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No a la pobreza
La ONU presentó recientemente un nuevo mapa de la pobreza global que va más allá del dinero. Según los nuevos indicadores, 1,300 millones de personas son pobres en todos los sentidos de la palabra, porque no tienen ingresos y carecen de acceso al agua potable y a los alimentos suficientes.
De esos 1,300 millones de pobres mundiales el 46%, es decir, 600 millones son ‘extremadamente pobres’.
Hasta ahora, la ONU había considerado como ‘pobres extremos’ a las personas que sobrevivían con menos de un dólar al día. Pero estar por encima de ese nivel de ingresos no asegura automáticamente tener una vida digna, una vida en la que se defeca en un retrete, se come tres veces al día y los miembros de la familia se visten para cubrir su desnudez.
Las nuevas variables para definir a la pobreza también incluyen la escolarización de los hijos, el estado de las viviendas, el combustible con el que cocinan, y otros indicadores de la calidad de vida que permiten saber de qué modo los pobres experimentan su situación.
En fin, para luchar contra este flagelo, la ONU designó el 17 de octubre como el ‘Día de la Lucha Contra la Pobreza’, considerándola ahora como ‘una obligación de los gobernantes’ y no como ‘una caridad’ para quienes requieren ayuda.
El origen
¿Por qué un día para la lucha contra la pobreza?
La conmemoración del Día Internacional para la Erradicación de la Pobreza se remonta al 17 de octubre de 1987. Ese día, más de cien mil personas se congregaron en la plaza del Trocadero, en París, donde en 1948 se había firmado la Declaración Universal de Derechos Humanos, para rendir homenaje a las víctimas de la pobreza extrema, la violencia y el hambre. Los allí reunidos proclamaron que la pobreza es una violación a los derechos humanos y afirmaron la necesidad de garantizar su erradicación.
El 17 de octubre representa, por tanto, una oportunidad para reflexionar sobre la solución de este problema.
“La participación de los pobres en las decisiones que afectan sus vidas y sus comunidades, debe ocupar un lugar central en las políticas y en las estrategias para el futuro sostenible”, establece la ONU.
“De este modo, podemos garantizar que nuestro planeta y nuestras sociedades presentes y futuras respondan a las necesidades y a las aspiraciones de todas las personas, y no solamente a las de algunos privilegiados.
“Y eso significa construir un futuro sostenible en el que se satisfagan las necesidades de los pobres sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras para satisfacer las suyas”.
En fin, el llamado de ONU invita a todos los Estados miembros a que dediquen este día a presentar y promover, actividades concretas para la erradicación de la pobreza y la indigencia.
Pero ¿qué es la pobreza?
No resulta fácil responder a esta pregunta.
Hoy en día se entiende la pobreza como algo más que la falta de ingresos. En el mundo de hoy, vivir en la pobreza significa que uno tiene más probabilidades de morir a causa de enfermedades prevenibles, y más probabilidades de vivir en un ambiente con una alta tasa de mortalidad infantil.
Pero ‘pobreza’ también quiere decir, no poder acceder a una educación mínima o carecer de la vivienda adecuada. También significa volverse vulnerable al delito y a la violencia, carecer de acceso adecuado a la justicia y a los tribunales, y ser excluido del proceso de desarrollo que las autoridades han definido para la vida de las comunidades.
La pobreza también tiene que ver con los que ejercen el poder. De hecho, más allá de los recursos disponibles, el poder puede condenar a los individuos, a las comunidades y a los pueblos, a generaciones y generaciones de pobreza. Por eso es esencial hurgar en el centro mismo de las complejas tramas que se originan en las esferas políticas, económicas y sociales.
La pobreza absoluta, medida únicamente por los ingresos (menos de un dólar per cápita al día), ha disminuido desde el decenio de 1980 (pero lo hizo muy lentamente desde mediados del decenio de 1990), de manera que la desigualdad mundial ha permanecido a niveles extraordinariamente altos.
Y es importante destacar que tener un país —o una región— con más ingresos, no significa que ese país o esa región, tendrán menos pobres.
De hecho, en algunos países los ingresos se han incrementado de manera sustancial, pero no se han logrado los mismos resultados en materia de desarrollo humano, digamos en reducir la mortalidad materna y la mortalidad infantil. Lo cual subraya la necesidad de visualizar la pobreza dentro de una perspectiva global.
¿Compasión o deber?
La pobreza rara vez es accidental. Según se entiende hoy en día, la pobreza es a menudo el resultado de aplicar políticas inconvenientes.
Las políticas públicas con frecuencia ignoran o violan flagrantemente las normas esenciales para la reducción de la pobreza.
En diferente grado, todos los países de la ONU han aceptado la obligación jurídica de garantizar que su población disfrute del derecho a la vida, a la libertad, a un nivel de vida adecuado, a la educación, al más alto nivel posible de salud física y mental, a la alimentación y a la vivienda.
Se acepta que la realización de esos derechos llevará tiempo en los países más pobres. pero también es evidente que los derechos humanos no son opcionales ni meras aspiraciones.
El vínculo entre hacer realidad los derechos humanos y reducir la pobreza es claro. Las obligaciones en materia de derechos humanos requieren que los gobiernos den prioridad al bienestar de su población. Y exigen que las autoridades proscriban las causas fundamentales de la pobreza.
Según las normas de la ONU, un estado que carezca de los medios para proteger eficazmente los derechos humanos básicos de su pueblo, tiene la obligación de buscar asistencia y cooperación internacional.
Igualmente, a los estados que estén en posición de prestar asistencia, incumbe la responsabilidad de apoyar a otros estados a fin de que puedan garantizar la protección adecuada de los derechos de sus poblaciones.
No sólo de pan…
Si la pobreza tiene que ver con la manera de ejercer el poder, entonces las soluciones deben centrarse en eliminar la discriminación y exclusión social, sobre todo de los que menos tienen.
Pero hay que recordar que la historia está plagada de soluciones bien intencionadas, que no dieron resultado porque pasaron por alto no sólo las causas básicas de la pobreza, sino las exigencias y las capacidades de la propia gente para convertirse en la arquitecta de su destino.
A menudo las soluciones sostenibles para la pobreza dependerán de respuestas multifactoriales encaminadas a una justa redistribución de las relaciones de poder, y no a los arreglos improvisados o las dádivas momentáneas.
La reducción de la pobreza a menudo costará dinero, pero no todos los derechos perdidos requieren de recursos económicos para su realización. La voluntad política es, por lo menos, igualmente importante. Por ejemplo, si se pusiera fin a la discriminación, se eliminarían las barreras que impiden la participación abierta de la gente en el mercado de trabajo.
La mortalidad infantil constituye otro ejemplo. La mayor parte de las defunciones infantiles son evitables, sin embargo, las tasas de mortalidad son altas debido a que, por razones indefendibles, no se llevan a cabo acciones eficaces, ni se abordan las causas estructurales de la pobreza y la desigualdad.
El origen
La conmemoración del Día Internacional para la Erradicación de la Pobreza se remonta al 17 de octubre de 1987. Ese día, más de cien mil personas se congregaron en la plaza del Trocadero, en París, donde en 1948 se había firmado la Declaración Universal de Derechos Humanos, para rendir homenaje a las víctimas de la pobreza extrema, la violencia y el hambre.
(Tomado de un cuadernillo de la ONU sobre el Día Mundial de la Lucha contra la Pobreza)