¡Nos faltan 65!

A diez años de la explosión en Pasta de Conchos, 65 mineros nos siguen haciendo falta. Semanario visitó a cada una de las familias donde habita la ausencia para enviar un mensaje a cada uno de los mineros hasta el centro de la tierra.

                                           Por Jesús Peña y Francisco Rodríguez  

                                           Fotos: Omar Saucedo 

                                           Edición: Kowanin Silva 

                                           Diseño: Edgar de la Garza

 

Hace 10 años, una explosión en la Mina 8, de la Unidad Pasta de Conchos, sepultó a 65 mineros de la Región Carbonífera.  

Eran las dos de la mañana, cuando las sirenas de alerta despertaron a las familias de los 65 hombres que se encontraban cubriendo el tercer turno.Trabajaban jugándose la vida bajo tierra, sin medidas de seguridad, sin tanques de oxígeno, sin un salario digno y bajo la amenaza constante del gas metano.. 

Entraron de noche y ya no vieron la luz.. 

Tampoco sus familias. Desde aquel 19 de febrero del 2006, no han tenido paz ni justicia. Tampoco cristiana sepultura. 63 cuerpos están enterrados en las profundidades de la mina;  63 viudas, unas que siguen implorando por el rescate de sus maridos; otras que claman el rescate de sus hijos, mayores ya, pero todavía fustigados por la orfandad. 

Hijos que gritan la falta de sus padres; madres que han sido señaladas por la gente de sus pueblos en su afán instintivo de seguir o rehacer su vida. Pero en el fondo las cosas siguen igual y las muertes de mineros; y los pueblos que se llenan de viudas e hijos sin padres en la Carbonífera, siguen sucediendo.

Las heridas están abiertas y supuran cada vez que se acerca, como ahora, el aniversario de la tragedia. Entre alud de voces de madres, padres, hermanos, viudas, hijos,  surge un sentimiento general: que se extrañan, que hacen falta, que todos los días se recuerdan, que no se olvidan, no se olvidan.

Este es recuerdo, las misivas, los mensajes de desesperación, llanto, de aliento, de esperanza, que las familias, madres, padres, hermanos, viudas e hijos, escriben para los 65 mineros, sus muertos atrapados en la mina Pasta de Conchos, desde la superficie del mundo hasta “donde quiera que ellos estén”, dicen.

Nos faltan 65.

1
Jesús Álvarez Flota, 59 años
Ya no es igual, Jesús. Me haces falta. 32 años de casados y siete hijos no se olvidan así porque sí. Tan buena persona, pa’ mis hijos y pa’ mis nietos. Siempre andabas con ellos viendo el beisbol, andabas en la pelota. Cuando salías de trabajar te ibas a la obra con los chamacos. Nomás conociste a ocho nietos. Ya son 16.. En la entrada de la casa hay un altar pa’ que te recuerden siempre. Recuerdo que pasábamos días en la mina donde trabajaste 20 años; la gente se iba y ahí estábamos, ahí estaban tus hijos, con la ilusión que te sacaran. Nunca pasó. -Guadalupe, viuda
2
Juan Fernando García Martínez, 42 años
El día de la explosión, recuerdo que fui al Seguro con la esperanza de verte herido. Pero no estabas tú. Apenas tenías un año en Pasta de Conchos. Siempre te dije que buscaras otro empleo pero te gustaba andar en las minas, toda tu vida anduviste en ellas pese que el salario era poco. Me decías que había mucha inseguridad pero la necesidad nos hizo aguantar. Nunca se nos dio respuesta para el rescate y perdí hace muchos años toda esperanza de ver tus restos. 14 años de casados y tres hijos. Ha sido duro, tener que ser mamá y papá. Tiene uno que salir adelante, la vida sigue. Tú te encargabas de todo. Lo bueno que hasta le fecha les han dado sus becas a nuestros hijos. Pero haces falta. -Verónica Aldaba, viuda.
3
Arturo García Díaz, 42 años
Arturo, siempre trabajando en minas. 20 años estuviste en Mimosa y en Pasta de Conchos llevabas seis meses. El día del accidente me habló el compadre para ver si ya habías llegado y tanta insistencia se me hizo rara. Luego tu hermana también. Fue difícil, no sabía qué hacer. Pienso y luego vives. Mi papá murió también en una mina de Barroterán cuando yo tenía tres años y vi como se fue derrumbando mi madre. La vida no es igual: carencias, mentiras. Asimilar la pérdida. Todo se extraña de ti. Espléndido padre para nuestras tres hijas que hoy tienen 26, 24 y 22 años. Cero problemas; siempre fuiste muy callado, un hombre diferente. Ya no está mi brazo derecho. Siempre estuve yendo a la mina pero por motivos de salud tuve que dejarlo. Poco a poco lo supero. -Blanca Estela Rodríguez, viuda.
4
Jorge Arturo Ortega Jiménez. 41 años.
Ese noche que te fuiste, al momento de irte yo sentí algo. Te fuiste y luego te regresaste, te paraste en un lado mío y te me quedaste viendo. Te fuiste y te quise detener. Me quedé viéndote en la puerta hasta que te perdiste. Sentí algo y me quedé pensando que por qué sentía yo eso. A las 2:00 y media de la mañana me despertó un olor como a hule quemado. Tu hijo dice que te soñó ese día que venías todo encarbonado, con un casco amarillo, entrando a la casa. Otro día en la mañana no nos avisaron, porque la empresa nunca nos avisó, me di cuenta por la suegra de tu hija. Nos dijeron que había habido un caído, que no era explosión. Ya después que pasó todo te puse tu altar, pos para recordarte y prenderte tu veladora. Se te extraña aquí… bastante. Sí, de soñarte sí, que vienes y nos vistas, te miro entrar por la puerta. Incluso aquí te oyes, tu hija te ha visto entrando en un cuarto, de espalda. Y hay personas que me dicen que te han visto sentado en la que fue tu vulkanizadora. Y hasta los vecinos de aquí me han dicho que te miran saliendo del baño, que te han visto, con tu camisa y tu pantalón color caqui, la ropa con la que trabajabas en la vulkanizadora. Yo nunca te he visto y te extraño. -María Concepción, tu esposa.
5
Fermín Tavarez Garza, 36 años
Fermín: Todavía recuerdo cuando me acerqué a sacarte plática. Yo era enfermera y tú trabajabas haciendo el aseo en el banco. Eras muy vergonzoso, muy tímido y te decía que no lo fueras, yo tan aventada. Empezamos a salir y duramos dos años de novios. Me hiciste mi boda y le pediste a mi papá que te metiera a la mina. Ya llevabas 13 años cuando la explosión, los mismos tú y yo de casados. Empezaste como mecánico, luego bombero. Eras bien buena gente y ya no volviste. Todas las mañanas llegabas y cargabas al niño, al único que tuvimos. Al principio dijeron que estabas herido en el Seguro pero cuando llegamos no eras tú, era otro Fermín. Tú quedaste atrapado. Nos dijeron que ya no se iba a poder hacer nada. La empresa sabe que es culpable. La empresa nos trajo a puras mentiras. Nunca nos dio la cara. Nos dividió a las viudas. Que saquen los restos. La mina se va a abrir, estoy segura y qué bueno que la abran pero antes que nos den los restos. Nos jugaron el dedo en la boca y nos lo siguen jugando. Nos daban 300 pesos al mes por hijo y hasta hace poco lo aumentaron a 600. Nos quitaron el pago semanal de dos mil 300 pesos. Habían dicho que nos iban a seguir pagando hasta que rescataran el cuerpo. Por eso yo exijo el rescate, porque ahí no quedó un perro, quedaste tú, el padre de mi hijo. -Lulú Aguilar, viuda
6
Juan Antonio Cruz García
Le decían “El Capi”. Participó en el rescate de La Morita, en 2001, donde murieron 12 mineros. Sus compañeros recordaban especialmente el accidente de La Espuelita, donde “El Capi” dio muestra de su gran valor. Cuando llegó a Pasta de Conchos se encontró con que ni siquiera había cuadrilla de rescate y convenció a los directivos de integrarla.
7
Juan Ramón Barrientos Garza.
Eras de Múzquiz. Ahí sigue tu esposa y tu familia, quienes prefieren llorarte en silencio.
8
Roberto Zapata González. 57 años
Roberto: Ya son 10 años y no tengo todavía un lugar a donde llevarte una flor. A veces la llevo a la mina o a la iglesia. Quisiera que tuvieras tú y los demás una sepultura. A veces pienso que los dejaron vivos y los dejaron ahí. Pienso cómo habrán sufrido y me pongo a llorar. En las noches me levanto y estoy a chille y chille porque nunca me has dejado de hacer falta. Ya no fue lo mismo. Ya no viste crecer a tus nietos. Tan grandotes. Les digo que si estuvieras vivo, no los dejarías andar de traviesos. Uno sigue con la esperanza de que saquen los cuerpos porque para mí es como si fuera el primer día. Siempre fuiste muy alegre, penoso pero nunca estabas sin hacer nada. Siempre trabajando en algo. Toda tu vida en la mina, 12 años en Rosita en la mina 7, luego más de 20 años llevabas en la mina 8. Ningún día dejaste de trabajar. -Pura Guerrero, viuda
9
Raúl Villasana Cantú, 32 años.
Siempre fuiste muy alegre, responsable; tenías la muestra de tu papá. Siempre creciste muy sano pero en últimas fechas me decías que te dolían las piernas. Fueron muy valientes todos en estar ahí. Dos meses antes empezaste a sentir miedo, nos dijiste que estaba muy caliente, que ya no se soportaba el dolor de cabeza. Bajabas a pie. Todos los techos quedaban desprotegidos. Si hubiera sabido qué espantosas eran las condiciones, como lo supe después, te decía que buscaras otro trabajo. Recuerdo cuando tu papá te dijo: ‘si le siguen así se van a echar la mina en la cabeza’ y le contestaste que el capataz los mandaba. Tu papá conoce de minas y no vio la suficiente lumbre, todo el material que estaban sacando no estaba quemado y las personas que se salvaron no venían tan quemados, apenas picoteados. Los dos que rescataron no estaban quemados. Una injusticia de Industrial Minera México no rescatar los cuerpos. Llevabas ya siete años en esa mina. Después del accidente, las instancias gubernamentales no son más que para darte con las puertas en las narices. La Secretaría del Trabajo, Javier Lozano, de una forma espantosa, prepotente.Nunca hizo por entablar un diálogo, nunca quiso. Están más del lado de la empresa. Tú llegas a pedir le favor, cuando no debería ser así. Te casaste muy joven, a los 18 años. Tuviste tres hijos, dos niñas y un hombre que ya están bien grandotes. -Trinidad Cantú, madre.
10
Luis Jorge de Hoyos Marquez
Nadie nos pudo hablar de ti.
11
Guillermo Iglesias Ramos “Vaquero”, 58 años.
Recuerdo que esa noche que te fuiste a trabajar, mi hermano te pidió que te quedaras, que él te pagaba el día con tal de que no fueras. Pero siempre fuiste cumplido, dijiste que después no te daban tu bono. Nunca faltaste un día en 30 años. Te faltaban dos años para jubilarte. Todavía retumba en mi recuerdo cuando un día le dijiste a mamá que a lo mejor un día no volvías, porque veías la mina muy insegura, con cables sueltos y soldaduras al interior. Todo apuntabas en la bitácora porque eras del sindicato. Te decían padrino en el trabajo. Acá afuera te decían vaquero. Beisbolero de corazón, eras ampáyer y te ganabas unos pesos extras para poder darnos estudios. Recuerdo que le dabas el chivo a mi mamá en una bolsita grapada. El día de la explosión, mi ventana vibró. Cuando llegamos no vimos humo, el abanico estaba prendido; había mucha ignorancia y lo que nos decían nos creíamos. A lo mejor había gente viva, en mi corazón yo sentía que estabas vivo. Veía a mamá llore y llore y entendía lo que era un amor verdadero. Mamá falleció 11 meses después. Las formas de la empresa nunca fueron las correctas. Una vez llamaron a la casa y me amenazaron que dejara de ir a la mina porque me podía pasar algo pero nunca les tuve miedo. -Martha, hija.
12
José Alfredo Ordoñez Martínez. 29 años.
Nos quedamos con la espera de que ibas a volver y no volviste. Esa noche se te pasó el camión y un señor te dio raid y pos… pienso que ese ya era tu destino, ¿verdá?, porque pos… La niña estaba enferma, la habíamos llevado al seguro y en lo que fuimos y venimos pos ya era tarde y como quiera te quisiste ir y se te pasó el camión. Yo te dije que no fueras, que pos pa qué ibas, ya era tarde y dijiste ‘no pos es que no quiero cobrar el lunes’, y al fin y al cabo cobramos quien sabe cuándo, ya ni me acuerdo. Desde un principio ni nos hicieron caso, menos ahora que… tantos años. Tu hijo es tu vivo retrato, ¿sabes? Él tenía cinco años cuando te fuiste. A veces te sueño que me encargas a tus hijos, que cuide a los niños, y es lo que tengo que cuidar, es lo que tengo que mirar, es lo que me dejaste. Por parte de tus familiares no hubo apoyo de nada, uno ni sabe, pos… como luego dicen todos lograron, hicieron lo que quisieron, ya sabes que yo no sé leer ni escribir. Me hubiera gustado que siguieras con nosotros como estábamos antes, echando planes adelante y todo, con los hijos adelante… Aunque yo sé que nos cuidas desde donde estás porque te fuiste con ese pendiente, de que ibas a volver y mirar a tus hijos. -María Luisa, tu esposa.
13
Agustín Botello Hernández. 56 años.
Tino: me hablas, me dices que vaya contigo, me das la mano, pero no. En el sueño no sabe uno que no estás. Ese día te dormiste porque tenías mucho sueño y me dijiste “me despiertas, que no se te vaya a pasar porque no quiero fallar’, y sí, pos ya te desperté y te fuiste. Decías que la flojera que te daba era de aquí al camión nomás y que cuando ya estabas en la mina andabas bien a gusto. Te gustaba andar abajo, en la mina. Salías el domingo y lo que más te gustaba era hacer tus comidas en el portal de la casa, con cerveza, todos los domingos, todos los domingos. Si hacías poquito dinero comprabas pollo, sí había más comprabas carne, pero cada domingo. Y les hablabas a los muchachos que vinieran contigo a comer. Hace 10 que te estamos esperando… -Rafaela, tu esposa.
14
Jesús Alberto de León Camarillo
Tu casa parece vacía sin ti, nadie abre la puerta.
15
José Luis Calvillo Hernández, 28 años
Mis papás me avisaron que había explotado la mina. Imaginé que te vería en el Seguro, te esperé y no llegaste. Fui a la mina con la esperanza de verte salir. Pero no. Nunca te sacaron. Ocho años llevabas en Pasta de Conchos, nueve llevábamos de casados. Recuerdo que pasabas por el campito y no me hablabas, nomás me seguías hasta que nos presentaron. Te gustaba ir al río, agarrábamos las bicicletas y nos íbamos a pasear. Siempre fuiste muy hogareño, nunca nos faltó nada ni a mí ni a mis huercos. No eras enojón, al contrario, muy tranquilo. Nunca estabas de mal humor. Teníamos ilusiones, tú querías extender la casa, querías irte al otro lado y conseguir dinero para construir. Al principio no quería el dinero de la empresa pero después pensé que ibas a la mina y te arriesgabas por nosotros. Te gustaba que no nos faltara nada. Con el dinero extendí la casa como querías y compré unas casas que rento. Ya les dije a nuestros tres hijos, que si algún día yo llegara a faltar, cada quien tiene una casa. -Sonia Godina, viuda.
16
Mauro Antonio Sánchez Rocha. 49 años.
Pato: esa mujer que está plantada afuera de la mina, esperando a que algún día le entreguen tus restos para llevarlos a lugar santo, es tu esposa Guadalupe. Ya son muchos años que la dejaste sola y no sabes lo que ella daría porque regresaras, que volviera el tiempo atrás y que estuvieras con ella y tu familia. Hay días y noches que a ella se le va el sueño pensando en el momento ese que pasó, de la tragedia. Nunca se lo esperaba, aunque tú siempre decías que estaba muy fea la mina, que estaba muy caliente, que faltaba mucha ventilación, que no estaba en condiciones, pero la necesidad del trabajo Pato, no había donde más y tenías que trabajar para sostener a tu familia. Desde entonces anda ella con coraje, con aquella impotencia de que está pensado ‘no los han sacado’ y pensando si los irán a sacar o no. Ella quisiera poder hacerlo y por eso es que a veces sus hijos le dicen ‘amá, pos qué traes amá, por qué andas enojada’, y ella ‘no me hagan caso hijos, nomás yo sé cómo me siento’. Trae un coraje no sabe con quién, pero ella trae mucho coraje desde que tú te quedaste ahí y no ha podido hacer, pos como Dios manda, su duelo, su todo eso que la gente hace de velar a sus muertos, que los entierra, porque eso es del ser humano, tener un lugar donde poner sus muertos. -Guadalupe, tu esposa.
17
Juan Martín Gómez Martínez, 41 años
Ocho años llevabas trabajando en la mina. Recuerdo que ese día me avisó un concuño, luego en el camino, la radio. Esos días de espera, los meses y años tocando puertas pero nadie nos hace caso, ni el gobernador. Hace poquito hicieron un paro en la lavadora para ver si se presionaba el rescate. Yo sigo esperanzada porque queremos ir al panteón pero no hay tumba, no hay nada qué ir a visitar. Recuerdo cómo consentías a los niños, tan cariñoso; los paseos en el rancho con mi suegra cada domingo. Te gustaba ir a pescar al río y eras bueno. Ya nadie va. Todos los domingos nos juntamos en el campamento de la mina y ahí te recuerdo. Cada aniversario es como el primer día porque hay que recordar todo. Haré guardia hasta que ya no pueda. -Yolanda González, viuda
18
Rolando Alcocer Soria.
“Durante meses, me la pasaba llorando día y noche. Mi marido sabía llevar la casa, y ahora a la soledad se unía el que mis hijos se me echaban encima. Ahora ya no les busco”. Sus hijos le echan en cara que salga a cenar, que vuelva a divertirse con las amigas, tras meses sin ver a muchas de ellas. “A mi marido le tocó estar en la comisión de seguridad, un trabajo que nadie quiere hacer. Durante los últimos meses andaba preocupado todo el día. No me contaba nada, para no preocuparme, pero le veía leyendo su libro de seguridad: ‘con esto me chingo al ingeniero’, decía. Pero nunca hacían nada. Por aquella época, muchas veces se despedía dándome un beso: ‘Por si ya no nos vemos’, decía”. -Rosa María, tu esposa
19
José Guadalupe García Mercado
Nadie nos pudo hablar sobre ti.
20
Ignacio Hernández López “Nacho palomas”, 48 años
Te fuiste a las 9:20 de la noche y me dijiste que llegarías temprano para ir al rancho. Yo me levantaba temprano para abrirte la puerta pero no llegaste. Un vecino nos avisó de la explosión. Fuimos al Seguro pero no estabas. Ya tenías 22 años en la mina. Para mí no has regresado. Cada año que pasa no sé a dónde ir. Tengo todo atorado. Tengo todavía el dolor y quisiera llorarte en algún lugar donde sé que estás. Eras bien sencillo. Casi no te mirábamos porque también administrabas un rancho. Los sábados y domingos nos íbamos contigo al rancho. A mi mamá le dio asma a raíz de todo. Yo voy cada domingo a la mina. No alcanzo a comprender por qué no los han podido sacar. No corre el tiempo. Sólo esperar, pero es una espera que no llega. Sabemos de antemano que los van a sacar. Ya no conociste a cuatro nietos y dos bisnietos. Si algo te consuela, nos unimos más desde tu pérdida. -Xóchitl Hernández, hija.
21
Jesús Armando Rodríguez Torres, 19 años.
Llevabas apenas un año trabajando en la mina. Apenas teníamos un hijo de tres meses, nuestro primero. Era nuestra adoración. Siempre fuiste muy cumplido, trabajador, responsable. Tú no eras de los mineros que bajaban. Eras electromecánico. Mi papá era encargado, fue quien me avisó. Era enfermera en el seguro social y pensé que te vería pero nunca llegaste. Quiero que sepas que me metí a estudiar y terminé la licenciatura en educación primaria en 2012. De la empresa me han respondido bien. -Viuda
22
Juan Raúl Arteaga García. 52 años.
Siempre fuiste muy cariñoso, tierno, amoroso conmigo y con mi hermana. Fíjate, te tengo bien presente: te despediste dándole un beso a la niña mía chiquita. Le dijiste que la querías mucho. Ella se acuerda de ti, yo también. Nunca te vamos a olvidar, siempre vas a estar en nuestro corazón.. Hace cuatro meses que se murió mamá y murió esperando que te sacaran de la mina. Yo sigo esperando para llevarte al lugar donde vas a estar y ahí ponerte flores, estar contigo. -Valeria, tu hija.
23
José Armando Castillo Moreno. 33 años.
Hay días en que me pongo a pensar en la tragedia, en lo que pasó. Eso te queda, te marca de por vida.. Aunque digas tu ‘el tiempo pasa y cura las heridas’, a lo mejor sí y de momento se te olvida, por el momento, pero hay días en que te pones a pensar en la tragedia, en lo que te pasó José y más cuando se llega esta fecha. Tu hijo el más grande es el que más se acuerda de ti y como trabaja en mina, imagínate cada que se va me quedo pensado en que si va a volver o no va a volver… -Elizabeth, tu esposa.
24
Adrián Barboza, 29 años.
Ibas a completar 11 años en la mina. A los 18 entraste, nomás cumpliste la mayoría y te fuiste. Nunca quisiste trabajar en otro lado, como tu papá Daniel era minero, querías seguir sus pasos. En esa mina tu papá estaba de primera, tú de tercera. 34 años de minero tu padre, lo jubilaron y ahora anda de guardia de seguridad. Tu papá siguió en el rescate, quería bajar pero no lo dejaron. Me dijo que era difícil que los sacaran. Ya no creemos que se dé. Por eso le dejo todo a Dios. A lo mejor llegará el día en que los rescaten y yo ya estaré muerta. Eras casado. Tenías una niña de 4 años, Leonela, que ya va a cumplir 15 años. Andamos pensando en hacerle fiesta, algo sencillo. La llevamos por primera vez el año pasado a México, al plantón en la empresa. Andaba muy activa, entusiasmada. A veces siento que te fuiste a trabajar y que simplemente no has regresado. Ya no es igual pero hacemos la vida más llevadera. Si había una fiesta eras el más activo. Si había alguien enfermo, eras el más acomedido. Siempre nos procurabas y eso lo extraño bastante. Recuerdo que decías que no te gustaba eso de que llevaran flores al panteón, me decías que nunca te fuera a llevar, que mejor en vida. Yo te decía que tú a mí sí me llevaras. Ahora no me vas a llevar tú y yo no tengo a dónde llevarte. -Juana Álvarez, madre
25
Gil Rico Montelongo, 42 años.
Eras el pilar de la casa. Con dinero no se recupera la pérdida. Ganabas poco pero te llevabas la tortilla a la boca con orgullo, ahora la comida no se siente igual, no es lo mismo. No es lo mismo estar sola, ser madre y padre. Sigue siendo difícil. Cada momento que pasa te recuerdo, sobre todo cuando un hijo se casa, cuando un hijo ha tenido problema, cuando un hijo pasa de secundaria, de prepa. Te tengo que recordar. Ya se casaron Gil y Guadalupe Agustín. Extraño cuando los sacabas a cabalgar, los llevabas al rancho, les enseñabas muchas cosas para que se defendieran. Eras estricto, las reglas se tenían que cumplir al pie de la letra pero siempre con razón. Hace poco se oía el rumor que se iba a abrir la mina y comenzamos a ir entresemana para ver si veíamos movimiento. Uno sigue esperanzada. Si a un animal lo entierras, no creo que ustedes merezcan estar ahí. Gil (25 años), Guadalupe Agustín (23) y Pablo (19), tus hijos, te extrañan. Nadie se interesó por ser minero. -Elizabeth Castillo, viuda
26
Ricardo Hernández Rocha.
Te extrañan en Palaú, Coahuila.
27
José Eduardo Martínez Baltazar.
Haces falta en Palaú, Coahuila.
28
Isidoro Briseño Ríos
Lolín: primero que nada quiero que sepas que tu hija Divina ya está muy grande, que te recuerda mucho y que le hablamos de ti. Ella nomás se ríe dice ‘sí mami, sí, platícame más, ¿cómo eran de novios?’ Le cuento que duramos cuatro años, que éramos mucho de ir a los bailes, de ir a dar la vuelta aquí y allá. Quiero decirte Lolín que estamos muy agradecidos porque nos mantuviste muy bien, nos diste muy buena vida y porque fuimos felices todo lo que estuvimos juntos. Eras de carácter fuerte, vaquero siempre, muy vaquero, siempre con el caballo, las vacas y todo eso, un ranchero. Tenías 15 días de haber entrado a trabajar a la mina cuando lo del accidente. Ese día yo estaba dormida y como la niña estaba chiquita, de pañales, me habías dicho, ‘aí me esperas en la parada, con el chofer te mando dinero para que compres los pañales, te mando el sobre’, te dije ‘sí está bien’, y me dijiste ‘me voy a bajar en el rancho a domar unos caballos’. Te estuve esperando camión tras camión, pos nunca llegó el cheque. Hablé por teléfono con la esposa del chofer y me contestó llore y llore. Ya me contó todo, dije ‘no es cierto’. Y luego aquí en Barroterán todo el mundo con la radio bien recio de la tragedia. ¿Sabes?, la niña es muy madura y lo ha asimilado muy bien. Yo pienso que tengo que seguir, por ella… Alma, tu esposa.
29
José Porfirio Cibrián Mendoza.
Quería acordarme todo el tiempo de él, del hombre: cuando lo conocí, cuando me pidió ser su novia y luego su esposa, cuando brincó de alegría tras el nacimiento de Ángel, por eso tapicé la casa de fotografías: en la cocina, en la recamara, en el patio y hasta en mi computadora, pero en ninguna aparece como minero, de la mina no quería saber nada". -María Teresa, tu esposa.
30
Jesús Morales Boone
No encontramos a tu familia.
31
Pedro Dóñez Posada. 44 años.
Se quebró Pedro, no pudo más y se quebró, tu hija Roció, cuando le pregunté por ti. Estalló en un llanto precipitado, saltó del sillón donde estaba sentada, con sus nueve meses de embarazo, y se replegó en la pared. Sus lágrimas eran amargas, deben haber sido amargas. Luego volvió a la sala, se excusó, tomó el teléfono y llamó a tu esposa, la enfermera, que se llama como ella: Rocío.. “Mamá aquí la buscan, vienen del periódico, quieren que les platique de mi papá, Venga por favor, ya sabe que yo no puedo con eso”, dijo. Al ratito llegó Roció, tu mujer. Aquí no hay día en que no se te recuerde Pedro, con todo y que la vida siguió y ha seguido su curso en ese caminar diario de tu familia sin ti, pero hay cosas que nunca se olvidan y que siempre van a estar presentes, dijo tu mujer y dijo que fuiste, eres y serás un ser maravilloso, hogareño, consentidor, cariñoso, porque diste todo por tu familia. Aquella noche antes de entrar al turno de tercera en la mina dijiste simplemente “ya me voy”, más nunca dijiste que para siempre. Como sabrás tu hija es la más expresiva, todavía te llora, tu hijo es un poco reservado,.Tu esposa cómo no te va a llorar si te ve todos los días en la mirada de tus hijos, en la sonrisa de ellos… Dice que eres el ángel que los cuida. -Rocío, tu esposa y Rocío, tu hija.
32
Reyes Cuevas Silva, 43 años
Un año 2 meses tenías en la empresa. Desde antes de casarnos ya trabajabas ahí en la constructora. Luego te fuiste a otra mina y duraste 14 años porque se incendió. Y regresaste a Pasta de Conchos. Teníamos 23 años de casados. 4 hijos. Eras el mejor, no tenías vicios, de la casa al trabajo y del trabajo a la casa. Esa casa que hicimos juntos. No eras albañil pero decías que si te ponías a pagarle a alguien no nos saldría y tú la construiste, la levantaste. Hasta crees que me sacan de aquí. Todavía hay ocasiones que estoy en la cocina y escucho que me chiflas como cuando llegabas en la mañana de la mina. Decías que nada más terminando el turno, buscarías otro trabajo porque no aguantabas el dolor de cabeza. Tenías una semana diciéndome que había mucho gas. Le dijiste a un ingeniero y te respondió: ‘el que quiera trabajar si no la puerta está muy ancha’. La necesidad te hizo seguir. Estamos jodidos, no podemos hacer nada. La empresa es un monstruo de mil cabezas. A Peña Nieto le hemos mandado escritos y nada. El gobernador Rubén Moreira nos ha prometido apoyo y dónde está. Nos ilusionamos porque nos dijeron que se abriría la mina; si a mí me dieran un hueso tuyo yo agradecería a Dios pero no puedo estar conforme porque no he visto nada tuyo. Si me dan un hueso lo acepto. La empresa tiene muchos millones como para no hacerlo. -Tomasita Martínez, viuda
33
José Ramón Hernández Ramos. 37 años.
Ya son 10 años Ramón y hemos luchado… ellos, mi familia y yo, a brazo partido, por tener una mejor calidad de vida. Hay viudas que siguen reclamando el rescate y pues yo siempre he dicho a la gente, a la empresa, que yo reclamo el rescate, pero de mis hijos, tus hijos,, que no queden en la ignorancia, en el desempleo, que sean personas útiles a la sociedad, a sí mismos, eso es lo que pido yo. A 10 años, ¿qué podríamos rescatar? Yo siempre digo que tú falleciste por el bienestar de tus hijos y el mío y ahí, desde donde estás, tú puedes ver que yo estoy haciendo una buena labor por ellos, por lo que tu dejaste, por lo que tu luchaste, por lo que tu moriste. A lo mejor está mal que te lo diga así, pero por ti, desde donde tú estás, no podemos hacer ya mucho, son 10 años, ¿qué podemos hacer? Como sabes mi papá también falleció en la explosión de Barroterán, yo tenía cinco meses de nacida, no se pudo hacer nada por salvarlo a él, mi mamá también fue viuda. Cuando pasó lo tu accidente yo no quería que mis hijos pasaran por lo mismo, por la mina. Me siento muy orgullosa de lo que he hecho por tus hijos y de lo que he logrado por ellos. Uno es ingeniero, el otro está estudiando derecho y la muchacha está trabajando en Saltillo, o sea que he luchado por ellos, desde que tú nos dejaste los he sacado adelante. Invertí para ellos, como no teníamos casa, mi ambición era tener casa, compramos esta casa, la empezamos a hacer más grande y les compré casas a ellos, les tengo casas de renta, que de ahí nos ayudamos. Cuido lo que tú dejaste y te lo agradezco porque diste tu vida. Aquí estoy todavía con tus hijos, al pie del cañón, luchando por ellos. Aquí estamos tus hijos y yo, recordándote, porque es algo que no se va superar nunca. Dentro de lo que cabe fuiste un buen padre, que estuvo con nosotros y me dejaste una muy buena herencia: a mis hijos… -Juany, tu esposa.
34
Margarito Zamarrón Alfaro. 41 años.
Cuando pasó eso, tu hijo Édgar Noé, el más chiquito, que entonces estaba en el kínder, lloraba, lloraba y te gritaba cuando se llegaba la hora de que tú regresabas del trabajo y pos… yo también, de ver cómo se ponía él en vez de animarlo pos… también me ponía a llorar junto con él. Y este pos… todavía seguimos estos 10 años. Estoy esperando la recuperación. Vino el gobernador, nos prometió, vino el sindicato nacional, que nos iba a ayudar, y todavía no. Extrañamos esos fines de semana contigo que nos íbamos al ranchito, a la leña, a hacer comidas. Los primeros meses, después del accidente, soñaba que llegabas y me decías que habías venido junto con tus compañeros y entonces yo trataba de abrazarte, porque me daba mucho gusto y tú me decías ‘no me abraces, vengo muy lastimado, muy cansado’. Y yo me ponía a pensar ‘a lo mejor él sufrió tratando de salir y no lo logró’. Me despertaba asustada y con gusto al mismo tiempo y luego veía que… pos no, que había sido un simple sueño nada más. Nunca te gustó hablar de futuro, ¿recuerdas? Te decía yo ‘¿mañana que vengas vamos a ir al rancho?’, y decías ‘espérame primero a que llegue, porque en el lugar en donde yo ando, sé que entro, más no sé si voy a salir’, y siempre me decías eso, porque sabías el peligro en el que andabas. Y a tus hijos les decías ‘estudien mis hijos, estudien. Hasta donde yo pueda les voy a dar, porque no quiero que sean mineros igual que yo’. Esa última noche te di de cenar y te fuiste, ‘que Dios te ayude y te bendiga’, te dije. Otro día te esperé con tu café, el café se enfrió… -Rosy, tu esposa.
35
Lauro Olacio Zarazua
Se te extraña en Nueva Rosita, Coahuila.
36
Guillermo Ortiz Mora. 35 años.
Estuve con tu mujer en la sala de tu casa, mirando tu fotografía. Era una tarde fría y entoldada y en la sala se había hecho un silencio largo, de esos silencios que crispan la piel y que parecen no terminar nunca. Cuando le pedí que me dictara tu carta ella se quedó pensando un poco, había gente en la sala, me acuerdo, y tu mujer me hizo una seña para que la siguiera a la calle. Nos sentamos en el portal de tu casa, que seguro ahora estará más cambiada. Me dijo que te extrañaba, que hacías falta, pero eso fue todo. Dijo que no quería decir ni recordar más nada y apenas un saludo de despedida me esfumé bajo de aquella tarde invernal, como la tarde en que te fuiste. --Mary, tu esposa.
37
Mario Alberto Ruiz Ramos, 26 años
Dijiste mañana vengo y no llegaste, Mario. Siempre llegabas con los bísquets de chocolate a despertarnos pero ese día no. No hay tranquilidad, no hay paz. Es como el primer día. Está latente la herida, como cuando tus hijos preguntaban ‘¿abuelita, a dónde le vamos a llevar flores, por qué no lo sacaron?’. Es primordial para encontrar paz porque no hubo tiempo de llorar por tantos problemas. Te desgasta, te acabas los ahorros, te desespera el rechazo de las autoridades; gente que cínicamente cuestiona a qué íbamos a reclamar, y cómo no si ahí en Pasta de Conchos está la mitad de mi corazón. Siempre quisiste andar en trabajos rudos, siempre tan hiperactivo. Decías que para morirse en cualquier día y en cualquier momento. Yo no quería que trabajaras en la mina, tu papá duró 25 años y siempre era un temor que no regresara. Dijiste mañana vengo y ya no llegaste. -Yolanda Ramos, madre
38
José Ángel Guzmán Franco, 45 años
Recuerdo ese día. Te pedí que no fueras a trabajar que te quedaras en casa, pero me dijiste que no, que tenías que completar para que no te rebajaran. Siempre cumplido. Te faltaba un mes porque ya habías pedido tu retiro voluntario después de 20 años trabajando en esa mina.. Todo ha sido muy difícil. Los primeros años no perdíamos la fe, teníamos la esperanza de que fuera un mal sueño pero ya no volviste. Ya 10 años. Mi mamá luchó para que te rescataran. Siempre al pie de cañón, seis años acudiendo al campamento, día y noche, hasta que la diabetes la venció. Tiene tres años que ya no está con nosotros y sin ustedes cada quien tomó su camino. Siempre nos apoyaste, siempre al pendiente porque no nos faltara nada.. Te fuiste cuando mi cuñada estaba embarazada, iba a ser tu primer nieto y ya no lo conociste. Ya son tres y uno que viene en camino. Si a nosotros nos tenías bien chiflados, ya me imagino a ellos. -Imelda Guzmán Vitela, hija.
39
Javier Pérez Aguilar
Nadie nos ha podido hablar de ti.
40
Felipe de Jesús Torres Reyna. 50 años.
Sí Chuti, ya tenías tus añitos. Fuiste el más grande de mis hijos y ahora… ya no estás, cómo crees que yo pueda… No, nunca te me olvidas, yo creo que ni aunque me muera yo. Te tengo en mi corazón todos los días. Me acuerdo que ese día no querrías ir a trabajar, dijiste que no tenías ganas y yo te dije, ‘pos no vayas hijito’. Ya presentías, yo creo. Al fin dijiste ‘no, sí voy mamá” y pos ese día… fue el día que se quedaron allí. Ya después, como a los cuatro meses te sacaron, Te llevamos a enterrar al panteón y te pusimos en una tumba de mármol muy bonita, con su capilla y todo. Antes iba yo mucho al panteón, pero ya después no, porque ya no puedo hijo, ya ni camino porque he estado enferma del azúcar. Todavía podía caminar yo cuando tú te acabaste, íbamos a la mina y veníamos, pero ahora… Tus hermanos van seguido y limpian tu lápida, llevan flores, yo ya no puedo hijito. Estoy triste Chuti, muy triste, a sus hijos uno no los quisiera perder. -Lucía, tu mamá.
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Eliud Valero Valero, 33 años
Iba en el coche cuando en la radio escuché tu nombre. No lo podía creer, todavía no lo puedo creer porque no te he visto. Te recuerdo y lloro. A veces siento que está mal porque no te dejo descansar. Nos hizo falta que sacaran los cuerpos para que nosotros también descansáramos. 14 años de casados y llevabas cinco trabajando en la mina. No tomabas, no fumabas, siempre nos dedicabas tu tiempo. Un hombre como tú ya no hay. La empresa sabe que fue un asesinato y el dinero es el que mueve todo. Nosotros con qué. En estas fechas me pongo a trabajar porque me entra depresión. Ando en una maquiladora. Siento que es un libro que sigue abierto y que nos sigue doliendo porque no se les ha hecho nada digno. A Eliud, nuestro hijo menor, lo he encontrado con tu foto debajo de su almohada. Ha sido difícil. Me criaste al más grande, a Óscar Javier, pese que no era tuyo. Para él eres su padre y ya se graduó de licenciado en Educación. Te dedicó su tesis: “Por ser de las personas más importantes a lo largo de mi vida. Por inculcarme los valores que tengo, por cuidar y ver por mí, por contar con él cuando más lo necesité tanto moral y económicamente, por ser un ejemplo a seguir, por luchar, por mi educación, por sus palabras de aliento, por ser mi guía, mi amigo y mi mejor consejero y sobre todo por tratarme como a su hijo y ser un padre para mí”. -Aída Farías, viuda.
42
Juan Antonio Cárdenas Limón. 35 años.
Oímos un tronido muy fuerte, se paró tu papá y fue con tu esposa ‘oye Deya, ¿se fue Toño a trabajar?’, dijo ‘sí’. Tu papá le preguntó entonces que si había oído el tronido y ella dijo que no. Al rato empezaron a decir en las noticias. No pos luego, luego se fueron todos para la mima. Yo no fui, no me sentía con ánimos de ir y ver. Esa noche que te ibas a trabajar viniste, como siempre venías, y me dijiste ‘ya me voy’. Te dije que no fueras, ‘no vayas hijo’, porque como padecías de ese... en los huesitos sabrosos, ácido úrico, te dije ‘no vayas hijo, andas bien malo’, y dijiste ‘no, sí voy a ir, al cabo que ya no me duele tanto’ y te fuiste. Ya no regresaste. Tu papá y tus hermanos te siguen llorando mucho… -Paula, tu mamá.
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Margarito Cruz Ríos, 45 años.
El recuerdo que me quedó de ti bien grandote pos… es de que siempre me cumplías lo que yo quería. Yo quería salir en un bailable y tú me dejabas, me comprabas todo... Y siempre decías que cuando yo cumpliera quince años me ibas a hacer mi fiesta en grande y sí, me la hicieron en grande y todo, como tú habías dicho, pero pos me hizo mucha falta tu presencia, tú en ese momento. Siempre decías que ibas a bailar el vals conmigo y pos nunca… Lo bailó mi padrastro y pos no, a mí no… Ese día que ibas a entrar de tercera anduviste muy cariñoso con nosotros, nos hiciste arroz con leche y nos tenías a todos acostados ahí contigo, dándonos arroz con leche y así anduviste muy cariñoso y antes de irte te despediste, nunca te despedías así, ese día te despediste con un beso y un abrazo y nos dijiste que nos querías mucho. Fue lo último porque pos ya no regresaste, ya no regresaste. Me haces mucha falta, a mis hermanos también. No es igual el cariño de mi mamá al cariño de un padre. Tenía nueve años cuando lo del accidente, como quien dice me dejaste chiquía y toda mi vida… Sí he crecido con el amor de mi mamá, de mi abuelita y de todos aquí, pero pos… me haces mucha falta. Te extraño bastante, más que nada cuando tengo problemas o así… Pienso yo que si estuvieras… pos otra cosa fuera. -Ismmene, tu hija
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Pablo Soto Nieto. 42 años.
De tanto que lloré en la mina, se me acabó el lagrimal de mis ojos y por eso a la mina no voy, pero pos… te extraño mucho, te extrañamos mucho yo y mis hijos. Estoy mal, triste, todos estamos tristes, mis hijos, tus nietos. Te he soñado aquí en la casa, que estás conmigo, con tus hijos. Eras el sostén y pos ahorita me haces mucha falta. Como estoy mala pos yo a la mina no voy. Tengo artritis y pos mala de mis ojos, ya no voy a la mina. Lo único que me consuela es saber que estás aquí conmigo, con nosotros. -Ana Celia, tu esposa.
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Jorge Antonio Moreno Tovar. 34 años..
Estés donde estés, creo que te gustaría saber que tus padres no te han olvidado, que no han dejado de ir a la mina, a pesar de que ya han pasado 10 años. Ahorita han dejado de ir porque, ¿sabes?, se enfermó tu papá, le dio una embolia. Pero es bueno que sepas que ellos van cada ocho días a la mina con otras viudas, poquitas, unas ocho, pos a esperar a ver qué pasa. Tus padres te mandaron hacer, junto con tus amigos, esa capillita afuera de la casa, como un homenaje. Tu madre dice que tiene muchas ganas de verte y que hasta una vez te soñó, que llegabas, que te parabas en la puerta, que te abrazaba te decía ‘¡ay mijo tenía muchas ganas de verte!’, y tú le respondías ‘amá, pero ya no anden a vuelta y vuelta, yo como quiera vengo a verlos…’. -Isabel, tu madre.
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Roberto Guerrero Ramírez. 33 años.
He pasado por tantas cosas desde que te fuiste, que ya no quisiera ni acordarme. Ahorita pues…la herida como quien dice ya está más o menos, no del todo, porque eso nunca se olvida, es algo que te deja marcada para siempre, pero aprendes a vivir con los recuerdos. Aunque no sabes cuánto me cuesta, porque no tengo a dónde llevarte una flor o algo. Hasta ahorita todo sigue igual en la mina. Como sabrás, ya hace un mes que murió papá, mi único respaldo desde que tú te fuiste, y ahora que no está siento que todo se me viene encima otra vez. Te extraño mucho ¡Cuánto nos quisimos! No se me olvida ese sábado en la noche que salías a trabajar, andabas de tercera, y arreglaste tu traje de fútbol para el juego del domingo, calcetas, short, camiseta, tachones, lo pusiste en el lugar de siempre, te despediste de mí con un besito de despedida y te fuiste a trabajar. A la mañana siguiente ya no regresaste. Tu traje de futbol se quedó esperando, como yo. Perla, tu esposa.
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José Isabel Minjares Yáñez. 45 años.
Cómo explicarte lo que sienten tu esposa y tus hijos a una década de que te fuiste. Haz de cuenta que la herida se vuelve a abrir, que vuelven a sus mentes los recuerdos de esos días y lo peor es que nada se ha podido hacer, a pesar de tanta lucha, de tantas vueltas, tanto tocar puertas, dejar a los hijos para ir a luchar, a ver si se podían sacar los cuerpos, que era lo que más deseaba tu mujer. Si vieras que es una rabia de que no se pudo, 10 años y no se pudo. Pero no te preocupes, que esa prueba ha hecho a tu esposa muy fuerte y, gracias a Dios, ha sacado a tus hijos adelante. Tiene una familia hermosa, como tú querías y sigue adelante, aunque con ese vacío profundo que nadie va llenar, ese hueco. Y se abren las heridas en cada fecha porque ese regalo que ella tenía el 14 de febrero ya no lo va a tener, ese abrazo que tenía el día último del año ya no lo tiene, ese beso de todos los días cuando llegabas de trabajar no lo tendrá más. Son tantas cosas las que le han quitado… -Cuquis, tu esposa.
48
Hugo Ramírez García,
Se te extraña en Palaú, Coahuila.
49
Óscar Javier Cerda Espinoza. 49 años.
Uuuuy, que recuerdos no tengo de ti, principalmente mis hijos, tus hijos que me han apoyado en todo y hemos salido adelante ¿Que si te extraño?, ah claro, fuiste el padre de mis hijos, mi esposo, mi marido, pero aí vamos, ái vamos. Pos llorar, llorar no he llorado porque me detengo por mis hijos. No quiero que me vean llorar nunca, nunca. Yo lo que hago es que cuando lloro, te lloro, me meto al baño pa que no me vean a mí llorar y aquí me tienes todavía, aquí me tienes. Todos los días, todos los días voy a tu altar, al altar que te puse con flores y veladoras, donde te tengo y te digo ‘cuídanos desde donde estés, cuida a tus hijos, a mí, a mi papá, a tus nietos, que es todo lo que tengo’. Para qué iba allá, (a la mina) ya qué, ya no, nomás a estar ahí sentada, andar vuelta y vuelta, no van a hacer nada, no van a hacer nada, pos ya fíjate… 10 años, ya qué, así que me dijeron ‘tu hazle su altarcito, préndele su veladora, ponle sus flores, lo que a él más le gustaba´. Primeramente tu cerveza. No, y ahí tienes tu botella, mijo te la puso, ahí tienes tu cerveza.. ‘Ponle su altarcito, - me dijeron -, y ahí lo vas a tener siempre’. -Maricela, tu esposa.
50
Mario de Jesús Cordero Arévalo.
“No, no por favor, no, no es que no quiero, no. Nada más su foto...”, me dijo tu mujer la tarde que fui a buscarla a Palaú para que me hablara de ti. Lloraba, lloraba mucho y parecía que las manos no le bastaran para secarse los chorros de lágrimas que le escurrían por la cara. Se ve que le dueles Mario, que le sigues doliendo mucho y yo preferí no molestarla más, dejarla en paz con tu recuerdo. -Rosela, tu esposa.
51
Juan Arturo Salazar Olvera,
Ejido La Sauceda, Palaú, Coahuila.
52
Ignacio Campos Rosales. 40 años.
Nacho, siempre que llega esta fecha siento que se me carga más la tristeza. No sabes lo que te extraño sobre todo cuando los problemas con los hijos o que algo falta en la casa, porque antes tú todo hacías aquí y yo no batallaba pa nada. Y cuando pasó lo que pasó yo no podía hacer muchas cosas, ahí es cuando yo te sentía más. Han sido tantos diciembres, tantos febreros y tantos mayos sin tus regalos Nacho que… Me traías chocolates ¿te acuerdas?, ’ten’, me decías y yo ‘ay no Nacho, ya no quiero que me regales’ y tú ‘yo siempre te voy a regalar’. Han pasado ya 10 años sin tus regalos, sin ti… -Mariana, tu esposa.
53
José Manuel Peña Saucedo. 52 años.
Su cadáver fue rescatado en los últimos minutos de 2006. Se hallaba sepultado bajo toneladas y toneladas de carbón e hinchado por la humedad. No presentaba signos de quemadura y estaba completo. Tras ser identificado por su esposa, Ana Sepúlveda Corona, fue sepultado en el cementerio de Palaú, en presencia de sus seis hijos, su viuda, sus nietos y familiares de los muertos en Pasta de Conchos.
54
Amado Rosales Hernández. 50 años.
Ojalá y que Dios me hiciera ese milagro de verte, aunque yo sé que ya no se puede, pero haces falta. Fuiste mi compañero 30 años. Y si ya no se puede que vuelvas, quisiera que te rescataran, que me entregaran tus restos. Ya ni nos dejan entrar en la mina. Claudia, tu hija, la que vive en Saltillo, siempre sale llorando de la mina porque no la dejan entrar, sale llorando de coraje y les dice a los guardias ‘dígale a sus patrones que por eso nos hubieran entregado los restos, para no venir a molestarlos’. Quiero que me entreguen tus restos para darte cristiana sepultura y ya ir a verte cuando uno pueda, cuando uno quiera. No te me olvidas. Faltas en la casa, haces falta. Los paseos, los bailes. Te gustaba mucho el baile, las tortillas de harina, la carne asada. Te sueño siempre, que regresas a la casa y a mí me da mucho gusto. Yo te abrazo y tú nada más sonriente, pero no, ni me abrazas ni nada y hasta te me enojo y te digo ‘¿pos que no tienes ganas de verme?, tanto tiempo sin verme’, no, tú no me contestas, ¿cómo me vas a contestar. Haces falta, aunque haya pasado el tiempo, parece que fue ayer. -Narcedalia, tu esposa.
55
José Alfredo Silva Contreras. 37 años.
Cómo crees que estoy?, ta todo por anca la fregada. Ya son 10 años plantada en la mina, 10 años que vamos cada ocho días a la mina y no hemos podido lograr nada. El coraje es muy fuerte. Ellos han utilizado hasta la fuerza para sacarnos y hasta una vez mandaron como 300 policías y nos sacaron para meterse ellos. Ya se oyen rumores de que van a abrir la mina y estamos enojadas porque no es posible que ellos digan que ya se va a abrir, cuando no nos han entregado los cuerpos, porque los cuerpos están, pero ellos no quieren entregarlos, no sé qué escondan, no sé. -Lupina, tu esposa.
56
Jorge Bladimir Muñoz Delgado. 33 años.
A mí me hubiera gustado que hubiera sido otro tipo de fama, pero no la de andar pelando por tu muerte. Claro que lo hice con gusto, con coraje, porque dije, ¿qué más puedo hacer por él?, al menos sacarte de ahí y hacerte justicia. Después que sucedió eso nos reunían a todas las familias y habíamos quedado en un acuerdo de que no se iba a recibir nada de lo que la empresa ofreciera, para que la empresa no tuviera excusa de querer detener el rescate. Y luego me pareció muy, muy indignante que nos ofrecieron ese dinero un día antes de decirnos que ya no había vida. Quisieron aminorar el dolor que sentíamos, con el dinero. Bueno y era una cantidad que dices tú, yo creo que jamás en la vida hubiéramos pensado tenerla junta, de acuerdo a lo que tú, ustedes, ganaban, pos nunca pensamos en esa cantidad. A mí me parecía muy indignante la manera en que lo manejaron, para mí era comprar el dolor que estábamos sintiendo en ese momento. Ellos decían que era una ayuda humanitaria, para que lo que pudiéramos tener de gastos. Yo dije ‘si es una ayuda igual uno lo va a tomar cuando uno crea que lo necesite’. Lo tomé ya después, cuatro o cinco años después, cuando vi que el gobierno cerraba puertas, que mis hijos empezaban a crecer. Mi hija la mayor en ese entonces estaba en secundaria y quería estudiar, quería una carrea, Dije ‘bueno, lo voy a tomar, pero lo voy a invertir’ en lo que tú miras ahorita. Nosotros no teníamos esta casa, nomás los dos cuartos y el cuarto de baño, que era lo que entre tú y yo habíamos levantado. Dije ‘si eso lo están dando por tu muerte, que sea para un fin’. Es lo que a ti te hubiera gustado, estoy segura. Siempre soñaste con tener tu casa y todo. Dije ‘lo voy a aceptar por mis hijos, para que tengan una vida más digna’. -Elvira, tu esposa, (a quien los medios bautizaron como “la viuda que no aceptó el dinero”).
57
Gregorio Rangel Ocura. 35 años.
Te extrañamos mucho y todavía no podemos asimilar que no te hayan sacado Goyo. Alegre, pachanguero, juguetón y todo. Te gustaba convivir con la gente. Tu sobrina, mi niña, la que siempre estuvo pegada contigo, me pregunta que si estás con nosotros todavía y yo le digo que sí, que en el fondo del corazón. María, tu hermana.
58
Jesús Viera Armendáriz
Múzquiz, Coahuila
59
Julián Martínez Ojeda. 42 años.
Decías que me querías terminar la casa que porque te ibas a ir, yo te preguntaba ‘¿pa dónde te vas a ir?’ y decías ‘no sé, yo me voy a ir y te quiero dejar esta casa’. Nomás llagaste hasta la dala y con lo que nos dieron yo la terminé. En ese entonces estábamos de renta, ¿recuerdas? Aquel sábado, antes de que te fueras a la mina te vi raro porque comiste conmigo y luego dijiste que cuando vinieran los muchachos te sirviera otra vez porque querías comer otra vez con ellos. Cuando ya comiste con ellos te dije que te fueras a jugar con los niños pa que te bajara un poco la cena y dijiste ‘no, ya pa que, mejor aquí me estoy con mi niña, - tu nieta, tu perruquis -, al cabo ya me voy a morir’., eso dijiste y luego, luego se me vino a la mente eso. Te seguimos extrañando amor, tus hijos se acuerdan de ti, ponen las canciones que a ti te gustaban y se ponen a tomar. Se ponen tristes, más cuando es día del padre. Hace poquito se fue tu papá. Tus hijos dicen ‘pos ya nomás nos quedas tú mamá’. -Cristina, tu esposa.
60
Tomás Patlán Martínez. 32 años.
Me has hecho mucha falta papi, como cuando me gradué que me hiciste falta y en muchos momentos en los que yo hubiera querido que tú estuvieras conmigo, A mamá les has hecho falta también, para educarnos. Tenía dos meses de embarazo cuando lo del accidente en la mina, ¿te acuerdas? Siete meses después nació tu hijo, fue hombre como tú querías, tú querías hombre y fue hombre, le pusimos Tomy, como tú papi, ahorita tiene ya nueve años. Sé que estás contento. Cuando yo estuve embarazada soñé que estabas contento. Fue hombre, también, como tú hubieras querido. ¿Sabes?, se me ha quedado tan grabado el último cumpleaños que pasaste conmigo papi. Esa vez hacía mucho frío, ¿te acuerdas?, e iban a venir mis amigos, mis compañeros de escuela, pero no vinieron, porque hacía mucho frío y tú me decías que no importaba que no estuvieran ellos, porque estaba mi familia. Pero ahora ya no estás tú y me heces mucha falta papi… -Reyna, tu hija.
61
Gilberto Ríos Salazar. 33 años.
Prefiero, cuando son así estas fechas o el día de tu cumpleaños, no recordar nada de eso y si alguien me pregunta le digo ‘ay no, ni me acuerdes’. No, a mí no me gusta recodar cosas tuyas, si ahorita porque los periodistas vinieron hasta acá, pero no me gusta hablar cosas del pasado, cosas que ya pasaron. Ya les dije a los periodistas que para ti lo principal siempre fueron tus hijos, tu familia y ahorita les estoy contando de la última noche que nos vimos. Te arreglaste, te pusiste muy guapo, porque eras muy guapo, muy bien parecido. Dijiste que ya te ibas a trabajar, que en la mañana no te hiciera de almorzar, que ibas a llegar temprano, que te habían dicho que en Palaú vendían una barbacoa muy buena y que tú ibas a traer, que no hiciera de almorzar. Se llegaron las 8:00 de la mañana, 8:30 y dije no pos no sé, no. Hasta las 9:00, que una señora de por aquí me avisó de la explosión en la mina. No lo creí, dije ‘no puede ser, no, ¿cómo?’. Pues sí, así fueron las cosas. Dijiste que ibas a venir a almorzar barbacoa y nunca llegaste. -Blanca, tu esposa.
62
Juan Manuel Rosales Hernández. 46 años.
Tu familia te extraña.
63
Jesús Cortés Ibarra. 42 años.
Siempre es eso de que tenemos que recordarlo y a mí no me gustaría otra vez, lo mismo y lo mismo y es el cuento de nunca acabar, porque haz de cuenta que lo estamos viviendo otra vez, cada año, cada año, haz de cuenta que lo estamos viviendo y es bien duro y bien difícil pa nosotros, porque como no nos los han entregado a ustedes, se nos hace duro. Por eso, ¿tú crees?, cada año se nos hace difícil y luego vienen y nos vuelven a recodar, es duro para uno. Nunca se ha hecho lo que queremos: que nos los entreguen a ustedes, es lo que siempre hemos pedido. Dice la gente ‘las viudas quieren más dinero’, no es el dinero, lo que queremos es entregarles los restos a nuestros hijos, a sus hijos. Por lo visto se me hace que ya te vas a quedar ahí, porque si no se pudo hacer en el primer momento que se podía pos… ahora con 10 años… Silvia, tu esposa.
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Ernesto de la Cruz Sánchez. 47 años.
Muchas gracias porque fuiste un excelente padre, un excelente hijo y un excelente marido. Gracias porque fuiste un gran ejemplo como padre, y gracias a ese ejemplo que les diste a tus hijos, no fuman ni toman y hasta ahorita, gracias a Dios, no me han dado ningún problema. De su trabajo a su casa. El otro muchacho que ya está casado también se porta muy bien, no fuma ni toma y ahorita ya uno de tus hijos está en octavo semestre del Tecnológico. Esa noche, antes de que te fueras a trabajar, estaba yo cocinando, ¿te recuerdas? Estaba haciendo unas papas y unas tortillas de harina y te dije ‘ven a comer’. Tú estabas en el cuarto con tus tres hijos viendo la televisión y me dijiste, ‘no gorda, no tengo hambre’, Entré al cuarto y me dijiste ‘vente a acostar’, hacía mucho frio. Te dije que no, que estaba haciendo la comida y me faltaba limpiar la concina y tú que ‘no, no, vente, vente a acostar’. Fui y me recosté y me acuerdo que te di un beso en la boca, uno en el cachete y uno en la frente y tú quisiste besarme, como besa un hombre a una mujer y te dije ‘no, porque estamos podridos’, estábamos enfermos de la tos y de la garganta. Te levantaste, que ya te ibas a trabajar dijiste. Al rato que me levanté para despedirte vi que estaba la cocina bien recogida y todo bien limpio. Ese fue el último día que nos vimos. -Nereida, tu esposa.
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Feliciano Vázquez Posada. 19 años
Siento mucho eso que pasó amor. Nadie queríamos ni esperábamos eso. Tú entraste a trabajar ahí por mí, que siempre me ponía enferma y no tenía seguro. Entraste para ponerme en el seguro. Apenas Ibas a cumplir el mes cuando pasó el accidente y ahí te quedaste. Me siento mal por eso que pasó amor y te doy las gracias porque no me dejaste desamparada. Esa tarde que te fuiste nos habíamos molestado, cualquier cosía, no era un pleito grande ni nada, pero no nos despedimos bien, nomás agarraste tu mochila y te fuiste. Lo siento mucho. Hubiera preferido que no hubieras ido esa noche a trabajar. -Ruth, tu esposa.