La ciencia del sueño

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La ciencia del sueño

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Últimos conocimientos acerca del descanso nocturno y de su impacto en nuestras vidas

El sueño se ha convertido en un tema fundamental para quienes se preocupan por la salud. Cuánto dormimos y qué efecto tiene en la vida de las personas, son cuestiones que cada vez atraen más la atención de la comunidad científica. Aquí está lo que se sabe acerca del sueño y de su impacto en nuestro organismo. 

La importancia de las ocho horas
Una de las recomendaciones más extendidas sobre el sueño es la de dormir ocho horas cada noche.

Pero tanto el dormir poco como el dormir demasiado, tienen impactos negativos en la salud.

Se asume que un adulto promedio duerme poco si dedica menos de siete horas al descanso nocturno de manera regular; y duerme en exceso si supera las nueve horas en brazos de Morfeo.

En el caso de los niños se recomiendan al menos 11 horas de sueño nocturno; mientras que los adolescentes deben dormir 10 horas.

Una revisión de 153 estudios en los que participaron más de cinco millones de personas encontró que no dormir lo suficiente debilita el sistema inmune y aumenta el riesgo de alta presión sanguínea, de obesidad y de diabetes tipo 2, porque la privación de sueño altera la habilidad del cuerpo de controlar los niveles de glucosa sanguínea.

Y las personas que  duermen menos de siete horas tienen una probabilidad tres veces mayor de desarrollar un resfriado que quienes duermen las horas recomendadas.

Quienes no duermen lo suficiente también producen un exceso de la hormona grelina, vinculada a la sensación de hambre, y, al mismo tiempo tienen una insuficiente producción de leptina, la hormona asociada con la sensación de saciedad, lo que podría contribuir a la obesidad.

La falta de sueño también altera las funciones cerebrales, de manera que no solo afecta el aprendizaje y la habilidad motora, sino que obnubila la lucidez mental e incluso aumenta las probabilidades de sufrir demencia a largo plazo.

Los expertos tienen menos claridad sobre el impacto de dormir en exceso, pero se sabe que está ligado a un peor estado de salud y a un alto riesgo de deterioro mental en los adultos mayores.

Los tipos de sueño
Al dormir, las personas pasan por distintos ciclos de sueño. Cada uno de esos ciclos dura entre 60 y 100 minutos y cada uno juega un papel distinto en los beneficios que proveen para el organismo durante el descanso nocturno.

La primera etapa de cada ciclo nos lleva a un estado relajado de vigilia en el que estamos entre dormidos y despiertos. La respiración se vuelve más lenta, los músculos se relajan y se reduce la frecuencia cardíaca.

La segunda etapa se caracteriza por un sueño más profundo y más alejado de la vigilia. Es una etapa durante la cual muchas de las veces estamos más dormidos que despiertos.

El sueño más profundo es el que caracteriza a la tercera etapa. Es muy difícil despertarse durante esta etapa, que es cuando el cuerpo se queda más tranquilo y cuando realiza el menor número de movimientos.

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Después del sueño profundo regresamos a la segunda etapa por unos pocos minutos y luego entramos en la fase conocida como REM (movimientos rápidos de los ojos, por sus siglas en inglés) que es cuando soñamos.

Los ciclos posteriores tienen periodos REM cada vez más largos. De hecho, esta es la razón por la que dormir poco reduce la posibilidad de sueños REM, lo cual tiene un efecto desproporcionalmente mayor sobre esta etapa, que es la que asegura la mejor calidad del sueño.

La forma de dormir ha cambiado
La pauta moderna señala que, en general, las personas tienden a irse a la cama al final de la tarde y dedicarse a dormir durante siete u ocho horas, pero eso no siempre fue así.

La electrificación de los hogares cambió los hábitos de sueño de las personas.

Un estudio de Roger Ekirch, profesor de Historia en la Universidad Virginia Tech, asegura que hace cientos de años los humanos, en diferentes partes del mundo, tendían a dormir durante dos períodos o dos bloques de sueño distintos cada noche.

Ekirch descubrió que las personas tendían a dormir un primer bloque poco después de anochecer, luego se despertaban durante un par de horas y, finalmente, dormían durante un segundo bloque.

Ekirch cree que eso significa que el cuerpo tiene una preferencia natural por el sueño fragmentado, pero no todos los científicos están de acuerdo.

Según Ekirch, el paso de dos etapas de sueño a una sola, ocurrió en el siglo XIX debido a que el uso de la iluminación doméstica retrasó la hora de irse a dormir de manera que desapareció el segundo bloque de sueño.

El otro problema es que los adolescentes requieren de 10 horas de sueño cada noche, pero casi la mitad de ellos no lo consigue, debido a la disponibilidad de aparatos electrónicos en las habitaciones.

Los dormitorios están cada vez más llenos de distracciones como televisores, computadoras portátiles, tabletas y teléfonos celulares, haciendo difícil que los jóvenes descansen lo suficiente.

La luz azul que emiten los aparatos eléctricos hace que sintamos menos sueño, mientras que las actividades que realizamos antes de acostarnos —conversar con amigos o familiares, mirar la televisión o ejercitarse— estimulan nuestro cerebro cuando debería estarse desconectando para lograr un buen descanso.

Se duerme igual en todo el mundo
Una investigación sobre los hábitos de sueño en 20 países industrializados encontró diferencias de hasta una hora en relación con el momento en el que la gente se acuesta y se levanta. Sin embargo, en general, la duración total del sueño es bastante similar en la mayoría de los países.

En Noruega, donde el período de luz varía a lo largo del año de cero a 24 horas, la duración del sueño solo cambia en promedio una media hora.

De igual modo, un estudio sobre tres comunidades sin electricidad, en Tanzania, Namibia y Bolivia, halló que la duración promedio del sueño era de 7.7 horas. Similar a la de los países industrializados.

Así, lo que tiende a variar ligeramente alrededor del mundo es la hora a la que nos acostamos y levantamos, pero el tiempo que dedicamos a dormir es muy similar.

El efecto solar
En los primeros tiempos —y todavía en muchas regiones rurales—, las horas de irse a la cama y de levantarse estaban regidas por el ciclo solar de luz y oscuridad.
No obstante, según los expertos, en la actualidad las influencias sociales —los hábitos de ocio, los turnos de trabajo y los horarios escolares— juegan un papel mucho más determinante que el ciclo natural de luz y oscuridad. (BBC Mundo)

Hay gente diurna y nocturna
Siempre ha habido personas que tienden a funcionar mejor por las mañanas y otras que lo hacen por las tardes. Hay evidencias genéticas de ello. Pero la introducción de la luz artificial parece haber exacerbado ese efecto, especialmente para quienes prefieren acostarse tarde.

(BBC Mundo)