Viviendas de miedo en Saltillo

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Viviendas de miedo en Saltillo

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Algunas casonas del centro de la ciudad guardan lúgubres historias que en su momento sacudieron a la sociedad y actualmente siguen impactando, porque de acuerdo con algunos testimonios, el mal las sigue habitando

Donde La Güera mató a sus niños
La casona de la esquina de Múzquiz y General Cepeda, desde hace años es conocida por ser la sede de un terrible asesinato de dos niños, quienes fueron víctima de su propia madre, que llena de ira y celos decidió pasar al otro mundo, en compañía de sus criaturas.

Rocío Hernández, conocida como “La Güera”, de apenas 25 años, pasó a la historia de la capital luego de asesinar a sus dos pequeños hijos Saúl y Fátima de 11 y 5 años de edad. 

En un momento de enojo con su pareja la mujer que trabajaba de noche, interrumpió su jornada y acudió a una gasolinera, compró combustible y se dirigió a su casa. Aprovechando que los menores dormían, los roció en gasolina, y les prendió fuego, mientras veía como morían; ella también se bañó de combustible y se lanzó a la cama, para morir de la misma manera.

La joven nunca nos hablaba, tenía cerca de 6 meses viviendo en ese domicilio, los niños siempre se quedaban solos, y era conocida por trabajar en un bar, donde también laboraba su pareja, con quien discutió esa noche, motivo del terrible crimen, que hasta el momento es recordado por los ruidos que muchos de los vecinos han escuchado”, dijo Estela, vecina del lugar.

Las brujas se llevaron a Mónico
Mónico Martínez, era un popular agente de hoteles, reconocido en Saltillo a inicios del siglo XX. Vivía en una casa ubicada sobre la calle de General Cepeda, justo antes de llegar a la calle de Félix U. Gómez, una vivienda característica por las figuras del rostro de demonio labradas en la puerta principal.

Conocido por ser un hombre supersticioso, Mónico vivía entre amuletos, los vecinos lo distinguían por su plática extensa y conocedora de varios temas, sobre todo de brujería, hechizos y brebajes, en las cuales siempre mencionaba su temor a las brujas, que por años lo atormentaban.

Los ataques de las brujas eran constantes, hasta que una noche, Mónico ya no pudo dormir, el temor de que las brujas se lo llevaran se lo impedía, así estuvo por dos días, hasta que pidió auxilio a su familia y policías, que preocupados por los desvaríos del agente decidieron montar guardias, sentados en dos sillas afuera de su habitación.

El cansancio llegó a los cuidadores, quienes se quedaron dormidos y despertaron a las 6 de la mañana, Mónico ya no estaba en la cama, y su cuerpo fue encontrado sin vida en la alberca de Alta Mira, y desde ese día los vecinos son testigo de los sucesos paranormales que ahí suceden.

Las casas de Juárez
El terror que se vive dentro de la casa con el número 1318 ubicada sobre la calle Benito Juárez ha causado que todos los inquilinos que ahí han habitado, huyan del lugar, luego de terminar incluso con lesiones físicas causadas, dicen, “por un hombre sin cabeza”.

La casa fue construida en el año 1913, por aquellos días de la Revolución Mexicana. Desde hace tres años se encuentra deshabitada, luego de que una joven mujer que ahí vivía fuera atacada por el decapitado sujeto, que la lesionó mientras se preparaba para el trabajo.

“Nosotros le dábamos trabajo a la chica, y ella vivía ahí; un día llegó al negocio llena de sangre, toda mal maquillada, asustada y corriendo, al preguntarle que le había sucedido, nos contó que mientras se preparaba, un hombre sin cabeza la golpeó contra el espejo del tocador, cuando logró zafarse, el sujeto extrañamente desapareció, cuenta Mary, vecina de la vivienda.

Frente a esa vivienda, se encuentra una enorme y antigua casona, que fue inaugurada en 1916, y marcada con el número 1327, habitada por la familia del licenciado Abelardo González Valerio, quien murió hace pocos años, dejando en herencia la vivienda para sus hijos, quienes la abandonaron, hecho que fue aprovechado por los rastreadores de tesoro, que buscaron y buscaron y nunca encontraron nada.

La enorme casa fue por mucho tiempo rentada, varios meses a un curandero a quien los vecinos solo conocían como Alejandro, el cual realizaba limpias y adivinaba el futuro. Fue hasta que Protección Civil desalojó a los habitantes por el riesgo de que la construcción podría caerse, que se descubrieron varias pintas satánicas que se le adjudican al exinquilino.