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Rescata el hospital CASA la tradicional labor de parteras
San Miguel de Allende, Gto. Hasta que deja de latir. Entonces, sin prisas se coloca la pinza y se corta. Es la experiencia más emotiva para la vida de cualquier hombre: cuando cortas el cordón umbilical le das la bienvenida a tu hijo. Eso no se olvida nunca, afirma Víctor, quien ha asistido a los nacimientos de sus cuatro hijos y al recordarlo se emociona, como si lo viviera otra vez. Sin dudarlo, recomienda a otros hombres que también acompañen a sus mujeres cuando dan a luz.
El pudo hacerlo porque desde su primer hijo, su esposa Angélica ha sido atendida en el Hospital Casa, donde sólo hay parteras profesionales que se hacen cargo del control y vigilancia del embarazo y el parto, proceso que puede transcurrir de manera natural sin necesidad de nada más que sentido común, seguridad, silencio y calidez.
Eso es todo. Pero la modernidad y la tecnología trajeron cambios nada positivos para la mayoría de las mujeres cuyos embarazos son de bajo riesgo. Desde que son atendidas en hospitales donde las obligan a seguir reglas; si acaso las dejan caminar, pero en general las obligan a permanecer en la cama; no pueden tomar agua, ni tener la compañía de su pareja, mamá, hermana o alguna amiga.
Ni hablar del trato que reciben de los médicos que, por tantas mujeres que deben atender en los servicios públicos de salud, no se ocupan ni de preguntarles sus nombres, pero sí de darles órdenes, regañarlas y someterlas a procedimientos agresivos, innecesarios y sin su consentimiento.
Un hospital es un mundo de enfermedad para la embarazada, opina Saraí Martínez, estudiante de la carrera técnica de partería. Al menos eso es lo que ha visto en las prácticas clínicas que realiza en el hospital general de este municipio. Reconoce que hay demasiado trabajo en el nosocomio, pero aún así podría haber una oportunidad para la mujer.
Si hubiera un reconocimiento real y efectivo del trabajo de las parteras se podría mejorar la atención, señala la joven originaria de Querétaro, quien desde hace dos años estudia en la Escuela de Parteras Profesionales de Casa, con otras 12 jóvenes de diversos estados. Tienen en común ser hijas o nietas de parteras tradicionales, o que han estado en contacto con esta actividad ancestral.
Promueven la lactancia
El objetivo de la escuela es preservar la partería y promoverla para que cada vez más mujeres en el país tengan acceso a un parto respetable y amigable. De esta manera bajaría la mortalidad materna y se facilitaría la promoción de la lactancia, porque en Casa, desde el primer minuto de nacido, el bebé se queda con su mamá para que lo alimente. Aquí están prohibidos los biberones.
Nadine Goodman está a la cabeza de este esfuerzo que ella inició en 1985 con la creación del Centro para los Adolescentes de San Miguel de Allende (Casa). Empezamos con pláticas de promoción de la salud sexual y reproductiva que llevábamos a las comunidades cercanas, recuerda la fundadora de la agrupación civil.
Originaria de Nueva York, Estados Unidos, a mediados de los 80 vino a México a aprender español y se quedó a realizar este trabajo. En los recorridos por los pueblos y rancherías conoció a las parteras tradicionales y de ahí surgió la idea de crear el hospital y la escuela de parteras profesionales.
En las últimas dos décadas, el trabajo ha sido intenso, sobre todo desde que se planteó el objetivo de que la Secretaría de Salud reconozca a las parteras en su formación y para el trabajo en los hospitales del sector público.
Todo ya está en el papel: en la Ley General de Salud, su reglamento y la norma oficial mexicana (NOM) 007 para la atención de la mujer durante el embarazo, parto y puerperio (periodo posterior al parto), y del recién nacido. Se reconoce la figura de las parteras tradicionales y profesionales e incluso hay un programa para incorporarlas a la prestación de los servicios de salud. Sin embargo, en la realidad los alcances son limitados.
De ello dan cuenta las estudiantes de Casa. Como parte de su formación deben cumplir con un número de horas de práctica clínica, pero sólo tienen autorización de una plaza a la semana. Las 13 alumnas se turnan para asistir al nosocomio y si tenemos suerte nos toca un médico amable que nos deja trabajar con las mujeres en trabajo de parto, para acompañarlas, explicarles lo que está pasando y lo que vendrá en el momento de dar a luz.
Pero si no hay fortuna, enfrentan a un médico que de entrada las acusa de llegar a contaminar el hospital, no les asigna ninguna tarea y las regaña si pretenden interactuar con las futuras mamás.
Para ellas lo peor es cuando presencian el trato que dan los médicos a las señoras. Cuando ingresan se les debe realizar el tacto vaginal a fin de evaluar la evolución del trabajo de parto. Eso está bien. El problema es que todos los médicos residentes lo hacen sin avisarle a la mujer. La lastiman y tampoco le explican nada.
Las alumnas han aprendido que los alumbramientos pueden tardar horas o días, ocurren de manera natural y que existen procedimientos como la episiotomía (incisión en el periné de la mujer) que son innecesarios, pero en los hospitales se realiza a todas para facilitar el alumbramiento.
En Casa no se realiza la episiotomía, ni se aplica medicamento para acelerar el parto. Tampoco se practican cesáreas. En este hospital no hay plazos para un trabajo de parto. Las mujeres son libres de parir como les parezca: de pie, en cuclillas, en una tina de agua o acostadas, como se sientan a gusto, y todo sale bien.