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Bordan elegancia de las zapotecas; artesanos oaxaqueños muestran su obra
SAN BLAS ATEMPA, Oax.- Las flores de colores bordadas a mano resaltan por encima del lienzo de terciopelo negro. A primera vista parecen estar pintadas.
El bordado es un trabajo laborioso, con sombras y matices. Cada pétalo de la flor es único e irrepetible. Después de tres meses, el artesano une los lienzos y entrega su trabajo transformado en un traje de gala que resaltará la belleza y elegancia de la mujer zapoteca de la región del Istmo de Tehuantepec.
En el Istmo existen varias comunidades donde una parte importante de su población está involucrada en el bordado y confección de la indumentaria, una de estas localidades es Santa Rosa de Lima, a unos diez kilómetros de esta cabecera municipal.
A diferencia de los municipios de Juchitán, Unión Hidalgo y Chicapa de Castro, donde las mujeres son quienes realizan este fino trabajo, en Santa Rosa los hombres son los primeros encargados del bordado de las enaguas y huipiles que las mujeres visten en las fiestas patronales, mayordomías locales o regionales y velas (bailes).
“A la comunidad llegan mujeres locales y de los alrededores para mandar hacer su próximo traje. Le llevan a los artesanos la tela (lienzos) para el vestido. Mientras ellos determinan la línea de trabajo, que comprende tamaño, distribución, textura de flores, así como los colores de los hilos”, explica Jade Xiomara Benítez, guía de Excélsior por la comunidad.
“Ellas llegan ante el artesano para solicitarle la confección del traje, le proponen un diseño para el bordado y los colores factibles. La interesada le deja un anticipo del costo de la hechura de la prenda. El precio del traje de gala alcanza 15 mil pesos, o más”.
Para la realización del traje completo, el bordador invierte casi tres meses, lo que implica dedicarle muchos días y noches. De ahí que durante el proceso de elaboración intervengan familiares y amistades. Así, el recurso económico se queda en el hogar.
Los artesanos de Santa Rosa de Lima gozan de buena fama en la región por la delicadeza de sus bordados y su formalidad en la fecha de entrega del vestido.
Además conocen a la perfección las características culturales de sus clientas. Por ejemplo, existen diferencias entre los trajes que porta una mujer de Tehuantepec y una de Juchitán; la diferencia entre ambos es el olán u orilla en la parte inferior de la prenda.
De labradores a artesanos
A lo largo del año, los hombres de esta región de Oaxaca atienden el trabajo de labranza. En su mayoría, cultivan maíz, sorgo y ajonjolí, pero están esclavizados al temporal. Por su escasos recursos y por la errática política pública agropecuaria, casi siempre pierden miles de hectáreas de cultivos básicos.
Por lo anterior, su principal actividad está encauzada al bordado de trajes y de huipiles.
Involucrado con esta comunidad indígena zapoteca, Roldán Figueroa, coordinador regional del Instituto Estatal de Educación para Adultos, menciona que más de 80 por ciento de los hogares de Santa Rosa, de unos tres mil habitantes, se dedican a bordar a mano trajes y huipiles.
“En su mayoría, los hombres se abocan a la costura artesanal, mientras que las mujeres la alternan con las actividades domésticas, la preparación de totopos (pequeñas tortillas tostadas) para el consumo familiar y venta en el mercado”.
En el caso de Jesús Ojeda Ortiz, de 45 años, mientras borda, cuida de sus tres nietas; su esposa e hijas, venden totopos en la plaza.
Para la confección de los trajes existen varios procesos y etapas que involucran a diferentes personas y familias.
Los hogares se transforman en talleres que se dedican únicamente a bordar los lienzos, otros se especializan en el diseño de los dibujos del traje.
Incluso los carpinteros locales también se ven beneficiados por la confección de los trajes, pues ellos se encargan de la elaboración de los bastidores de madera, herramienta que el artesano utiliza para tensar el lienzo.
Obras de arte
En la confección de huipiles interviene a tal grado la imaginación y creatividad que no hay dos iguales. Son como una pintura, una obra de arte irrepetible. Los artesanos tejedores imprimen su sello, que es fácilmente reconocible por los conocedores, quienes valoran el diseño del dibujo, su disposición en la tela y la combinación cromática de los hilos, elegancia y la finura en el acabado de los detalles.