¿Por qué los niños aman los dinos? Todo sobre esta obsesión
¿Qué dice la ciencia?
Origen psicológico
El desarrollo de intereses conceptuales en infantes se ha relacionado con mejores períodos de atención, habilidades cognitivas y persistencia.
Periodos
Uno de cada tres niños se muestra interesado en los dinosaurios según estudios. El rango de edad oscila entre los dos y seis años.
Mitos
Los especialistas subrayan que los estudios de inteligencia y dinosaurios, no son serios pero que los intereses conceptuales ayudan a crear habilidades.
Texto: Jesús Peña
Fotos: Marco Medina / Orlando Sifuentes / Humberto Casas
Diseño: Edgar de la Garza
Edición: Quetzali García
Este es un gallimimus de la familia de los ornithomimidos, es decir, imitadores de aves.
Eran dinosauros de Asia, se encontraron en el desierto de Goby, y eran carnívoros.
Aunque, a diferencia de los raptores, los gallimimus preferían comer invertebrados como gusanos y escarabajos. Dice Miguel y atrapa con las manos a uno de esos lagartos terribles, un esbelto dinosaurio de largo cuello, que habitan en su jungla, su paraíso personal, su colección de dinosaurios de juguete, montada sobre una repisa colocada en un rincón oscuro de un cuarto de su casa.
“Es su mayoría son dinosaurios bastante comunes en la cultura popular, como el tiranosaurio, el velcciraptor, dinosaurios que hemos visto en la película de Jurasic Park, de Steven Spielberg”.
-La habrás visto muchas veces, ¿no?
-Toda la saga.
Ignora cuántos tiene su colección, sólo sabe que llegaron aquí cuando él tenía seis años, después que el abuelo Rogelio lo llevó a conocer el Museo del Desierto y él se enamoró de los dinosaurios.
La tía la Chayito jura que no, jura que fue antes, cuando Miguel era un bebé de tres años y empezó a dibujar en un cuaderno y a modelar en plastilina criaturas prehistóricas gigantescas.
El cuaderno con los dibujos se perdió en la noche de los tiempos y los monstruos de plastilina acabaron por extinguirse.
Al cabo de los años aquel gusto inocuo de Miguel por los dinosaurios evolucionó, hasta convertirse en un sueño: su sueño de ser paleontólogo. Con el tiempo Miguel mutó en una especie de experto, un erudito, en animales y plantas prehistóricos. Y cada vez que volvía con su abuelo Rogelio al Museo del Desierto la gente se sorprendía de oír a Miguel corregir a los paleontólogos o guías del recinto cuando cometían alguna equivocación durante sus exposiciones.
“Se emocionaba con los paleontólogos que estaban ahí dando su explicación y a veces intervenía, les corregía muchas cosas… y ellos le decían, ‘oiga, ¿usted de dónde aprendió?”, y él respondía, ’leyendo, conociendo’”, platica Rogelio Cepeda Flores, don Roger, el abuelo.
“Había una vitrina – dice Miguel -donde estaba un compsognathus y mi abuelo me preguntaba, ‘oye Miguel, ¿a ver qué dinosaurio es éste?’. Yo era pequeño, apenas estaba empezando en estos caminos del interés por los dinosaurios, por la paleontología”.
Miguel de la Hoya Cepeda, 16 años, estudiante de primero de preparatoria, es parte de ese tercio de los chicos en el mundo a los que, según estudios recientes, les gustan los dinosaurios.
“El rango de edad suele oscilar entre los dos y los seis años, aunque algunos niños seguirán manteniendo su entusiasmo por estas criaturas un poco más de tiempo”, se lee en la red de redes. Ese es el caso de Miguel.
“Me interesaron bastante los dinosaurios, por el pensamiento que tuve de cómo es que criaturas tan imponentes pudieron haber caminado en la tierra…”.Dice Miguel mientras caza a un dinosaurio largo y fibroso, que va huyendo con un huevo entre sus patas.
La memoria de Miguel es un depósito enorme de nombres científicos de dinosaurios, familias, subespecies...
“La familia stegosauridae comprende muchos diferentes géneros de dinosaurios entre los que está el tuojiamgosaurio, huayangosaurio, pterosario, cryptonsaurio…”, dice Miguel como si fuera un trabalenguas, mientras apresa a un stegosaurio, (lagarto con tejado), ese extraño dinosaurio que tiene como tejas en el lomo y camina en cuatro patas.
¿Cómo hará este bachiller para retener tanta y tanta información sobre estos extraordinarios monstruos de la Era Mesozoica?
“Supongo que tiene que ver con el hecho de querer aprender más, de querer saber y con el hecho de que me gusta ese tema”, dice Miguel.
Lo cierto es que hay estudios que revelan que los nenes que aman a los dinosaurios “suelen ser más inteligentes que el resto, ya que son más perseverantes, tienden a poner mayor atención y poseen habilidades superiores del pensamiento complejo, como es el procesamiento de la información. Además de que suelen tener mejores habilidades lingüísticas, debido a que su comprensión es mayor”, esto según una investigación realizada en conjunto por académicos de las universidades de Indiana y Wisconsin.
“Lo que yo siento sobre este tema es interés, es gusto, otro de mis muchos gustos, pero es uno más especial que el resto. No sólo lo veo como un hobby o un pasatiempo, lo veo como una meta: llegar a ser un paleontólogo, estudiar paleontología y trabajar en algunas áreas de importancia para esta ciencia”.
En sus últimos exámenes Miguel obtuvo las mejores notas de su grupo en la universidad donde estudia la preparatoria.
Miguel lamenta que a pesar de que Coahuila es uno de los 10 yacimientos de fósiles más importantes a nivel mundial, no exista una escuela donde enseñen paleontología.
“En Múzquiz por ejemplo – dice Miguel - se hizo el descubrimiento del primer pterosaurio endémico de México, el muzquizsopteris coahuilensis. Fue encontrado en una cantera de cal."
Dice Miguel y apresa con sus dedos gráciles el más grande tesoro de su colección: Un fósil de trilobite.
“Este sí es original”, presume con orgullo.
Este fósil de trilobite, original, como el resto de los animales de fantasía de la jungla de Miguel, tiene su historia y su historia se remonta a finales de 2018.
Sucedió durante un viaje que Miguel y su familia hicieron a Zacatecas, Paulina y Chayito, la hermana y tía de Miguel, integrantes de un grupo de baile folclórico, asistían a una serie de presentaciones en aquella ciudad.
“Decía Miguel, ‘qué aburrido, me la he pasado tomándote video’ y le digo ‘Miguel, te prometo que cuando esto termine vamos a los museos’, y el último día que estuvimos en Zacatecas visitamos un museo”, relata Rosario, la tía de Miguel.
Miguel caminaba por el centro de Zacatecas cuando topó con un museo: era el Museo de Minerales de Zacatecas. Dentro del museo había un área de fósiles que exhibía, en su mayoría, fósiles pequeños como amonites, dientes de carcharodon megalodon y trilobites.
De pronto el cráneo de un smilodon fatalis, conocido popularmente como “tigre dientes de sable”, atrapó la atención de Miguel.
“Empecé a hablarle al dueño del museo, como suelo hacer normalmente cuando trato temas de paleontología. Le llamó la atención la forma en la que le hablé, al final me dio el trilobite y a partir de ahí empezamos a comunicarnos”.
Semanas después el propietario del Museo de Minerales, telefoneó a Miguel para decirle que estaba por abrirse un espacio en la segunda planta exclusivo para fósiles y lo invitaba a cortar el listón de la sala con una conferencia.
El primero de diciembre de 2018 Miguel se hallaba en aquella sala, rodeado por un grupo de paleontólogos, coleccionistas y aficionados, dictando una charla sobre la paleontología en México.
La plática terminó con aplausos y felicitaciones para el chico, mientras el público se preguntaba, ¿quién era ese muchacho espigado, perlina tez y cabello lacio, que hablaba con tanta autoridad sobre dinosaurios?
Miguel fue un bebé prematuro que nació a los siete meses de estar en el vientre de María del Carmen Cepeda, su madre.
Minutos después de venir al mundo los médicos lo conectaron a un respirador artificial. Sus pulmones aun no estaban desarrollados.
Miguel permaneció internado, algunas veces al borde de la muerte.
“Ya no lo contaban, no nos daban esperanzas, porque aparte contrajo una bacteria y entonces se agravó más”.
Cuenta Carmen, “Ya nomás cerraban las cortinas y de repente era de que ‘ya no está fulanito,’ como había muchos bebés prematuros en esa época. Era estar nada más ahí cuidándolo, esperando que en cualquier ratito… todos los días, los abuelos también, nos relevábamos”.
Miguel, que parecía poseer el dominio y poder de un dinosaurio, luchaba por su vida.
El doctor decía, ‘tiene carácter…’, y ahorita es igual, porque tiene muchas metas y quiere lograr muchas cosas”, dice Carmen.
Miguel ganó la batalla a la muerte y dejó el hospital.
Al principio se había despertado en él un interés, lo que los psicólogos nombran, “intenso”, por los vehículos de juguete.
Al respecto en internet se lee que a los chicos como Miguel tiende a llamarles la atención, como categoría principal, cualquier vehículo motorizado, seguido de cerca por los dinosaurios.
En la mesa del comedor de su casa, donde él y su hermana Paulina acostumbran hacer sus tareas, Miguel hojea sus libros de dinosaurios.
Al rato Miguel comienza a recitar de memoria detalles interesantes sobre la evolución de los dinosaurios, bautizados como “lagartos terribles”, por el naturalista Richard Owen.
Los huevos de un dinosaurio podían ser del tamaño del huevo de una gallina o de una pelota de futbol.
Al final del periodo Pérmico empezó la peor extinción masiva en toda la historia del planeta, la gran mortandad.
Con la extinción pérmica – triásica, más del 80 por ciento de las especies desaparecieron del planeta.
“El quetzalcoatlus, llamado así en honor al Dios Azteca, Quetzalcoatl, la serpiente emplumada, era el pterosaurio más grande conocido, de la envergadura de una avioneta pequeña. Podía recorrer miles de kilómetros en busca de una presa pequeña. Era carnívoro”, explica Miguel.
-Oye Miguel, y te hubiera gustado vivir en ese mundo, ¿no?
-Realmente fue un mundo muy cruento y muy difícil, en cuanto a los peligros. Creo que no hubiera sido buena idea vivir en un mundo con dinosaurios…
Diego y los Dinos.
Diego tenía dos años cuando conoció los dinosaurios.
Su padre José fue quien lo inició en el gusto por estos monstruos prehistóricos.
Ambos pasaban las tardes tumbados en la cama mirando sin pestañear documentales sobre el Cretácico.
Entonces Blanca, la madre de Diego, le leía libros sobre los lagartos terribles que habían habitado el planeta hacía 65 millones de años.
“Nomás con oír se le iba grabando”, cuenta Blanca.
No bien había pisado la escuela y aprendido a leer y a escribir, Diego decidió que quería ser paleontólogo.
“Desde niño los dinosaurios me parecieron interesantes, raros y quería saber más de ellos”.
Dice Diego Eduardo Clemente Ibarra, 12 años, estudiante de primero de secundaria y amante de los dinosaurios.
Poco a poco Diego consiguió armar su colección de juguetes de dinosaurios, libros en inglés y español y documentales VHS, que compraba con sus ahorros o le obsequiaban quienes sabían de su gran pasión por estos monstruos.
Dice Diego y dice que era muy niño cuando sus padres lo llevaron por primera vez al Museo de Desierto.
El cuarto de Diego debe ser como un muestrario del mundo dónde vivieron aquellas criaturas.
-¿Cómo estuvo eso del meteorito que acabó con estos animales Diego?
-Empezó a haber varios cambios en el clima que afectaron a los dinosaurios. Como el meteorito dejo mucho polvo, bloqueó la luz del sol y ya no pudieron crecer las plantas. Los animales que sobrevivieron a la extinción y que pudieron adaptarse al cambio evolucionaron y se convirtieron en los animales modernos…
Dice Diego cuyas calificaciones en la escuela no bajan de 9 y 10.
-¿Debería importarnos el cambio climático que estamos padeciendo hoy Diego?
-Claro que deberíamos darle importancia porque es nuestro planeta y lo deberíamos de cuidar, no tenemos para dónde irnos.
Diego dice que el primer dinosaurio que le atrajo fue el tiranosaurio, un carnívoro que cazaba dinosaurios más rápidos o igual de veloces que él. -¿Qué sientes cada vez que visitas el museo de dinosaurios Diego?
-Siento como si estuviera en su mundo cuando ellos todavía estaban vivos…
-Y te gustaría allá, ¿no?
-Ya me hubieran comido…
El Brunosaurio
¿Cómo haría Bruno para mantener cautivos a tantos y tantos animales de la Era Mesozoica en una caja de cartón?
Y lo que es más, ¿cómo harán él y sus padres para vivir y convivir en casa con tantos y tantos de esos lagartos terribles?
Bruno Emiliano Suárez Ramírez, dice que él tenía tres años, ahora tiene siete, cuados bestias de todas las formas, tamaños y colores, empezaron a invadir su cuarto.
Su padre fue quien las trajo.
Al principio, a Bruno, le parecieron extrañas, nunca las había visto, pero después aquellos animales se volvieron interesantes y siendo todavía un párvulo Bruno comenzó a estudiarlos.
Su padre trajo también documentales y algunos libros que fueron para Bruno una travesía por los mundos Jurásico y Cretácico, el planeta de los dinosaurios,
Desde entonces la vida de Bruno giró en torno a esos seres que lo seguía hasta en sus sueños.
“Una vez soñé que tenía de mascota a un espinosaurio, que se hacía muy grande y al final se extinguía. Otra vez soñé que estaba pescando con mi papá cuando picó la caña y cuando papá jaló vimos que se trataba de un dinosaurio”.
Todo empezó, cuenta Diana, su madre, un día que la familia fue a visitar el Bioparque Estrella de Monterey, que se internaron en el área de dinosaurios y Bruno se enamoró de ellos.
“Recuerdo que cuando tenía tres años nos dice, ‘ese dinosaurio se llama tal’, lo consultamos y realmente era el nombre del dinosaurio. A los tres años ya le decía 10 nombres de dinosaurios. Estábamos muy asombrados porque era muy chiquito”.
Su colección de dinosaurios en juguetes, libros, ropa, creció con el tiempo.
“Hasta en los calzones”, narra la mamá de Bruno.
Bruno penetra en su jungla y señala a uno de sus dinosaurios favoritos: es el velociraptor, un animal al que las películas pintan como enorme, cuando en realidad, dice Bruno, su tamaño era el de una gallina.
“Vivía en Mongolia, tenía plumas, comía carne, era un terópodo, cazaba en manada…”.
-¿De grande que tú quisieras ser Bruno?
-Paleontólogo…
Recién los padres de Bruno abrieron un canal de YouTube, en el que Bruno, bajo el seudónimo de “Bronusaurio”, sube videos de él en algún museo de dinosaurios, hablando de su fauna preferida.
Los dinos los rescataron…
Diana López es especialista en trastornos de audición y lenguaje y asegura que el gusto por los dinosaurios ha ayudado a sus niños a desarrollar notables habilidades a nivel lingüístico y de comprensión.
Diana es la maestra de un grupo de chiquillos con problemas de lenguaje y aprendizaje a los que brinda apoyo pedagógico en su escuela particular.
El año pasado Diana y su equipo de docentes, junto con padres de familia, desarrolló un proyecto de estimulación de lenguaje y aprendizaje dirigido a niños de entre dos años y medio y seis años de edad, con ayuda de dinosaurios.
“Ellos fueron autocorrigiéndose, ellos mismos empezaron a ser sus maestros a sentirse muy, muy capaces y a hacer lo que ellos querían, pero tenían un detalle: a todos los encantaban los dinosaurios y como yo soy de General Cepeda, cállate, me dieron en mi mero mole y yo feliz de la vida. Les encantan los dinosaurios, ellos te pueden hacer sonidos de dinosaurios, te pueden contar la historia de cada uno de los dinosaurios, qué comen, dónde viven, hay chiquitos que te manejan hasta las épocas.
“Son niños muy inteligentes, son niños muy destacados, con una capacidad tremenda de aprender, son niños que van a ser investigadores, que van a conocer, que les va a gustar leer”.
Dice Diana, licenciada en educación especial, la directora de este centro educativo adornado con juguetes y huellas de dinosaurios.
“No es menospreciar a los demás niños, pero tengo que reconocer que los chicos a los que les gustan los dinosaurios tienen una característica especial en su aprendizaje y en su desarrollo y no hay que perderlos de vista, que sean paleontólogos y que se vayan a mi pueblo, yo voy con ellos a empezar a buscar…”.
Gracia, siete años de edad, se sabe el abecedario con los nombres de dinosaurios.
“Me gustan los dinosaurios porque son feroces y prehistóricos”, dice.
Matías, tres años, cuanta de un dinosaurio que lanzaba veneno,
Diana platica que la mayoría de los niños que asisten a este centro poseen colecciones completas de dinosaurios.
“Un día los trajeron y era una locura”, relata Diana.
A Gustavo 13 años, estudiante de secundaria, empezaron a gustarle los dinosaurios desde que tenía 4 años.
“Tengo no sé… muchos dinosauros, nunca los he contado”, dice.
¿Es un mito?
Semanario consultó con varios psicólogos sobre si realmente los niños que aman a los dinosaurios son más inteligentes que los demás.
Karla Valdés, directora de la Facultad de Psicología de la UAdeC., señaló “no hay nada demostrado científicamente, son correlaciones espurias que se han encontrado, pero que no son ciertas”.
Por su parte Diana López, docente de esta institución, subrayó que hay niños muy inteligentes que lo mismo les pueden gustar los árboles que la geografía.
Rubí Ocampo, coordinadora de la Central de Servicios Psicológicos de la Facultad de Psicología, especialista en psicología infantil y terapia familiar, dijo sobre el tema:
“Yo no me atrevería a expresar que los niños que tiene más desarrollo son los niños que están como más ligados con algunos temas en específico
“Los niños que tienen posibilidades, son los niños que tienen la oportunidad de desarrollar habilidades motrices, habilidades cognitivas, sociales, en un entorno que estimule y favorezca todo eso y es si la escuela lo favorece, si la familia lo favorece, si el niño aprende, va a museos, a exposiciones, si tiene contacto con todo ese conocimiento, claro que sí, pero puede ser en cualquiera de las áreas”.
Recoció, sin embargo, que hay niños a los cuales les estimula demasiado el tema de los dinosaurios.
“Puede ser que sea un tema que realmente les guste mucho y a través de ese tema que les gusta mucho ellos ingresan a ese campo del conocimiento”.
Detalló además que la inteligencia es una cualidad del ser humano muy compleja.
“Hoy hablamos incluso de inteligencia múltiple, de que las habilidades intelectuales tienen tantos elementos, que un momento determinado incluyen áreas que a veces no consideramos como parte del proceso cognitivo o parte del proceso intelectual.
“La verdad es que todo, la parte social, la parte cognitiva, motriz, lingüística tiene que ver, la parte artística, absolutamente todas y aquello que fomente y favorezca ese desarrollo va dar más posibilidades de que el niño tenga un desarrollo más amplio, con más posibilidades.
La también catedrática de la Facultad reiteró que la inteligencia depende de dos factores: por un lado el factor personal, es decir, las habilidades o potenciales que posee el niño y por el otro lado, un ambiente que las estimule, que permita el desarrollo de esas habilidades.
-¿Conoce niños con este gusto por los dinosaurios?
-Sí conozco, pero también conozco niños que tienen una pasión por los carros, y sé que conocen todas las marcas… Entonces hablan de una cantidad de cosas y es jerarquizar y conocer a partir de características y hacer la descripción… Cada uno tenemos la posibilidad de desarrollar un tema que le interesa a lo largo de la vida o en edades tempranas, y a partir de eso desarrollar otras
habilidades.