Esta es la voz más entrañable de Saltillo; la que tiene una conexión íntima desde 1969
Texto: Adriana Armendariz
Fotografía: Luis Salcedo y Luis Castrejón
Video: Elí Vázquez
Vamos a revivir recuerdos del Saltillo de antes. Recuerdos que se desempolvan en la memoria, cuando la capital de Coahuila era la ciudad del “clima ideal”, cuando “victoriar” era una cosa de todos los días; y la radio, sin duda, la compañera más fiel.
Son los 06:20 horas. El dial sintoniza la frecuencia 1250 de AM. “XESJ” se escucha desde el parlante en la voz grave y con tono ranchero del “Compadre Medina”. Pero la memoria no engaña. Todos la conocen mejor como “la estación de la hora y la temperatura”.
Papá desayuna en la mesa de la cocina. En una mano sostiene la taza de café y en la otra un ejemplar de periódico. Da un trago lento mientras echa un rápido vistazo a la portada.
Los niños aún no terminan de amarrarse las agujetas, cuando mamá los apresura al escuchar el inconfundible “gallito” y la voz del locutor: “Son las 06:30 de la mañana”. Ella se apura y entrega un suéter a cada uno de sus hijos. Es tarde, les dice. Y hace fresco, agrega.
Antes de salir de casa, empieza el bloque de los comerciales. Ahí suena la primera parte de uno de los jingles más entrañables y famosos de Saltillo. La voz es potente y engrosada. Seduce. Hipnotiza. Pudiera ser el galán de telenovela en turno, un hombre de ensueño. Pero se trata del spot publicitario de la mueblería con mayor tradición de la ciudad.
“Mejor que José, ja ja, no sé”. Quien lo pronuncia al micrófono es Marco Antonio Aguirre Perales, famoso sin duda. Al menos en la ciudad, porque al ser la voz de “Muebles José”, llegó cada día a los hogares saltillenses volviéndose parte innegable de su rutina.
De camino a la escuela; dentro de la oficina; en la ciudad o comunidades rurales. Es casi seguro decir que los cerca de 500 mil habitantes escucharon, una vez por lo menos, la frase pegajosa y elegante que lo volvió famoso.
Remembrar el Saltillo antiguo implica hablar de la robusta y profunda voz de Marco Antonio.
El nacimiento de una voz icónica
Fiel a los versos y su ciudad, todo en la vida de Marco Antonio cayó en el lugar correcto: la abogacía, la locución y el amor interminable por su esposa
Eran principios de los 60. “La plaga”, de los Teen Tops, sonaba sin parar en la radio. Vendrían tiempos de cambio, tiempos difíciles. Justo como los que atravesaba Marco Antonio en su adolescencia.
Tenía apenas 15 años. Estaba lejos de ser la voz más sexy de la localidad; el romántico empedernido que es hoy; el ícono de las rondallas. Sus palabras no se avergüenzan en reconocerlo: “tenía una voz horrible”.
Fueron sus hermanos quienes impulsaron su don para todos evidente. La estación 720 de AM, la “XEDE” lanzó una convocatoria. Quien tuviera versos escritos podía llevarlos a sus instalaciones para ser leídos por un locutor profesional.
Marco escribía desde los 12 años, poco antes de terminar la primaria. De ahí que tuviera oculto en alguna parte de su habitación un cuaderno con versos propios. Pero lo que creía un secreto, fue utilizado como pretexto por sus hermanos. Le insistieron hasta convencerlo.
Días después de llevar los poemas, el locutor lo buscó personalmente. El público quedó encantado con el material. Por eso no sorprendió que lo invitaran a declamar sus propias creaciones.
No lo supo entonces, pero aquel fue el primer encuentro de Marco con una de sus más grandes pasiones. Una que lo marcó de por vida.
Ya como estudiante de Bachillerato, se convirtió, por así decirlo, en un traficante de amor. Escribía y vendía versos a cambio de pagos mundanos. Poesía a cambio de frituras; rimas a cambio de un refresco; cartas a cambio de entradas al Cine Palacio.
No se dio cuenta en qué momento pasó de leer textos en la radio, a enamorar parejas desconocidas. Eran los hombres quienes lo buscaban siempre. ¿Serían palabras para la novia?, ¿para alguna amiga?, ¿acaso algún gañán en busca de enamoramientos simultáneos?
Con 17 años, era una especie de cupido urbano.
Pero su padre no estaba del todo contento. La idea de que su hijo se dedicara solo a la radio lo llevó a exigirle un título universitario.
Para cumplir tal expectativa, Marco se tituló como abogado por la entonces Escuela de Leyes de la Universidad de Coahuila. Sin embargo, fiel a sus instintos como siempre, se unió como presentador de la estudiantina de su Alma Mater.
El hombre con voz de trueno solía participar en los “mano a mano” organizados por la Escuela Normal Superior.
Fue por un acto fortuito que su vida dio un brinco gigantesco.
En uno de los eventos de la Normal, la Rondalla de la Escuela Superior de Agricultura Antonio Narro no llevó presentador. Le pidieron el favor a Marco. Su introducción cautivó al grupo y al público. La invitación vino por sí sola.
Desde entonces participó en las tradicionales serenatas. El ritual era el mismo cada tarde.
Pasaban por él a su casa antes de que el sol se metiera por completo. Al llegar a la Normal, el grupo se instalaba en el enrejado que da a Juan Aldama, frente a la Alameda.
Otros tiempos, otras reglas. Era “obligación” de los varones saber de la llegada de las estudiantes de primer grado. Pocas muchachas eran de Saltillo; la mayoría de nuevo ingreso venían de Múzquiz, Rosita o Sabinas.
La tradición implicaba que para ellas eran dedicadas las primeras canciones del rondín nocturno. Nadie hubiera adivinado que aquellos acordes fueran a ser un éxito en la radio, a vender numerosos discos y llenar recintos.
De vuelta al ritual. Con la Luna en lo alto y el rocío como una ligera capa de humedad en la ropa, empezaba el recorrido. A veces para las novias de alguno de los integrantes del grupo; otras por petición.
Lo importante era flechar corazones. Aquí viene lo extraño. Marco no era músico. Ni cantante. Pero en el momento preciso, intervenía a mitad de la canción para declamar un verso improvisado.
De los inertes cuerpos de las guitarras, requintos sosegados de las febriles cuerdas escapan. Los acordes se doblegan frente a un ronco y taciturno llamado:
Se quiebra mi voz al nombrarte,
mi mirar se nubla al recordarte.
Y pensar que en dos manos un día
se unieron dos almas y de aquello
de ayer ya nada quedó.
Wendolyne.
La voz conquistadora cumplía su misión. Al terminar el recorrido lo regresaban a su casa. Y eso se repetía día tras días.
La voz de Marco Aguirre funcionaba perfecto como método de cortejo. Ayudaba a otros a ser unos don Juanes. Pero él no era un casanova.
“El cupido de Saltillo” fue flechado una sola vez, y a temprana edad. María Luisa Narro fue su primera y única novia. El amor de su vida.
María Luisa fue testigo del gran impacto que generó la Rondalla. De ese salto a la fama de Marco Antonio. De que su esposo fuera reconocido en la calle como una celebridad. Pero aún no llegamos a la parte más emblemática: el spot de Muebles José y su célebre slogan.
El salto a la fama
Damos un salto al Saltillo de los 90. Estudiar en la Universidad Autónoma Agraria Antonio Narro (UAAAN) era como emprender el viaje a Zacatecas. El Periférico y la Ruta 17 eran las únicas unidades del transporte público que se acercaba a dicho lugar, aunque solo llegaban hasta Parques de la Cañada.
En la zona norte, Rancho de Peña y Soriana San Isidro marcaban los límites urbanos. Y ese era conocido como el sector “pudiente”.
Además del clúster automotriz, el otro gran negocio de la ciudad era la venta de terrenos en ese sector que hoy llamarían “fifí”.
¿Qué rol juega en esta historia una mueblería encallada en la avenida principal de la ciudad? Pues que justamente su dueño, Salomón José Rodríguez, quería competir con los modelos económicos de la época.
Salomón había fundado Muebles Modernos de Saltillo. Ahí conoció a Marco Antonio. Lo que al principio fue una relación cliente-vendedor, se transformó en una estrecha amistad.
Tiempo después, en 1969, inauguró Muebles José. La voz añeja de Marco recuerda que su amigo sabía que para cautivar a un mercado “difícil” como el de Saltillo, era indispensable plasmar estilo en la publicidad.
Tras un casting de voces, Salomón eligió el estilo de Marco Antonio para darle vida a la frase que el mismo Salomón creó.
La propuesta original fue: “Mejor que José, no sé”. Pero algo no le cuadraba a Marco Antonio. En una de varias pruebas, añadió la icónica risa de forma casual.
Nuevamente, sin buscarlo de manera premeditada, el autoproclamado “enfermo de poesía” provocó algo que se quedaría en la memoria de todos los saltillenses: “Mejor que José, ja ja, no sé”. Y gracias a eso, también se grabaron la dirección del local: Bulevar Carranza y Avenida México.
Salomón y Marco eran un gran equipo. Desde la creatividad al momento de trabajar, hasta las interminables pláticas con tazas de café.
Pasaron mucho tiempo juntos en la oficina de Salomón, dentro de la mueblería. El empresario atendiendo llamadas, recibiendo clientes; Marco sentado en uno de los sillones de piel.
La confianza era tal que en los encuentros casuales, fuera de la mueblería, Salomón solía acercársele al oído a Marco y contarle un chiste. Estallaban en risas. Seguramente las carcajadas atraían las miradas. La imagen era atípica: ver el alboroto causado por hombres altos con vestimenta formal.
Las buenas cosas nunca cambian
Saltillo ha cambiado mucho en los últimos 30 años. El Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) contó más de 871 mil habitantes en 2015.
Al sur las casas conectan directamente con la salida a Zacatecas. Al norte la ciudad está casi unida a Ramos Arizpe. Lo que antes eran “10 minutos” de trayecto a todas partes, hoy se ha triplicado con el tráfico.
Como en todas partes, los avances tecnológicos han desplazado los medios tradicionales. Netflix y YouTube en vez de la televisión; Spotify en vez del radio.
Los ojos verdes claros de Marco Antonio le recuerdan a su esposa. Desde el noviazgo de juventud; el día de la boda; los nacimientos de sus 3 hijas; la dolorosa muerte el 17 de octubre de 2015.
Ella se fue, pero hay cosas que se mantienen intactas. Por ejemplo aquel spot radiofónico de Muebles José, se convirtió en un ícono saltillense. Lo recuerdan quienes hoy tienen 60 años, lo cual no es de extrañar. E incluso las nuevas generaciones.
Marco platica una anécdota de hace poco. En el templo de Fátima, mientras el obispo Raúl Vera López daba misa, llamó la atención de los adolescentes.
Al reconocerlo, le pidieron con insistencia que por favor replicara la frase de la radio. Algunos sacaron su celular esperando grabarlo. Fue como estar frente a un influencer, pero que no requiere de las redes sociales.
Otras personas también le han dicho que escuchan todo el comercial, pero pasan por alto las promociones. Sin embargo, solo esperan a que llegue la mejor parte, “Mejor que José, ja ja, no sé”.
La normalidad del día a día de Marco se ha visto alterada por esos “fans” que quieren escucharlo decir el comercial. Lo mismo le ha pasado antes de entrar al cine o hasta en la fila del banco.
De los pocos lugares donde todavía puede ser “él” es en la cabina de Grupo Multimedios. Apenas entra, parece niño en juguetería: se le dilata la mirada y camina apresurado para encontrarse con el micrófono.
Saluda y lo saludan. La sonrisa resalta en el rostro que ha coleccionado arrugas y donde las manchas de la piel comienzan a notarse. Los miércoles de las 20:00 a las 22:00 horas sigue derrochando romanticismo con su programa “Tú y yo”, por el 93.5 de FM.
También se le puede encontrar contemplando el Ateneo Fuente desde el restaurante “Cántaros”. Su lugar favorito son los sillones pegados a la ventana. Así también puede ver pasar los automóviles.
Encuentra tiempo en su agenda para observar la fachada trasera de la que fuera su preparatoria. Lo hace desde la ventana de su casa. Se sienta en la silla de piel color café. A su espalda hay un estéreo en el que por su puesto suena la Rondalla, pero también reproduce algo de Agustín Lara, Gonzalo Curiel y Los Panchos.
En esa misma habitación hay más de 100 reconocimientos por abogacía, docencia, música y locución.
Si sale a la cochera de su casa para despedir a una visita, de inmediato se tapa la boca y se cubre el pecho. Se niega al alcohol, al tabaco y a gritar. El agua para beber debe estar tibia. No vaya a ser que un inoportuno resfriado le impida cumplir con los compromisos de su grupo actual: “Desde Saltillo, la Rondalla con la voz de Marco Antonio Aguirre Perales”.
Hay algo más que también sigue estando vigente, adaptándose a las exigencias del presente: Muebles José, en el mismo sitio desde 1969, en el bulevar V. Carranza esquina con Avenida México.
Cuando Marco Antonio recorre la tienda lleva puesto un traje negro, camisa blanca y una corbata a rayas en tonos azules y amarillos. A su paso deja un sutil aroma a madera, característico de su loción.
Saluda a todo mundo con apretón de mano, se siente como en casa.
La mueblería cumplió 50 años el pasado octubre. Su dueño murió hace un año, pero fuera de eso todo sigue igual. Las instalaciones, el acomodo de los muebles, el trato cálido, la sensación de que estás en un lugar vinculado a Saltillo.
50 años cumplió Muebles José el pasado mes de octubre.
Marco Antonio Aguirre fue flechado una sola vez y a temprana edad; María Luisa Narro (qepd) fue su primer y único amor.
En el cine o en el banco la gente me detiene y me dice: ‘Mejor que José, JA JA, no sé’”
12 años tenía cuando empezó a escribir poemas.