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Don José, 'el titiritero' del bulevar V. Carranza, hoy necesita ayuda
Quien pase durante la mañana, cualquier día de la semana, por el crucero de la Clínica 2 del IMSS en Saltillo, podrá ver a don José y su compañero “Beto” pedir dinero para donarlo a los enfermos que más lo necesitan, pero ahora la ayuda la requiere él, por eso sigue trabajando de domingo a domingo sin descanso.
José Alfaro Padilla cumplió 70 años de edad el 19 de marzo, y en octubre de este 2016 cumple 30 años de ayudar a los pobres y divertir a la gente con su compañero a quien todos llaman títere, pero no es un títere, corrige don José, se trata de un muñeco de ventriloquía que, le han dicho, se parece al “Chapo” Guzmán.
José es amable y le gusta platicar. No me conoce, pero en menos de 10 minutos siento que conozco toda su vida. Nació en el Centro de Saltillo, es el quinto de siete hermanos y durante su infancia eran pobres… pero ricos.
No entiendo bien a qué se refiere, al principio imagino que el fuerte y permanente ruido de los carros que pasan por el bulevar Venustiano Carranza, una de las vialidades más transitadas de la ciudad, me impide escuchar. Pero no, repite que su familia era pobre, pero al mismo tiempo rica.
“Mi papá era herrero, en ese tiempo había pocos y él tenía mucho trabajo, ganaba muy buen dinero, pero a nosotros nos tenía a medio comer”.
El hombre de ojos azules, cabello completamente blanco por las canas, piel tostada por el Sol y ahora llena de arrugas, estudió solamente hasta tercero de primaria.
Tal vez el “medio comer” en que los tenía su papá a él y sus hermanos, lo obligó a acostumbrarse a comer una, máximo dos veces al día, y a tomar sólo unos tres vasos de agua a la semana. Ahora dice que no le gusta tomar agua, aunque se exponga al Sol unas cinco horas diarias, comenta que prefiere tomarse un refresco.
Lo altruista lo sacó de su madre, a quien siempre le gustó ayudar a la gente, dar a los que lo necesitan, “creo que de ahí viene lo mío, yo lo traigo desde siempre, si no hiciera eso de donar lo que gano a diario, no me sentiría yo”.
TRABAJOS ALEGRES
Quiere que la gente lo conozca, por eso me platica qué ha hecho con el paso de los años y dice que eso de practicar la ventriloquía con sus muñecos no es lo único que ha hecho en toda su vida, aunque asegura que eso de la imitación de voces es lo suyo.
Desde los siete años descubrió que tenía el talento de cantar, aunque nadie en su familia era cantante. Su mamá lo llevaba a las carpas para que hiciera presentaciones, incluso en tres ocasiones participó en concursos y ganó algunos premios.
A los 12 años comenzó a trabajar en la panadería La Reina como hornero, para después –a los 18- aventarse con “la cantada semiprofesional”. Cantaba cualquier género en bares, fiestas de 15 años o bodas, bailes públicos o ferias.
Pero no sólo canta, también compone sus canciones, y luego comienza a cantarme a capela la canción que se le ocurrió inventar cuando, a los 66 años, le gritaron: “ponte a trabajar viejo güevón”.
“Viejo, me has gritado viejo porque hoy gozas de tu plena juventud, estas canas con el tiempo ya las podrás tener tú (…) si el dinero lo comprara todo, todo, te compraba toda tu juventud, para gritarte cuando pases: viejo, viejo, como me gritaste tú”, canta y sus ojos se ponen brillosos, luego se limpia las lágrimas.
A los 29 años trabajó como payaso, me platica y después afirma que a él le gustan los trabajos alegres, pues le gusta hacer reír a la gente.
Como payaso trabajó unos 11 años, a los 40 comenzó a recolectar dinero en los cruceros con sus muñecos de ventriloquía porque, reitera, él no trabaja con títeres, los títeres son diferentes.
Seis muñecos lo han acompañado a lo largo de tres décadas, todos hechos por él mismo: “Chema”, “Mario Bross”, el que se parecía a “Salinas de Gortari”, “Memín Pinguín”, “Raulito” y “Beto”, quien ha sido su compañero en los últimos 15 años.
ALTRUISMO
Desde la primera vez que se colocó en un crucero, en octubre de 1986, ha donado el 70 por ciento de lo que recolecta a los que más lo necesitan.
Aunque desde hace cuatro años está enfermo de la presión y requiere medicamento especial, nunca ha dejado de donar el dinero que junta, pero ahora su enfermedad se complicó y la debilidad que siente es más recurrente, así como los fuertes dolores que le dan en el pecho.
“Es hora de pensar un poco en mí, en mi salud, que lo que me gane sea para mi medicina, para mis chequeos”, comenta.
Don José no tiene servicio médico, por eso cada vez que se siente mal debe pagar por las revisiones con el doctor y las medicinas.
A pesar de que los problemas con la presión lo debilitan, sigue trabajando en el crucero de la Clínica 2 del IMSS de domingo a domingo, sin descanso, comiendo una vez al día.
No se raja. De la “mano” de su compañero “Beto”, don José sigue trabajando de domingo a domingo sin descanso pese a sus problemas de salud.