¡Nos faltan 65!
Por Jesús Peña y Francisco Rodríguez
Fotos: Omar Saucedo
Edición: Kowanin Silva
Diseño: Edgar de la Garza
Hace 10 años, una explosión en la Mina 8, de la Unidad Pasta de Conchos, sepultó a 65 mineros de la Región Carbonífera.
Eran las dos de la mañana, cuando las sirenas de alerta despertaron a las familias de los 65 hombres que se encontraban cubriendo el tercer turno.Trabajaban jugándose la vida bajo tierra, sin medidas de seguridad, sin tanques de oxígeno, sin un salario digno y bajo la amenaza constante del gas metano..
Entraron de noche y ya no vieron la luz..
Tampoco sus familias. Desde aquel 19 de febrero del 2006, no han tenido paz ni justicia. Tampoco cristiana sepultura. 63 cuerpos están enterrados en las profundidades de la mina; 63 viudas, unas que siguen implorando por el rescate de sus maridos; otras que claman el rescate de sus hijos, mayores ya, pero todavía fustigados por la orfandad.
Hijos que gritan la falta de sus padres; madres que han sido señaladas por la gente de sus pueblos en su afán instintivo de seguir o rehacer su vida. Pero en el fondo las cosas siguen igual y las muertes de mineros; y los pueblos que se llenan de viudas e hijos sin padres en la Carbonífera, siguen sucediendo.
Las heridas están abiertas y supuran cada vez que se acerca, como ahora, el aniversario de la tragedia. Entre alud de voces de madres, padres, hermanos, viudas, hijos, surge un sentimiento general: que se extrañan, que hacen falta, que todos los días se recuerdan, que no se olvidan, no se olvidan.
Este es recuerdo, las misivas, los mensajes de desesperación, llanto, de aliento, de esperanza, que las familias, madres, padres, hermanos, viudas e hijos, escriben para los 65 mineros, sus muertos atrapados en la mina Pasta de Conchos, desde la superficie del mundo hasta “donde quiera que ellos estén”, dicen.
Nos faltan 65.