Usted está aquí
Sergio Ramírez lleva al lector "A la mesa con Rubén Darío"
Entre anécdotas, risas e impensables confesiones culinarias, el laureado escritor nicaragüense Sergio Ramírez presentó en Managua su último libro, "A la mesa con Rubén Darío", en el que devela el arte de la cocina y la buena comida como una de las más amadas musas del poeta universal (1867-1916).
"Entré a conocer al Darío sentado a la mesa y descubrí lo que pensaba de la cocina como fuente de la cultura, como lo más universal que uno puede encontrar", dijo el autor de "Castigo Divino" (Premio Carlos Fuentes 2014) en un centro cultural capitalino la noche del miércoles.
Tres años de intenso trabajo de investigación fueron necesarios para dar forma a la obra que a lo largo de 358 páginas ilustradas con fotografías, afiches de la época y centenares de recetas, muestra una faceta de Darío de la que ningún otro escritor se había ocupado.
"Nada como pensar después de haber comido, las ideas no son hijas del hambre", proclamaba el famoso bardo que fue diplomático y periodista, y que al regresar a morir a su Nicaragua natal confesó: "He comido como príncipe, he vestido con mucho lujo..."
"Leí muchísimo sobre Darío, fui a todos los sitios de París donde él vivió y a los restaurantes donde comía... Formé un fichero de más de 2.000 fichas en las que investigué hasta el número de sombrero que usaba...", contó Sergio Ramírez (Masatepe, 1942).
Ya para entonces, en aquel mundo de modernismo y "Belle Époque", "la cocina era una musa, una de las bellas artes, y Rubén un cronista de la modernidad", recordó ante un auditorio de más de un centenar de personas, entre quienes no faltaron los famosos poetas Gioconda Belli y Ernesto Cardenal.
La obra, que conecta al lector con un Darío casi desconocido, un sibarita pulcro y refinado, fue publicada en México a fines de 2016 por la editorial Trilce, especializada en libros bellamente ilustrados: "Cada uno de ellos es una obra de arte", destacó Ramírez.
El libro revela que Darío entrenó a su mujer española, Francisca Sánchez, a quien también le enseñó a leer y a escribir, en la preparación de comida nicaragüense: frijoles fritos, queso frito, plátano frito y los famosos punches (cangrejos) rellenos que se sirven en la ciudad de León (occidente) donde el poeta vivió sus últimos días.
En su travesía por la historia, Ramírez pudo descubrir sin embargo que el autor de "Azul" (1888) era un gourmet muy pobre. "Sus ediciones de libros eran muy limitadas, él vivía de sus artículos en el diario 'La Nación' de Argentina, que eran rigurosas crónicas de la vida cotidiana".
Y fueron muchas de esas casi 700 crónicas la fuente inicial de su investigación. "Porque cada vez que Darío mencionaba un plato, mi trabajo era ir a buscarlo", contó al admitir que no ha probado aquellas exóticas recetas a base de mamíferos, aves e insectos.
Con relatos llenos de humor, el novelista dijo coincidir con el gran Darío en el interés por la gastronomía, aunque también se considera "un gourmet pobre" y en su casa sólo entra a la cocina a "dar el punto" a las sabrosas cenas que prepara su esposa Tulita.
Ramírez recordó, entre otras anécdotas divertidas, que su amigo el fallecido escritor mexicano Carlos Fuentes le enseñó a degustar los huevos de hormiga –"hoy un platillo tan caro como el caviar"-, y que siendo vicepresidente de Nicaragua, a mediados de la década de 1980, comió perro en Corea del Norte.
"Toda la cena fue perro: sopa de perro, guiso de perro, costilla de perro en salsa", contó entre risas. Dijo que quizás algún día se atreva a probar, como Darío, las recetas de pato a la sangre o alacranes venenosos, que se guardan vivos en la nevera y mueren al congelarse.
Ramírez ya había abordado a Darío como personaje en otros dos libros, "Margarita, está linda la mar" (Premio Alfaguara de Novela 1998) y "Mil y una muertes" (2004), y plasmó el arte del buen comer en "Lo que sabe el paladar" (2009), un verdadero diccionario gastronómico con más de 2,000 entradas y 400 recetas de platillos nicaragüenses.