Secretos para despertar la pasión

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Secretos para despertar la pasión

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Si queremos recuperar la capacidad para disfrutar de nuestra vida amorosa en todo su potencial, debemos superar varios obstáculos.

“El sexo no solo crea vida, sino que además nos carga de energía positiva”, señala Roser Amills. “Sin embargo –matiza esta experta en tendencias y asesora editorial- a menudo nuestra felicidad sexual se ve dificultada o reducida por diversas trabas, apatías, tergiversaciones, malentendidos, discusiones absurdas y falta de autoestima”.

“Las cosas van mal cuando una de las partes obliga a la otra a hacer algo que no quiere, cuando uno de los dos no se siente satisfecho, o cuando hay aburrimiento”, sintetiza esta experta.

Si queremos recuperar la capacidad para disfrutar de nuestra vida amorosa en todo su potencial, debemos superar estos obstáculos.

Para valorar nuestro nivel de felicidad más íntima, Amills recomienda plantearse estas preguntas: ¿Estamos realmente satisfechos con nuestra vida sexual? ¿Somos felices con nuestra pareja? ¿Somos capaces de hablar de sexualidad sin vergüenza? ¿Disfrutamos de nuestras relaciones plenamente?.

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Con el fin de que las respuestas a estos interrogantes sean afirmativas, es decir para mantener vivo el deseo y recuperar las riendas de nuestro erotismo, Amills comparte algunos consejos prácticos y realistas para aumentar nuestra felicidad sexual y para que no decaiga, “pase lo que pase”.

Tres de los mayores adversarios psicológicos de la sexualidad plena y satisfactoria son: el aburrimiento, la dependencia y los miedos. “El aburrimiento en una pareja no nace en la cama, sino mucho antes, cuando se aburren juntos mientras cenan, por ejemplo”, señala Roser Amills.

Según esta experta, “a veces la otra persona es encantadora y nos trata de maravilla, pero en la cama tiene la gracia de un pez. Hay que decirle que no al ‘sexo vainilla’ es decir a las relaciones sexuales aburridas e insípidas”. Para Amills, la sexualidad “vainilla” consiste en aburrirse mutuamente por ser la relación tibia e intelectual, y por ser tan sosa, “que apenas apetece”.

“Nuestro ‘deber’ no es hacer que las personas a las que queremos estén felices, sino propiciar su felicidad hasta donde se pueda, ya que la felicidad individual depende de cada uno”, considera.

“La persona dependiente no sabe construirse su propia felicidad y, si sigue así, terminará confirmando sus temores: perderá no solo la alegría, sino también a su pareja. Porque nadie puede hacer feliz a otro; cada uno se hace feliz a sí mismo”, agrega.

Para Amills, “todo se complica para una persona emocionalmente dependiente y su situación puede hacerse difícil cuando su cabeza comienza a dar vueltas hasta pensar cualquier cosa sobre los comportamientos de su pareja, ya que busca la felicidad en esa unión y no su propia felicidad individual”.