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Una proteína, clave en el diagnóstico del párkinson
La neuróloga Mar Carmona, premio al Joven Investigador 2016, ha descubierto depósitos de una proteína, la alfa-sinucleína, en el corazón de los pacientes de párkinson. Estos agregados proteicos pueden considerarse el hallazgo patológico de la enfermedad.
El mal de Parkinson es una afección degenerativa del sistema nervioso que se caracteriza principalmente por los temblores y la lentitud y rigidez de los movimientos. Estos síntomas motores aparecen en fases más avanzadas, cuando ya se ha producido una importante pérdida de neuronas.
El estudio, realizado con muestras de tejido cardíaco post mortem, ha sido titulado “Agregados de alfa-sinucleina en sinucleinopatías de las fibras simpáticas cardíacas y en sujetos sanos. Correlación con la denervación simpática”.
La alfa–sinucleína es una proteína que cuando se agrega forma cuerpos de Lewy, que son las formaciones típicas que se ven en los enfermos de párkinson en el cerebro y en el corazón.
La principal conclusión fue que “el 90% de los pacientes con la enfermedad tenía depósitos de alfa-sinucleína en el corazón y una pérdida de fibras nerviosas simpáticas en el tejido cardíaco”, explica la doctora Carmona, especialista en el Departamento de Neurología de la Clínica Universidad de Navarra.
Tal y como afirma la investigadora, la presencia de estos agregados proteicos se asocia con una pérdida de las fibras nerviosas simpáticas cardíacas, y puede considerarse un marcador temprano de párkinson.
“De los sujetos sanos -añade- aproximadamente un 10% tenía esos agregados y una pérdida de fibras que no era tan intensa, como si se tratara de un estadio inicial en el que, aunque todavía no tenían la enfermedad a nivel cerebral -y por tanto aún no había diagnóstico de párkinson-, sí se puede decir que ya había cierta afectación en el sistema nervioso periférico, concretamente en el corazón”.
“Durante la fase inicial de la enfermedad, que puede durar hasta 10 años, predominan los síntomas no motores, por ejemplo, la hiposmia (pérdida de olfato), el estreñimiento, el trastorno de la conducta del sueño REM (ensoñaciones muy vividas) y la disautonomía (afectación cardíaca)”, explica.
La enfermedad avanza de forma gradual, afectando inicialmente estructuras del sistema nervioso periférico y después del sistema nervioso central. Finalmente, la fase en la que aparecen los síntomas motores se conoce como párkinson.
“Hoy en día no disponemos de ningún fármaco que pueda curar la enfermedad porque ni siquiera sabemos cuál es su etiopatología (causa). Pero si tuviéramos ese fármaco, lo ideal sería dárselo a aquellos pacientes que todavía no han empezado una fase avanzada para que no se llegue a deteriorar su calidad de vida”, afirma.