”.

Otra presa en el Nuevo Milagro que siempre ha estado vacía y por eso la pila y el bebedero, que dependen de ella, están secos.

Trece bebederos en La Unión que no tienen agua, porque la bomba y las líneas de conducción, instalados en el pozo, usado por el ejido para consumo humano, son insuficientes para llevar el líquido a varios kilómetros de distancia.

Y otros tres bebederos en Santa Fe del Pino que no han salvado de morir a los animales de los lugareños en esto meses de seca.

Aunado a esto los campesinos reprochan que la Comisión Nacional de las Zonas Áridas se haya aprovechado de los pozos de agua potable de estas comunidades para instalar los equipos de bombeo que llevarían el líquido hasta las pilas, y luego a los abrevaderos, cuando debió haber gestionado la perforación de nuevas fuentes de abastecimiento cercanas a las obras en cuestión y así garantizar su buen funcionamiento.

Denuncian además que los comités de ejidatarios, formados por la Conaza para la administración y manejo de los recursos de las obras, nunca tuvieron acceso a los fondos de los programas.

En cambio, cada cierto tiempo, los técnicos de las agencias de Desarrollo Rural, encargados de ejecutar los proyectos, iban donde los campesinos y los hacían firmar cheques en blanco.

Los productores de Piedritas y San Miguel hablan de una tal contadora Rocío y un médico Galeano de Torreón, quienes los obligaban, bajo amenaza de retirar los apoyos y asignarlos a otras comunidades, a endosar tales bonos.

 

Batalla por el agua

Simulación

Mientras el ganado vaga bajo el sol, los camperinos piensan que los proyectos hoy abandonados fueron una farsa para robar dinero.

Disputa

La Conaza dice que entregó las obras funcionando, pero los ejidatarios denuncian que no fue así; lo cierto es que hoy los bebederos no tienen agua.

Muertes

Una habitante de San José del Pino conserva las arracadas de las vacas que se le han muerto de sed en su corral, otras han fallecido en el monte.

 

 

 

Al final, y contrario a lo que establecen los ordenamientos de la Comisión Nacional de las Zonas Áridas, las obras en estos cinco ejidos se entregaron inconclusas y sin funcionar a cabalidad.

En una nota informativa enviada a Semanario el pasado 3 de julio por el departamento jurídico de la Conaza se aclara que los proyectos iniciados en los ejidos Piedritas, San Miguel y Nuevo Milagro en 2013 “fueron concluidos conforme a la normatividad vigente en ese año (estimaciones de obra, fotografías y supervisiones) y entregados, recibidos y finiquitados satisfactoriamente por los representantes de los comités de beneficiarios que se formaron para tal efecto mediante la respectivas Actas de Entrega Recepción y finiquito”.

La tarjeta menciona además que “una vez que se reciben por los beneficiarios los proyectos, estos se obligan a mantenerlos en operación y darles mantenimiento, la Conaza solamente entrega los subsidios y supervisa la aplicación de los mismos en las obras y/o proyectos y una vez recibidos por los beneficiarios, estos son responsables de su funcionamiento”.

Sin embargo, a los campesinos de Ocampo nadie les quita de la cabeza que todo fue una farsa, una simulación, un ardid, de los técnicos empleados por Conaza, y de la misma Conaza, para “chingarse la lana”.

Así dicen ellos.

“Que se chingaron la lana”.

 

 

Algo salió mal Esta zona desértica enfrenta un calor extremo, por eso la Conaza, mediante la ADR, realizó proyectos para llevar agua a la zona, pero los campesinos dicen que las obras no fueron terminadas.

Verdad o mentira, lo cierto es que basta recorrer el fondo del desierto de Ocampo para observar, a diestra y siniestra, las obras auspiciadas por la Conaza y que son como pequeños oasis, pero sin agua.

Los productores de los ejidos Piedritas, San Miguel y Nuevo Milagro, de Ocampo, Coahuila, ya han interpuesto una serie de quejas en contra de la Conaza por incumplimiento en las obras y desvío de recursos, ante la Auditoria Superior de la Nación, la Secretaría de la Función Pública de la Federación, la Contraloría de la Secretaría de Agricultura y la Contraloría de la propia Conaza, quejas cuya resolución está en proceso.

El 24 de diciembre de 2015 Semanario documentó en un reportaje las condiciones de deterioro en las que se encontraban la mayoría de los trabajos emprendidos por la Comisión Nacional de las Zonas Áridas, en su mayoría invernaderos, pilas y líneas de conducción de agua, en ejidos de la Región Sureste de Coahuila como Cuautla, La Majada, Rincón Colorado y Palma Gorda.

Tales proyectos, que costaron al erario cientos de miles de pesos, permanecían convertidas en basura en las labores de estas comunidades.

***

Colgadas del poste que sostiene la celda solar en la casa de doña María de la Luz Rodríguez Muñiz, se ven, cual colección funesta, las arracadas de las vacas que hasta ahora se le han muerto de sed en su corral.

María de la luz dice que no son todas, que son como 10, y que todavía falta contar los aretes de los animales que fenecieron en las entrañas del monte de Santa Fe del Pino buscando agua y a los que ya nadie va a ir a levantar.

“Aquí nada más tengo las arracadas de las que se me han muerto en el corral. Si se mueren en el monte, pues… se murieron…”, dice.

Ella fue una de las mujeres que, junto con su hija, trabajó haciendo las zanjas para la introducción de las mangueras o líneas de conducción que llevarían el agua del pozo de la comunidad a las pilas de almacenamiento y de ahí a los bebederos pecuarios, localizados en las distintas pastas, como llaman acá a las tierras de agostaderos dividas entre los ejidatarios.

1
Ramón Ostos Gardea, delgado regional de la Conaza.
"En ocasiones sucede que por la falta de mantenimiento se rompe una línea de conducción y el agua no llega a su fin o que la bomba pudiera estar dañada”.
2
Alberto Flores Berrueto, delegado de Sagarpa en Coahuila.
"Muchas veces el agua no llega porque los osos y el coyote, buscando agua, rompen las mangueras, esas las muerden mucho los osos sobre todo, para tomar agua”.
3
María de la Luz Rodríguez Muñiz, ejidataria de Santa Fe del Pino.
"Aquí nada más tengo las arracadas de las que se me han muerto en el corral. Si se mueren en el monte, pues… se murieron”.
4
Fidencio Muñiz Hernández, campesino del ejido San Miguel.
El agua esa que ves en el abrevadero la acarreamos pa las vacas, es de uso del rancho y aquí la traemos en las trocas, porque ahorita no hay agua en ninguna parte”.

María, viuda, sesentaitamtos, dice que la Conaza le quedó a deber el pago por este último trabajo, dura faena para una señora de su edad, y no sabe a quién reclamarle.

“Trabajamos de oquis… talacho y pala. Mijo traiba la troca pegada del arao y nosotros veníamos sacando tierra, luego extendiendo la manguera, pegándola y tapando”.

Aquí, en 2014, la Conaza estableció un corral de manejo equipado, 9.7 kilómetros de cerco para división de potrero; 17.6 kilómetros de líneas de conducción; dos equipos fotovoltáicos y cuatro bebederos pecuarios, todo con un valor de 2 millones 773 mil 966.83 pesos.

Una mañana en el fresco porche de su casa, antes de que el calor empiece a arreciar, Gloria Hinojos Soto, habitante del ejido Santa Fe del Pino, dice que las obras de la Conaza fueron un fiasco.

De los cuatro abrevaderos, sólo el más próximo a la fuente de abastecimiento, es decir, al pozo comunitario equipado, funciona, los otros tres están secos.

¿En qué se ocupan?

En nada, ahí están, para qué, pos de dónde llega el agua.

Gloria dice que no hace mucho su familia mandó perforar un pozo a 50 metros de profundidad con recursos propios para surtir la pila y el bebedero que la Conaza mandó construir en su pasta.

La perforación costó 60 mil pesos.

No salió agua.

¿Ha habido mortandad de animales?

Sí, la falta de agua, de comida…

Obras millonarias

Los proyectos de presas o estanques, equipos de bombeo, que trabajan con celdas solares, líneas de conducción, piletas y bebederos pecuarios sobrepasan, en algunos casos, los 6 millones de pesos.

175 pesos diarios de gasolina le cuesta un ejidatario llevar agua en su camioneta hasta el bebedero.
Red inconclusa Sin funcionar Las mangueras del sistema de distribución cruzan de 8 a 14 kilómetros incluso pendientes, pero el agua no llega a los animales.

A mediodía, 40 grados de calor y ni un árbol donde guarecerse del sol, Eduardo Villarreal Rodríguez, “Guaro”, está parado frente a la pila y el bebedero que hace unos cinco años se construyó con recursos de la Conaza en la Pasta de las Alazanas, localizada a unos 18 kilómetros del ejido Piedritas.

A esta pila, conectada a una manguera que se extiende por el monte sinuoso desde el pozo comunitario, nunca ha llegado el agua.

“Nunca en su vida, está virgencita todavía. No ha pecado. Ésta es una pila pa que aquí, supuestamente, llenarla, con flotadores pa que se llene la pila, pero el agua, ¿de onde? La manguera jamás ha funcionado. Mire, aquí va la manguera, entra derecho hasta Piedritas, ¿cuándo va a subir el agua? Son 18 kilómetros de distancia y 40 metros de altura desde el pozo del pueblo, no puede la celda solar ni puede la manguera”, explica “Guaro”, ejidatario.

Semanario buscó al delgado regional de la Conaza, Ramón Ostos Gardea, para que aclarar del asunto:

“Habría que ver si el pozo de origen está funcionando debidamente y está mandando el agua a los bebederos que se construyeron. En ocasiones sucede también que por la falta de mantenimiento se rompe una línea de conducción y el agua no llega a su fin o que la bomba pudiera estar dañada o en el caso extremo que se hubieran robado o sustraído el equipo de bombeo”.

Los ejidatarios de Piedritas afirman que este proyecto nunca funcionó…

Son obras que se construyeron en 2013, habría la necesidad de hacer una revisión en conjunto con los productores y ver por qué no está llegando el agua, que por el paso del tiempo se halla dañado alguna línea, de que el pozo mismo se haya abatido, que la bomba haya tenido algún daño.

En este ejido, como en otros de la región de Ocampo, la Conaza mandó tender líneas de conducción que van desde el pozo comunitario, que por cierto está sobreexplotado, 8, 12 o 14 kilómetros de pendiente por el desierto tortuoso, hasta las pastas donde se construyeron las pilas y los bebederos pecuarios, lo que a Eduardo y a sus compañeros les parece una incongruencia.

“Guaro” dice que, en un principio, los técnicos asignados por Conaza pretendieron conectar las pilas y los bebederos a un pozo con papalote situado a unos ocho kilómetros de la comunidad y que ya está casi abatido.

1
Ramón Peña Lara, ejidatario de La Unión.
De aquel lado están los bebederos, pero no tienen ni gota de agua y si no llueve, quién sabe qué irá a pasar”.
2
José Ramón Espinoza Ramírez, ejidatario.
Ni siquiera se despidieron de que dijeran ‘ya está terminado’”.
3
Cuauhtémoc Wislar, candelillero.
Le decía uno a la mujer esa, ‘oiga, ¿por qué nos vienen ustedes a administrar el dinero si el proyecto es de nosotros?’, decía, ‘a nosotros nos mandaron’”.
4
Israel Cortés Ruiz, excomisariado del ejido San Miguel.
Yo firmaba los cheques, era el presidente de la obra. Desde un principio nos dijeron que nosotros no íbamos a manejar el dinero”.

“Les dije y me contestaron que estaba loco, que ese pozo tenía mucha agua”.

Lo ideal, piensan los campesinos de Piedritas, hubiera sido que Conaza gestionara la perforación y equipamiento de pozos aledaños a las pilas de almacenamiento y los bebederos, a fin de asegurar el abasto agua para los animales.

“Pa mi primero eran los pozos y luego lo que sigue, porque de onde vamos a agarrar agua”, dice “Guaro”.

Los secunda Reynol Rodríguez Villarreal, otro ejidatario:

“Cómo les vamos a dar agua a los animales del pozo del rancho, del agua que tenemos pa tomar, pos nos encalmamos. Queríamos agua pa los animales, pal terreno…”.

De acuerdo con información proporcionada por la Conaza, en 2012 esta dependencia gastó 5 millones 295 mil 817.17 pesos para dotar a Piedritas de cuatro equipos fotovoltáicos, 50.3 kilómetros de línea de conducción, 45.9 kilómetros de cerco para división de potreros y ocho bebederos pecuarios que a la fecha están ociosos y las mangueras rotas.

“Muchas veces el agua no llega porque los osos y el coyote, buscando agua, rompen las mangueras, esas las muerden mucho los osos sobre todo, para tomar agua”, dice Alberto Flores Berrueto, el delegado de Sagarpa en Coahuila, una de las dependencias encargadas de aprobar las obras.

Un año después, en 2013, la Conaza erogó un millón 227 mil 324.91 pesos para la construcción de un bordo de cortina de tierra compactada, un kilómetro de línea de conducción y un bebedero pecuario.

El citado bordo, que apenas y ha captado un chorrito de agua de lluvia, está ubicado a unos 800 metros de la vieja presa del pueblo que, a pesar de estar azolvada, dicen los campesinos, es suficiente para cubrir la necesidades agropecuarias.

“Nunca se ha usado el bordo que hizo la Conaza. No funcionó. Nomás donde ha agarrado agua es en ese pedacito, pero se le acaba. ¿Pa qué es este presón? No tenía caso en una palabra, lo debieron haber puesto donde de veras se necesitaba. Uno conoce el terreno y sabe dónde necesita el agua. Pa qué quiero un tanque en mi casa y los animales allá en el monte”, se pregunta “Guaro”.

Los campesinos de Piedritas niegan haber tenido acceso a los montos millonarios de las obras, contrario a lo que ordenan las reglas de operación de los programas de la Conaza, y afirman que fueron obligados por los técnicos, una contadora Rocío y un médico Galeano, a quienes la institución delegó la ejecución de los proyectos, a firmar cheques en blanco.

Si los ejidatarios se oponían, los técnicos amagaban con retirar los apoyos.

Lo mismo sucedió en San Miguel.

“Le decía uno a la mujer esa, ‘oiga, ¿por qué nos vienen ustedes a administrar el dinero si el proyecto es de nosotros?’, decía, ‘a nosotros nos mandaron’”, platica Cuauhtémoc Wislar, candelillero.

“Al chile, del dinero nunca vimos cuánto era ni supimos cómo estaba ni una chingada. Venían los viejos pinches ‘fírmale ai’, una bola de cheques en blanco y sepa la chingada qué pasaría y si no firmabas decían ‘vámonos a otra parte con el proyecto’”, abunda “Guaro”.

Que esos técnicos no laboran en la Conaza actualmente, respondió Ramón Ostos, el delegado regional de la dependencia, cuando se le cuestionó.

¿Pero entonces si trabajaban?

A lo mejor laboraron en alguna época, en mi momento y en mi época aquí no trabajan. El manejo de los recursos de todos los proyectos de Conaza se lleva a cabo a través de los mismos comités de productores  que se conforman para la construcción de las obras. Ellos abren una cuenta de banco mancomunada y ahí se les depositan los recursos para la administración de la obra. Por eso es un poco complicado que alguien traiga la chequera y emita cheques en blanco, cuando ellos son los responsables de la administración de los recursos.

Esfuerzo

Los ejidatarios de las cinco localidades bombean el pozo del pueblo para llenar de agua los tinacos y transportarlos en camionetas, a varios kilómetros, para llenar los bebederos de los animales.

Cementerio de obras en cinco
ejidos del municipio de Ocampo:

Piedritas. El agua no llega al bebedero, instalado por la Conaza, cuya fuente de abastecimiento se ubica a unos 18 kilómetros y los ejidatarios deben acarrearla en sus trocas.

Nuevo Milagro. La presa siempre ha estado vacía y por eso la pila y el bebedero, que dependen de ella, están secos.

 

La Unión. Trece bebederos no tienen agua, porque la bomba y las líneas de conducción, instalados en el pozo, son insuficientes para llevar el líquido a varios kilómetros de distancia.

San Miguel. Una presa tardó más de tres años en terminarse, aún no está compactada y nunca ha captado agua.

Santa Fe del Pino. Tres bebederos sin agua que no han salvado de morir a los animales de los lugareños en esto meses de seca.

Finalmente los técnicos dejaron las obras a medias, sin funcionar, abandonaron el ejido y jamás volvieron.

“Ni siquiera se despidieron de que dijeran ‘ya está terminado’, no sabemos a lo mejor con el comisariado, no sé qué entendido haigan tenido porque nunca nos dijo a nosotros y yo era su secretario”, cuenta José Ramón Espinoza Ramírez, ejidatario.

Entrevistado al respecto Ramón Ostos Gardea, el delegado regional de la Conaza, declaró que la dependencia posee la documentación y las evidencias, como las actas de entrega–recepción, de que las obras fueron entregadas debidamente.

“Esto quiere decir que las obras se concluyeron y se entregaron en su momento. Si en lo posterior hubo un deterioro, que esté limitando su funcionalidad, sería cuestión de revisarlas, ¿vedad? Sin embargo, en el convenio de concertación se establece muy claro que hay una obligación y la necesidad de que los ejidatarios les den mantenimiento. De cualquier manera la institución está en la mejor disposición de revisar cuando fallere algún proyecto y ver cuál es el motivo de la falla o de la falta de funcionalidad”.

Los campesinos insisten en que no.

Desde entonces los campesinos de Piedritas, San Miguel, Santa Fe del Pino, La Unión y Nuevo Milagro andan “con la madre en rastra”.

José Arturo Montoya Hernández, es otro de los ejidatarios de San Miguel, municipio de Ocampo, que cada día tiene que llenar los tres depósitos de mil litros, montados permanentemente a su camión, con agua del pozo de la comunidad, para llevarlos hasta el bebedero que la Conaza construyó en su pasta situada a unos 10 u 11 kilómetros del pueblo.

La razón es que este abrevadero, como los ocho restantes instalados aquí por Zonas Áridas en 2013, tampoco sirvió.

Adicional a este obra, la Conaza adjudicó al ejido tres equipos fotovoltáicos y 27.3 kilómetros de línea de conducción, todo con coste para el erario de 2 millones 904 mil 781.77 pesos.

En el mismo año la dependencia auspició además la construcción de un bordeo de cortina de tierra compactada, un kilómetro de línea de conducción y un bebedero pecuario, proyectos por las que desembolsó un millón 154 mil 695.24 pesos.

Pero ni el bebedero ni el bordo, que además tardaron tres años en concluir y dejaron sin compactar, tienen agua.

“Hasta que no llueva, que se llene, vamos a ver si va a jalar. Y el agua esa que ves en el abrevadero la acarreamos pa las vacas, es de uso del rancho y aquí la traemos en las trocas, porque ahorita no hay agua en ninguna parte”, dice Fidencio Muñiz Hernández, otro campesino mientras contempla el estanque vacío en la pasta de Los Leones del ejido San Miguel.

El sueño guajiro de los técnicos de la Conaza era que esta presa se llenara de agua de lluvia y, a través de una línea de conducción de un kilómetro, surtiera al bebedero para que de ahí tomaran los animales, pero algo salió mal.

Ramón Ostos, el delegado regional de la Conaza, aclaró que este tipo de obras dependen de la lluvia para captar agua y poner a funcionar las líneas de conducción y las pilas y los bebederos.

Fidencio dice que la Conaza y sus técnicos se aprovechan de la desgracia de los ejidatarios.

“En vez de ayudarnos nos avientan a la jodida”.

Tardaron tres años en construir este bordo, se preguntó a Ostos Gardea.

“No, no sé con claridad el tiempo que tardó la empresa, que a su vez el comité del ejido contrata para que la construyera, pero bueno al final se entregó debidamente terminada como consta en un acta de entrega–recepción”.

En esta última seca a José Arturo se le han muerto ya más de 20 vacas y no quiere perder una más.

Al igual que otros campesinos Arturo piensa que lo que hace falta en San Miguel son perforaciones para abastecer de agua a los agostaderos y que los animales ya no perezcan de sed.

Como a las 3:00 de la tarde José Arturo cuida unas vacas anémicas que están paciendo en el monte marchito de su pasta El Granjeno.

Lo acompaña Israel Cortés Ruiz, excomisariado de San Miguel y a quien le tocó estar al frente del comité formado por la Conaza en 2013 para la administración de las obras.

Israel era el encargado de firmar los cheques en blanco que le ponían delante los técnicos Rocío y Galeano, asignados por la Conaza.

“Yo firmaba los cheques, era el presidente de la obra. Nunca manejamos nada de dinero. Desde un principio nos dijeron que nosotros no íbamos a manejar el dinero, nomás nos citaron al banco para abrir la cuenta y ya”.

De camino a La Unión, por una trocha polvorienta bordeada de mezquites y gobernadora, las vacas deambulan como extraviadas en medio del páramo desolado.

La imagen de los animales vagando y mugiendo de sed es realmente estremecedora.

El caso de La Unión es una copia de lo que sucede en otros pueblos de Ocampo:

Los 38. 7 kilómetros de líneas de conducción, los dos equipos fotovoltáicos y los 13 bebederos, que trajo la Conaza en 2013, y en los que se invirtieron tres millones 533 mil 959 pesos, están sin funcionar.

No jalaron, dice Ramón Peña Lara, otro productor.

“Pa de aquel lado están los bebederos, pero no tienen ni gota de agua y si no llueve, quién sabe qué irá a pasar… ”, dice.