De cuando Saltillo fue la primera ciudad del norte en declarar su independencia

Según los registros el Cabildo de Saltillo juró su independencia la madrugada del 2 de julio de 1821, meses antes de la entrada triunfal de Agustín de Iturbide a la Ciudad de México
Detalle del mural de la historia de Coahuila de Elena Huerta. Centro Cultural Vito Alessio Robles. / Foto: Omar Saucedo/VANGUARDIA.

El 27 de septiembre de 1821 Agustín de Iturbide, al frente del Ejército Trigarante, entró en la Ciudad de México. Este momento es el que los historiadores consideran cuando se habla de la Consumación de la Independencia de México, pero como con cualquier evento histórico, no todo se reduce a ese instante y la realidad es más compleja y basta. De hecho, para entonces, muchos otros territorios, villas y ciudades ya habían declarado su independencia de la Corona Española, y Saltillo fue uno de estos.

Este acontecimiento, cuyo bicentenario se celebra este 2 de julio, ha sido conmemorado desde hace un par de semanas por diversas instituciones e individuos, tanto a nivel estatal como municipal, no solo por lo que representa para la historia nacional, sino también de la región, pues en el norte, la entonces Villa de Santiago de Saltillo fue la primera en jurar la independencia.

Si en la actualidad el territorio mexicano que se ubica sobre el Trópico de Cáncer se siente alejado de la capital, durante el Virreinato la distancia era mucho mayor. Cuenta Lucas Martínez Sánchez, Director del Archivo General del Estado de Coahuila, en entrevista con VANGUARDIA, que en aquella época, por poner en perspectiva, el viaje de Saltillo a Monclova duraba cerca de cuatro días, ruta que ahora podemos recorrer en un par de horas. Esta lejanía geográfica tanto del centro de mando de la Nueva España como de todo el Imperio Español, al otro lado del Atlántico, en Madrid, aunada al excesivo cobro de impuestos y rematado por los años de lucha independentista y la reciente promulgación del Plan de Iguala por Iturbide, hizo del norte una zona que solo esperaba la oportunidad para sumarse a la lucha.

Joaquín de Arredondo, comandante de las Provincias Internas de Oriente, que ocupaba los actuales estados de Coahuila, Nuevo León, Tamaulipas y Texas

José Tomás de Quevedo y Villanueva, explicó Martínez, fue un insurgente que llegó en 1811 a Saltillo y se quedó a vivir en la villa como comerciante. De acuerdo con una crónica llamada “La revolución de Monterrey” que se le adjudica, recibió una copia del Plan de Iguala en marzo de 1821 y en ese mismo escrito menciona que debe dárselo a conocer al teniente Pedro Lemus, un joven militar de 22 años estacionado en Monterrey bajo las órdenes del brigadier Joaquín de Arredondo. Entre ambos “empiezan a trabajar por la libertad”. Eventualmente a la conjura se suma el también teniente Nicolás del Moral, de 25 años, quien fungirá como vínculo con Saltillo.

“Ellos sienten que están trabajando por la libertad pero muy lejos de Iturbide”, contó, “y que hay que hacerle llegar la noticia de que acá tiene adeptos […] Entonces mandan Lemus y los conjurados a Quevedo a buscar a Iturbide para decirle que en Saltillo y Monterrey están de acuerdo. Por esa razón Quevedo no va a estar en Saltillo para la jura de la Independencia”.

En respuesta a este apoyo Iturbide aseguró que les mandaría mil caballos ligeros. Un gesto que al final no fue necesario, pues los planes de los conjurados en esta región se vieron afectados y adelantaron su declaración oficial de independencia.

En abril, sin saber si Quevedo logró contactar a Iturbide o no, alguien en Monterrey denunció ante Arredondo al teniente Lemus y lo acusan de conspirar y lo encarcelan. Logra salir con apoyo del obispo de la capital neoleonesa, pero del Moral, al conocer la situación de su colega, entra en acción.

A la par, Arredondo tenía tiempo ya solicitando que la Caja Real, donde se recaudaban impuestos de todo tipo y que estaba en Saltillo, fuera trasladada junto con su tesorero a Monterrey, sin éxito. El Ayuntamiento se resistía a enviarla y a finales de junio el brigadier envía fuerza armada, un regimiento que se estaciona en la ciudad y una parte del regimiento fijo de Veracruz, donde viene el teniente Lemus, a la Cuesta de los Muertos, hoy Ejido Paso de Guadalupe, con artillería, para presionar a la élite de la villa para que no obstruyeran el envío de la caja.

“En esas estaban cuando se conoce una noticia que es como la chispa. Los conjurados supieron que era probable que de Durango le enviaran al brigadier Arredonodo refuerzos militares”, expresó, “eso los puso a temblar. Y se jugaban la vida porque era alta traición y Nicolás del Moral va hasta la Cuesta de los Muertos y platica con Lemus y este le dice que algunos están de acuerdo. Entonces los dos, con mucho sigilo, se desprenden de la Cuesta a un punto muy poco conocido pero que para mí es fundamental: la Hacienda de San Lucas, por el actual Aeropuerto de Ramos Arizpe”.

Con la presión de la posible llegada de esta fuerza armada deciden actuar cuanto antes. Lemus regresó a su puesto con la misión de convencer al regimiento de apoyar la causa, mientras que Del Moral hizo lo mismo con la caballería en Saltillo y Juan Marcelino González Ramos fue a los ranchos y otros puntos cercanos a armar el mayor número posible de personas. Junto cerca de 100 vecinos armados. Todo esto sucedió alrededor del 30 de junio.

Durante el 1 de julio todos logran sus objetivos, utilizando diferentes estrategias, y por la noche, informan a Del Moral que el capitán de la caballería, español, y el alcalde de Saltillo, están tratando de convencer a los miembros de este regimiento de lo contrario.

Casi con la soga al cuello, a pesar de que tenían planeado actuar hasta la mañana del día siguiente, durante la madrugada del día 2 se movieron rumbo a la ahora Plaza de Armas.

“Al llegar gritan, juran la independencia, y entonces le piden a un oficial saltillero, gentilicio antiguo y muy bonito, José Juan Sánchez Navarro, que le hable al alcalde”, comentó Martínez. El funcionario, también español, se resistió, pero al final, reunidos en las Casas Consistoriales, hoy Palacio de Gobierno, levantan un acta y juran la independencia, documento que actualmente se encuentra en el Archivo Municipal de Saltillo.

Esperanza Dávila Sota, directora del Centro Cultural Vito Alessio Robles (CECUVAR), comentó también para VANGUARDIA, que después de este acto se llevó a cabo una gran fiesta en la plaza, escena que quedó plasmada en el mural que se encuentra en este mismo recinto, creado por la artista Elena Huerta de 1973 a 1975.

El Bicentenario de la libertad

  • Durante la entrevista Lucas Martínez argumentó que, a diferencia de otras naciones latinoamericanas, al consumación de la independencia de México y su artífice, Agustín de Iturbide, no son tan celebradas pues dieron paso a un modo de gobierno monárquico, de corta duración pero que no empata con los intereses de la nación actual.
  • El historiador ahondará en este acontecimiento en la charla que impartirá el próximo 6 de julio en el CECUVAR en punto de las 18:00 horas como parte del coloquio “Saltillo en torno a la Declaración de Independencia”.
  • Este momento es mencionado en libros como “Saltillo en la historia y en la leyenda” de Vito Alessio Robles, así como “Los ojos ajenos: Viajeros en Saltillo (1603-1910)” de Javier Villarreal Lozano, donde se muestra un crónica del primer embajador de Gran Bretaña, Henry George Ward, quien arribó a la ciudad un año después en un viaje a Real de Catorce.