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'Ayudar es un placer', dice bombero saltillense
Al niño que soñaba con ser bombero, sus compañeros lo dieron por muerto en carretera, pero él sobrevivió. Hoy con las insignias que lo distinguen como Teniente, sonríe, transmite tranquilidad e impone respeto.
Luis Osvaldo Villanueva tiene 20 años de experiencia como bombero, pero ha recorrido un largo camino para llegar a serlo. Amante de la adrenalina, ha sido soldado, boxeador y hasta jinete de rodeo.
Hace 20 años, al desertar del Ejército se vio perdido, sin una meta clara de un lugar hacia dónde ir, su sueño de la infancia reapareció. El ahora teniente estaba sentado y una ambulancia de bomberos pasó frente a él, hoy platica la anécdota vestido con el uniforme y un casco que lo distingue como la máxima autoridad de la Estación Sur de Bomberos.
Sin hacer alarde, apegado a su sencillez, acepta que ayudar a las personas es un placer, pero lo que más lo mantiene alerta y alimenta su amor por la profesión, es la emoción de salir a una emergencia.
“Más allá es la emoción, la adrenalina, enfrentarme al fuego, ponerme el equipo y que suene la sirena, cambia uno, el trabajo es muy altruista, me gusta y aparte me pagan”, dice lleno de satisfacción.
Pero el camino no ha sido sencillo, siempre está el miedo al cual considera su aliado. Hace 12 años, cumplió junto a sus compañeros con un llamado de auxilio en carretera Torreón, pero fue al regreso cuando las cosas cambiaron.
El equipo de bomberos volcó, es todo lo que Luis recuerda. Sus compañeros no pudieron borrar el momento en que Luis salió disparado por la ventana, caminó hacia ellos con más de 14 fracturas en la cabeza y con ligamentos rotos, a pesar de todo fue él quien intentó ayudarlos, pero ellos fueron quienes lo rescataron.
Al traslado en helicóptero y un desfile de malos augurios en el hospital, vino la recuperación. El doctor diagnosticó un año de recuperación como mínimo; Luis Osvaldo lo cumplió en cuatro meses.
Su hijo de 12 días de nacido y su esposa tratando de cuidar de ambos, fueron motivo suficiente para salir adelante, para buscar hacer ejercicio aunque le pidieran que fuera a paso más lento, pero lo logró.
“Yo nunca he echado un pie para atrás, de hecho, a mí me dicen que me daban por muerto, casi me cantaban Las Golondrinas”, recuerda ahora con risas.
A “El Wacho”, como le dicen sus amigos, no le temblaron las piernas para regresar a las andadas de una sirena, velocidad máxima y salvar vidas. Aunque todavía tenga secuelas del accidente y las lesiones se resientan, él sigue adelante, alentando a su segunda familia reafirmando su confianza dirigiéndose a sus compañeros diciéndoles “buen chico”, después de cada servicio cumplido.
“No me siento tanto como un héroe, es bonito venir de un servicio y saber que hicimos buen trabajo”, dice modesto.
El Teniente como sus colegas valoran tanto su vida como la de los demás, por ello siempre se apegan a la regla de en un lugar donde entran dos bomberos deben salir los mismos dos, tanto como primero es su seguridad, después la de su equipo y al final la de ellos mismos; todo con el principio básico de que ellos deben estar al 100 para poder ayudar.