Él es Javier Villareal el maestro que por 33 años inspiró con sus clases a muchos estudiantes para hacer buen periodismo
Lo diré rápido: entré a la universidad para estudiar una carrera que me hiciera millonario… pero trabajo como periodista desde hace 33 años.
Exacto: salvo ejemplares excepciones, no es frecuente que abultadas cuentas bancarias y el ejercicio periodístico se diluyan hasta crear el tipo de vida que muchos anhelan. Vean mi “3de3”.
Cuando en 1982 entré a la entonces Escuela de Ciencias de la Comunicación y empecé a estudiar —debo llamar de alguna forma lo que hacía día a día en ese plantel—, perdí la fortuna que no tuve.
El propósito de descollar en medios electrónicos; despachar en pomposas áreas de relaciones públicas o publicidad, o de asesorar a candidatos con campañas en crisis, se esfumó. ¡Puf!
Sí. Así nada más. El camino amarillo efectivamente te lleva al reino de Oz, pero los esperados dólares –digo, dones– para ser felices; es decir, el descubrimiento de ti mismo, de tu vocación, aparecieron en un componente fuera del radar: Javier Villarreal Lozano, maestro de Periodismo.
Profesor de todas las generaciones que han pasado hasta ahora por las aulas de la actual Facultad de la Universidad Autónoma de Coahuila (UAdeC), Villarreal dejó –para utilizar un concepto inédito en situaciones como éstas–, una marca indeleble en quienes fuimos sus alumnos.
El decano de la Facultad de Comunicación impartió cursos de Seminario de Cultura General II –llamado después Análisis Estético–, Géneros Periodísticos, Edición de Revistas, Historia Regional, Ética de la Comunicación y otros.
Sumamos mil 20 estudiantes de las 34 generaciones de egresados a quienes Javier Villarreal —“El Bueno”— enseñó desde 1981, cuando la carrera se estrenó en aulas prestadas del Ateneo Fuente.
La diferencia entre ese equipamiento y las actuales instalaciones, equivalía a las que describe Dante entre el Cielo y el Infierno, pero las limitaciones se compensaban con voluntad y trabajo.
En ese escenario, Armando Fuentes Aguirre, fundador y primer director de la ECC, formó el grupo germinal de docentes de la nueva licenciatura. Un año después, Villarreal se sumó a la academia.
Antes de su llegada a la UAdeC, entonces solo era “UAC”, Javier Villareal Lozano se inclinó por las artes visuales y estudió en la Academia de San Carlos de la Ciudad de México.
Fue servidor público, y como director del Instituto Estatal de Bellas Artes trajo a Saltillo nada menos que al gigante dramaturgo Eugene Ionesco, quien ofreció una conferencia magistral sobre teatro.
Actualmente Villarreal Lozano coordina las actividades del Centro Cultural Vito Alessio Robles (Cecuvar).
SU LUCHA POR LOS DERECHOS HUMANOS
Javier hizo una pausa en su labor periodística cuando fue designado el primer “ombudsman” del Estado.
Debió fundar la Comisión de Derechos Humanos del Estado de Coahuila (CDHEC) para sembrar la semilla de la defensa de tales garantías en la entidad, pero ni entonces dejó sus clases.
De hecho, en otra época, además de impartir sus materias frente a grupo, por circunstancias especiales fue coordinador de la escuela entre 1989 y 1991.
Sus conocimientos enciclopédicos y su dominio del idioma y los géneros periodísticos, hoy están resguardados en publicaciones locales y nacionales que se atesoran en bibliotecas y hemerotecas.
Por si lo anterior no fuera suficiente, Villarreal Lozano, todos lo saben, es un historiador enamorado de Coahuila y un imbatible promotor cultural en el Estado.
Entre otros muchos libros, es autor de “Coahuila/Semblanza Histórica”, “Los ojos ajenos. Viajeros en Saltillo”, “Cartas de Querétaro. Saltillenses en la Caída del Segundo Imperio”, y el galardonado a nivel nacional “Venustiano Carranza. La experiencia regional”.
Con ese panorama, mis posibilidades de tomar otra de las múltiples vías que en la década de los años 80 ofrecía el “boom” de la comunicación en México se redujeron al periodismo y, claro, hoy estoy a años luz de aparecer en la lista que “Forbes” publica de los magnates del mundo.
Peor aún, sin decir “agua va”, Javier Villarreal llevó a los periódicos de Saltillo reportajes, crónicas, entrevistas y artículos de opinión que se realizaron como parte de nuestros planes de estudio.
Entre aquellos textos, algunos alcanzaron aciertos y fueron “¡prueba superada!”. Entonces recorrieron su periplo desde las máquinas en las salas de redacción, sacar placas y negativos, y después a los gigantescos rollos de papel aprisionados en las entintadas prensas.
Finalmente aquellas primeras notas periodísticas escritas por nosotros salieron a la calle. Ahí, coreándolas a todo pulmón, como niños gritones de la Lotería Nacional, los voceadores competían con los gallos madrugadores que despertaban a la ciudad. Jaque.
Villarreal completó con otros gallos, los de veleta que indican la dirección del viento sobre los techos de las casas saltilleras, su gesto de impulsar mi entrada como novato a un periódico.
¡Aún cursaba el tercer año de la licenciatura y mi nombre ya aparecía una vez por semana en los espacios editoriales que generosamente se abrió “para dar voz a los jóvenes”, dijeron los editores!
Y aunque me echó al río de la información noticiosa cuando apenas estaba aprendiendo a nadar, el profe no dejó que braceara lejos de un salvavidas. (Sigo sin saber hacerlo; actualmente voy flotando de muertito intentando entender la nueva realidad de los periódicos que abandonan la galaxia de Gutenberg para dominar el ciberespacio en redes y en tiempo real).
En corto, Javier comentaba mis publicaciones y las de mis amigos, minimizando los errores y exaltando los eventuales aciertos. Así nos orientaba para andar en la búsqueda continua de la palabra escrita, del verdadero poder de los medios de comunicación para alterar la realidad.
Sin hacérnoslo sentir, con su talante y talento de maestro, Javier Villarreal encuentra ángulos o aspectos de asuntos importantes que otros periodistas no vislumbran o aquilatan. Siempre con su infaltable taza de café, recomienda artículos, revistas y libros aleccionadores y siempre
disfrutables.
Fue también mi jefe. En los años 70, en Monclova había sido director del periódico “El Tiempo”. En la década de los 80 dirigió en Saltillo otro rotativo, “El Coahuilense”, y después, en los 90, fue el primer timonel de “Espacio 4”, donde trabajé con algunas de las mejores plumas de Coahuila.
A brincos y sombrerazos, los 60 integrantes que formamos nuestra heroica tercera generación de la ECC, nos graduamos en junio de 1986, pero Javier Villarreal siguió siendo el maestro de muchos de nosotros, aunque él, generoso, nos da trato de amigos.
Ya son más de tres décadas de que estoy ligado a esta Facultad de Ciencias de la Comunicación, de donde, más importante que un título profesional, salí con la mujer de mi vida, mi esposa Coco, también alumna de Villarreal.
Personalmente, él nos ha distinguido, por ejemplo, invitándonos a la boda de su hija, y siempre pregunta por nuestros cuatro hijos –cuatro en tres embarazos; eficiencia ante todo–.
Coco y yo trabajamos en distintos medios de comunicación y eso nos ha permitido formar una familia que, sin los millones de Rico MacPato, me ha hecho un hombre con mayor fortuna de la que pude haber imaginado al entrar a la UAdeC.
A contracorriente de los discursos políticos y de campaña, en nuestra sociedad la jerarquía de valores otorga poca atención a la educación, pero no sólo la que aparece en las boletas de calificaciones, sino la que nos entrega las herramientas que nos sirven para vivir la vida.
Javier Villarreal Lozano es un sabio maestro, sensible, humano pero estricto; es sarcástico, irónico e imaginativo, y la enseñanza que nos regaló es parte de su inigualable legado.
Le llegó el tiempo de la cosecha. Felicidades.
Lo diré rápido: entré a la universidad para estudiar una carrera que me hiciera millonario. Trabajo como periodista desde hace 33 años. Jaque mate.
DATOS
Entre otros muchos libros, es autor de:
“Coahuila/Semblanza Histórica”
“Los ojos ajenos. Viajeros en Saltillo”
“Cartas de Querétaro. Saltillenses en la Caída del Segundo Imperio”
“Venustiano Carranza. La experiencia regional”.
SU LUCHA POR LOS DERECHOS HUMANOS
Javier hizo una pausa en su labor periodística cuando fue designado el primer “ombudsman” del Estado.
Debió fundar la Comisión de Derechos Humanos del Estado de Coahuila (CDHEC) para sembrar la semilla de la defensa de tales garantías en la entidad, pero ni entonces dejó sus clases.
*Integrante de la Generación III