Convierten Saltillo en gran congal

Sexoservidoras toman por asalto el punto de la Ciudad que más les funciona para prostituirse. Autoridades lo permiten.

Este reportaje es un fracaso porque no dice nada novedoso, nada nuevo.  

Habla de lo que mucha gente ya sabe, pero que se calla: 

Que Saltillo es un congal, donde todo está permitido. 

Que las calles del centro, de la central camionera, de Presidente Cárdenas y del Paseo de la Reforma, seguro que se me escapa alguna, son como otra zona de tolerancia, pero sin seguridad pública ni control sanitario. 

Que por toda la ciudad operan, aun en domingo, puticlubs disfrazados de bares, restorán – bar y discotecas, donde el menú son las muchachas de a 20 por pieza y hasta 500 y 800 pesos por irse contigo a un hotel para urgidos.

Que en el “Arizona”, el “Texano”, el “Indio”, el “Madrid” y el “Modelo”, seguro que se me escapa alguno,  diseminados por toda la ciudad, las chicas bailan pegadito y venden placer con o sin preservativo de por medio.

Decir que este un secreto a voces sería un lugar común, una perogrullada, una cloaca abierta, porque muchos lo saben o cuando menos lo intuyen, muchos lo saben, menos el alcalde y su gente o al menos aparentan no saberlo y yo sospecho que lo saben.

“Las trabajadoras sexuales en Saltillo se mandan solas, hacen lo que quieren, se paran donde quieren, ‘yo ofrezco servicio sexual en mi casa y no voy a dejar mi casa, mi comodidad, por irme a la zona de tolerancia a bailar, cuando no tengo la necesidad de ir a bailar si estoy sentado en mi casa muy a gusto’. y eso genera todo un malestar social”. 

Dice Carlos Llamas, el representante legal de Jóvenes Prevenidos A.C., organización que se dedica a la prevención de VIH Sida y a la promoción de los derechos humanos de personas en desventaja, una fría tarde que platicamos en su fría oficina de la colonia Oceanía Bulevares, antaño famosa por sus casas de cita, antaño, ahora francamente no sé.   

Es como si la zona de tolerancia, pero sin seguridad pública ni control sanitario, estuviera por todas partes.

Como si la zona de tolerancia, pero sin seguridad pública ni control sanitario, fuera el centro de la ciudad, la calle de Lerdo, de Presidente Cárdenas, y si seguimos así, dice Carlos Llamas, la zona de tolerancia se va a expandir a las colonias de Saltillo.

Pero eso todo mundo lo sabe o al menos malician que el “Arizona”, el “Texano”, el “Indio”, el “Madrid”, el “Modelo” y la plaza de “Los Huevones”, son buenos sitios para levantar muchachas. 

“Todos los saltillenses saben dónde encontrar una trabajadora sexual, todos”, dice Carlos Llamas. 

Y los más perspicaces se huelen que en la municipalidad las cosas, en cuestión de control sanitario del sexo comercial, no andan muy bien que digamos.   

“El alcalde Isidro López llega con el apoyo de diferentes sectores que se habían sentido agraviados con Jericó Abramo Masso, cuando cerró los lugares donde se ejercía la prostitución callejera y mando a las trabajadoras sexuales a la zona de tolerancia, y por eso Isidro les está permitiendo, a esos sectores que lo apoyaron, trabajar a sus anchas”, 

David “Tiburón” Muñoz, dirigente de Jóvenes Lagartos, asociación que se dedica a la defensa de los derechos humanos y al bienestar de la juventud, y que en los últimos años ha venido realizando diversas actividades en favor de las trabajadoras sexuales concentradas en la zona roja,  expone su teoría otra tarde que tomamos una limonada en un café cultural, situado por la calle de Juárez, en pleno centro histórico, muy cerca de donde, ha publicado Semanario años atrás, existen casas particulares y peluquerías con cuartos de alquiler para el sexo servicio.

Pero hay algo que las autoridades, tanto de salud municipal, como de la Secretaría de Salud, no saben, y es: cuántas muchachas, y en qué condiciones, estén ejerciendo el trabajo sexual en la localidad. 

Jóvenes Prevenidos dice que son unas 200; el Comité de Operatividad de la Ciudad Sanitaria, calcula que 450, un cálculo para el cual no hace falta quebrarse demasiado el coco con operaciones aritméticas complejas. Basta solamente una simple resta. 

Hace más de año y medio a la zona de tolerancia, el único lugar permitido, según el artículo 217 de la Ley Estatal de Salud, para ejercer la prostitución, entraban unas 600 trabajadoras sexuales. 

Hoy son menos de 150, lo que significa que faltan 450, 450 que, se cree, podrían estar laborando en los bares “de abajo”, del centro, de las orillas de la ciudad.  

“Son conocidas, estaban registradas aquí”.

Dice Verónica Hernández, miembro de este Comité adherido a la CROC, una tarde - noche que charlamos en el Tampico, uno los 12 salones, de 42, que han sobrevivido en la z.r, pero que de a poco se han ido quedando vacíos de clientes y de mujeres.

Cuando hasta hace un año y medio o dos se había registrado en Ciudad Sanitaria la entrada de 800 parroquianos en un buen sábado, 600 el viernes, 400 el jueves. 

Ahora el flujo no llega ni a la mitad: 350 clientes, o menos, en un fin de semana, un viernes, un sábado.  

“La zona tiene dos años que está en decadencia, o sea que bajó otra vez la afluencia de clientes, ya se había reactivado. Volvió a bajar, porque bajaron, otra vez, las mujeres a trabajar a los bares del centro y de las orillas de Saltillo”, advierte Verónica Hernández.

Y hay algo que a los miembros del Comité de Operatividad de la Ciudad Sanitaria, les preocupa, quiero pensar que no es de dientes para afuera, y son los posibles de brotes de enfermedades de transmisión sexual, sobre todo VIH – Sida, que deja la prostitución clandestina.

Otra mañana álgida, de las preferidas por los pensionados para ir a buscar sexo a la Plaza Manuel Acuña, alias de “Los Huevones”, el doctor Jorge Luis Esquinca Montesinos, coordinador de Epidemiología y Calidad, de la Dirección de Salud Pública Municipal, me cuenta que en lo que va de la actual administración, se detectó, mediante las pruebas rápidas que realiza gratuitamente, además de otros tamizajes, el consultorio instalado en la puerta de la z.r., el caso de una trabajadora sexual, joven, “debió de haber sido una mujer joven“, dice el médico, infectada con Sida, a quien, como medida sanitaria, se restringió el acceso a la zona de tolerancia y se refirió a los servicios estatales de salud para su atención y seguimiento. 

Ciudadanos han llevado pruebas testimoniales, videos y fotografías que revelan la operación de prostíbulos clandestinos en diversos puntos de Saltillo, pero no les hacen caso. Foto: Héctor García

“Si no realizamos la detección oportuna, esta mujer va a tener contacto sexual con varias personas y estas personas corren alto riesgo, sobre todo si no utilizan condón, de contagiarse de esta enfermedad. A su vez esta persona que ya se contagió vuelve a tener relaciones sexuales y a contagiar a otras personas. Es un problema de salud pública porque puede afectar la salud no nada más de esta persona

“Así es como se empieza a dar la dispersión de este tipo de enfermedades. Entonces el que nosotros detectemos un caso nos ayuda a disminuir la incidencia de esta enfermedad, de nuevos casos en un futuro”, dice Esquinca Montesinos.

Sin embargo, la falta de costumbre y el miedo a ser examinadas, han influido para que las trabajadoras sexuales que ejercen en las calles de Satillo, sin ningún control, declinen concentrarse en Ciudad Sanitaria, tal y como marca la ley. 

Me dice Paola, una trabajadora sexual que labora en los tables de la zona roja, pero además en los andadores de la Plaza Manuel Acuña, un mediodía que tomamos una nieve en un complejo comercial,

“He conocido chavas a las que les digo ‘vamos a trabajar allá’, y dicen ‘¿qué me van a hacer?’, les digo ´pos te van a revisar’ y tienen miedo a que les digan ‘¿sabes qué?, estás enferma””.  

Paola que conoce el ambiente de las calles y el de Ciudad Sanitaria, dice que este lugar, la zona roja, es sin duda el más apto para el trabajo sexual, con todo y que está feo:

“A pesar de que la zona está fea, no te voy a decir que son instalaciones de lujo, porque no es así. No son instalaciones de lujo, pero tienes la seguridad de que si vas y contratas a una chava no vas a salir con alguna enfermedad”. 

Otra noche de sábado en la zona de tolerancia un grupo de mujeres, vestidas con ropas sugestivas, espera turno afuera del consultorio, que se haya lueguito de la entrada, para ser revisadas por el doctor Víctor Hugo Ramos, responsable del área.

El médico me está diciendo que todas las muchachas que ingresan a la zona de tolerancia, vengan a lo que vengan, ya sea a bailar o a tener sexo con los clientes, deben pasar obligatoriamente, cada semana,  por una inspección ginecológica, a fin de detectar posibles infecciones de transmisión sexual, vaginales o cualquier tumoración.   

Las mujeres que no pasan esta prueba son regresadas hasta que, seguido un tratamiento, se curen.

“Ellas llevan una tarjeta de control, son éstas, y un expediente electrónico. Las tarjetas nos dicen, más que nada, cuándo se revisaron y anotamos también los procedimientos que se les han realizado”.

Dice el médico, mientras me enseña una caja repleta de carnets rosas que tiene sobre el escritorio, y añade que cada cierto periodo de tiempo el consultorio, que a principios de la actual administración fue remodelado y cuenta con dos enfermeras auxiliares, efectúa también pruebas rápidas de VHI y detección de cáncer cervicouterino. 

Además de suministrar métodos anticonceptivos y condones a las usuarias, todo esto de forma  gratuita para las mujeres que trabajan aquí.

El consultorio abre de martes a sábados, de 8:00 de la noche a 1:00 de la mañana.

Le pregunto al doctor Hugo Ramos que qué piensa de la prostitución callejera y me responde que es algo que ha estado siempre, pero que lo ideal sería tratar de concentrar a las mujeres en un sólo lugar.

“Las mujeres que trabajan allá, en las calles, no tienen todos estos servicios, la inspección médica, las pruebas. No sabemos si de verdad están sanas o si porten alguna enfermedad”.

La pregunta que se hace Jóvenes Prevenidos, Lagartos y el Comité de Operatividad de la Ciudad Sanitaria, es quién vigila entonces a esas 450 trabajadoras sexuales, que laboran en los restorán – bar, cantinas y discotecas, del centro y la periferia de Saltillo. 

Sin contar, por supuesto, a las que ofrecen sus servicios afuera de moteles, carreteras, casas de cita o se anuncian, porque, como todo en la actualidad, la prostitución también se ha globalizado, en Mileróticos, Vixen Lounge y Ubersex.

“Las trabajadoras sexuales en Saltillo se mandan solas, hacen lo que quieren, se paran donde quieren…”, recuerdo que me dijo Carlos Llamas, el líder de Jóvenes Prevenidos la tarde que lo entrevisté.

Como si nada hubiera pasado, estos lugares siguen ofreciendo más que cortes de cabello. Semanario denunció prostitución en estos lugares hace años y nada se ha resuelto.

Pero ese ya es un chiste viejo.

Pienso mientras me veo recorriendo las calles de Saltillo, en compañía de integrantes del Comité de Operatividad de Ciudad Sanitaria, un domingo fresco, más bien frío, como a las 3:00 de la tarde.

Hemos salido sólo para confirmar lo que ya todo mundo sabe, pero que se calla: 

Que Saltillo es un megacongal sin día ni hora de cierre.

“A nosotros no se nos permite abrir los domingos por el giro que tenemos, pero resulta ser que la prostitución está a todo lo que da en la ciudad el domingo, ¿y Alcoholes?, bien gracias”.

Dice Verónica Miranda, integrante de este Comité.

Caminamos por el centro, sobre la calle de Lerdo, siempre inundada por los estruendos de la música que emerge de las siete u ocho cantinas, disfrazadas de restorán – bar, que despachan en este corredor que va de Xicoténcatl a Acuña y luego a Ignacio Allende.

De uno de estos bares, “Los Balcones”, Semanario publicó en un número aparecido hace unos 10 años, cómo sus propietarios alquilaban la azotea y el baño por 50 pesos, para que los clientes tuvieran encuentros sexuales con las prostitutas que concurrían allí y que, además, se ocupaban sin preservativo de por medio.

Los del Comité me están contando  que en el “Café Chelito”, otra cantina que no es ‘café’, de esta calle de Lerdo, las meretrices, que también cobran por bailar, suelen ejercer, sin condón de por medio, el sexo servicio con los parroquianos en los sanitarios de este bar, al que además asisten homosexuales. 

Basta entrar a cualquiera de las cantinas de la calle Lerdo, al “Golden Boy”, al “Aurorita”, por ejemplo, y pedir una cerveza, para darse cuenta de que son eso, cantinas o congales abiertos en domingo, y no restorán – bar como presumen sus fachadas. 

Dicen los del Comité mientras entramos al “Golden”, un bar con una puerta angosta y escaleras que conducen hacia una segunda planta.

Arriba es un salón grande,  elegante, con mesas, sillas elegantes y música en vivo, dos meseras esbeltas, falda, vestidos entallados y maquillaje, atendiendo.

No se ve a ninguna familia comiendo en alguna mesa, como ocurriría en un restorán – bar de verdad, sólo a grupos de hombres cantando, gritando, tonando cerveza.

Pedimos pues una cerveza y la carta con el menú a una de las meseras porque, le decimos, queremos comer. 

La chica dice que aquí no hay comida, que sólo venden hamburguesas y cerveza, pero nada más.   

 “Ninguno de estos restorán - bar tienen comida hombre, hemos ido a la central, a ‘Las Palomas’, al fin palomas, nos dieron puras palomitas”, recuerdo que me dijo Verónica Hernández, integrante del Comité de Operatividad de la Ciudad Sanitaria, la tarde que platicamos en el “Tampico” de la z.r,.  

Al respecto el artículo 19 del Reglamento para los Establecimientos que Expenden o Sirven Bebidas Alcohólicas en el Municipio de Saltillo, define en su inciso lV como restorán - bar aquel  “establecimiento que tienen como actividad principal la venta de bebidas alcohólicas y que cuenta con servicio de restorán de manera complementaria, su menú deberá contar con un mínimo de 5 platillos principales, así como con personal capacitado para preparar alimentos y las instalaciones necesarias de cocina y mobiliario adecuado para el servicio”.

Al final del artículo se señala que “la venta de alimentos no se justifica poniendo a disposición de los clientes botanas o productos elaborados fuera del establecimiento; es requisito indispensable la preparación en su cocina y por el personal autorizado”.

Pardeando la tarde entramos al “Aurorita”, otro bar de la calle de Lerdo donde tampoco se ve a familias conviviendo, sólo a hombres bebiendo cerveza, una rockola sonando a tope y a mujeres con pantalones de mezclilla ajustados, que van y vienen.

Pedimos una cerveza y el menú. Una de las meseras nos indica que aquí no venden comida, pero en su lugar nos trae un plato con pollo dorado y tortillas.

Terminado el pollo y las cervezas nos retiramos.

De estas mujeres que laboran en algunos de los bares de la calle de Lerdo se cuenta que son asiduas a ir con sus clientes a los hoteles del centro, como el “Hidalgo” y el “Jardín”, lo mismo que a varias peluquerías donde se alquilan cuartos para encuentros sexuales.

Pasadas las 8:00 de la noche del domingo damos una vuelta por las cantinas ubicados frente a la central de autobuses y que a esta hora, de domingo, se ven abarrotadas de mujeres y de clientes.

“Y aquí está muerto, mire”, recuerdo que me dijo Verónica Hernández, miembro del Comité de la Ciudad Sanitaria, una solitaria noche de viernes que conversamos a la puerta del solitario  el 1 – 2 – 3, en la zona de tolerancia.

Son cinco o seis, “Las Palomas”, “Los Venados”, “La Texana 2”, los bares frente a la central camionera que trabajan, casi, con el mismo formato que algunos negocios del centro: música, cerveza, mujeres y hoteles alrededor que rentan cuartos por horas para el sexo -  servicio. 

Dicen los del Comité de Operatividad de la Ciudad Sanitaria, pero que a estos bares no podremos entrar porque correrían el riesgo de ser reconocidos por los propietarios, que ya tienen identificado al Comité. 

Sólo en este punto, el de la central,  la organización Jóvenes Prevenidos, ha contabilizado unas 60 trabajadoras sexuales que laboran libremente, esto es, sin ser vigiladas por alguna autoridad de salud.

Seguimos con dirección a las curvas de Landín, donde aun en domingo retumba la música de otro congal encubierto que se llama el “Texano”. 

Se trata, me están contando los del Comité, de un lugar donde hay muchachas que cobran por bailar y acostarse con sus clientes.

Paramos frente al supuesto restorán - bar que tiene un estacionamiento gigante y parece desde afuera un salón de recepciones. 

Entro solo al “Texano”, después que he pagado 10 pesos al guardia de la puerta.

Adentro parece una fiesta: hombres y mujeres bailando pegadito y tomando cerveza.

En este burdel, cuenta la gente del Comité, se han suscitado ya varias riñas sangrientas, sin que la Coordinación de Alcoholes, quién sabe por qué, haya procedido a su clausura definitiva, tal y como lo marca el reglamento.

En el centro del salón veo a más hombres tomando cerveza y más mujeres sentadas en fila sobre sillas de plástico como esperando a que algún parroquiano les pague una pieza de 20 pesos o de plano se las lleve..

La música es tan pegajosa que al rato me veo bailando, pegadito, con una de las chicas.

Es una muchacha perlina, de lacios cabellos negros y de buenas carmes.

Al cabo de algunas melodías le pregunto a la muchacha por su tarifa y responde que ella no putea, pero que en el bar hay otras que sí, otras. 

Después de unas cuatro o cinco canciones nos despedimos.

Y lo mismo pasa en el “Arizona”, el “Indio”, el “Madrid” y el “Modelo”, donde, sabré con los días, hay hasta un privado al que las chicas entran con los clientes por 500 y 800 pesos.

El artículo 19 del Reglamento Reglamento para los Establecimientos que Expenden o Sirven Bebidas Alcohólicas en el Municipio de Saltillo, en su apartado Vlll, estipula que el cabaret es el “establecimiento ubicado en la ciudad sanitaria donde se podrá ofrecer pista con comisión por pieza de baile, así como espectáculos de desnudos y semi desnudos”.

En pleno Centro Histórico, a una cuadra de la calle de Allende, que acaban de remodelar, lo que abunda es prostitución.

Otra mañana estoy en la oficina de  Miguel González, con Miguel González, quien recién fuera nombrado coordinador de Alcoholes del Ayuntamiento local, después de la destitución de su antecesor Guillermo Quintero tras del escándalo de corrupción en que se vio involucrado, junto con otro inspector de nombre Lázaro Treviño, por el supuesto cobro de “moches” a restoranes, comercios y lupanares de la localidad: 

La entrevista con Miguel González, el nuevo de Alcoholes, es ríspida: 

–¿Las cantinas en Saltillo abren los domingos?

–No.

–¿No?

–Restorán bar sí, con horario normal, que es hasta las 11:00 de la noche.

–¿Y hay mujeres trabajando en estos lugares? 

–Puede ser que las contraten como meseras, como barman.

–¿Pero no como prostitutas?

–No, no para eso tenemos la zona asignada, que es la ciudad sanitaria. 

–¿Ni está permitida la prostitución en el centro?

–No, definitivamente la prostitución que está afuera de la ciudad sanitaria no está permitida. 

Por esos días los miembros del Comité de Operatividad de la Ciudad Sanitaria me contarán que ya se han cansado de llevar a la Coordinación de Alcoholes de la municipalidad, pruebas testimoniales, videos y fotografías que revelan la operación de prostíbulos clandestinos en diversos puntos de Saltillo, pero que no les hacen caso.

“Dicen que no es cierto, que no creen y ahora que les enseñamos el video donde las muchachas están cobrando la pieza de baile al cliente, donde el cliente saca el dinero y le está pagando a la muchacha, nos dijeron que no, que para ellos eso no era prostitución, que no estaba cobrando, que para ellos es que le está pichando una cerveza o dándole el abono de una vaporera. Ni un niño te cree esa mentira”, dice Verónica Hernández.     

Y yo me digo ¿para qué seguir?, si este reportaje es un fracaso.

Que Saltillo es un congal. 

Ese, ya es un chiste viejo…