"La libertad del diablo", lleva a la Berlinale la voz de víctimas y victimarios en México
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"La libertad del diablo", lleva a la Berlinale la voz de víctimas y victimarios en México
El realizador y documentalista mexicano Everardo González ha llevado a la Berlinale la voz de víctimas y victimarios de la violencia en México con el estreno mundial de su documental "La libertad del diablo", dentro de la sección Berlinale Special.
Se trata de una obra que nació "sin muchos juicios morales, tratando de entender la lógica del otro y tratando de ser empático con lo que le pasa a una víctima y a un victimario" y "entendiendo que los juicios a veces se generan desde zonas muy confortables", explica hoy González a Efe.
El que ejerce violencia también "termina siendo una víctima", del miedo, de la obediencia, del odio y de un sistema económico "muy equivocado" que "le obliga a ser lo que nunca va a poder ser y que le recuerda permanentemente que si no lo es no va a ser nada", reflexiona.
El filme, que opta al premio al mejor documental, constituye un crudo y doloroso retrato de una sociedad gobernada por el miedo y la inseguridad y ofrece una selección de los testimonios que se esconden detrás de cifras y titulares estremecedores, pero abstractos.
González trabajó para el documental con muchas fuentes -policiales, políticas, legales, periodísticas, amigos en la calle y gente vinculada a los cárteles- e hizo "una selección de voces que al final fueron encontrando su propio lugar en la película", personas que le regalaban lo que él llama "perlas de reflexión".
Que un soldado diga que es bonito que la gente huya de uno "es una perla, una contradicción", porque "no es bonito que la gente huya de ti, pero en su opinión lo es", explica.
"Escuchar de un sicario decir 'yo un día me dije, ya maté, ahora a dónde voy', condensa todo lo que es un error grave en la vida", agrega.
Muchas voces quedaron fuera de la película y su intención es hacer un libro con las transcripciones de estos testimonios, "por respeto también y gratitud" a lo que le contaron.
En el filme el rostro de víctimas y victimarios permanece oculto detrás de una máscara, lo que no permite ver sus emociones, pero sí sentirlas a través de sus relatos y la expresión de sus ojos.
Según González, la máscara "de alguna manera desdramatizaba una historia ya de por sí dramática" y al mismo tiempo constituye un símbolo del dolor que hermana a todos.
La máscara ofrecía, además, "mucha libertad" a las personas que participaron en el documental, porque revelaban mucho más de lo que el realizador habría conseguido de ellos sin llevarla puesta.
"Descubrí afortunadamente que es la mirada la que nos hace empáticos con los otros", explica.
Según González, "en general hubo una apertura fuerte"; "mucha gente está muy deseosa de contar su propia versión" y él lo que hizo fue preguntar "a los que nunca les preguntan".
Para González, el cine es "un compromiso político y social", por lo que era "inevitable" que acabara contando una historia de su país en el "escenario emocionalmente muy complejo" que atraviesa, en el que parece que está "lleno de furia".
El problema de las drogas ha estado históricamente relacionado con el consumo en Estados Unidos, con México como gran proveedor, de la misma manera que su país sufre la política del libre uso de armas del vecino del norte, de donde recibe arsenales, describe el realizador.
"Todo tiene relación" afirma González, quien asegura que "no se ve con mucho optimismo la llegada de un hombre fundamentalista, nacionalista y obsoleto" a la Casa Blanca.
"Yo no le tengo miedo personalmente. Creo que hay mucha fuerza en el mundo, y eso es lo que hay que evitar, tenerle miedo a un rubio que lo que hace es asustar al mundo eternamente y ver un país como una empresa privada. No debemos tenerle miedo al señor del copete, a Dondald Trump", afirma.