“Para escribir hay que desnudarse”: Tamara Trottner

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“Para escribir hay que desnudarse”: Tamara Trottner

Hechos. La autora se vale de la literatura para dar forma a una historia cautivante revisitando sus memorias de la infancia.CORTESÍA
Un padre secuestra a sus hijos y huye con ellos, bajo esta premisa es que se desarrolla 'Nadie nos vio partir'. En entrevista, la autora dialoga más sobre este texto en el que afronta aspectos de su vida

Cuando tenía cinco años, Tamara Trottner fue secuestrada por su padre y llevada al extranjero. Este episodio marcó su vida de forma definitiva, tanto, que ahora es la base de su novela Nadie nos vio partir (Alfaguara, 2020), una autoficción que abreva en la memoria, pero que se vale de la literatura para dar forma una historia cautivante.

“En la novela vemos a una niña que, el día de su fiesta de cinco años, es secuestrada por su papá, quien se la lleva a Europa. Él le dice que su mamá ya no quiere hablar con ella. Esa es la primera escena del libro: cuando la niña escucha a su papá que dice, por teléfono, tus hijos te quieren ver y supuestamente la mamá responde que ella no los quiere ver. Entonces vemos la inquietud de esta niña que se pregunta cómo es eso posible, si su mamá un día antes la quería tanto como para hacerle una fiesta de cumpleaños. Los niños nos culpamos, no pensamos que los adultos pueden estar equivocados.

“La novela es una autoficción. Necesitaba juntar todos los pedazos que estaban sueltos. Es una tarea que empecé cuando tenía cinco años y a los 50, que decido escribir la novela, es cuando necesito reunirlos. Por eso la novela es un poco fragmentada, porque presenta fragmentos de recuerdos”, relata la escritora en entrevista vía Zoom.

Al principio fue muy frustrante, porque piensas por fin salió la novela, por fin la publica Alfaguara, y no la puedes presentar. Después me di cuenta de que estamos viviendo una pandemia, un momento único en la historia de la humanidad, no me puedo quejar por no poder ir a ferias".
Tamara Trottner, autora.

Si bien a los 16 años Tamara dio forma a la primera versión de la historia, fue hasta mucho después, tras el reencuentro con su padre, cuando tuvo todos los elementos para dar forma a a una historia “donde no haya buenos y malos, blanco y negro”. Y es que, señala, la memoria es una serie de espejos.

“Llevaba 30 años prácticamente sin ver a mi papá, con un rencorcito ahí guardado de por qué no me veía después de que me había secuestrado y de todos sus desmanes. Las personas nos formamos nuestra idea de la historia sin ver el otro punto de vista. Decidí verlo y reencontrarme con él porque lo necesitaba. En ese momento ya tenía a mis tres hijos y no quería que esta historia continuara lastimándolos. Cuando lo veo y le reclamo, él me pregunta si quiero conocer su lado de la historia. Y cuando me la cuenta, me doy cuenta de que es tan verdadera como la otra verdad que yo llevo. En ese momento decido que la historia ya está lo suficientemente completa para ser escrita”.

Desde que era una niña, Tamara se dio cuenta de que la forma natural para contar su historia, y enfrentar sus recuerdos, era la escritura,

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“Creo que los escritores nacemos escritores porque vamos transformando nuestras vivencias en historias, en literatura. Esta historia la empecé a escribir desde que se fue gestando. A los cinco años, conforme iba viendo las distintas imágenes y sintiendo las diferentes emociones, iba guardándolas en algún lugar, que es de donde los escritores vamos sacando nuestras historias. Primero fue de forma oral, les platicaba a mis compañeros qué había pasado y me daba cuenta de que les interesaba mucho. Contar historias ayuda tanto a quien las cuenta, como catarsis, como al que las escucha para identificarse”.

Cuando la narradora realizó la segunda versión del manuscrito, se lo entregó a Ramón Córdoba, editor de Alfaguara, quien lo rechazó, no sin antes ofrecer un valioso consejo.

“Cuando me la devolvió me dijo ‘esto no sirve, pero tienes muy buena pluma, el problema es que no te estás atreviendo. Si no te vas a desnudar, no seas escritora. Fue un consejo increíble, porque me di cuenta de que para desnudarme necesitaba la autoficción, que es un género tan interesante porque sí está inspirado en hechos reales, pero te permite inventar, escribir de una forma literaria”, rememora con una sonrisa la autora de El último pedazo de bruma y Siempre las jacarandas.

Y si bien la pandemia de COVID-19 no ha permitido que la novela se presente en librerías o ferias del libro, Tamara señala que la ventaja es que, gracias a la tecnología, ha podido llegar a miles de personas.

“Al principio fue muy frustrante, porque piensas por fin salió la novela, por fin la publica Alfaguara, y no la puedes presentar. Después me di cuenta de que estamos viviendo una pandemia, un momento único en la historia de la humanidad, no me puedo quejar por no poder ir a ferias. Por otro lado, hice la presentación de la novela en Facebook Live y tuvo 10 mil reproducciones. Eso quiere decir que tendría que haber llenado el Auditorio Nacional con una presentación, cosa imposible. De pronto, sí llegas a mucha gente. Le estoy viendo el lado positivo y espero algún día presentarla”, concluye.