Ojalá AMLO lea mi libro para que se le quite la ingenuidad: Ricardo Raphael

El autor de Hijo de la Guerra habla sobre cómo nace este libro en el que, tras entrevistar a quien dice ser el Z-9, del grupo fundador de Los Zetas, permite adentrarnos en el origen de la más violenta época del País
Coahuila fue escenario principal con las tragedias de Monclova, de Piedras Negras, de Allende (...) Quería saber cómo aparecen unos torsos un día enterrados, o cómo puede ser una comunidad entera acribillada en una noche”.
Ricardo Raphael

Hijo de la Guerra es la primera novela de Ricardo Raphael, en la que narra cómo, tras entrevistar durante más de un año a quien dice ser Galdino Mellado Cruz, uno de los fundadores del grupo criminal Los Zetas, pudo conocer de primera mano el origen de la violencia que ha marcado la historia contemporánea de México.

En el relato, publicado por Seix Barral, el autor dice a VANGUARDIA que si alguien es responsable es el Estado, por haber reclusado y “capacitado” a quienes luego utilizaron lo aprendido para atacar al sistema.

Desde el inicio del libro, Ricardo Raphael permite que quienes lo leemos nos adentremos en el mundo de este grupo criminal, pues, por ejemplo, cuenta el rito de iniciación, así como la santería de la que se rumoró eran practicantes los integrantes.

Al final, Ricardo Raphael, dice que la literatura le sirvió para compartir esta historia y hace una analogía. Retoma la historia de Medusa, a quien si se le miraba de frente se corría el peligro de convertirse en piedra. Entonces Perseo, para enfrentarla utilizó su escudo como espejo a fin poderla ver y hacerle frente. Dice Raphael que la literatura es ese espejo que nos permite vernos en el otro a pesar de la maldad y que es necesario tender estos puentes para empezar a sanar.

Y para quitarnos la ingenuidad, esa que tantas vidas le ha costado a México y sigue.

¿De qué manera le llega a usted la información de que Galdino Mellado Cruz está vivo? Yo estuve algún tiempo buscando personajes que pudieran contarme de estos episodios violentos de los que, por cierto, Coahuila fue escenario principal con las tragedias de Monclova, de Piedras Negras, de Allende (...) Quería saber cómo aparecen unos torsos un día enterrados o cómo puede ser una comunidad entera acribillada en una noche y la verdad es que ninguna explicación en ese momento me satisfacía. Anda a la caza de alguien que pudiera contarme más de cerca, no cómo se combate el mal, porque de eso sobra propaganda; sino cómo se produce y dónde está el origen. Y un día se acerca conmigo un buen compañero, Antonio Cervantes (...) y me dice: ‘Acabo de hacer un documental a Chiconautla y se acercó conmigo un individuo que dice ser Galdino Mellado Cruz’, y entonces saca su teléfono y me dice: ‘Mira, Galdino Mellado Cruz murió el año pasado según la autoridad’.

Él lo habría visto en enero de 2015 y Galdino Mellado Cruz, según los medios de comunicación, en una conferencia de prensa ofrecida por Alejandro Rubido y Tomás Zerón, en Tamaulipas, habría muerto en mayo de 2014. Entonces ya estaba suficientemente puesto como para querer hablar con esta persona. Eso fue en enero, me tardé cuatro meses, en efecto, merodeando la prisión de Chiconautla, tratando de contactar desde afuera con este personaje, hasta que un día un buen amigo penalista logró meterme en Chiconautla y sentarme frente a frente con él, y en ese momento me autorizó a que pudiera yo irlo a visitar.

Y no solamente eso, me quería contar la historia, había una necesidad en él de contar la historia y tenía interés deliberado para hacerlo, dado que el gobierno lo había matado, entonces Galdino Mellado Cruz estaba muerto y entonces él estaba autorizado para hablar como le diera la gana. Porque dicen que no te pueden imputar dos veces por el mismo delito... Y entonces es como comenzar esta larga serie de conversaciones (...) donde me cuenta estas historias que están ahí narradas.

-Usted lo entrevistó durante año y medio, en este tiempo ¿cómo evolucionó la relación con él? Ciertamente los victimarios, aunque usted no me lo crea, también son seres humanos. Y también tienen rasgos humanos con los que uno de repente conecta, y usar la empatía es lo que va a permitir la conversación. Pero al mismo tiempo es un círculo de confianza de un lado y del otro lado están ciertas actitudes, cierto talante con el que uno no puede conectar muy bien, entonces casi me atrevería a decir que fue una especie de tormenta donde el barco de la entrevista algunas veces se movía muy agitado y temeroso, y otras encontraba el remanso para la sinceridad; pero también había momentos donde acababa siendo yo víctima de sus mentiras, de sus chantajes en prisión.

Le puedo decir que sí me quitó muchas horas de sueño, y sí me provocó miedo en muchos momentos y no solo la certeza de que la parte humana permitía que la conversación continuara. Ahora la información que me iba a dando, del mismo modo no dejo de ser periodista, me iba a dejando claro que cierta o falsa, era interesante. Que sabía cosas que yo no había podido entender y que él me las estaba explicando. Ese fue un motor que me ayudó a subir a lo largo de la tormenta, hasta que terminaron estas conversaciones y al final, tengo que confesarlo, lo digo ahí en el libro. Fue más difícil apartarme del laberinto que entrar al laberinto. Entrar al laberinto es muy difícil, pero le puedo asegurar que apartarme del minotauro fue bastante más complicado que haberme metido en ese camino.

Foto: Blanca Charolet

‘Un periodista con información que no puede corroborar, la vuelve ficción’

El desafío de nuestra época es hablar con extraños y empatizar con ellos; ‘Hijo de la Guerra’ es un esfuerzo de empatizar con el extraño al punto de que, al final, ya no resulta tan extraño

El autor de ‘Hijo de la Guerra’, comenta que su entrevistado, Galdino Mellado Cruz, el Z-9, afirmó que era verdad una publicación de la revista Proceso, que señalaba que Heriberto Lazcano está vivo y se retiró de Los Zetas. Aquel enfrentamiento en Progreso, Coahuila, en el 2012 fue otra cortina de humo.

¿Por qué decidió convertirlo en novela? No creo que un reportaje de investigación como se me ocurrió al principio hubiese dado para mucho porque hay muchas cosas que él me contó que no había manera de corroborar. Yo no podía entrevistar a sus colegas Zetas fundadores que están o muertos o en penales de Estados Unidos o de México. No tenía condiciones. Hubo cosas que sí pude corroborar en la prensa, en los documentos judiciales; pero alguna parte de lo que él contó es incorroborable y desde esta lógica debo de llamarlo como se debe llamar: es ficción.

Cuando un periodista se topa con una pieza de información que no puede corroborar, pues la vuelve ficción. Entonces a mí me pareció claro que si yo quería compartir con los lectores eso que él me había contado sin calificarlo de realidad o ficción, sino simplemente dejarlo al juicio, al mérito y al criterio del lector tenía que llamarlo como es: ficción. Y eso es novela.

Por otro lado, hay información que yo pude corroborar, que yo pude contrastar y eso es periodismo, eso se llama no ficción. Entonces estamos ante un género que es el de la novela de no ficción que me pareció el mejor molde para cubrir una historia tan inasible, tan complicada. Y al mismo tiempo no desperdiciar información, pláticas, conversaciones de quienes nos metimos en esta plática y que vale la pena contar a un público más amplio.

Tras terminar ‘Hijo de la Guerra’, ¿cuál diría que es el origen de la época tan violenta por la que atravesó México? Me queda la convicción, tras estas conversaciones, de que el origen es el estado. En el origen hay un gobierno que tomó muy malas decisiones y que acabó perdiendo la mecha, acabó no solo encendiendo la pólvora, sino encendiendo la bomba.

En el caso de esta persona, fue el gobierno el que lo reclutó para el Ejército, fue el gobierno quien lo entrenó para ser fuerza especial, fue el gobierno quien le dijo que los GAFES -nombre de la fuerza especial militarizada- eran inmunes, no que estaban ahí para entrar en emergencias sino que podían hacer casi lo que se les diera la gana; fue el gobierno el que los llevó a entrenar a Estados Unidos, en este caso al Fuerte Hood, el más grande, más extenso y donde se entrenan los peores militares en el mundo.

Ahí le enseñaron a torturar, ahí le enseñaron la ‘investigación criminal’, como ellos le llaman; el interrogatorio militar que es un interrogatorio donde, en efecto, le enseñan a torturar y a sacar información con animales. Y luego lo trajeron de vuelta muy joven, y como en ese momento la convicción de Ernesto Zedillo es que la Procuraduría General de la República estaba plagada de criminales, muy probablemente de cómplices de aquel Cártel del Golfo, decide correr absolutamente a toda la Policía Judicial en Coahuila, en Tamaulipas, también en Nuevo León y en Chihuahua.

Y luego nombran a un delegado en Chihuahua y Tamaulipas, y les asignan a estos jóvenes entrenados para todo y los hacen policías judiciales; sin embargo, ellos no están preparados para ser policías, ellos son militares de élite que tenían esa tarea letal. Y muy pronto estos delegados, concretamente Donaldo Aparicio, según su juicio y denuncia se los entrega al cártel del Golfo. Se los entrega a Osiel Cárdenas Guillén.

Entonces, de pronto un grupo que había sido formado para protegernos a los ciudadanos, se vuelve en un individuo con capacidades extraordinarias para hacer daño a la población. Y el siguiente y último paso, cuando Osiel Cárdenas Guillén -que también había sido, por cierto, agente de la policía judicial-, decide que va a conformar un ejército no de 20, sino de 400 y a cada uno de los 20 fundadores de los Zetas le encarga que armen ‘estacas’ (grupos de 20 personas). Para 2001 Osiel Cárdenas Guillén tiene un ejército de 400 personas capaces de hacer casi cualquier cosa y, desde mi punto de vista, la guerra que aún estamos viviendo arrancó ahí.

-Le voy a compartir una frase del escritor peruano Renato Cisneros: ‘Uno debe escribir sobre el dolor que siente más próximo. El dolor de los otros también puede ser nuestro. Lo es. Aunque a veces pareciera que no, la literatura convierte lo ajeno en propio y lo propio en universal’. Cuénteme cómo le ayudó la literatura a contar esta historia.

Esa frase reduce en muy pocas palabras el drama de nuestra época. Malcom Gladwell acaba de sacar un libro que se llama ‘Hablando con Extraños’, donde menciona que este es el desafío de nuestra época, hablar con extraños y empatizar con ellos. Y este libro es un esfuerzo de empatizar con el extraño al punto en donde hacia el final ya no resulta tan extraño.

(...) Creo que sin literatura hay cosas que simple y llanamente no se podrían contar.

¿Qué desea que se quede en quienes lean ‘Hijo de la Guerra’? Permítame usar una metáfora. Creo que este es un ‘libro manzana’, lo imagino como la serpiente que le entrega a Eva una manzana. ¿Y qué pasa después de que Eva recibe la manzana?, toma conciencia del mundo que está viviendo. Se acabó eso de vivir con ingenuidad. Se acaba el paraíso, se acaba la infancia.

¿Quién le gustaría que lo leyera? El Presidente de la República (Andrés Manuel López Obrador). Creo que es un buen momento ahora que cree que la Guardia Nacional todo lo va a resolver. Olvidarse de la experiencia previa del País y todo ahora será nuevo, puede ser otra forma de ingenuidad que nos lleve a muchos años más de tristeza.

Estamos ante un género que es el de la novela de no ficción, que me pareció el mejor molde para cubrir una historia tan inasible, tan complicada. Y al mismo tiempo no desperdiciar información, pláticas, conversaciones de quienes nos metimos en esta plática y que vale la pena contar a un público más amplio”.