Usted está aquí
"La boda de Valentina": construir puentes en una época de muros
Las páginas del guion que leyó eran una sencilla comedia romántica, pero el contexto las transformó en otra cosa. Se trata del actor Ryan Carnes, nacido en Pittsfield, Illinois, quien tenía en sus manos una historia que sería dirigida por el mexicano Marco Polo Constandse. En ella interpretaría el papel de Jason Tate, un hombre comprometido con una mujer mexicana que, luego de un enredo político, tiene que viajar a su país, convivir con su familia, un ex carismático y un contexto que le es completamente ajeno. Por aquel entonces, la carrera política entre Hillary Clinton y Donald Trump llenaban las noticias y se convertiría en una bola de nieve que haría de “La Boda de Valentina” mucho más.
Imposible no preguntarle a un estadounidense que trabajó en México sobre el tema, menos tomando en cuenta la historia de la cinta.
En entrevista con VANGUARDIA, Carnes responde con amplitud del tema, le emociona y apasiona hablar sobre su experiencia en México, manifestándose abiertamente en contra de las polémicas declaraciones de su ahora presidente. Su vida ya no es la misma, regresó a su país con una nueva idea y nuevo mensaje en contra de los prejuicios.
¿Cómo fue venir a México en medio de la polémica elección presidencial que se vio en tu país?
“Llegué aquí sin prejuicios contra México y su gente, pero aún así venía de un país donde hay un cierto grupo de nuestra política que quería difamar toda una población. Fue muy difícil, doloroso, sentir que la gente aquí podía pensar que yo represento eso. Y yo estoy completamente en contra de ese punto de vista que se mostró durante nuestra elección. Me parece repugnante decir eso de un país o todo un grupo de gente. Yo no vivo mi vida así, yo no la veo así. Me parece muy peligroso generalizar de esa manera”.
En el modo inverso, ¿no llegaste a sentir ciertos prejuicios de parte de México por ser estadounidense?
“Me sentía muy consciente de eso. Particularmente después de la elección. Estaba filmando aquí en México todavía y fui a trabajar por la noche, justo el día de las elecciones estadounidenses y la mejor manera en que puedo describirlo es que tuve un sentimiento de vergüenza. Sentía pena, como que era necesario ir al trabajo y disculparme con todos. Porque eso no refleja mi punto de vista, ni los de la gente con la que me rodeo en mi vida. Caminaba pensando ‘Dios mío, la gente sabe que soy de Estados Unidos, ¿van a asumir automáticamente que yo pienso lo mismo, que pienso que son asesinos y violadores?’ No, claro que no. Y pienso que eso es una de las cosas más peligrosas de la intolerancia, el racismo y clasismo. ¿Dónde se detiene? Porque entonces, en un punto, la gente se ve mutuamente con reservas como ‘¿quién eres tú y qué representas?, ¿quién eres y cómo piensas?’ No es que nadie asumiera que yo pensaba así, pero tenía miedo de que así fuera, cuando en realidad era totalmente opuesto. Pero más que yo me preocupara por la percepción que pudieran tener de mí, me preocupaba cómo nuestro país entero percibía a México. Aunque fue muy desorientador estar aquí durante ese tiempo, también fue inspirador. Fue una experiencia que agradezco porque creo que abrió mis ojos más allá a los peligros de ese comportamiento. Fue inspirador porque dije ‘bueno, ¿qué puedo hacer yo?, ¿cómo puedo hablar contra esto?, ¿cómo puedo ser un ejemplo positivo, de inclusividad y de relacionarse y ver a otros países y culturas con bondad y aceptación y compasión y, a final de cuentas, neutralidad?’. La neutralidad es un buen comienzo. Regresé a Estados Unidos, aunque temblando, con un sentimiento de valor y de querer hablar contra eso”.
¿Cómo reflexiona ‘La Boda de Valentina’ sobre la cultura mexicana y estadounidense?
“La gente en los medios debemos tener cuidado, porque algunos quieren pensar que sólo debemos pararnos frente a una cámara y entretener y sí, pero al mismo tiempo creo que una de las principales funciones del entretenimiento y el arte es presentar diferentes puntos de vista. Si nosotros, de cualquier manera a través de esta película, podemos presentar una cultura maravillosamente rica, vibrante, cálida y amorosa, a través de los ojos de Jason Tate, el personaje, entonces me quedo muy feliz. No es que nos queramos poner muy serios, después de todo es una comedia romántica, pero pienso que a veces la mejor forma de entrar a ciertos problemas es la comedia. Porque en lugar de meter un discurso a la fuerza, podemos dar dosis pequeñas y tratarlo con cierto humor. Es importante que todos podamos reírnos de nosotros mismos y tener ligereza con respeto a nuestras culturas. Espero que, más allá de hacer a la gente reír o llorar o sentir amor, también podamos presentar una perspectiva única sobre una cultura de la que hay muchos malentendidos, sobre todo al norte de la frontera”.
¿Cómo ayuda la comedia a percibir estos temas no tan ligeros?
“Digamos que alguien, por ejemplo, se sienta frente a la pantalla y aunque sea de Estados Unidos o Francia o algún otro país del mundo, si esa persona tiene una visión negativa particular de una persona de otra cultura, en este caso México, si nosotros podemos a través de la risa o lo que sea, dejarle aunque sea una pequeñita duda sobre lo que pensaban antes, creo que habremos triunfado. Haré un paralelismo con la comedia, ya que tiene un toque más ligero, entre eso y hacer pequeños actos de bondad. Pienso que a veces es muy importante sólo abrirle la puerta a alguien, o dejar a alguien pasar en el tráfico. Pequeños gestos como esos, creo, tienen un gran efecto. Incluso aunque no sea una cosa gigante, magnánima, que altera la vida o la sacude, que cambia por completo el punto de vista a alguien y de pronto son otras personas. Por ese momento, alguien hizo algo lindo por ellos, quizá abrió su corazón un poco, quizá hizo mejor su día. Simplemente porque alguien más dijo ‘voy a hacer algo bueno por esta persona, voy a conectar con ellos, les voy a demostrar que soy humano y lo reconozco como humano y estamos en esto juntos’. Quizá sea una exageración esa metáfora, pero lo que intento decir es que no siempre tiene que ser un gran salto en perspectiva, algo pequeño. Crear una grieta, una apertura por donde más optimismo y luz pueda entrar”.
¿Qué enseñanza te llevas de esta experiencia?
“El mensaje aquí es inclusión, no exclusión, unidad, no división. Ahora, como país en Estados Unidos, como personas en el mundo, nos enfrentamos a un gran nivel divisorio viniendo de ciertos grupos, mayor al que hemos tenido en un buen rato. Hoy es un momento muy importante. No debemos estar construyendo muros, necesitamos construir puentes. Inspirar unidad. Es interesante porque cuando vi el guion y lo leí por primera vez, no lo pensé de esa forma, lo vi como un guion muy gracioso con buenos personajes, una trama divertida, bien escrita. Luego cuando hablé con Marco Polo, vi un poco más, tuvimos conversaciones muy profundas. Conforme pasaba el tiempo y mi experiencia en México, en el contexto y el tiempo que vivíamos, se convirtió en mucho más de lo que estaba en la página, al menos en mi percepción. Agradezco que haya sido así y el tiempo no podía ser más perfecto. También es una historia que habla un poco de política mexicana, que es algo con lo que estoy menos familiarizado, pero con todo y las diferencias de países, desafortunadamente hay muchas similitudes en la política. Por fortuna había suficiente gente alrededor para tomarlo con el nivel adecuado de sensibilidad y darnos espacio a los actores para explorar estos personajes y cuestionarnos. Estoy muy agradecido de haber estado en tan buenas manos. Mucho ocurrió, en el camino de guion a producto finalizado, y pienso que será muy interesante recordar esto cuando ya se termine”.