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‘Y fue entonces que nos empezaron a tocar’, recuento de una noche de pesadilla
MONCLOVA, COAH.- Por invitación de una amiga cercana, Brisa decidió viajar de Monterrey a Castaños para trabajar como bailarina en el bar “Las Playas”, en la zona de tolerancia de Castaños, un municipio pequeño de Coahuila situado en el centro del estado.
“Era mi primer día, yo venía llegando de Monterrey, estábamos platicando mis compañeras y yo, éramos tres, cuando vimos que venía la camioneta Hummer con los soldados, dijimos ‘a lo mejor es un operativo’, pero entraron con palabras altisonantes, nos sacaron al patio trasero y nos quitaron la ropa”.
Su único interés era trabajar para obtener un ingreso para el sustento de sus dos hijos, y lo que encontró aquella noche del 11 de julio del 2006 fueron golpes y abusos por parte de militares del 14 Regimiento Motorizado del Ejército Mexicano con base en Múzquiz.
Según cuenta Brisa, el acto fue en represalia porque uno de los soldados que se embriagaba en el Bar Pérsico, se vio involucrado en una riña, por lo que fue detenido por la Policía Municipal y aunque lo dejaron el libertad, se fue solo para regresar con algunos compañeros en vehículos de la Secretaría de la Defensa Nacional para desquitarse.
EL RECUERDO DE UN ATAQUE
“Dijeron que tenían reporte de unas hondureñas que tenían droga, así que nos quitaron la ropa, trasculcaron en las axilas, los senos y salieron de ahí”, cuenta la mujer.
Narrando su historia bajo una gorra y lentes para no ser identificada, contó que ella y sus compañeras pensaron que todo habría terminado, pero al interior del Bar Pérsico los militares se encontraban golpeando a los civiles, a los policías municipales y a sus compañeras dedicadas al sexo servicio: “con ellas se ensañaron, las ingresaron a los cuartos donde se prestaban los servicios y una y otra vez abusaron de ellas.
“Como a la media hora llegaron de nuevo, golpearon a los policías, nosotros veíamos las siluetas de cómo dejaron golpeado al velador, lo dejaron tirado, era un señor de más de 60 años.
“A la otra compañera la sacaron al patio trasero, a otra y a mí a unas celditas donde nos volvieron a desnudar. Con los rifles me pegaron, me dieron un cachazo aquí —y señala un costado del vientre— nos pusieron de espaldas, nosotros dijimos ya valió, ya nos mataron, es lo que en mi mente se vino y fue entonces que nos empezaron a tocar”, recordó Brisa entre triste, agobiada y molesta.
SU VIDA PASÓ EN MOMENTOS
Sus dos hijos y su madre pasaron por la mente de Brisa, quien pensaba que su muerte había llegado y mientras veía la pared, juntó su manos y le pidió a Dios que la dejara vivir un poco más.
“Se va a oír muy feo, yo andaba en mis días, traía un tampón se me ocurrió contestarle al hombre, porque dijo ‘que traes ahí’, le dije traigo un tampax. ‘¿Quieres un té de canela o qué?’ le dije yo porque estaba enojada y asustada.
“Cállate, dijo y me pegó. Traía en sus manos gas pimienta y me ardía demasiado, el hombre que nos agredió era el mismo, tanto a mi compañera como a mí, con la misma mano nos tocó a las dos”.
Fueron los minutos más largos en su vida asegura Brisa, pues la violencia no terminaba, a lo lejos veía al soldado vestido de civil que daba órdenes recargado desde la barra les pedía golpear a todos los presentes.
Aterrorizada, solo esperó el momento en que salieron del bar para levantarse, mientras los gritos desgarradores de sus compañeras y amigas se escuchaban a lo lejos.
“Lo que hicimos cuando se fueron fue meternos a uno de los cuartos que había ahí, las tres nos enjuagamos con agua, porque nos ardía mucho por el gas lacrimógeno.
“Ahí fue cuando escuchamos a las otras chavas que iban gritando, una de ellas creo se cortó el talón porque iban descalzas, estaban huyendo, el señor de ahí tenía borregos, en la parte trasera nos queríamos meter en esa parte a escondernos.
“Ahí estuvimos escondidas hasta que la dueña de las Playitas le habló a un taxi, cerró todo y se cercioró que ya no estaban ellos.
Temían que regresaran por tercera vez y les hicieran algo peor a lo que ya habían vivido”, comentó.
EL DURO TRAUMA PSICOLÓGICO
Durante los primeros días y meses después de lo ocurrido, Brisa sufría de paranoia, veía unidades militares y se escondía, temerosa de que le hicieran daño de nueva cuenta. Por las noches tenía problemas para conciliar el sueño, recordaba cada momento del suceso que vivió junto a sus amigas, recordaba claro a las personas que les habían agredido.
“Era alto, moreno, narizón, feo, no se me olvida”, mencionó al describir al soldado que le abusó sexualmente.
Pese al miedo de ser asesinada por aquellos soldados, Brisa al igual que otras de las 14 mujeres violentadas esa noche decidieron denunciar los hechos, alzar la voz y gracias a esto marcó una historia jurídica en el país.
Con apoyo de organizaciones de la sociedad civil que buscaron apoyo de funcionarios del estado y la federación, se logró condenar a elementos del Ejército Mexicano por hechos cometidos contra civiles, informó Sandra de Luna, defensora legal de las víctimas
LA LUZ LUEGO DE UNA PESADILLA
Brisa dijo que es posible salir adelante, ella ahora tiene un puesto de alimentos donde da trabajo a una de sus compañeras que también sufrió la agresión y de donde saca el sustento para su familia.
“Creo que nunca lo superas, siempre lo vas a recordar, no se te olvida, a pesar de que yo sufrí violación impropia, el trauma que te tengan con un rifle, como si te fueran a matar es terrible, me golpearon, me violaron impropiamente”, recordó.
En una de las audiencias encaró a su agresor pero este nunca aceptó que fue el causante de noches de desvelo, temor y desesperación.
“Yo le dije no te hagas pendejo, ¿cómo no te vas a acordar de mí? ¿te acuerdas de dónde me agarraste? ‘Yo no me acuerdo’, me dijo cuando lo encaré frente al juez”, dijo Brisa.
“Yo no soy Dios para perdonar, hay el resentimiento, no se olvida, sé que ellos están pagando quién sabe cómo, pero nunca les daría el perdón porque ellos no respetaron”, dijo.
Brisa señaló la importancia de denunciar cualquier tipo de violencia, dijo que hay dependencias, asociaciones que pueden brindar ayuda como en su caso, donde se cambió la historia de la justicia. “Yo les digo que no se dejen que no se queden calladas, porque el que agrede a una agrede a muchas, es una cadenita y uno tiene derechos como mujer… ‘yo creo que sí se hizo justicia”, concluyó.
HITO LEGAL
Se detuvieron a ocho de los militares, por primera vez en la historia de México cuatro de ellos fueron condenados.
Omar Alejandro acusado de abusar a cinco de los trabajadores recibió una condena de 41 años, Fernando Adrián que violó a dos recibió 31 años de prisión, Juan José recibió 21 años de prisión por la acusación de al menos seis de las mujeres y Ángel Antonio recibió tres años y nueve meses de prisión por la violación a una mujer.
A otros dos se les fijó una fianza, pero fueron excluidos por el Ejército Mexicano y aún continúa vigente una orden de aprehensión contra Norberto Gonzáles quien hasta este momento no ha sido localizado.