En memoria de Ray Bradbury, por su bien, siga leyendo…

Pero no se detenga aquí. Continúe. Como el escritor cuyo centenario celebramos este 22 de agosto temía en su libro más importante, ‘Fahrenheit 451’, la gente lee cada vez menos. Así que no pare en la cabeza o en este sumario, prosiga…

…Y siga adelante, que esto todavía no acaba; porque si algo buscó siempre prevenir el escritor Ray Bradbury hasta su muerte el 5 de junio del 2012 fue que las personas no dejaran de leer, que los libros no perdieran su valor y sus contenidos, las ideas e información de sus páginas, no fueran censurados.

Pero en el marco del centenario de su nacimiento, el 22 de agosto de 1920, su obra más importante, “Fahrenheit 451”, es también una de las más atemporales y su mensaje se mantiene presente, como una advertencia constante del peligro que implica perder la capacidad de reflexión, dejarse llevar por la banalidad y echar al fuego el conocimiento.

Publicada en 1953, en un contexto en el que menos de una década antes el régimen Nazi quemó libros antes de hacer lo mismo con seres humanos y los Estados Unidos, en medio de una Guerra Fría, temían y censuraban todo lo que diera el menor tufo a comunista, mientras que la televisión parecía idiotizar a las masas, esta novela de ciencia ficción retrató un futuro ahora presente.

En su ensayo “Porqué Fahrenheit 451 es el libro de nuestra era de las redes sociales”, publicado en 2018 en The New York Times con motivo de la adaptación al cine de este libro —que se estrenó ese mismo año, protagonizada por Michael B. Jordan— el director Ramin Bahrani compartió algunas reflexiones producto de su trabajo en el filme.

En un principio, pensando en el hecho de que para las grabaciones tendría que quemar libros reales, se preguntó si a la gente aún le importaban los libros en físico. Un amigo de 82 años le aseguró que, con confianza, podría quemar lo que deseara pues “ya puedo leer todo en mi tablet”, dijo.

Su respuesta es impresionante, en especial para un hombre de su edad —factor que podría ser indicador de una perspectiva conservadora—, pero considerando las estadísticas que sitios como SurveyMonkey y Booknet han arrojado sobre las ventas del e-book en años recientes —las cuales apuntan a una debacle— su opinión es más bien extraordinaria y no refleja una generalidad; la gente aún compra libros en físico.

Pero si los libros están a salvo, entonces la amenaza radica en otro lado, en un aspecto que Bradbury mencionó y que Bahrani rescató.

“Él se preocupaba que las personas solo leyeran encabezados, hoy parece que la mitad de las palabras en línea fueron reemplazadas con emojis”, escribió el director, “mientras más erosionamos el lenguaje más erosionamos el pensamiento complejo y más fácil es controlarnos”.

Bradbury declaró en entrevistas que la gente malinterpretaba su libro, pues si bien en la historia del bombero Montag es el gobierno quien determina qué se quema, este futuro es culpa de las personas, de los que permitieron que la televisión “destruyera su interés en la literatura escrita”.

Tal vez el también autor de “Las crónicas marcianas” —otro libro de ciencia ficción donde el aspecto humano, y no la tecnología, es el enfoque— no predijo como tal fenómenos como las “fake news”, pero sí son el resultado de un estilo de vida frenético, sin pausa, que exige información rápida y pasa de una novedad a la siguiente; una humanidad que consume a un incesante ritmo será víctima de estafas, provocará malentendidos, censurará —y auto-censurará— sin consideración.

No hay que ver lejos para reconocer ejemplos de la falta que nos hace leer. En estos días Netflix protagonizó un escándalo cuando una de sus nuevas películas, “Cuties”, fue considerada en Twitter —hogar de la cultura de la cancelación— un producto que incita a la pedofilia, opiniones basadas tan solo en la sinopsis ofrecida por la plataforma, ignorantes de que se trata de una producción de la directora Maïmouna Doucouré que, irónicamente, critica la sexualización de niñas en los medios contemporáneos a través de una historia galardonada en el Festival de Sundance del 2020.

Deliberada o no, la decisión de Netflix de presentar en su plataforma este filme de tal manera —su sinopsis, que luego fue corregida, ignoraba el mensaje principal e hizo parecer a esta película algo que no es— y las reacciones que generó, son prueba de la facilidad con que podemos ser manipulados en medio de esta sociedad de no-lectura.

En “Fahrenehit 451” Ray Bradbury depositó la esperanza de una nueva humanidad en unos cuantos guardianes de la literatura, quienes de manera oral y desde su memoria —probablemente aún más frágil que el formato digital— se encargarán de restaurar la cultura luego del holocausto nuclear.

A cien años de su nacimiento y ocho de su muerte, no hay fuego que amenace libro alguno —aunque la censura persiste con muchas máscaras en todo el mundo— pero el riesgo está en la decisión personal de ya no indagar, de ya no buscar, de ya no leer.

Por eso, en memoria de las advertencias de este autor, y aunque se trate del último párrafo del presente texto, siga leyendo. Por su bien, siga leyendo.