Cartas a un joven suicida

Pocos familiares de una persona que decidió acabar con su vida acuden a terapias que ofrecen en el estado. ¿Cómo enfrentan el dolor? Seis familias comparten unas palabras de despedida para su ser querido
Amelia Casas, madre de Carlos Guillermo.
Te extraño mucho y tus hijos también. El niño es el que te recuerda todos los días, pero ya le dijimos que estás en el cielo y que de allá nos estás viendo, le digo ‘desde allá te cuida tu papi’”.
Amelia Casas, madre de Carlos Guillermo.

Texto, fotografía y video: Jesús Peña
Edición: Nazul Aramayo
Diseño: Édgar de la Garza

Mi idea era ir donde los familiares de las personas que este año tomaron la determinación de escapar de este mundo, de quitarse la vida, de inmolarse, y pedirles que les dedicaran a ellos una carta, un recuerdo, unas palabras, un mensaje en su memoria.

Sería un buen motivo en la víspera de la Navidad, pensé.
No sabía en la que me estaba metiendo.

Lo había hecho SEMANARIO con las viudas, los hijos, los padres, los hermanos de los mineros de Pasta de Conchos; y también con las madres de los desaparecidos.

Pero esta vez no funcionó, pocos accedieron, la mayoría se resistió.

Recorrí toda la ciudad, 47 domicilios, y sólo seis personas, hermanas, madres, padres, quisieron, las demás no.

Que regresara mañana, por la mañana, que no estaba su esposa y que sería bueno que estuvieran los dos, me dijo el papá de Luis; no voy a dar detalles, porque las  familias de quienes decidieron dejarnos están hartas de lo que han dicho los periódicos.

A la mañana siguiente que regresé a la calle de Manuel Carpio, en la Satélite Sur, por más que toqué, nadie me abrió.

En una casa de la calle Ángel María Garibay, en el mismo sector, la hermana de Jesús me recibió enfadada, dijo que la prensa y las redes sociales habían dicho cosas malas de su hermano, un católico ferviente, líder de una pastorela, y que la familia no quería ya nada con los medios.

¿Qué le diría a Jesús si le escribiera una carta?
“Nada, son los designios de Dios”.
¿Qué le escribiría?
“No me interesa, gracias”.

Por esos días Griselda Salazar Briones, directora del Centro de Consulta Familiar, me explicó en su consultorio, donde atiende a personas con diversos padecimientos mentales, que las redes, como el Facebook, están propiciado y propagando el suicidio, sobre todo en la población joven.

“Y lo hacen noticia ‘¿viste?, ¿ya viste?, se suicidó’, pum, pum, pum. La redes sociales han hecho daño en los jóvenes”.

El padre de Miguel andaba enfermo el mediodía que llegué a buscarlo a su vivienda de la calle de Ébano, en la colonia Saltillo 2000, “ando todo tembleque, todo jodido, todo enfermo. No, no me gusta que me tomen fotos. Nomás de encomendarnos a Dios y echarle chingazos”, dijo y que acababa de salir del hospital.

¿Qué le diría a Miguel?
“Que la regó, pero nunca quiso entender. Allá tú, hijito, pero no, no, ahorita no quiero nada, discúlpame".
Que ellos me llamaban, dijo la hermana de Yessica en la puerta  de su domicilio, calle Sarapes, colonia Saltillo la 2000, que le dejara mi tarjeta.

Hasta ahora no me ha marcado.

Karla Patricia Valdés García, la directora de la Facultad de Psicología de la UAdeC, me contó lo difícil que fue para su equipo convencer a las familias de las personas que optaron por ya no seguir viviendo, de participen en el proyecto  “Autopsias psicológicas”.

 

 

 

                                                                                                               ***

 

‘Ese día platiqué contigo’

 
Te extraño mucho y tus hijos también. El niño es el que te recuerda todos los días, pero ya le dijimos que estás en el cielo y que de allá nos estás viendo, le digo ‘desde allá te cuida tu papi’.
Se me han venido recuerdos muy seguidos de ti. Muy risueño, muy juguetón. Muy callado. De niño fuiste muy tranquilo, muy tímido.
A veces andabas triste. Nunca supe por qué era tu tristeza. Nunca me compartiste lo que sentías. Te preguntaba qué era lo que te pasaba cuando te miraba triste, y decías que no, que andabas bien.
Ese día te vi a las 3:00 de la mañana y platiqué contigo. Te levantaste al baño, yo estaba dormida y en el sueño escuché ruidos. Me desperté y eras tú que andabas en el baño.
Antes de meterte a tu cuarto me preguntaste que si iba a trabajar y te dije que sí, que primeramente Dios mañana iba a trabajar. Dijiste que ya te ibas a dormir y te metiste en tu cuarto. Esa fue la última vez que te vi.
Vivías conmigo, hacía tiempo que te habías separado de tu mujer. A ella la veo todos los días, dice que te extraña y te llora mucho.
Fue un golpe muy duro para tu padre, porque no se veían como padre e hijo, sino como amigos. Se llevaban muy bien. Al principio tu papá no podía llorar, no lloraba como debe de ser, sino hasta después y ya se me estaba decayendo mucho.
Hace poco que tu hermano tuvo una recaída fuerte y le quiso dar depresión.
Fue un golpe muy rudo para nosotros habernos dejado así y más para tu hijo, porque entre más va creciendo, más va preguntado.
Va pasando el tiempo y entre más pasa, más se me va cargando porque voy recordando todo y pienso qué fue lo que te llevó a eso o qué problemas tendrías que nunca los compartiste.
Mi trompudo, te extraño mucho…
 
Amelia Casas, 
madre de Carlos Guillermo.

 

Elia Ramos Iracheta, mamá-abuela de Alexis, 22 años.
Nos dejaste un gran vacío en el corazón que no lo llena nada. Ayer fue mi cumpleaños y… todo el día estuve llorando. Nunca me imaginé que fueras a hacer esto. Siempre te recordaré, estoy sufriendo mucho por ti, por tu partida. Te queremos mucho, tu abuelo y yo te queremos mucho”.
Elia Ramos Iracheta, mamá abuela de Alexis, 22 años.

‘Decías que ya querías irte’

Me quedé con muchas ganas de decirte que te quería, siempre te quise, pero tal vez no te lo demostré como debería de ser.
No sabes el sufrimiento que me dejaste al irte. Tu abuelito está muy triste. No sabemos por qué tomaste esa decisión, pero te queremos mucho y tal vez no tardemos en reunirnos.
Eras muy noble, buena gente, buen niño, muy inteligente. En la escuela te querían mucho tus compañeros. Eras muy político, te gustaba mucho la política. Me preguntabas que si yo te apoyaba para que estudiaras Ciencias Políticas aunque estabas en Jurisprudencia, y yo siempre te dije que sí.
Viviste con nosotros desde los cuatro años. Eras como mi hijo.
Siempre nos decías que ya no querías vivir, que querías irte y te dábamos ánimos. Te llevábamos con los doctores para que te atendieran. Tú lo que necesitabas era mucho amor, por la ausencia de tu madre. Desde niño sufrías la ausencia de tu madre que te dejó a ti y a tu hermano. Te preguntabas por qué tu madre no te echaba ni una llamada. Y te ponías triste.
Poco a poco se te fue desarrollando tu enfermedad, la depresión, y con el tiempo se te fue agravando.
A tu abuelo le decías que ya querías irte y él te regañaba, que cómo era posible, tan joven. Tu abuelo, al verme sufrir a mí, sufre mucho. Él fue el que te encontró, el que te auxilió, pero ya no había nada que hacer.
Ayer fue mi cumpleaños y… todo el día estuve llorando.
Siempre te recordaré, estoy sufriendo mucho por ti, por tu partida.
Te queremos mucho, tu abuelo y yo te queremos mucho
.
 
Elia Ramos Iracheta, 
mamá-abuela de Alexis, 22 años.

José Martínez, papá de Diego Armando, 32 años.
Todavía hace 15 días estuvimos platicando, antes de que tomaras esa decisión. Estábamos conviviendo, viendo el juego de americano. Tú mamá está más apagada que yo, pero pos ahí está. Protégenos y échale ganas, hijo, dondequiera que estés”.
José Martínez, papá de Diego Armando, 32 años.

‘Hay que echarle ganas’

Estamos contigo, hijo. Te fuiste, fue decisión tuya, no sé. Te extraño mucho porque andadas pa todos lados conmigo, eras el mayor.
Convivíamos juntos en las pachangas y reuniones de la casa. Eras muy alegre. Estoy triste, pero pos hay que echarle ganas. La otra noche soñé que llegabas y entrabas y ‘ya vine, apá, ya me voy, apa’.
Tus hijos se han distanciado un poquillo, porque pos ya se acabó la cabeza principal, ya no es igual.
Todavía hace 15 días estuvimos platicando, antes de que tomaras esa decisión. Estábamos conviviendo, viendo el juego de americano.
Tú mamá está más apagada que yo, pero pos ahí está.
Protégenos y échale ganas, hijo, dondequiera que estés.
Nunca te me vas a olvidar...

 
José Martínez, 
papá de Diego Armando, 32 años.

1
Karla Patricia Valdés García, directora de la Facultad de Psicología de la UAdeC.
“A veces no quieren revivir el suceso, no quieren platicarlo. Es un dolor muy intenso, muy traumático. Algunas personas piensan que si lo siguen hablando les va seguir doliendo, cuando en realidad es todo lo contrario”.
2
Denisse González Ruiz, coordinadora Región Sureste de la Dirección General de Atención y Protección a Víctimas y Ofendidos.
“Queda mucha culpa en la familia, queda un ‘¿qué pasó?, ¿por qué?’, en muchas de las madres, de los padres, queda mucha culpa. Aparte resentimiento: ‘¿por qué te fuiste?, ¿por qué me dejaste?’”.
3
Griselda Salazar Briones, directora del Centro de Consulta Familiar.
“Uno, les abres la herida sangrante y les metes el dedo en la herida; y dos, las familias le tienen miedo al señalamiento social, no pueden todavía con los suyos, como para que les eches a la sociedad encima”.
Ellos nunca van a llegar aquí, nosotros vamos a sus casas, al funeral, los captamos en el momento en que están en el área de Homicidios”.
Ricardo Turrubiartes Vargas, titular de la Dirección General de Atención y Protección a Víctimas y Ofendidos.

“Les preguntaron que si querían ser entrevistados por investigadores, psicólogos de la Facultad. Algunas familias, seis, dijeron que sí y otras que no”.

¿Por qué?

“A veces no quieren revivir el suceso, no quieren platicarlo. Es un dolor muy intenso, muy traumático. Algunas personas piensan que si lo siguen hablando les va seguir doliendo, cuando en realidad es todo lo contrario. Entre más tú recibes apoyo, explicas la situación, ayudas a programas en los cuales se está tratando de prevenir, te hace ir elaborando un poquito el trauma. Pero es muy respetable, hay personas que deciden no participar y es su decisión y se tiene que respetar”.

Por la tarde platiqué con el hijo adolescente de Lázaro, afuera de su casa de la calle Santa Rosalía, en el sector Amistad.

Dijo que extrañaba a su padre, que le había llorado mucho, pero que ya.

Charlamos largo rato de muchas cosas, tantas que terminó por enseñarme el oso de peluche perfumado que le había regalado su novia de la secundaria, cuando cumplieron seis meses. 

¿Fuiste donde el psicólogo?
“No”.

Una tarde, al final de su consulta, el doctor Mario Alberto José de los Santos, médico psiquiatra adscrito a la Secretaría de Salud y catedrático de la Facultad de Medicina de la UAdeC, me dijo:
“Hemos visto que muchos de los familiares tienen secuelas psicológicas y emocionales muy importantes después de un suicidio, y algo que nos llama mucho la atención es que no buscan ayuda, conservan su dolor y su sufrimiento. Obviamente deja una huella importante en la familia, nos deja la duda de la condición que llevó a la persona al suicidio y qué tanto puede tener un factor de heredabilidad o de aprendizaje, los dos existen”.

José de los Santos, quien actualmente desarrolla con alumnos universitarios un proyecto de necropsia psicológica, me platicó que en la mayorías de las familias estudiadas han encontrado datos de no bienestar emocional.

“Son referidos directamente al Hospital Universitario, pero te diría que no llegan. No sé si buscarán ayuda en otra parte o seguimos luchando contra el estigma de la atención psicológica, que es parte de la causa de este fenómeno, porque la gente no se atiende”.

Quise saber si las familias que buscan el apoyo de especialistas para superar el trauma concluyen su terapia.

María del Carmen Treviño Cavazos, jefa de psicología del Centro Estatal de Salud Mental, dijo que sólo algunas, otras van dos o tres veces y luego ya no siguen el proceso terapéutico.

“Son diversos factores, no es tan fácil. La mente humana es muy compleja. Muchas veces tenemos en nosotros muchas resistencias o mecanismos de defensa, que al principio nos hacen como negar la situación y entonces hay que esperar el tiempo de la propia mente para que empiece a asimilar la vivencia. Aunque uno vaya y les toque la puerta y los jale, ‘vénganse y vénganse’, muchas veces  la persona no acepta, no quiere”.

Los que abandonan la terapia son los que tienen mayor riesgo.

Juana Guadalupe López Gutiérrez, mamá de Félix
Hijo de mi vida, ¿por qué me dejaste sola? ¿Dónde están los planes que dijiste?, que te ibas a meter a una fábrica y que íbamos a arreglar la casa. Que le ibas a comprar todo a tu niño… Dijiste que siempre ibas a estar conmigo”.
Juana Guadalupe López Gutiérrez, mamá de Félix, 18 años.

‘Varias veces te he soñado’

La casa cambió bastante sin ti. Extraño tu sonrisa, platicar contigo.
No me platicaste qué era lo que pasaba por tu cabeza. Varios vecinos me dijeron que te habían visto triste.
Me decías Juana Guadalupe o mi cabecita de algodón.
Un día llegaste contento y me dijiste que ibas a ser papá, me dijiste que el niño que esperaba esa muchacha era tuyo, que ibas a trabajar, que te ibas a salir de la obra para entrar a una fábrica.
Ese día llegaste, yo estaba dormida porque me dolía mucho la cabeza. Nomás oí que dijiste ‘ya llegué’, le pediste el celular a tu hermano. Estuviste whatsappeando con esa muchacha. Después ya no supe nada.
Varias veces te he soñado. Te veo a veces triste, a veces contento. Me dices que te perdone por haberme dejado sola, que no querías hacerlo y yo te digo que me quería morir primero que tú.
Cuando estaba sola se me venía a la mente que me quería ir contigo, pero tengo que pensar en tu hermano. Yo lo hago por tu hermano Lalo, para que vea que estoy con él y que los dos vamos a salir adelante.
Hijo de mi vida, ¿por qué me dejaste sola?, ¿dónde están los planes que dijiste?, que te ibas a meter a una fábrica y que íbamos a arreglar la casa. Que le ibas a comprar todo a tu niño…
Todo se me acabó sin ti, y ya no quiero vivir si tú no estás conmigo.

 
Juana Guadalupe López 
Gutiérrez, mamá de Félix, 
18 años.

María Guadalupe Puente Garza, hermana de Juan Jesús.
Yo te encontré, entré a la cocina y fue lo primero que vi en el patio. Me saltó mucho mi corazón, le grité a mi esposo ‘ven, porque mi chato está pegado en la pared, está colgado’. Le hablé al vecino, les hablé a tus amigos y te dieron el auxilio, pero tú ya estabas sin vida”.
María Guadalupe Puente Garza, hermana de Juan Jesús, 28 años.

‘Siento la casa vacía sin ti’

Te extraño mucho. Nos sé por qué tomaste esa decisión. Me dejaste muy sola, muy triste, siento la casa vacía sin ti. Estuvimos muy bien. Tú estuviste viendo la tele conmigo acostado en mi cama. El día que pasó eso tú cenaste muy bien y todo, comiste tu nieve. Nos fuimos a acostar, a ver la tele. Te dije que había nieve en el refrigerador y comiste.
Nos venimos mi esposo y yo a vivir contigo desde que murió mamá, hace 12 años, para acompañarte y que no te quedaras solo. Tú tendrías 15 ó 16.
Últimamente andabas como muy triste, muy pensativo. Eras mi hermano más chiquito y yo te decía ‘tú eres mi hijo, no eres mi hermano’.
Yo te preguntaba que por qué estabas triste, que qué te hacía falta, que qué necesitabas, que qué querías, pero tú no me decías nada. Decías ‘no, todo está bien, madrina’.
Tenías tres días de estar triste, pero comías muy bien, platicabas muy bien. No me diste ninguna señal de que ibas a hacer algo.
Yo te encontré, entré a la cocina y fue lo primero que vi en el patio. Me saltó mucho mi corazón, le grité a mi esposo "ven, porque mi chato está pegado en la pared, está colgado". Le hablé al vecino, les hablé a tus amigos y te dieron el auxilio, pero tú ya estabas sin vida.
Voy y te acomodo tu ropa, me da tu olor y me pongo muy triste, empiezo a llorar.
Te lavé tus cobijas, te las guardé, ahí está todo lo tuyo guardado. Me dicen que lo tire, que lo regale, les digo “no, porque yo sé que él va a venir”. Te tengo tu cama igual. Me dicen cámbiala de lugar, les digo "no, porque él en cualquier rato va a venir y se va a acostar en su cama y va a decir ‘qué pasó, dónde está mi cama’".
Hasta ahora no he ido con el psicólogo. Estoy yendo a los rosarios y estoy rezando por ti, para que tu alma descanse en paz.
Hermano, te amo mucho, te quiero mucho, mi chatito, Me dejaste muy sola, mijo, pero muy sola, quiero que vengas y me des un abrazo, un beso y ya nunca soltarte, corazón, porque te amo.
Te quiero mucho, mi chato…

 
 
María Guadalupe Puente Garza, 
hermana de Juan Jesús, 
28 años.

Lorena Puente, hermana de Uziel, 23 años.
Como te vi muy triste ese día. Ella pasó al cuarto, se asomó y vio lo que habías hecho. Te extraño mucho. Si te tuviera de frente, te besaría, te abrazaría y no te soltaría jamás. En mi celular tengo todavía la foto donde estabas contento, que todavía vivía mamá”.
Lorena Puente, hermana de Uziel, 23 años.

‘No te soltaría jamás’

Extraño tu risa, tus pláticas que teníamos siempre... cuando éramos niños y jugábamos.
Andabas triste. Extrañabas a mamá que la atropellaron y se murió. Desde ahí para acá empezaste a estar triste. Entonces tenías como 18 años.
Lo único que me dijiste fue que habías soñado a mamá, que la habías visto. Te la pasaste llorando todo ese día. Me dijiste que me querías mucho, me abrazaste, me besaste. Eras como mi hijo.
Ese día estábamos en mi casa conviviendo y ya tú te viniste para acá. Siempre salías de trabajar en las tardes y te ibas para mi casa.
Le hablé a una de nuestras hermanas y le pregunté por ti, porque te había visto triste. Me dijo que ya te habías dormido. Le dije “fíjate porque yo me siento disgusta”. Como te vi muy triste ese día. Ella pasó al cuarto, se asomó y vio lo que habías hecho.
Si te tuviera de frente, te besaría, te abrazaría y no te soltaría jamás. En mi celular tengo todavía la foto donde estabas contento, que todavía vivía mamá.
Te extraño mucho, me haces mucha falta…

 
Lorena Puente, 
hermana de Uziel, 23 años.

 

 

                                                                                                          ***

“La recomendación es que los familiares, sobre todo los más cercanos a la persona que falleció por suicidio, tienen que tener un abordaje terapéutico. No es lo mismo que alguien muera de una enfermedad, incluso de accidente, a alguien que se suicida. Es ver la muerte de una forma más cruda, más impactante. Se trata de que en la terapia puedan sacar sus sentimientos, el llanto, para que puedan ir encontrando luego una paz relativa, porque nunca se va a olvidar la situación así como tal, que tengan una calidad de vida y no vayan a repetir la historia”.

En el trance de este recorrido, me enteré de que los familiares de las personas que cometieron suicidio son derivados por la Fiscalía General del Estado, a la Dirección General de Atención y Protección a Víctimas y Ofendidos, que brinda servicios psicológicos; sin embargo, la mayoría de los afectados deciden no tomar terapia.

“Se les ofrece el servicio y se les deja en libertad de tomarlo o no tomarlo. He de decirte que la mayoría de las familias deciden no tomarlo”.
¿Los buscan ustedes?

“Ellos nunca van a llegar aquí, nosotros vamos a sus casas, al funeral, los captamos en el momento en que están en el área de Homicidios”.

Me dijo Ricardo Turrubiartes Vegas, el titular de esta dependencia. 

Después busqué a los familiares de Rigoberto, Francisco Javier, Héctor Manuel, Neira Beatriz, Ernesto, Enrique y José Luis,y me encontré con que se habían mudado de domicilio a otro barrio.

Nadie supo o no quiso decirme adónde.

“¿A quién busca, amigo? Ahí no vive ya nadie. Se fueron…”, me dijo un vecino cuando me vio tocando en la casa de la familia de Francisco Javier, calle Sinceridad, fraccionamiento Amistad, que parecía solitaria, abandonada.

El psiquiatra Mario Alberto José me reveló la razón:
“En muchos casos, la gente cambia de domicilio, sobre todo cuando el suicidio se consumó dentro de la casa, pues… quisieran borrar su historia”.

Hortensia Amor Salazar, la coordinadora del área de Psicología de Atención a Víctimas, ahondó sobre lo mismo.
“Es muy angustiante para las familias estar viviendo en el mismo sitio donde ocurrió el suicidio. Es recordar y revivir ese sentimiento y esa primera impresión. No toleran su permanencia ahí. La gente no sabe que no es precisamente el lugar porque el dolor que ellos tienen es un dolor interno, profundo. Entonces una fuga geográfica no les va a servir de mucho. Sin embargo, algunas personas conservan la recámara como quedó, como un tributo a la memoria del hijo y es como una fantasía de retorno, como si la persona fuera a regresar”.

Anocheciendo, me hallaba en Nueva Bretaña, Colonia Oceanía, conversando con un familiar de Christian, explicándole de lo que se trataba: que tenía que coger una fotografía y decir unas palabras ante la cámara para su ser querido que ya no está más.

“¿Fotos?, pero si ustedes tienen fotos. Ustedes publicaron fotos de él sin autorización. Nosotros pudimos haber puesto una demanda contra el periódico, pero con todo este asunto ya no quisimos hacer nada”.

Me fui de ahí con la cola entre las patas, que no sabía dónde meter la cabeza.

“Las familias en muchas ocasiones se sienten… no sé si agredidos, ofendidos, porque suben fotografías de sus familiares, toman fotos de las casas donde sucedieron los hechos, en algunas ocasiones bajan, incluso, fotografías de las redes sociales para publicarlas en los periódicos y eso hace que las familias queden como estigmatizadas, como marcadas. Eso también es parte de ese cerrarse, no querer como ser vistos o ser reconocidos. Es muy triste ver cómo en las colonias los vecinos empiezan a decir ‘ah, es que ella tiene un hijo que se mató’, entonces los juzgan, los critican, los hacen ver como malos padres, malos hermanos o malos esposos. Ese tipo de cosas les generan mucho daño”.

1
Marcela Calderón Torres, encargada del área de Psicología del Hospital Universitario.
“La mayoría de ellos platican que era algo que no se esperaban, que ni siquiera se imaginaban que la persona iba a hacer”.
2
María del Carmen Treviño Cavazos, jefa de psicología del Centro Estatal de Salud Mental.
“Se trata de que en la terapia puedan sacar sus sentimientos, el llanto, para que puedan ir encontrando luego una paz relativa, porque nunca se va a olvidar la situación”.
3
Mario Alberto José de los Santos, médico y catedrático de la Facultad de Medicina de la UAdeC.
“En muchos casos, la gente cambia de domicilio, sobre todo cuando el suicidio se consumó dentro de la casa, pues… quisieran borrar su historia”.

Me dijo Karla Patricia Valdés García, la directora de la Facultad de Psicología de la UAdeC:

“¿Qué le escribiría?, que lo amo. Era mi hijo el mayor. Ahorita vengo de decirle una misa por sus dos meses. Muy bueno mi hijo, a veces me venía a pintar aquí. Me hablaba por teléfono ‘¿qué va a hacer de comer, madre?’. Como a mí me gusta hacer el asado así, en lumbre, él llegaba y decía ‘yo hago todo, usted siéntese’. Se quitaba el sombrero, la gorra para saludar”, dijo nadando en lágrimas la mamá de Álvaro, una mañana de domingo que la visité en la calle  Margarita Maza del sector Benito Juárez.

No estaba como para tomarse ninguna fotografía, mucho menos para salir a cuadro en un video.

Fui entonces donde Denisse González Ruiz, la coordinadora Región Sureste de la Dirección General de Atención y Protección a Víctimas y Ofendidos, para que me hablara sobre esta reacción.

“Queda mucha culpa en la familia, queda un ‘¿qué pasó?, ¿por qué?’, en muchas de las madres, de los padres, queda mucha culpa. Aparte resentimiento: ‘¿por qué te fuiste?, ¿por qué me dejaste?’.  Hay personas que dicen ‘todo estaba bien, no sé qué pasó’. No sabían que tenía algún trastorno de tipo mental, lo desconocían. Trato de explicar el desconocimiento de la familia: estás ahí con él todo el tiempo, pero no lo conoces”.

Hortensia Amor Salazar, la coordinadora del área de psicología de Atención a Víctimas, me ampliaría el tema:
“Ese es el gran problema: la familia no detecta cuáles son los síntomas de una persona que está deprimida. Durante las entrevistas me he dado cuenta que cuando la familia logra detectar que algo sucede, no quiere enfrentar el problema, no quiere hablar con la persona y preguntarle qué es lo que sucede, no, por miedo a cuál va a ser la respuesta. Para ningún padre, para ninguna madre resulta muy agradable que el hijo le diga ‘es que me siento abandonado por ti o creo que no me pones atención o me siento solo todo el tiempo’, y el joven o el adulto al no sentir que alguien lo escucha o se interesa por él, tiende al aislamiento y eso provoca más sentimientos de solead, de tristeza”.

Otra tarde llamé a la puerta del domicilio de Marco Antonio, calle Octava, colonia Omega.

Por la rendija de la puerta asomó el rostro una mujer antigua que apenas le dije que era periodista cerró: “nada, nada, nada”, dijo.

Un sábado a mediodía en la calle 21, de la Herradura lll, la madre de Carlos David, me hizo un reproche.

“Es que pusieron que mi hijo andaba drogado y no es cierto. Yo ese día no me di cuenta de los periódicos, hasta después y anduve buscando a la vecina que entrevistaron, pero nunca la encontré, aquí no vive esa señora”.

Dijo la mujer y yo sentí otra vez  que me ardía la cara.

“Los medios de comunicación pueden jugar un papel muy importante, sobre todo los medios amarillistas, que a veces yo creo que dejan gran huella en las familias de quien se ha suicidado y eso les crea grandes conflictos a ellos“, dijo Mario Alberto José.

Días más tarde llegué a Lago Hanka, Manantiales del Valle, en Ramos Arizpe, y la hija de don José dijo que no, que ya no querían recordar.

“Sería recordar y no queremos”.

“Uno, les abres la herida sangrante y les metes el dedo en la herida; y dos, las familias le tienen miedo al señalamiento social, no pueden todavía con los suyos, como para que les eches a la sociedad encima: ‘ah, mira, es que la mamá tuvo la culpa’, Ellos lo que quieren ahorita es que pase, ya pasó, pero no se puede manejar que recuerden a esa persona para decirle cosas bonitas, porque en su momento no lo hicieron y lo tenían”.

Me dijo Griselda Salazar Briones, la directora del Centro de Consulta Familiar, cuando acudí a ella para peguntarle.

Que me retirara, así, de plano, me pidió una familiar de José Eduardo, calle Heroico Colegio Militar, colonia Bellavista, cuando le propuse lo de la carta.

“Ay, no, retírese, retírese, retírese, por favor”.   
Marcela Calderón Torres, encargada del área de Psicología del Hospital Universitario, me habló de cómo el suicidio sigue siendo un tema tabú, algo que los familiares no quieren aceptar o que les da vergüenza.

“Por alguna rezón lo quieren ocultar o quieren negarlo. Sigue siendo un tema que no está bien visto por la sociedad, por diferentes aspectos como el religioso, por ejemplo”.

¿Qué le platican las familias que vienen a consulta?
“La mayoría de ellos platican que era algo que no se esperaban, que ni siquiera se imaginaban que la persona iba a hacer. Que les hubiera gustado que se acercara y les platicara, y les dijera que se sentían mal. Ellos se quedan con la frustración porque hubieran querido hacer algo más”.

En la puerta de una casa de la calle Lucio Blanco, colonia Tierra y Libertad, el padre de Reina me dijo “no me parece eso que andan haciendo. Yo todos los días hablo con ella, todos los días platico con mi hija, pero no es pa que salga en el periódico”.

¿Cómo se siente usted?
“Pues ahí vamos. Pero qué gano con escribirle nada si eso no me la va a devolver”.

 

 

LÍNEA DE LA VIDA
Desde hace tres años, Coahuila cuenta con un número telefónico que brinda apoyo psicológico 
para prevenir suicidios. El número de atención es
01 800 822 37 37.