La mujer trans que ha vencido todo… menos la discriminación
Por: Elena Vega
Fotos: Elena Vega y Héctor García
Edición: Nazul Aramayo
Diseño: Édgar de la Garza
Glenda ya se acerca a los 50 años. Luce cansada pero siempre se muestra alegre, esperanzada y nunca deja de ser esa voz que critica al sistema.
Esta tarde soleada de primavera, ella platica de sus victorias legales, de sus logros, de su ajetreada vida y también de los frenos sociales que enfrenta.
Glenda es una de las pocas mujeres que ha logrado cambiar su identidad ante la ley. Ahora, el Estado tiene el registro de ella, quedando sepultado su pasado como Mario Prado.
Mario Alonso Prado Cabrera nació en Monterrey, Nuevo León, donde pasó sus primeros 40 años de vida.
Una sonrisa se dibuja en su rostro cuando le pedimos nos hable de su niñez, de sus orígenes y quizás una de sus etapas más felices, no le faltaba nada… “fui hijo de ferrocarrilero, el típico hijo único, sobreprotegido por el padre, alejado de la madre, con complejo de Electra, yo creo que eso me fue definiendo por dentro como mujer aunque por fuera siguiera siendo niño. Nunca me sentí rechazada por mis padres aunque, claro, el hecho de haber manifestado desde temprana edad esta expresión de género sí causó desavenencias entre mis padres que no sabían cómo asumirlo (tenían más de 50 años y eran los setentas). Por un lado, papá, que nunca hizo nada ni a favor ni en contra, más bien lo toleraba, y mamá que nunca lo aceptó y con la que tuve fuertes conflictos a partir de la muerte de mi padre en 1994, con mamá sólo pude arreglar las cosas un año antes de su fallecimiento, en 2009, pero sólo tras la intervención de una vecina que le hizo ver el error que cometía al rechazarme, y sí, al final quien le cerró los ojos, la abrazó, besó y despidió fui yo”.
El descubrimiento de las preferencias sexo-genéricas de Glenda fue accidental, en esa época no se veía con normalidad la diversidad:
“Luego de algunos incidentes, sobre todo con papá, quien me descubrió en dos ocasiones vestido, una en 1978 y la otra a fines de los ochentas, aunque en ambos casos por extraño que parezca no me hizo ni me dijo nada, sólo que en el 94 el día que falleció, supe que le había dicho a mi madre que me cuidara mucho porque yo era una persona muy especial. Ya para entonces me vestía con ropa que recogía de los baldíos e incluso lo confieso llegué a robar prendas de las tiendas aunque me pescaron y ahí terminó esa aventura, pagando lo que había hurtado.
“Cuando me ponía ropa de mi mamá me miraba al espejo y descubría a la niña, al principio lo tomé como un juego, algo como parte del descubrir la sexualidad de una preadolescente, y como nadie me decía que estaba mal, pues entonces lo seguí haciendo por años dentro de la casa, jamás asumí, te digo, que fuera algo malo en sí aunque lo guardaba muy dentro de la intimidad, hasta el punto de que fuera de mis padres, el único que descubrió la verdad por accidente fue mi tío Raúl en 1981, cuando me encontró con prendas de mujer una tarde, pero como él vivía en Estados Unidos, en Los Ángeles, su mentalidad era muy abierta y lo aceptó sin ningún problema y prometió que no se lo diría a nadie, fue el único miembro de la familia que no me rechazó, los demás me volvieron la espalda una vez que enterré a mi madre, y jamás los he vuelto a ver o a saber algo de ellos. Alguna ocasión vino un primo a visitarme por el 2011, después nada, silencio”.
¿Cómo vive Glenda en una ciudad norteña, machista, se podría decir, como Monterrey?
“Muy difícil, sobre todo cuando no te ajustas a los parámetros que la sociedad te quiere marcar para por lo menos tolerarte, fueron años de estar peleando día tras día contra todo el mundo: mi madre, la familia, los políticos, el alcalde, el gobernador, la policía y hasta los mismos gays de closet que no soportaban una travesti que según ellos ponía en peligro su invisibilidad al hacer activismo público y militante.
“Compañeros periodistas, amigos de años me dieron la espalda, se cerraron todas las puertas, caí en una terrible depresión que me llevó a intentar suicidarme en enero del 98, sólo con una fuerza de voluntad tremenda pude levantarme, hice de todo, desde trabajar casi sin paga en radio Nuevo León hasta prostituirme. Nunca dejé que la ciudad me doblegara y eso me endureció, me hizo muy retadora, hasta violenta en algunos casos, porque nunca me dejé; si me tiraban un madrazo, yo daba dos.
“Me encarcelaron, amenazaron, atacaron, me llené de rencor y veneno hasta el punto de que cuando llegó la invitación para venir a Saltillo no dudé en aceptarla, después de diez años de conflicto diario contra todo y todos necesitaba descansar y hasta limpiarme el alma y el cuerpo, no tuve que pensarlo mucho, estaba muy agotada”.
México ocupa el segundo lugar a nivel mundial
de crímenes de odio por homofobia,
lesbofobia y transfobia, según información
de Asistencia Legal por los
Derechos Humanos (Asilegal).
Pero en Saltillo no le ha ido menos mal.
Hasta ahora ha tenido trabajos itinerantes. El tarot es su principal actividad. A ella le consta que lo que ha leído en el tarot, sucede. Ella se ha leído las cartas.
“Sí, a eso me dedico ahora aparte de vender ropa, libros y juguetes, a hacer trabajos de belleza y a veces programas en internet, y no, la última vez que me las leí fue en 2011 y sólo diré que todo lo que salió ahí, se cumplió”, cuenta.
¿Cómo lograste finalmente tu cambio de identidad?
“Lo decidí hace tiempo, sentía que socialmente el otro nombre ya no me era útil, realmente aquí en Saltillo todos me conocen como Glenda, el otro sólo estaba en la credencial de elector y trámites oficiales, era cuestión de tiempo y que se facilitaran las cosas para poder ir a Monterrey a realizarlo.
“Fueron dos meses con el apoyo de una compañera abogada de Monterrey a través de un juicio de cambio de nombre, el juez pidió comprobantes de que ya vivía como mujer y una carta de un psicólogo que lo avalara, después de todo tengo diplomas, reconocimientos y notas con mi nombre de mujer desde hace años, eso fue suficiente y el mes pasado ya pude recoger mi acta nueva en el Registro Civil de Nuevo León”.
Luego de años de lucha Mario, oficialmente, logró ser Glenda, para que todos, incluyendo la ley, la llamaran Glenda.
Sin embargo, la regiomontana, avecindada en Saltillo, que por necesidad ha cambiado al periodismo por el tarot, aún es víctima –como tantos en la ciudad– de la discriminación.
“Una como mujer trans sólo aspira a ser feliz y vivir en paz como el resto de la gente, desgraciadamente muchos no entienden eso y nos ven casi casi como criminales, sin el derecho a ser simplemente una ciudadana más en esta comunidad”, expresa con esa mirada profunda que la caracteriza.
Glenda es parte del sector poblacional más discriminado y que vive en el mayor nivel de desigualdad: las mujeres transgénero y transexuales.
Las mujeres trans están más expuestas a tener una calidad de vida ínfima, dice Brahim Zamora Salazar, director de Comunicación, Planeación y Capacitación del Observatorio Ciudadano de Derechos Sexuales y Reproductivos.
En un despacho de Notimex, Zamora dice que en materia laboral las mujeres transexuales están confinadas a sectores como la peluquería, la estética, al show trasvesti y trabajo sexual, porque la misma sociedad las orilla a desempeñarse en esos espacios cuando pueden desarrollarse profesionalmente en otras áreas como las ciencias.
Es el caso de Glenda.
EL INFIERNO DE CONSEGUIR UN TRABAJO
Glenda fue una asidua usuaria del Servicio Nacional de Empleo. Muchas veces acudía a ver qué vacantes había “de su área”, pero dejó de ir luego que las empresas a las que era enviada por una razón desconocida la rechazaban, por lo que ahora sigue acudiendo a las oficinas del Servicio de Empleo pero prefiere postrarse afuera del inmueble a leer las cartas y conseguir así unos pesos para sobrevivir.
“Sinceramente sí siento resentimiento ante la discriminación, no lo puedo negar, tendría que tener la piel muy dura para que eso no me afectará, lo que he hecho por una parte es tratar de no pensar, distraerme en el oficio que me da de comer, o sea, de tarotista.
“Nada que ver con mi profesión, pero da para mal comer, y cuando me llega la depresión busco desahogarme en el Facebook, ese es mi paño de lágrimas, y las muchas amigas que he hecho a lo largo de los años aquí en Saltillo”, dice esta tarde, mientras el sol que empieza a caer marca el agua del lago de la Alameda.
Glenda, aún como Mario Prado, comenzó como periodista hace más de 30 años. En 1985 inició su carrera en un periódico extinto en Nuevo León. Luego pasó por varias redacciones, hasta que una noche de junio de 1997, su vida cambió.
La policía la detuvo. ¿El delito? Ir vestida de mujer.
“Entraba y salía de los medios, iba y venía entre los periódicos de la época, Tribuna, Nacional, El Gráfico, el Informador, Vanguardia, primero en cultura y después en locales y política, entre 1990 y 1997 fue una época intensa, fascinante, me encantaba el periodismo, cubrir notas, salir en giras, entrevistar personajes, lo sentía ya como parte de mi vida misma; lástima que todo aquello se truncó en junio del 97 cuando me detuvo Seguridad Pública del Estado por andar vestida de mujer en la calle y fui balconeada en todo el medio, a partir de ahí, ese ciclo se cerró brutalmente en mi vida con una frase: "aquí no aguantamos a los putos".
“Ese fue el fin de mi carrera profesional, he continuado años después pero de manera muy errática y marginal”.
Estigma social
Población vulnerable
Las mujeres transexuales están más expuestas a tener una calidad de vida ínfima, dice un directivo del Observatorio Ciudadano de Derechos Sexuales.
Marginación
La sociedad orilla a las mujeres trans a desempeñarse en sectores como la peluquería, el show trasvesti y el trabajo sexual.
Tolerancia a medias
Aunque en Coahuila la ley acepta los matrimonios entre personas del mismo sexo, las personas no muestran la misma tolerancia.
Y así comenzó el peregrinar de Glenda en la búsqueda de un espacio, de nuevo, en una redacción. Hasta ahora nunca ha vuelto. El mercado laboral la ha detenido.
“La oportunidad de desarrollarme en mi profesión para la cual estudié y me preparé por años, primero fue por ser trans, luego por mi edad y ahora me cierran las puertas en todos lados porque dicen que estoy "sobrecalificada", tengo demasiados estudios, así que tuve que autoemplearme, leer tarot en la calle, vender ropa, libros, juguetes, hacer trabajos de belleza, etc”, señala.
EL ROSTRO DE LA DISCRIMINACIÓN ES EL DE TODOS
Glenda asegura que la discriminación es el gran pendiente de la sociedad saltillense, una sociedad que ha recibido los matrimonios entre personas del mismo sexo, pero que en el fondo sigue siendo discriminatoria.
¿Qué rostro tiene la discriminación?, ¿descríbeme qué cara podría tener?
“La tuya, la mía, la de todos, porque en el fondo a todos nos enseñan desde pequeños a discriminar, desde la infancia lo usas como una herramienta de defensa y aceptación social, ya que si no discriminas al otro, tú terminas siendo sospechoso y por tanto sujeto a un ostracismo social”.
En América Latina, el promedio de vida de una
persona trans es de 35 años. La
razón es que son asesinadas.
Estos casos se dan por crímenes
de odio contra la comunidad LGBTTTI.
La charla con Glenda se da en medio de la efervescencia política. De las elecciones más grandes en la historia del país.
Y para ella ese fervor electoral aún no alcanza para la comunidad trans ni siquiera gay.
¿Ves cercano que en Saltillo tengamos a un gobernante elegido en las urnas que sea abiertamente gay?
“La sociedad mexicana no está madura para dar ese paso, somos en el fondo aún muy conservadores y lo que antes era intolerancia y rechazo ahora lo cubrimos con un manto de tolerancia e hipocresía para no vernos mal ante el mundo exterior, pero es sólo para cubrir las apariencias, no pasamos de esos límites. Un gobernador que se declare gay sería abiertamente repudiado y perdería todo su capital político, en las actuales circunstancias nadie se arriesga a eso, si hay alguno: se mantiene en el closet y los que aparecen como candidatos son para regidores, diputados locales o federales, y fuera del DF nunca ganan o son los mismos reciclados de hace años”.
¿Y en Monterrey?
“Creo que Nuevo León se ha vuelto más tolerante, aunque la discriminación sigue presente, aceptan a lo LGBT bajo ciertas condiciones y espacios, pero más allá de esos límites vuelve el rechazo, no hay políticas de integración a ningún nivel de gobierno más que decisiones aisladas por parte de algún alcalde, diputado o regidor. Monterrey está manejado por grupos de poder con años de arraigo en la sociedad regia y éstos históricamente han sido siempre conservadores, reacios a los cambios y más a todo lo que huela a izquierda o ideologías extrañas a lo que es el espíritu regiomontano, de esfuerzo, trabajo y familia tradicional.
“Quizá también por la moral impuesta desde grupos de poder que dominan las principales empresas, la política, la Iglesia y la sociedad en general desde hace más de cien años en Nuevo León y le han inculcado al regio lo que es bueno y lo que es malo para ellos, en ese sentido todo lo que huela a cambio y más en la estructura de la familia dizque natural es condenado”.
Te planteo un escenario imaginario, tú tienes la oportunidad de aplicar una acción gubernamental, que un día el gobernador te diga: tienes oportunidad para hacer una acción, ¿qué harías?
“Haría una intensa campaña de educación desde nivel primaria a superior en temas de visibilización, aceptación y rechazo a la discriminación”.
¿Qué es lo más difícil de ser gay en Coahuila?
“Para los gays serlo en Coahuila no es difícil, no sólo se casan, forman patrimonio y familia, sino que también tienen acceso a empleos diversos, basta darse una vuelta por la calle Victoria para darse cuenta de ello, para nosotras en cambio se nos cierran las oportunidades porque, a diferencia del gay, no pasamos, la gente acepta un homosexual porque se ve masculino, pero a una trans la rechazan porque consideran que de entrada es una imagen fraudulenta, miente, seguramente si anda así es porque se prostituye, usa drogas, roba, es violenta y por tanto no es digna de confianza, así que fuera de la prostitución, los shows, la brujería y las estéticas no las vas a ver en niveles profesionales superiores, si acaso como operarias en la maquila, pero más allá de eso se cuentan con los dedos de la mano”.
ADIÓS, MARIO… HOLA, GLENDA
Glenda… tu nombre siempre me recuerda el libro de Cortázar “Queremos tanto a Glenda”. ¿Por qué escogiste llamarte así?
“Así me pusieron las chicas trans con las que salía a trabajar en la carretera después de que me quedé sin trabajo y no pude conseguir por haberse descubierto que vestía de mujer, eso allá a principios de 1998, y porque según ellas había demasiadas Thalía, Paulinas, Lucías y ninguna Glenda. Así de simple, y aunque nunca me gustó, al final se quedó como marca de fábrica, el nombre de la activista trans más conocida de Monterrey y que acabó en mi acta de nacimiento”.
Mario hace menos un año quedó sepultado. Glenda emergió por todas la de la ley. Él quería ser ella. Y lo logró.
Sin embargo, Glenda aún no le perdona ciertas cosas a Mario: “Falta de compromiso en la vida, quizás el haberla retenido por temor tanto tiempo en la oscuridad”.
“El haber perdido tantos años de su vida y desperdiciado tantas oportunidades que se le presentaron por su inmadurez”.
Sin embargo, en medio de todo, Glenda ve hacia adelante. Confiesa que aún tiene fe, esperanza.
“Sí tengo esperanza porque cuando me he visto en dificultades han sido personas de esa sociedad las que me han tendido la mano y no han dejado que me declare derrotada, cada vez que me siento desfallecer hay alguien que tiene una palabra de aliento, un abrazo o una buena taza de café para acompañarme y platicar mis dolores”.
¿Qué imagen te gusta que la gente tenga de ti?, o mejor, ¿cómo te gustaría ser identificada en la sociedad, por alguna actividad, lucha?
“Como una buena amiga, una hermana, una confidente, una persona que ha buscado dejar una huella positiva en esta vida. Alguien de quien poder hablar en el futuro como la que siempre luchó por sus ideales y jamás los traicionó, alguien congruente consigo misma y con el resto del mundo”.
Cerremos con esperanza, dime, qué noticia te gustaría leer en el futuro que digas esto empieza a cambiar...
“Más que noticia, el día que ya no tengamos miedo de salir a la calle como mujeres transgénero”.
DATOS
Se consideran crímenes de odio, aquellos que son motivados por el odio que el perpetrador siente hacia una o más características de una víctima, que la identifican como parte de un grupo social específico.
En Coahuila, el 63.6 por ciento de los ciudadanos no aceptan las parejas homosexuales, según la primera Encuesta Nacional de Discriminación (Enadis 2018) realizada entre la UNAM y el Inegi.
28 crímenes de odio contra la comunidad LGBTTTI han sido contabilizados por asociaciones en lo que va del año.