Carranza, el liberal coahuilense que pocos entienden

Para el sobrino bisnieto del Varón de Cuatro Ciénegas, el México moderno le debe mucho de lo que es a este prócer
Don Alejandro Carranza, saltillense de cepa e ingeniero civil de profesión, defiende la memoria de Venustiano Carranza. Fotos: JORDI SIFUENTES

Me abre la puerta y entro a un corredor estrecho que lleva a un espacio más amplio donde está el comedor, un piano, algunas guitarras, varios libros —entre los que destacan los cinco tomos de La Historia de México de Lucas Alamán— y un montón de recuerdos de Venustiano Carranza.

Que en la biblioteca destaque un pensador progresista en lo económico y conservador en lo social, habla de por dónde va a ir la entrevista.

Apenas nos sentamos y don Alejandro Carranza, el dueño de la casa donde estoy, de los recuerdos revolucionarios y de los libros del historiador y naturalista; me habla de sus temas preferidos: la Constitución de 1917 y don Venustiano, su tío bisabuelo y creador del documento.

Para sustentar sus elogios va siguiendo con el índice derecho lo que lee en el texto de la Constitución de 1814 que ya tenía sobre la mesa: “la religión Católica, Apostólica y Romana es la única que se debe practicar en el Estado”, luego hace una pausa y su primera crítica. “Aquí está el clero metido hasta el tuétano. Esto es una aberración, va en contra de las libertades fundamentales”.

Luego me comenta que este texto constitucional de los tiempos de José María Morelos, legitima el Estado confesional, uno en el que la libertad de culto no existe y que ahora nos parece impensable. De aquí nace la admiración por su ilustre pariente y las ideas que defendió.

Me dice que Carranza es un heredero de las ideas liberales del siglo 19 y mientras habla recuerdo el perfil que acabo de leer y por el que supe que para Venustiano Carranza no había mejor modelo a imitar que Benito Juárez. Como el oaxaqueño era anticlerical, pero religioso.

VANGUARDIA: Comparando a Venustiano Carranza con otros líderes revolucionarios, ¿qué lo hace diferente?

ALEJANDRO CARRANZA: Venustiano Carranza no actuó como un caudillo, todo lo hizo dentro de la ley. Nunca se salió del marco legal. Cuando asesinaron a Madero él fue el primer Gobernador en desconocer a Victoriano Huerta. Estaba aquí en Saltillo y llamó al Congreso, a la Vigésima Segunda Legislatura; para que emitiera un decreto con el que el Estado fijó su postura. Carranza siempre fue un hombre de leyes y por eso su visión era a largo plazo.

V: ¿En qué momento se dio cuenta que estaba emparentado con un personaje histórico?

AC: Desde que nací. En casa siempre eran las pláticas de sobremesa que oía uno. Pero yo realmente me di cuenta en la escuela, porque me hacían bullying. Me cantaban: “Carranza no tiene panza porque Villa se la mochó, con un cuchillo filoso que en la calle se encontró”.

V: ¿Y usted que respondía?

AC: Pues era por el apellido. Además, en ese tiempo se hablaba mal de Carranza, se enlodó mucho su nombre. Mire, Obregón mató a Carranza. Obregón, Calles y el Grupo Sonora, y para limpiar su nombre ensuciaron el de Carranza. Mientras más enlodaban su nombre, más justificaban su asesinato.

V: ¿Todo esto usted lo ha estudiado?

AC: Claro, para defenderme. Primero yo dije: “Si Carranza es un pillo, yo que culpa tengo”. Luego empecé a estudiar y me fui dando cuenta de que no todo era cierto.

V: Sin embargo, no es una figura bien vista…

AC: Para nada y sobre todo en el sur de México. Allá hasta le mientan la madre. Gracias a Dios aquí en Coahuila más o menos lo han respetado.

V: Muchas veces se comete el error de juzgar a un personaje con los valores actuales...

AC: Hay que juzgarlos de acuerdo al tiempo en que vivieron. Los españoles tienen una frase: “la culpa no es de España, es de los tiempos”.

Las constituciones de México, una a una

Desde que logró su independencia, ha tenido 4. Antes se conocían documentos constitucionales. La Constitución de Apatzingán de 1814 y la de Cádiz de 1812.

Familia. Venustiano y a su derecha Jesús, su hermano y padre del entrevistado. JORDI SIFUENTES

Venustiano Carranza, una víctima de los prejuicios

Carranza no fue tan popular como sus contemporáneos, por prejuicios de clase, su parquedad y su apego a la legalidad

El curso de la historia tiene sus caprichos y los historiadores son sus amanuenses. México cuenta con ejemplos notables de personajes a los que se les perdonan actos que a otros se les cobran caro, y hay algunos a los que se les regatea el elogio bien ganado.

Suelen ser detalles los que tuercen voluntades y convierten una decisión racional en el mayor de los pecados, y la cuna en una mancha.

En el santoral de la historia mexicana, pocos son los personajes tan polarizantes como Venustiano Carranza.

El coahuilense paga facturas muy altas por decisiones que otros también tomaron sin sufrir por ello, y sus mejores decisiones muchas veces reciben como respuesta la indiferencia.

Carranza tenía sus peculiaridades. Según John Reed medía dos metros, lo que es evidentemente una exageración, aunque a decir de otros historiadores rondaba el metro 94 centímetros. Según nuestro entrevistado, Alejandro Carranza; alcanzaba el metro 87.

Si en algo tan sencillo como la estatura física de un hombre encontramos tantas discrepancias, ¿cómo no encontrar las mismas versiones encontradas en su estatura moral?

En su infancia y adolescencia, don Alejandro enfrentó muchas críticas a su antepasado, y esto lo llevó a investigar sobre el tema. Se dio cuenta de que las diatribas, muchas veces se basaban en prejuicios y no quiso hacer una defensa basada en los mismos vicios.

Perfil. La biblioteca de Alejandro Carranza tiene textos documentados y con importante material gráfico. JORDI SIFUENTES

V: Entonces, para no cometer estos errores de juicio usted se puso a estudiar la historia.

AC: Y leyendo diferentes fuentes, claro. Y fue así que descubrí que Venustiano Carranza Garza fue uno de los héroes más grandes de la historia de México.

En este momento don Alejandro se levanta y con un movimiento me invita a seguirlo. Frente al librero me señala los varios tomos de “México a Través de los Siglos”, la enciclopedia de Espasa y Ballescá que editó Vicente Riva Palacio y me dice: “aquí tengo la visión conservadora” y señalando la obra de Lucas Alamán, que ya había visto, me presenta la visión liberal.

AC: No nomás leo libros de un bando, leo también los libros del otro bando.

Le comento lo que seguramente ya sabía pero por lo que mostró cierto asombro; quizá por cortesía. Que Venustiano Carranza era un gran lector, que además de su particular inclinación por la historia de México, le interesaba la de Francia y Roma, y que leyó con provecho las Vidas Paralelas de Plutarco

V: ¿Leer tanto a los romanos lo enseñó a reaccionar a las traiciones? ¿Lo hizo muy cauto?

AC: Él pensaba mucho antes de actuar, era instruido y cuidadoso. Además de terco era un hombre paciente y tenía ideas muy claras.

V: Según recuerdo, cuando la revolución maderista triunfó, Carranza habló con Francisco I. Madero y le recomendó no negociar con Porfirio Díaz.

AC: “Revolución que transa se suicida”, esa fue la frase exacta y terminó por ser cierta.

Leyes. Si algo valoró siempre Venustiano Carranza, fue el marco legal. JORDI SIFUENTES

V: Las lecturas que hizo le sirvieron, pero sobre todo su sentido práctico de las cosas.

AC: Sí, actuaba siempre plantado en la realidad. Con el Plan de Guadalupe —luego de que Victoriano Huerta dio el cuartelazo— lo que prometía era instaurar el estado de derecho. No prometía milagros.

V: ¿Ese es su mayor legado?

AC: Lo que dejó para la historia fue su integridad, su amor por la ley, su idea de País y lógicamente la Constitución de 1917. Carranza era un estadista, no era un político que pensaba en la próxima elección, su visión era amplia, él pensaba en los próximos 100 años.

Don Alejandro, a veces, poco antes de responder una pregunta, se atusa el bigote y se toma su tiempo. Venustiano Carranza hacía lo mismo con la barba. Decía Martín Luis Guzmán que se la acariciaba con la mano izquierda, de adentro hacia afuera, con la cabeza levantada. Eso y sus eternos lentes lo convirtieron en una figura singular.

Criticado por sus adversarios, que lo calificaban de lerdo, Venustiano se movía a su ritmo. Apresurarse no iba con él.

La entrevista casi acaba y en la mesa están los documentos, las fotos y los libros.

En un poema, Octavio Paz decía que cuando su abuelo le contaba de Juárez y Porfirio el mantel olía a pólvora y que cuando su padre le contaba de Zapata y Soto y Gama, el mantel olía a pólvora. Luego decía: “yo me quedo callado, ¿de qué podría hablar?”.

Aquí en la casa de este descendiente de Carranza se respira el particular orgullo que da reivindicar una figura injustamente criticada y eso le da mucho de qué hablar.

POSDATA

Suena el teléfono, es Alejandro Carranza, me comenta de un video en el que el presidente Andrés Manuel López Obrador da un mensaje de casi dos horas elogiando al Ejército Mexicano. En un momento el Presidente recuerda la figura de Carranza y le señala tres manchas: mató a Emiliano Zapata, a Felipe Ángeles y a Francisco Villa. Le digo que Carranza murió tres años antes que Villa y él me lo confirma.

Polémico. La carta que unos muestran y otros descalifican y con la que Lázaro Cárdenas dio la orden de matar a Carranza.

La pregunta es obligada: ¿por qué se sigue con estas críticas?

AC: Lo que te digo, no se le perdona lo que a otros sí y encima se miente. Es una pena y yo lo considero un agravio para Coahuila.

Lo noté desilusionado y algo molesto y no supe qué decirle en ese momento. Luego recordé al doctor Luis Felipe Barrón y su explicación.

Argumenta que una corriente marxista de historiadores creó una narrativa para impulsar las figuras de Zapata y Villa, porque los sienten más cercanos a su idea de pueblo; en contraste con la de Venustiano Carranza, a quien relacionan —equivocadamente— con las clases más acomodadas del Porfirismo.

Don Alejandro me había comentado cómo los críticos hablan poco o nada de que Carranza fue el último Presidente que murió en funciones, porque antes de él todos renunciaron y menos recuerdan el telegrama que Lázaro Cárdenas envió a Rodolfo Herrero, el asesino de Carranza; para que no titubeara.

Si de algo tiene que hablar este combativo familiar de Venustiano es de el legado que dejó y luego seguir insistiendo. Hacer lo que Gustave Flaubert le dijo a Feydeau en una carta: “al escribir la biografía de un amigo, hay que hacerla vengándolo”.