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Calderón de la Barca: Segismundo, y la carga de su monólogo
¿Quién no sueña? O mejor que eso: ¿quién no desea el soñar en lugar de vivir? Cambiar una situación actual (y vaya que existen muchas) por una más plácida y hermosa.
El escritor Calderón de la Barca exploró esto con su obra “La vida es sueño”. La historia de un príncipe encerrado en una torre por su padre el rey Basilio, quien escucha una profecía que dice que su heredero le dará muerte para tomar su trono.
Segismundo es condenado por el simple hecho de nacer, y él, sin nadie habérselo confesado, lo sabe. Se puede escuchar, puesto que esto es teatro, durante la introducción del personaje ante la audiencia que comienza con una queja que asemeja un llanto:
“¡Ay mísero de mí! ¡Ay, infelice!”
Continúa hablando a lo que denomina una especie de “jurado divino” (cielos) a los que cuestiona preguntando que “delito” cometió. Esto nos hace entender que el príncipe conoce la ley y lo que es la justicia, por lo que debe existir una causa para su encierro. Una causa para su pesar y dolor, a lo que solo llega atribuir a una injusticia arbitraria por parte de "los cielos".
Más adelante en el la misma introducción conocemos lo esencial sobre el joven príncipe, cuando éste dice:
“bastante causa ha tenido/vuestra justicia y rigor,/Pues el delito mayor/del hombre es haber nacido”
Concluye que su delito es el simple hecho de ser un hombre. Durante el resto de la obra veremos cómo Segismundo, aun siendo un joven valiente y conformacional, siempre sucumbirá al dudar sobre su posición como hombre. Al ser trasladado al palacio de su padre, dudará y confrontará a su padre.
Y cuando el clímax de la obra llegue, Segismundo se verá convencido de ser un criminal por su propia existencia, al ser drogado y llevado de nuevo a su torre donde se le mentirá diciéndole que todo fue un sueño. Lamentándose, en uno de los mejores versos que existen:
“Es verdad. Pues reprimamos/esta fiera condición,/esta furia, esta ambición,/por si alguna vez soñamos:/Y sí haremos, pues estamos/en mundo tan singular,/que el vivir sólo es soñar;/y la experiencia me enseña/que el hombre que vive, sueña/lo que es, hasta dispertar.”
“Sueña el rey que es rey, y vive/con este engaño mandando,/disponiendo y gobernando;/y este aplauso, que recibe/prestado, en el viento escribe,/y en cenizas le convierte/la muerte, ¡desdicha fuerte!/¿Que hay quien intente reinar,/viendo que ha de despertar/en el sueño de la muerte?”
“Sueña el rico en su riqueza,/que más cuidados le ofrece;/sueña el pobre que padece/su miseria y su pobreza;/sueña el que á medrar empieza,/sueña el que afana y pretende,/sueña el que agravia y ofende,/y en el mundo, en conclusión,/todos sueñan lo que son,/aunque ninguno lo entiende.”
“Yo sueño que estoy aquí/destas prisiones cargado,/y soñé que en otro estado/más lisonjero me ví./¿Qué es la vida? Un frenesí./¿Qué es la vida? Una ilusión,/una sombra, una ficción,/y el mayor bien es pequeño:/que toda la vida es sueño,/y los sueños, sueños son.”
Se plantea una idea filosófica explorada en culturas orientales, donde los seres humanos vivimos una farsa donde conviven la tragedia y el éxito. Nuestros problemas, entonces, son simples banalidades que continúan hasta morir. O despertar.
Claro, a muchas personas les aterra la idea de pensar que vida “real” no es tan real. Que sus esfuerzos son en vano. Quizá lo que De la Barca proponía es algo absurdo en sí. Pero, ¿acaso es imposible?
Calderón de la Barca cambió el teatro español a simplificar la estructura de los versos de los personajes, para poder elaborar mejor el drama de los personajes. Esto permitía obras más cortas, pero con mayor peso narrativo.
Aunque nunca fue del agrado de otro grande del teatro, Lope de Vega, hoy, el jesuita es reconocido por sus grandes obras que seguirán siendo discutidas en futuros siglos.