Roma: siete miradas
Intentaré aquí ponderar algunos de sus muchos valores, en siete momentos:
1.- Lo técnico:
Una de las primeras y larguísimas secuencias, que mediante un recorrido circular a la segunda y primera planta de la casa –protagonista indiscutible–, le sirve al director para contarnos en elipsis la hercúlea labor diaria de Cleo. Un recorrido de una solvencia técnica asombrosa, donde la cámara pareciera no existir, sino apenas ser la mediadora del ojo flotante y entrometido del espectador.
2.- Lo sutil
Ejercido el cine mexicano en una tradición de tremendismo o grandilocuencia –desde “El Indio” Fernández hasta Reygadas, pasando por Ripstein– una de las cosas que más se agradece en “Roma” es la sutileza y su contención. Todo: la crítica hacia el clasismo, las metáforas de la explotación, el imperturbable rigor estoico de la criada (Yalitza Aparicio) sus alegrías pequeñas o el dolor íntimo, un pathos que se vuelve introspectivo, pero no por ello menos desgarrador. La pertinencia: la acertadísima selección musical de Lynn Fainchtein (autora indiscutible en el éxito del soundtrack de “Amores Perros”): Leo Dan, José José, Rigo Tovar, Juan Gabriel, Daniel Santos y una esposa despechada llegando ebria a su casa, mientras en la radio del auto Lupita D’Alessio canta “Mi Corazón es un Gitano”, hit de aquel año.
3.- La ideológico
En lo discursivo, su universo es concéntrico: el estado se prepara para ejercer su monopolio de violencia, el padre se dispone a abandonar y despojar, la emergente e histérica cabeza de familia maltrata a su vez a la propia prole, y de una manera brutal, en el último escalón, a la servidumbre, en una dialéctica que –como la violencia del padre y del Estado– se normaliza y se atenúa mediante modestas concesiones o recompensas. Cleo es como un Sísifo, empujando cuestarriba las montañas de mierda resultantes de la vida familiar: inacabable ropa sucia y excremento de perro.
4.- Lo visual:
“Roma” es una de las películas mexicanas mejor fotografiadas jamás, su manejo de la luz natural en interiores es exquisito. O sus prodigiosas secuencias nocturnas en exteriores con el uso de profundidades de campo cortas. Su nivel de detalle y nitidez en primeros planos (potenciado por el escrupuloso diseño de producción de Eugenio Caballero), pero sobre todo, el eficiente y poderoso uso de un movimiento de cámara aparentemente sencillo: el travelling lateral. Casi toda la película –al menos en sus escenas más trascendentes: la salida de las amigas, el entrenamiento de los halcones, los mirones ante Zovek, la escena final del mar– está contada mediante desplazamientos transversales de la cámara: una narrativa que está en perpetuo movimiento y avanza siempre hacia delante. “El travelling es una cuestión moral”, decía Godard.
5.- La memoria
La recuperación para el conocimiento popular actual de un coahuilense extraordinario: “El increíble Profesor Zovek”, atleta portentoso, artemarcialista, místico, escapista. Francisco Javier Chapa del Bosque, quien se recuperó de una poliomielitis infantil para llegar a ser uno de los artistas físicos más completos de su tiempo. El guiño hacia la infancia propia de quienes llegamos a ver al personaje como héroe en películas de acción –llegó a protagonizar una película con Blue Demon–, antes de su prematura muerte, es de una fuerza inusitada. El ejercicio de equilibrio que propone ante los brutos y fieros discípulos y sólo logra completar la protagonista, es otro de los centros ocultos y claves de la trama: a veces la víctima resulta el personaje con una mayor fuerza espiritual, un giro evolutivo que –como en toda tragedia bien contada– a ella misma le pasa desapercibida.
6.- El detalle
La atmósfera: en “La vida, instrucciones de uso”, novela canónica de Georges Perec, el autor francés demora más de mil páginas en contar todos y cada uno de los detalles, objetos y personas que habitan una casa. Esta minuciosidad parece ser la divisa demencial de Cuarón: hacer un censo de cada objeto, y depositar en cada uno la evocación de un sentimiento o una memoria (las marcas y productos que ya no existen, los libreros en el suelo como saldos del abandono familiar). Cuarón, como Visconti en “El Gatopardo” (el director que decidió usar joyas reales en un joyero que nunca se abriría), rellena de ropa y objetos de la época los muebles del espacio familiar, mismos que serán apenas entrevistos en escena y que aún así imantarán a los propios actores, irradiando su fuerza hacia las emociones de éstos, construyendo una atmósfera vibrante.
7.- La genealogía
El ascendente de “Roma” no sólo es en un sentido político (lo he dicho ya en otro texto) sino estético: la luz tarkovskiana sobre el agua –a la manera de “La infancia de Iván”, del director ruso– en la escena pre final de Cleo entrando al mar. En lo político, el discurso rebasa lo militante para volverse poderosamente subjetivo, pero universal. “Roma” deja atrás la cruenta intención política de cintas como “Canoa” y “Bajo la Metralla” de Cazals, o “El Bulto” de Retes, para llevar la lucha individual a otras dimensiones.
La crisis de Cleo -gesta de los de abajo sin auto condescendencias miserabilistas- es una épica callada, solitaria, y no por ello menos grandiosa: una mujer con la sola fuerza de su ser –como legiones de invisibles en este país– enfrentándose con entereza a las terribles olas del mar, o al cruel devenir de la Historia.