Viven en La Gloria entre moscas, malos olores e indiferencia; crían puercos con total impunidad

Marranera trastoca la tranquilidad de vecinos y no hay quién los ayude
Marranera. El espacio de crías de marrano que la denunciante asegura es de personas que no viven en la colonia La Gloria, es fuente de malos olores y de enfermedades. JESÚS PEÑA

Doña Guadalupe Ruiz se levanta todas las mañanas con el deseo de salir a su patio, desperezarse y llenar sus pulmones de aire puro, pero no puede.

En lugar de eso tiene que encerrarse a piedra y lodo en su casa de la calle Serafines, lote 16, en la colonia La Gloria, por la peste que despide la marranera que desde hace 19 años pusieron al otro lado de su casa, pegada justo a su patio trasero.

Es un olor que marea, que hace volver el estómago, y que se percibe a varias cuadras de la vivienda de doña Lupita, rumbo al centro de esta colonia a la que, pese a su antigüedad, aún no llega el pavimento.

Y eso no es todo, doña Lupita, como el resto de los vecinos que viven cerca de este terreno donde está la marranera, predio que se dice es propiedad de un concesionario de la ruta 7A llamado Juan Samaniego, tiene que soportar el enjambre de moscas provenientes del chiquero y que tapizan la mesa de la cocina a la hora de comer.

En su comedor doña Lupita ha colocado unas tiras de esas que se llaman pegamoscas y todos los días están tapizadas de insectos.

Y todos los días es lo mismo desde que doña Lupita llegó a La Gloria, aun así, no ha conseguido acostumbrarse al hedor ni a las moscas, que son un suplicio.

“Créame que ya estoy cansada, viene gente o me visitan, me dicen ‘Lupita, ¿a qué huele?, ¿por qué huele así?’, les digo ‘son los marranos’, qué más”.

Lo que últimamente le ha ocurrido a doña Lupita es la aparición de gusanos, seguramente las larvas de las moscas, en su comida, su estufa y los trastos que ella usa para preparar sus alimentos.

Insalubre. Donde están los marranos hay aves de granja, mucha basura... y miles de moscas. JESÚS PEÑA

Nada menos que en meses pasados doña Lupita descubrió gusanos en un arroz blanco que su hija había guisado.

Lo bueno que una vecina de ella se fijó, que si no… y es que Lupita ya no ve bien porque es diabética.

“Dice la vecina ‘¿le caliento el arroz?’, le dije ‘sí, mija me lo acaba de hacer’, y dice ‘ya tiene gusanos’, si no ha estado ella créame que me lo como engusanado”, cuenta Lupita.

UNA DEPENDENCIA “SIN DIENTES”

Lupita está desesperada, ya llamó muchas veces a la Policía Ambiental, llegan varias patrullas van y revisan, pero hasta ahí, no pasa nada.

Hasta un canal de televisión local ya fue para ver y oler esta situación, pero igual las cosas no cambiaron.

Ingenio. Juanita, para que se ventile su casa sin que entren moscas, puso mosquiteros. JESÚS PEÑA

“¿Cómo le hace uno?, yo ya lo reporté, ya salió en la tele y todo y nada, vinieron los de Policía Ambiental, también, me dijeron, ‘usted es millonaria, puede agarrar marranos de ahí’”.

Está bien que en tiempo de frío no hay tanta mosca, dice Lupita, pero en tiempo de calor, no se aguantan.

“No tengo pareja, no trabajo, dependo de mi hija, me dijeron, ‘es que es una orden que nos dieron’, y ahí están los marranos... Esos marranos no los podemos quitar”.

VANGUARDIA visitó este criadero donde conviven varios puercos al aire libre, además de aves de corral que se alimentan de unos tambos con desperdicios de donde también comen las plagas de moscas.

Aparte se pudo observar en el predio toda clase de basura.

EN MEDIO DE UNA PLAGA DE MOSCAS

Pero doña Lupita no es la única que padece este tormento. Todos los días, tres veces, don Rogelio González y su esposa Miriam García sacan una pala copeteada de moscas que Rogelio mata con veneno porque ya son insoportables.

“Usted cree, sin veneno no puede vivir uno, es una plaga muy fuerte ésta, todavía las compraran, fuera negocio…”, bromea Rogelio.

Problema. Yolanda no aguanta los malos olores. JESÚS PEÑA

Basta con ver el piso de su patio cubierto con una alfombra de moscas, las moscas que vienen de la marranera de la colonia, donde Lupita ha llegado a contar hasta 30 chanchos, y luego con estas lluvias y estos calores.

Así es que don Rogelio, Miriam y sus hijos no pueden salir a hacer una carnita asada al patio por que las moscas les aguan las fiestas.

“Las moscas van a comer primero que nosotros”, dice Miriam.

Y esa es la rutina diaria de Rogelio: recoger con la pala las moscas que caen muertas con el veneno, por la mañana, en la tarde y en la noche.

“Allá afuera las tiro, tiro de a pala, todos los días barro, todos los días es lo mismo”, se queja.

ENCERRADOS A PIEDRA Y LODO

Otros lugareños de La Gloria, donde habitan unas 300 familias, tienen que mantener puertas y ventanas cerradas, con todo y los más de 30 grados de calor, para evitar que se les metan las moscas.

“Cuando está el solazo se viene el olor, cuando hace aire es peor porque se trae todo el olor de los cochinos, prefiere uno tener cerrado. Que vengan a checar con los dueños de los marranos para que los quiten”, dijo Yolanda Ramírez.

Los demás colonos como doña Juanita Medrano Vázquez, deben ingeniárselas y poner mosquiteros hechizos para que cuando menos entre a la casa un poco de fresco, con aroma de marranera.

Plaga. Paladas de moscas muertas recoge tres veces al día don Rogelio.

“Uno pone cortinas y todo en las puertas. Que el Alcalde venga a dar una vuelta acá a la colonia”, piden.

Y no solo son las marraneras, en esta colonia, donde hasta hace muy poco la autoridad puso luz, agua potable y drenaje, hay más chiqueros, ocultos en el arroyo, corrales de borregas, chivos y establos de vacas y caballos, que agravan más las condiciones de insalubridad por los malos olores y las moscas.

“Los dueños de los marranos no son de aquí, son de otras colonias. No podemos dejar nada en la mesa ni en la estufa, si viera cómo está el mosquero, siempre tenemos que andar limpiando con cloro, más porque los niños se enferman y uno de grande también”, dice Alma Ramírez.