El porvenir de Jalpa, el pueblo que poco a poco se convierte en fósil

Esta es la historia de un ejido de General Cepeda conocido por preservar huellas y fósiles de dinosaurios de hace 90 millones de años, pero también es un pueblo al que sólo le quedan poco más de veinte familias, cuatro niños y un silencio prehistórico
Migración. A partir de los sesenta, la gente de los ejidos comenzó a irse a las ciudades; prefirieron trabajar en fábricas que en el campo. Fotos: Vanguardia/Omar Saucedo

Por: Christian Martínez
Fotos: Omar saucedo
Edición: Nazul Aramayo
Diseño para edición impresa: Édgar de la Garza

Tres Homosapiens sapiens viajamos en un coche compacto repleto de chatarra, aparatos electrónicos y basura, durante casi tres horas para llegar al Porvenir de Jalpa, un ejido cerca del municipio de General Cepeda que, entre lechuguillas, liebres, huellas y fósiles de dinosaurios y un puñado de rocas que soportan a toda la Historia en su estacionada existencia, vio crecer a un centenar de personas entre su vientre. Ahora, poco a poco, este ejido, se queda sin habitantes.

Mogotes de nubes cargadas de agua hacían que el paisaje desértico dejara de ser un cliché: el sol esta vez no fue problema; sólo el viento y un poco de tierra calaba en los ojos.

Después de varios minutos de tambalearnos por la terracería, bajamos para retratar los anuncios que dan (o daban) la bienvenida a la zona: el clima se encargó de desmadrarlos y casi no se podían leer. Poniendo atención y entrecerrando los ojos, pude distinguir las palabras “huellas” y “fósiles”, mientras el coche andaba.

Ahí las liebres son carroñeras y los hombres nobles; no pican piedra, tallan fibra para producir estropajos e irlos a vender a las ciudades. La lechuguilla provee a la microscópica economía del lugar.

En definición, la palabra ejido proviene del latín exitus, que se traduce en “salida”. Jalpa proviene del náhuatl Xalli, que quiere decir “sobre la arena o lugar sobre la arena”. Si juntamos los conceptos, diría algo así como: “El porvenir de la salida que está sobre la arena”. 

En números, el Porvenir, en su último censo, tenía 88 habitantes: 55 hombres y 33 mujeres y el 19.32 por ciento de la población era analfabeta. O sea, casi 20 personas de esas 88 nunca supieron qué decían los desmadrados anuncios en la entrada del pueblo aunque entrecerraran los ojos.

Algunas casas se veían casi derrumbándose. El adobe se mira resquebrajado y con los techos tumbados. En la en una de las bardas ubicada en el centro del pueblo, había un grafiti negro sobre un fondo azul que decía “Los perros”. Más adelante, me daría cuenta, que en el lugar, la cantidad de perros era mayor que la de los niños.

Fotos: Vanguardia/Omar Saucedo

Los ejidos son hijos del silencio. A las tres de la tarde, dos señoras de dentadura churrigueresca y tímidas de carácter barrían la entrada de su casa. Ellas nos indicaron dónde quedaba la del Comisariado: el presidente de éste nos podría llevar con las personas encargadas de acompañar a los visitantes hacia las huellas de Hadrosaurio (el dinosaurio Pico de pato: el de la portada de los libros de Historia de tercero de primaria escrito por el profesor Carlos Manuel Valdés que, en lo personal, me cagaba cargar).

Llegamos a una casa de las de mejor estado y nos recibió el presidente del Comisariado. En la entrada de la casa, amarrados de un árbol medio flaco, había dos burros. Mis compañeros fotógrafos, como de manera catártica, comenzaron a tomarles fotos y yo casi les pido una declaración a lo animales, pues a falta de individuos, necesitaba a alguien que me explicara lo que sucedía entre todo ese silencio prehistórico de las tres cinco de la tarde.

Un Comisariado es el órgano encargado de ejecutar y hacer cumplir los acuerdos tomados por una Asamblea. Es un pequeño ejemplo de burocracia democrática propia de los ejidos: realizan acuerdos y llevan lo decidido a las autoridades correspondientes.

Cada tres años se cambia de representantes. Está integrado por un presidente, un secretario y un tesorero. Tal vez habrá lugares en México que se estén quedando sin habitantes, pero siempre habrá “democracia”.
Las personas encargadas de llevar a los visitantes a la zona de la huellas no se encontraban en el pueblo; había muerto un familiar suyo y fueron a velarlo, según el presidente del Comisariado.
Había alguien que nos llevaría.

 

Los ejidos son hijos del silencio
 
¿Hay futuro en el Porvenir?
La lechuguilla provee a la microscópica economía del Porvenir. Los hombres tallan fibra para producir estropajos e irlos a vender a las ciudades. Otros son chiveros y trabajan el ixtle, pero confiesan que el pueblo está solo, pues la gente abandona el ejido para trabajar en las fábricas de la ciudad.

Ya no vienen tan seguido a ver la huellas. Nosotros hicimos este camino a mano”. “Pos sí se siente bonito que haya todo eso, pero pos no pasó nada. Nosotros nunca habíamos escuchado hablar nada sobre eso. Uno no sabe nada. Ahora se los llevan todos. Nosotros cuidamos que no se las lleven”.
Don Mariano, habitante del Porvenir.

DON MARIANO
“¡Yo no quería jalar!”, me dijo al ir caminando hacia las huellas. El Comisariado le habló al verlo fuera de su casa. Le chifló y don Mariano se acercó junto con “El Payaso”, un perro de color blanco que tenía unas manchas negras cerca de los ojos, “Vete pa la casa. Orita voy”, le ordenaba don Mariano. “El Payaso”, parado firmemente, al parecer no quería dejar solo a su dueño con tres desconocidos.

“¿Qué estás haciendo ahí parao? Llévalos a allá a las huellas. Te conviene”, le dijo el dueño de los burros a Mariano cuando éste llegó.

Al saludar a los dos pude sentir la textura rasposa de sus dedos y palmas. La sensación era similar al tocar el ixtle que trabajaban.

Don Mariano nunca se casó. Es un hombre de 67 años que vive con sus padres. Es nativito, como él dice, del Porvenir de Jalpa. Mide aproximadamente 1.80 y aparenta menos edad. Lleva barba blanca con el bigote manchado por fumar tanto cigarro. Estudió hasta tercero de primaria y no creo que le haya tocado el mismo libro de historia que a mí. 

Su madre tiene 90 y tantos años y su padre 87. Su hermana se casó y, después de un mal matrimonio, regresó a casa a cuidar de sus padres y atender a Mariano.

Algunas casas se veían casi derrumbándose. El adobe se mira resquebrajado y con los techos tumbados.

Trabaja en la labor y de chivero. Ese día no fue al monte porque estaba seco. En una ocasión, se enamoró de una investigadora quien le dijo que aquellos dinosaurios pesaban alrededor de 10 toneladas.

Según él, ya sólo quedan cuatro niños en el ejido y veintitantas familias.
“Ya no vienen tan seguido a ver la huellas. Nosotros hicimos este camino a mano”, lo señaló mientras o recorríamos. “Nos pagaban como 300 pesos a cada quién. No jalábamos toda la semana”. 

   “Mi novia (la investigadora) las descubrió […] y uno que le dicen 'El Pato'. Ellos las descubrieron.

“Yo una vez andaba con unas chivas y se me fueron. Y donde andaban había unos pocitos con agua. De ahí tomaban. Pero que yo dijera 'son huellas', pos no. Eso fue como en el 2006”. Hizo una pausa larga antes de continuar. “Quién sabe si mi novia todavía jale allá. No éramos novios, éramos amigos”, aclaró. Más adelante, me comentó que ella alguna vez le contó que todo ese lugar era mar.

Tal vez estas chivas fueron las verdaderas descubridoras, pero ni a don Mariano ni a ellas le interesaban estos temas. Al caminar por aquellos lados se pueden ver un montón de piedras que parecen de metal. Don Mariano nos advirtió la posibilidad de que apareciera una víbora de cascabel. También recordó la vez que su padre y él, de pequeño, habían encontrado una piedra como con un vidrio adentro.

AUN SIN HABITANTES, SIEMPRE HABRÁ 'DEMOCRACIA'
  
Burocracia del ejido
Un Comisariado es el órgano encargado de 
ejecutar y hacer cumplir los acuerdos tomados por una Asamblea. 
  
Toma de decisiones
Los miembros de la Asamblea realizan acuerdos 
y llevan lo decidido a las autoridades 
correspondientes.
  
Renovación de poderes
Cada tres años se cambia de representantes. Está integrado por un presidente, un secretario y un tesorero.

Don Mariano, habitante del Porvenir.
Fotos: Vanguardia/Omar Saucedo
“Yo una vez andaba con unas chivas y se me fueron. Y donde andaban había unos pocitos con agua. De ahí tomaban. Pero que yo dijera 'son huellas', pos no. Eso fue como en el 2006”
Don Mariano, habitante del Porvenir.

“Una vez, de chiquío, caminando con papá, vi una piedra como con un vidrio adentro. Como en forma de círculo. Y le dije a papá 'achis, pos ta muy redonda y muy rara'. Nosotros no sabíamos que eran huesos de esos animales”.

Al preguntarle que pasó en el pueblo cuando se enteraron de que había fósiles y huellas, dijo que “nada”.

“Pos sí se siente bonito que haya todo eso, pero pos no pasó nada. Nosotros nunca habíamos escuchado hablar nada sobre eso. Uno no sabe nada. Ahora se los llevan todos. Nosotros cuidamos que no se las lleven. Nos se las vaya a llevar, eh”, advirtió.
 
ABANDONO DE LOS EJIDOS

En Historia (aquí es cuando comenzamos a imaginar en blanco y negro) no se tienen datos de la fecha de fundación de este ejido en la hoja proporcionada por la historiadora de la región, Antonieta Oyervides Valdés, que de manera amable la hizo llegar por correo. Pero se puede deducir que fue en los primeros años de 1700, pues Narigua, pueblo vecino, fue fundado en 1713.

A partir de Benito Juárez, los propietarios de grandes terrenos, que no tuvieran éstos en producción (sin cultivar) se les quitaban las tierras sin usar, de acuerdo a la ley. Y cuando Porfirio Díaz entró al poder, por segunda ocasión, echó abajo esas leyes.

En la Revolución, lo que buscaban los alzados era que los terratenientes no tuvieran toda esa tierra.

Se comenzó con la repartición, con los presidentes Plutarco Elías Calles y Álvaro Obregón, para que los campesinos pudieran ser dueños de algo.
Pero el verdadero creador de los ejidos en México, según el historiador Carlos Recio, fue Lázaro Cárdenas: éste hizo repartición de tierras en todo el país, y comenzó en La Laguna, en el estado de Coahuila.

La mayoría de los actuales habitantes son descendencia de los peones de las antiguas haciendas. Décadas después de Cárdenas, se quejarían, pues evidentemente les dieron las peores tierras para trabajar.

A partir de los sesenta, comenzó la migración de los ejidos hacia las ciudades; los hijos y nietos prefirieron trabajar en las fábricas.

El tiro de gracia para estos lugares se lo dio el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), que en estos días, casualmente, está en negociación.

“Enfermedades, hambre […] verdadera hambre es lo que se vive en estos lugares. Yo he hecho investigaciones en estos lugares. Va en deterioro la cuestión de la alimentación en México. A varios presidentes no les importó el tema. Lo que querían era dinero rápido. Por eso vendieron muchos recursos naturales a otros países para que ellos los trabajaran. 

Los ejidos fueron pensados para el autoconsumo y ahora no se puede” agregó Carlos Recio toda la información histórica.

Dejemos el blanco y negro y regresemos con don Mariano que casi nos dejó atrás en la caminata hacia las huellas encontradas dentro del desierto.

En el lugar, la cantidad de perros es mayor que la de los niños.

PUEBLO SIN NIÑOS

El lugar se llama el Águila, gracias a un arroyo homónimo que corre por el lugar. El delegado del INAH en Coahuila, Francisco Aguilar, antes de ir para allá, nos indicó al llegar que los mismos ejidatarios abren las puertas de lugar, y accedieron a mantenerlas y llevar a las personas a conocerlas.

A comparación de lo que pasó en Rincón Colorado, que según un medio de información, los ejidatarios decidieron vender las tierras y se perdieron huellas y fósiles.

Estas huellas tienen una edad 90 millones de años y el INAH tiene registradas 222.

Regresamos después de un recorrido de una hora aproximadamente. 

Don Francisco Daniel, que estaba afuera de la tienda en donde compramos algo de tomar trabajando el ixtle en su carretilla, contó que hace como 10 años que se terminaron los niños y que la escuela ya no funciona.

“Hace 10 años se terminaron los niños aquí. Ya no funciona la escuela. Pa qué viene los profesores. Hay tres niños o cuatro. Hay mucho caserío solo. Ya se va la gente para la ciudad. Yo tengo 67 años. Mariano es más chiquío.

Sin clases. La escuela ya no funciona, ya no asisten maestros porque sólo quedan tres o cuatro niños en el Porvenir.

“Yo trabajo el ixtle. Está todo solo, pues la gente se fue para la ciudad a trabajar en las fábricas”.

El viento se ponía cada vez más intenso. Levantaba el polvo. Se venía venir una lluvia fuerte. Regresamos a casa del Comisariado para despedirnos y agradecer. Se disculpó por no dar una buena atención. 

Hizo un llamado a las autoridades para que ponga atención a la zona, pues dice la tienen olvidada.

Retomamos la carretera y cayó la primera gota en el parabrisas. En la ciudad nos esperaba un aguacero.

En el quinto informe de Gobierno, Enrique Peña Nieto aseguró que más de 2 millones de personas lograron superar la pobreza alimentaria.

La Reforma para la transformación del campo del presidente Enrique fue criticada por expertos como Víctor Suárez Carrera, director de la Asociación Nacional de Empresas Comercializadoras de Productores del Campo. Dijo que ésta sería la estocada final para este sector.

Entre las múltiples consecuencias, según información del portal de dicha asociación, estará sin duda el aumento del número de mexicanos que, ante tal situación, pensarán en jugársela para tratar de emigrar al norte o, como en el caso de este ejido, a la ciudades aledañas para trabajar en las maquilas.

Don Francisco Daniel, habitante del Porvenir.
Hace 10 años se terminaron los niños aquí. Ya no funciona la escuela. Pa qué viene los profesores. Hay tres niños o cuatro. Hay mucho caserío solo”. “Yo trabajo el ixtle. Está todo solo, pues la gente se fue para la ciudad a trabajar en las fábricas”.
Don Francisco Daniel, habitante del Porvenir.

El ejido y el TLCAN

Algunos días atrás, Ramón Verduzco González, dirigente en Coahuila de la Confederación Nacional Campesina, declaró a varios medios de comunicación que en la renegociación del Tratado de Libre Comercio de AMérica del Norte (TLCAN) no habría cambios en el capítulo del sector agropecuario.

Comentó que el medio rural no correrá ningún riesgo en la revisión del TLCAN.

Manifestó que para ello están las negociaciones, a fin de garantizar que no se corra ningún riesgo.

"Al campo mexicano le va a ir bien en esta etapa de renegociación del TLCAN, aunque también debemos reconocer que es fundamental la tecnología y el extensionismo agrícola”, anunció.

Sostuvo que hay buenas expectativas, porque los productos del campo mexicano van a conservar sus envíos a los mercados de Estados Unidos y Canadá.

Preservación de la historia
 
El INAH  (Instituto Nacional de Antropología e Historia) ha encontrado más registros de huellas de distintas especies de dinosaurios que habitaron en lo que hoy es Coahuila hace 90 millones de años. En el Porvenir ya tienen registradas 222 huellas. La gente de esta comunidad sí ha accedido a colaborar con el Instituto para la preservación de las huellas, a diferencia de lo que pasó en Rincón Colorado, donde los ejidatarios vendieron las tierras y se perdieron huellas y fósiles.

Viaje al pasado

El Porvenir guarda huellas y fósiles del Hadrosaurio (el dinosaurio Pico de pato). Los habitantes del lugar se encargan de cuidar y de llevar a los visitantes a ver los restos prehistóricos.
 
La mayoría  de los actuales habitantes del lugar son descendencia de los peones de las antiguas haciendas.
  
El tiro de gracia  al campo mexicano se lo dio el TLCAN, de acuerdo con especialistas, pues se perdió la estructura de autoconsumo que representaba el ejido.

A varios presidentes no les importó el tema. Lo que querían era dinero rápido. Por eso vendieron muchos recursos naturales a otros países para que ellos los trabajaran. Los ejidos fueron pensados para el autoconsumo y ahora no se puede”.
Carlos Recio, historiador.

DATOS

En el estado de Coahuila hay 43 ejidos.

México tiene una superficie de 196 millones de hectáreas, de las cuales el 51 por ciento son de núcleos agrarios.

Durante el Reparto Agrario, que inició en 1915 y concluyó en 1992, fueron entregadas a los campesinos 103.5 millones de hectáreas. A 20 años de dicho reparto, sólo el 2.5 por ciento de la propiedad de ejidos y comunidades ha adoptado el dominio pleno; es decir, transitado de la propiedad social a la privada. 

Las más de 100 mil hectáreas de propiedad social están organizadas en 31 mil 785 núcleos agrarios, de los cuales 29 mil 442 son ejidos y 2 mil 343 son comunidades según datos de la Secretaría de la Reforma Agraria.

88 Habitantes tuvo el Porvenir, de acuerdo al último censo: 55 hombres y 33 mujeres y 19.3 por ciento no sabían leer y escribir.