Jürgen Habermas, la voz más influyente de la filosofía en Alemania, cumple hoy 90 años
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Jürgen Habermas, la voz más influyente de la filosofía en Alemania, cumple hoy 90 años
El filósofo y sociólogo Jürgen Habermas llega hoy a los 90 años sin dejar de ser uno de los intelectuales más influyentes de Alemania, tras una larga carrera como académico y ensayista en la que contribuye a interpretar la actualidad política de su país y del mundo.
A Habermas, premio Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales, se le atribuyen las más diversas etiquetas.
Para unos, pese a sus diferencias con los estudiantes, fue la eminencia gris de la revuelta del 68 en Alemania; para otros, es el último representante de la llamada Escuela de Fráncfort y, para todos, uno de los protagonistas de la vida intelectual alemana, más allá del ámbito universitario.
Uno de sus discípulos, Oskar Negt, habló en estos días en declaraciones a la prensa de la "furia argumentativa" como una de las características claves de Habermas.
Su pasión siempre fue discutir cada problema hasta el fondo, a veces buscando argumentos en contra de su propia posición para impedir que un debate se apagara antes de tiempo.
Habermas (Düsseldorf, 1929) tuvo la fortuna de no ser incorporado al ejército durante la II Guerra Mundial y después del conflicto bélico entró pronto a estudiar, pasando por diversas facultades y universidades hasta doctorarse en filosofía en Bonn en 1954, con un trabajo estrictamente académico sobre la teoría de las edades del mundo del idealista Friedrich Schelling.
En 1956, después de una breve etapa como periodista, Theodor W.Adorno, uno de los máximos corifeos de la Escuela de Fráncfort, le invitó a trabajar en el legendario Institut für Sozialforschung (Instituto de Investigaciones Sociales).
Desde allí, Habermas empezó a elaborar una serie de planteamientos para explicar, y también para renovar, la entonces nueva democracia alemana.
En todas sus estaciones -varias veces Fráncfort, Marburgo y Heidelberg, entre otras- fue acuñando conceptos que se convirtieron rápidamente en moneda corriente en las discusiones de actualidad.
Así, por ejemplo, cuando Alemania, marcada por la tragedia del nazismo, no encontraba forma clara de definir una identidad nacional Habermas se inventó el concepto de "patriotismo constitucional".
Con él se definía el patriotismo alemán no como un apego al pasado, sino como adhesión al texto constitucional de 1949 que, por lo demás, recogía las aspiraciones de los movimientos liberales alemanes que fueron derrotados repetidamente durante el siglo XIX y no lograron imponerse durante la República de Weimar.
Años más tarde, cuando en 1989 la movilización popular en la extinta República Democrática Alemana (RDA) derivó en la caída del Muro de Berlín y la reunificación de Alemania, Habermas calificó lo ocurrido en el país como éxito de la "revolución recuperadora".
El concepto apuntaba a la idea de que en Alemania históricamente las grandes transformaciones fueron impuestas desde arriba y no se había vivido nunca la experiencia de una revolución triunfante. Con el movimiento ciudadano de la RDA, por primera vez, los alemanes lograban tomar su destino en sus manos, al menos en un primer momento.
Casi veinte años después, llegó la crisis financiera internacional y Habermas repasó entonces la repercusiones negativas de las transformaciones que se vivieron en toda Europa Oriental en 1989, la defensa a ultranza del credo neoliberal y la necesidad de domesticar el capitalismo, asumiendo la imposibilidad de superarlo.
Habermas se ocupó también de filosofía de la religión y habló -acuñando así un nuevo concepto que ha sido recogido por muchos- de una época postsecular.
Sus obras de juventud, ante todo "Teoría de la acción comunicativa" y "Conocimiento e Interés", siguen leyéndose y estudiándose. Y a ellas siguen permanentemente estudios y ensayos en los que hay una aproximación constante al mundo actual desde la tradición filosófica alemana.
En septiembre aparecerá una nueva obra suya, en dos tomos, titulada "También una historia de la filosofía".
En el anuncio que hace de la obra la editorial Suhrkamp se asegura que el punto de partida de la obra es el examen de cómo la filosofía se libero de su simbiosis con la religión par empezar a construir un pensamiento secular.