El último 'médico' de máquinas de escribir de Saltillo

Luis Miranda dedicó su vida a componer máquinas de escribir, ahora es el último reparador de estos objetos que ya casi nadie utiliza
Después de tres siglos de existencia, las máquinas son casi obsoletas y se están convirtiendo en objetos de museo. Las computadoras las desplazaron. Fotos: Jordi Sifuentes

Con 80 años de edad, Luis Miranda Monsiváis se siente orgulloso de haber solventado la educación de sus ocho hijos con el puro oficio de reparar máquinas de escribir. Ahora, varios de ellos se dedican a reparar computadoras.

Después de tres siglos de existencia, las máquinas son casi obsoletas y se están convirtiendo en objetos de colección.

Sentado afuera de su negocio en la calle Purcell, con algunas dificultades para hablar, pero con una total lucidez para contar sus memorias, don Luis narró que fue el reparador de cabecera de la máquina de Casiano Campos, aquel comunista que paseaba por Saltillo en su coche ruso durante la mitad del siglo 20.

Experto. Don Luis aún sigue esperando clientes en su taller de la calle Purcell.

Casiano Campos debió de haber escrito en su máquina sus manifiestos, peticiones, exigencias y propaganda.

Luis Miranda nació el 24 de julio de 1954 y solo estudió hasta la Primaria. Antes de aprender el oficio, desde los 13 años trabajó en una fragua, en la antigua Farmacia Coahuila, y en la Cinsa; para terminar al taller de don Eloy Saavedra. Don José Puga fue quien le enseñó el oficio.

“A mí me gustó este trabajo porque siempre fui enemigo de que me trajeran con el látigo en la mano. En el año 54 empecé a jalar en el taller y me independicé en 1962.

“Toda mi vida he trabajado en eso. Yo arreglaba las máquinas de escribir de todos los colegios. De la Gabino, la Justo Sierra, La Paz. Después me di a conocer y arreglé las máquinas de Gobierno. Y aquí sigo, hasta que se me termine la gasolina”, dice.

UN ESPACIO CON HISTORIA

Su taller se encuentra en la calle Purcell, en la casa en donde nació su abuelo y su padre. Recuerda que esta calle antes era un arroyo tan grande que le llamaban el Río Purcell.

La habitación que lleva años observando trabajar a Luis Miranda Monsiváis tiene teclados saliendo de los gabinetes. Debajo de la mesa, un cajón enorme guarda la herramienta. Este lugar dio para mantener a 8 hijos. Su esposa, con la que duró 54 años de casado, fue su inseparable socia con la cual sacó adelante el negocio, y con ayuda de sus hermanos.

80 años de edad, Luis Miranda Monsiváis

 “Todos mis hijos son profesionistas. Tengo uno que es Ingeniero en Sistemas y arregla computadora cuando le cae chamba. Él trabaja en una empresa.

Recuerda que la mayoría de sus colegas han muerto. En Saltillo llegaron a existir hasta ocho negocios similares. Ahora solo queda un colega vivo en la colonia Panteones. Éste ya no está activo.

“Ya se fueron para Morelia (risas). Se siente muy feo eso. El apogeo en la ciudad fue en los 70 y 80. Yo gracias a Dios me sigo sosteniendo con lo que deja el oficio. Sigo arreglando las Olivetti, las Marshall, las Monroe. De todo tipo de máquinas. Tienen el mismo sistema. No cambian”, señaló.

CON UN CLIENTE COMUNISTA

Fue en 1964 cuando abrió el negocio y entre todos sus clientes tuvo a Casiano Campos.

“Yo le arreglé la máquina de escribir a Casiano Campos. Ese era de hueso colorado. Él vivía en la de Acuña, en la privada Montañano. Tuve la oportunidad  de irme a Checoslovaquia. Yo me iba a ir cuando se puso una agencia de carros aquí en la de Acuña. Nada más que me arrepentí porque hubo comentarios.

A mí me gustó este trabajo porque siempre fui enemigo de que me trajeran con el látigo en la mano. En 1954 empecé a jalar en el taller y me independicé en el ‘62”.

“Les decía que iba a la fábrica del carro Moszcovich. Pero me dijo la secretaria: ‘Ni te animes porque ya no regresas’.

“Casiano era un persona muy amable nada más que tenía una fama de camarada. Él fue director de la biblioteca que está en la Alameda. Pero no inculcaba su doctrina. A mí nunca se me pegó eso. Ni me gustó andar en política”, agrega.

 EL AMOR DE SU VIDA

Su esposa se llamaba María Reyna Torres y siempre lo apoyó en su taller.

“Me duró 54 años y nunca le cambié ni pipote ni llanta. Solo que le dio un infarto. El pasado 29 de enero cumplió 5 años de haber muerto. Algún día nos veremos allá”.

“Yo tenía una cantidad de trabajo. Ni se imagina. Mi esposa y yo trabajamos hasta las 03:00 de la mañana. Nos levantábamos desde las 07:00 u 08:00 de la mañana. Nuestro matrimonio duró 54 años”, señaló don Luis, con algo de orgullo y un poco de melancolía.