Mirar a la muerte a los ojos y resistir: Testimonio de una sobreviviente de cáncer
TEXTO: ARMANDO RÍOS/CHRISTIAN MARTÍNEZ/
FOTOS: ORLANDO SIFUENTES/ESPECIAL
El miedo es el primer sentimiento que se apodera del cuerpo de un enfermo de cáncer. Despertar una mañana, y que una gastritis frecuente termine convirtiéndose en un diagnóstico de cáncer avanzado deja en shock a más de uno.
A inicios de 2017, Clementina Vázquez Reyes, una colimense de 43 años residente en Saltillo, fue diagnosticada con cáncer en los ovarios. Su etapa era terminal, pero los doctores y las enfermeras prefirieron guardarse ese último dato para no perjudicar su de por sí decaído estado de ánimo.
El miedo le pegó como una golpe seco en el rostro. La reciente muerte de su esposo, quien soportó apenas unos pocos meses cáncer de estómago, parecía ahogar todas sus esperanzas, pero al momento en que volteó a ver las manos de sus hijos, guardó silencio y se rehusó a morir.
El cáncer es una enfermedad silenciosa que no distingue edades ni condiciones de vida. Los registros de mortalidad de enero a octubre de 2017 por padecimientos de cáncer en el Estado, incluyen también casos de niños menores de un año, de 4 años, y de ahí en adelante.
La historia de Clementina es la de una sobreviviente. Sin embargo, en Coahuila desde 2014, cada año mueren más de mil personas por los distintos tipos del cáncer, según cifras oficiales de la Secretaría de Salud.
EL MAL INICIÓ CON EL AÑO
Fue en enero del año pasado cuando Clementina tuvo los primeros malestares. Primero, fue la gastritis, después la colitis, y luego se pensó que eran solo infecciones en el estómago.
Sin embargo la retención de líquidos y el crecimiento constante de sus volúmenes corporales, aun cuando ella estaba sometida a una dieta, fue lo que la llevó al siguiente paso.
“Mi estómago estaba creciendo. Yo me preguntaba: bueno, ¿Qué está pasando? Después hicimos estudios, y en abril me hicieron una biopsia; me tuvieron que operar y sacar el líquido para poder determinar qué estaba pasando en realidad dentro de mí”, recuerda Clementina.
Su historia de vida traía otro tipo de sospechas y alarmas debido a la experiencia que vivió junto a su esposo, quien asegura recibió durante su tratamiento una superficial atención en Monterrey hace apenas dos años, lo que terminó perjudicando su estado de ánimo.
LA DIGNOSTICAN SIN RODEOS
En su caso, Clementina recuerda que los doctores fueron directos, a excepción de los tiempos posibles de vida. La madre colimense de dos hijos recuerda el momento en que le recalcó a los médicos que no se anduvieran por las ramas.
“No me cuenten nada. Quiero la verdad”, les dijo al ver su situación actual en la ciudad donde tiene únicamente a sus hijos; uno de 12 y uno de 14.
Al escuchar la exigencia de Clementina, los doctores le revelaron que su padecimiento consistía en un tumor grande y 28 tumores pequeños más, que se tradujo en cáncer de ovario, además de una metástasis hacia el hígado.
“Cuando me dijeron la noticia la tomé ‘normal’. Al final, sabía que no podía dejar solos a mis hijos”, dice.
Pero llegar con la ‘novedad’ a casa, no fue fácil. El darle la noticia a sus hijos, después de haber pasado el proceso de la muerte de su padre, de quien aún no se ha superado la pérdida, provocó una instantánea exclamación en ellos: “Mamá no quiero que te mueras. No quiero que nos dejes solos”.
Aunque las palabras la llenaron de fuerza, recuerda que el análisis que hizo al paso de los días sobre su padecimiento se tradujo en miedo e incertidumbre; en no saber si su cuerpo reaccionaría al tratamiento, o lo rechazaría con una definitiva acentuación hacia la muerte, como sucede muchos de los casos, como los que Clementina fue viendo conforme avanzó en su tratamiento en las salas de oncología del Hospital General de Saltillo.
EN CIFRAS
De acuerdo con los informes de la Secretaría de Salud, en Coahuila, de 2010 a octubre de 2017 han muerto más de 6 mil 700 personas en el Estado por los distintos tipos de cáncer.
Los más comúnes son:
* De mama.
* En el hígado.
* En pulmones.
* En estómago.
* En próstata.
* En el riñón
Clementina hace un recuento de lo que fue su intensa lucha por vencer el cáncer
Por fin llegó el día en que Clementina se internó en su tratamiento, en cuyo inicio el doctor decidió dividir la dosis de las quimioterapias en tres, provocando que los malestares fueran nulos al principio.
Pero al pasar de los días, la sensación del sueño logró que se perdiera la noción del tiempo. Durmió noche y día durante más de una semana, y en reiteradas ocasiones tuvieron que levantarla para comer.
Luego, los malestares del tratamiento se mezclaron con el constante vómito y nauseas, seguidos por una extraña sensación de fuego por dentro, y al poco tiempo después comenzó la caída de cabello.
“Es cansancio, sientes que tu cuerpo se está quemando por dentro por el medicamento. Sientes estragos. Simplemente, el que se te vaya cayendo el pelo; es mucho. Primero fue aceptar, no es fácil el que todo vaya cambiando”.
Su vida dio un giro de 180 grados. Recuerda con lágrimas en los ojos, que aunque sus doctores no le dieron alguna dieta rigurosa, y por el contrario le recomendaron comer de todo, el cansancio del vómito y el desgaste del esófago, hacían que el apetito se hiciera a un lado.
“No se me antojaba nada, al pensar que iba a comer e iba a vomitar, mejor prefería no comer. Ya estaba tan cansada de que mi esófago se estuviera desgastando. No tenía ni fuerzas al caminar; era mucho”.
La mayoría de las personas ajenas a este tipo de padecimientos, piensan que la pérdida de cabello en los pacientes les perjudica únicamente en su autoestima. Sin embargo, la colimense recuerda cómo el dolor se incrusta en el cuero cabelludo a medida que el tratamiento avanza, y fue por eso que en agosto terminó por raparse por completo la cabeza.
“Yo veía a una Clementina diferente. Mi cuerpo se iba desvaneciendo totalmente, y cuando empieza a caerse el pelo es más difícil. El doctor me dijo que me tenía que rapar porque me iba a empezar a doler el cuero cabelludo. Llegas al momento donde te tocas la cabeza y te duele, te duele el pelo”.
ESOS HÉROES ANÓNIMOS
Otra de las grandes labores que gira en torno al padecimiento, es la de médicos y enfermeros, Clementina recuerda todos esos momentos en que su doctor, Joaquín Amador Uasti, y su enfermera Blanca Estela Guevara, le tomaron la mano y permanecieron junto a ella.
Su trabajo, según el testimonio, podría ser considerado como el de los héroes anónimos. El sostener las esperanzas de sus pacientes, a pesar de que muchos han muerto en el intento, es algo reconfortante y necesario para vencer al cáncer.
“Cuando escuchamos la palabra ‘cáncer’, todos pensamos en ‘muerte’. Hay que tomarlo como cualquier enfermedad, si la sabemos sobrellevar podemos salir adelante. Depende mucho de la actitud de la persona, yo llegué en momentos a no poder más. Es difícil pero sí se puede. A veces no es tanto la enfermedad, sino la depresión", dice.
Con una peluca puesta en su cabeza de color castaño, y tras más de ocho meses con quimioterapia, por fin el 12 de diciembre del año pasado Clementina recibió la noticia que le cambió la vida: venció el cáncer.
“Cuando le di la noticia a mis hijos, lloramos de alegría. Ellos siempre estuvieron en mi enfermedad, cuando recaía el mayor tomó las riendas. Cuando me veía que no podía, el menor me daba un beso y me decía: ‘tú puedes’”.
Luego de vencer el cáncer; la otra batalla
Para los pacientes de cáncer, es todo un reto retomar la vida, los negocios y restablecer su actividad económica, como sucede con Clementina.
Para esto, la asociación Ayuda Rosa ofrece una serie de talleres, en los cuales se les ofrece capacitación de trabajo a las mujeres que son sobrevivientes, así como atención psicológica, y además apoyos con medicamento o 50 por ciento de sus coberturas.
La directora administrativa de esta asociación, Ana Laura Beltrán, explicó que esta asociación recibió en el último año, un número de beneficiaros que supera a las más de 500 personas con algún padecimiento.
“A veces creo que ya vi el peor de los casos, y después llega otro, y después otro. Pero el hecho de saber que podemos apoyarlos en algo, y de hacerlos sentir bien aunque sea en una pequeña parte es muy valioso y no nada más para mí, incluso para las personas del voluntariado”, dice.
“Existe mucho desconocimiento, hoy en día se sigue pensando que la palabra cáncer es sinónimo de muerte, pero hay tratamientos sobre todo si se detecta oportunamente. Nosotros conocemos nuestro cuerpo y sabemos cuándo algo anda mal, y lo dejamos pasar, cuando es tiempo muy valioso”, dice Ana Laura Beltrán.
LIDERAZGO
La asociación es presidida por María Teresa Ramos Guerrero, quien la fundó en el 2012 después de atravesar una difícil experiencia con su madre, quien también padeció cáncer, y falleció tras una lucha de más de diez años.
Con información de Christian Martínez