El fantasma de Okiku: la historia que inspiró “El Aro”

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El fantasma de Okiku: la historia que inspiró “El Aro”

La historia que inspiró la maldición de Samara y la frase “Siete días”

Antes de que se adelanten al estreno de la secuela que se estrena en febrero, traemos una leyenda que llegó a inspirar la historia de “Ringu”, o como se le conoce en el continente americano: “El Aro”.

Algunas películas de horror se basan indirectamente en historias reales, que a su vez muchas otras se inspiran de la vida real pero distorsionan un poco los hechos con tal de crear una historia única. Tomen el ejemplo de Leatherface, personaje inspirado en el asesino serial Ed Gein, quien sí llegó a ponerse la piel de sus víctimas, pero nunca utilizó una sierra eléctrica.

Así, la historia de Sadako o Samara fue introducida por la novela de Koji Suzuki en 1998. La película de “El Aro” de 2002 se construye con tres elementos esenciales: una niña, un pozo, y una cinta maldita. Samara era una pequeña niña con dones sobrenaturales, quien fue arrojada a un pozo para regresar al mundo físico a través de una cinta maldita. Y cuando alguien observa esta cinta, éste tiene siete días hasta que la niña salga del pozo y desate su ira sobre la persona. ¿Pero de dónde vino este argumento?

En la parte del Oeste de Japón, se encuentra el castllo Himeji en frente de una enorme montaña. El catillo se contruyó entre 1333 y 1346 por el terrateniente Himeji. Esta construcción es un sitio turístico nipón, aunque una atemorizante historia se le atribuye. La historia de Okiku, quien murió en las afueras del castillo.

Okiku, quien trabajaba en los calabozos del catillo, era una sirviente del samurái Tessa Aoyama, y Aoyama tenía un interés por la mujer. De hecho, llegó a enamorarse perdidamente de ella, diciéndole que dejaría a su esposa para estar con ella. Pero Okiku no estaba de acuerdo con esto, lo que la llevó a ser asesinada brutalmente por el samurái.

Una de las labores de Okiku era estar al pendiente de diez platos dorados que eran de Aoyama, y un día, el samurái decidió esconder uno de ellos. Le dijo a Okiku que no accedía a irse con él, la culparía de robarse el plato, lo cual la llevaría a ser torturada y ejecutada.

Una de las versiones de la historia, Okiku se quitó la vida lanzándose al pozo del castillo, creyendo que no habría forma de escapar. En otra, Aoyama la arroja por el pozo tras ella negarse a estar con él. Pero por supuesto, la historia no termina ahí.

En la víspera de la muerte de Okiku, se dice que se arrastró fuera del pozo y se le aparecía a Aoyama durante la noche. El samurái se volvió loco por los gritos del espíritu vengativo en la noche, ella se encontraba contando los platos del calabozo… volviéndose violenta al darse cuenta que el décimo plato estaba ausente.

Los dibujos de Okiku son bastante similares a los de Sadako/Samara, con un abundante cabello negro y un vestido blanco. Esto era un símbolo para las personas que habían muerto bajo circunstancias poco naturales en Japón: a este tipo de fantasmas se les llama Yurei, y significa “alma apagada o espíritu apagado”. Estas pobres mujeres están sepultadas con vestidos blancos y su cabello cubriéndoles la cara.

El pozo, conocido ya como “El pozo de Okiku”, se puede encontrar aún en el castillo himeji, pero ahora se encuentra cerrado por barras de metal. ¿Será por el temor a que Okiku vuelva a salir de su encierro?