Mientras las Orquestas Azteca de Salinas Pliego florecen la cultura se asfixia

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Mientras las Orquestas Azteca de Salinas Pliego florecen la cultura se asfixia

Foto: Especial
El periodo 2012-2018 ha sido un oscuro callejón financiero para instituciones y programas oficiales e independientes de cultura, mientras, las orquestas infantiles de TV Azteca florecen. Los legisladores, el gobierno federal y 29 gobernadores les han entregado recursos públicos por 1,689 millones de pesos

Por Carmen García Bermejo / Quinto Elemento Lab

La cultura se asfixia. El periodo 2012-2018 ha sido un oscuro callejón financiero para instituciones y programas oficiales e independientes: la Secretaría de Cultura perdió 58% de su presupuesto; al Centro de Capacitación Cinematográfica, la destacada escuela de cine, le cortaron 61% de los fondos. El financiamiento a festivales se redujo 53%; a la red de Librerías Educal tampoco le fue bien: su presupuesto se achicó 53%.

Pero le fue peor al Sistema Nacional de Fomento Musical, del cual dependen buena parte de las orquestas sinfónicas del país: su presupuesto se contrajo 72%. Por eso no extraña que a la Orquesta Sinfónica de Chiapas, por ejemplo, le hayan asignado un presupuesto de cero pesos en 2017, y que hayan desaparecidos festivales y compañías de música, cine, teatro y danza por todo México.  

Mientras, las orquestas infantiles de TV Azteca florecen. Los legisladores, el gobierno federal y 29 gobernadores les han entregado recursos públicos por $1,689 millones.  

Esta es una investigación realizada por Quinto Elemento Lab.

El lunes 5 de junio de 2017 el país amaneció con dos noticias: Alfredo del Mazo ganó las elecciones para gobernador en el Estado de México y, por eso mismo, las acciones de la constructora OHL se dispararon 6 por ciento en la Bolsa Mexicana de Valores.

Ese misma día, el cineasta Carlos Carrera confirmaba otra noticia, aunque de naturaleza muy satisfactoria: después de 10 años de producción, al fin llegaba la fecha en que Ana y Bruno, su primer largometraje de animación, se estrenaría: el 12 de junio, en el Festival Internacional de Cine de Animación de Annecy, Francia.

Así que ese 5 de junio de 2017 el tiempo del cineasta se consumía entre arreglos para el estreno. Sin embargo, rescató algunos momentos para atender lo que ocurría con el Centro de Capacitación Cinematográfica (CCC), en donde es profesor.

Y estampó su firma en los primeros lugares de una carta abierta en la que se exigía al presidente Enrique Peña Nieto y a los diputados detener los recortes que “asfixian” al Centro de Capacitación Cinematográfica (CCC), una de las 15 escuelas de cine más reconocidas del mundo.

Los autores del reclamo argumentaban con cifras: el CCC “se encuentra en una profunda crisis tras sufrir varios recortes que representan la pérdida del 57% del presupuesto respecto a 2012”.

Los números no pintaban bien y se resentían en el ámbito académico. “El recorte amenaza con detener proyectos como tesis y documentales. Hemos perdido maestros y corremos el riesgo de perder más”.

Lamentaban que el gobierno federal no entendiera que el CCC es una escuela pública “con vocación social”. “Su modelo de éxito se basa, entre otras cosas, en la práctica continua que genera cada año decenas de películas que salen a competir al mundo y que las más de las veces regresan triunfantes”.

E insistían: cuando se “recorta dinero a la cultura y la educación también se apaga los sueños de muchos jóvenes mexicanos. Por eso expresamos a las autoridades nuestro desacuerdo y nuestro enojo. Entiéndanlo: la cultura no es un lujo ni un privilegio”.

La carta no estaba avalada por desconocidos. Firmaban miembros relevantes de la comunidad cinematográfica: Carlos Carrera, Busi Cortés, Felipe Cazals, Natalia Beristain, Everardo González, Dana Rotberg, Francisco Vargas, Tatiana Huezo, Damián Alcazar, Vanessa Bauche y Juan Arturo Brennan, entre muchos otros.

Ni a los diputados ni a los altos funcionarios del Conaculta les importó esa carta firmada por cerca de 100 cineastas, que en conjunto han ganado más de 720 premios y menciones en festivales internacionales y nacionales, entre ellos dos premios Oscar estudiantiles y una Palma de Oro.

O sí les importó, pero no hicieron mucho.

Han pasado bastantes meses. Bruno y Ana tuvo una buena acogida en el festival, recortaron de nuevo el presupuesto  para el CCC en 2018 (sólo equivale a 38 por ciento del que recibieron al inicio del sexenio) y Carlos Carrera no atina a entender qué tienen en la cabeza los diputados y los políticos:  

“Quienes diseñan los presupuestos consideran que esta escuela de cine es un lujito, ahí extraño. Desconocen que aquí no sólo se han formado directores y cinefotógrafos destacados. También egresan diseñadores, editores, asistentes de dirección, en fin, todos los oficios de la cinematografía, con un alto nivel de capacitación”.

Por lo regular, una intensa luz blanca o una tremenda sombra gris logra transformar la existencia de los personajes de las películas dirigidas por Carlos Carrera. Eso mismo le gustaría que le ocurriera al CCC, escuela atrapada en una especie de espesa niebla que le impide brillar.

Acostumbrado a explicar con soltura su forma de realizar una película, cuando entra a otros terrenos aflora la personalidad introvertida del director. Por un momento se queda pensativo, aunque sabe que no puede quedarse callado.

“El escenario es grave”, insiste. “El CCC padece un recorte de más de 60 por ciento en su presupuesto y persiste la negativa a cualquier reconsideración”.

Carlos Carrera es uno de los directores mexicanos más célebres. Guionista, diseñador y especialista en cine de animación, ha dirigido 30 cortometrajes, con uno de los cuales (El héroe) ganó en 1994 la Palma de Oro del Festival Internacional de Cannes. También ha realizado siete películas, entre ellas El crimen del padre Amaro, La mujer de Benjamín, Un embrujo, La vida conyugal y Sin remitente.

Desde 1990, recapitula el cineasta, el CCC realizaba el Festival Internacional de Escuelas de Cine; también organizaba, cada dos años, el Encuentro Internacional de Cine Documental. “Ambos no existen más. Son los logros de los recortes al presupuesto. Anularon esas actividades pese a su importancia”.

Detrás de los lentes ovalados de pasta negra que usa Carlos Carrera aparece un hombre delgado con 55 años a cuesta. Su voz es segura y sus ademanes colocan énfasis a sus expresiones. “Tenemos equipos de grabación y producción muy delicados, sofisticados. Les hace falta mantenimiento, aunque funcionan. No se han comprado nuevas cámaras o equipo con alta tecnología. Se trabaja con lo que hay. Sin embargo, el equipo debe contar con un seguro anual. Bueno, hasta eso peligra porque no hay recursos”.

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