Hace 15 días el padre Antonio Elizondo Solís dijo a sus hermanas que quería vestir de traje porque pronto sus padres vendrían por él. El pasado lunes, durante la noche, el sacerdote que impulsó el proyecto del Cristo de las Galeras, murió a los 88 en la Casa del Sacerdote. 

Por su avanzada edad había presentado su renuncia a la Diócesis aproximadamente hace 10 años, desde entonces vivía en la Casa del Sacerdote. Anteriormente había estudiado en Roma, estuvo al frente durante 40 años en la parroquia Cristo Rey en la colonia Guayulera y por muchos años dirigió la parroquia de Arteaga, lo que le valió conocer a decenas de ejidatarios y productores de manzana que le obsequiaban la fruta. 

“Su mamá le ayudaba a hacer dulces y todo ese esfuerzo lo dedicaba a la Iglesia. Luego, en el templo Cristo Rey, yo siempre lo vi como un sacerdote muy entregado. Él decía que su mamá había tenido varios hijos que eligieron distintas carreras profesionales, aunque él había decidido ser ‘limosnero’”. 

Uno de los párrocos que mantuvo las últimas conversaciones con el padre Antonio fue el presbítero José Raúl Bonafoux Gómez. 

— El lunes a medio día él estaba comiendo, cuando llegué me preguntó: ¿cómo te llamas?
— Le dije mi nombre y le pregunté el suyo. 
— Antonio Elizondo Solís, —respondió su último apellido con ligera dificultad. 

Las horas pasaron y ya en la noche el padre José Raúl volvió a acercarse para platicar con él; notó que traía amarrada al cuello su pañoleta de boy scout y aprovechó para platicar un momento con él:

— ¿Y esa pañoleta, de qué es?
— Es scout, —respondió. 

— ¿Fuiste scout?
— Sí, desde niño. 

— ¿Fuiste al Jamboree?
— Sí, sí fui. 

— ¿Y dónde fue?
— En Inglaterra. 

Poco después de aquel corto diálogo, el padre Antonio falleció.