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“Ojalá se extingan todos los paraísos fiscales”
El cine proyecta una secuencia de La ley del deseo, aquella donde Carmen Maura relata a un amnésico Eusebio Poncela los secretos de su truculenta historia familiar. Sentado al pie de la pantalla, Pedro Almodóvar la observa desde un ángulo que deforma ligeramente la imagen. Le recuerda al cine de su pueblo durante su infancia manchega: un gran muro en la plaza mayor que también servía de pista de baile. “Los niños nos sentábamos en los dos extremos del muro para orinar y, a la vez, observábamos esa pantalla deformada. Me daba la sensación de que el cine es mucho mayor que uno mismo. Me sentía parte de un mundo enorme que te abraza”, explicó ante un público entregado y abundante. Almodóvar reapareció anoche por primera vez para protagonizar una masterclass que inaugura un ciclo de proyecciones que le rendirá tributo durante todo este mes en Les Fauvettes, nueva sala dedicada al cine clásico y las copias restauradas en París. Culminará con el estreno parisino de Julieta, justo después de su presentación en el Festival de Cannes, que arranca el miércoles y donde competirá por quinta vez por la Palma de Oro.
El de anoche fue también su primer acto público tras la polémica que protagonizó en abril, cuando su nombre y el de su hermano Agustín aparecieron citados en los llamados papeles de Panamá, como apoderados de una sociedad registrada en las Islas Vírgenes británicas entre 1991 y 1994. Antes de salir a escena, aceptó responder a las preguntas de este diario. “Ha sido duro”, reconoció Almodóvar. “Fue un shock, porque yo no sabía nada de nada. Me impresionó mucho aparecer en una lista y en un contexto que me parecen terroríficos. Por mis convicciones, estoy absolutamente en contra [de los paraísos fiscales]”, explicó. “Pese a mi inconsciencia y aunque no haya una causa legal, puesto que no estamos hablando de un delito, sí existe un aspecto moral que me sobrecoge. Ojalá cancelen, anulen y se extingan todos los paraísos fiscales que existen en el mundo, aunque no sé si se está haciendo mucho para conseguirlo”.
Pese a que no hubiera delito, ¿entiende que haya quien se sienta decepcionado, teniendo en cuenta sus posiciones políticas en los últimos años? Almodóvar duda unos segundos. “No sé si la gente se ha sentido decepcionada o no. Yo salgo a la calle todos los días. Me hubiera preocupado mucho detectar una sola mirada de hostilidad, pero no ha habido ninguna. Ahora bien, ¿que si me han juzgado los medios? Pues supongo que sí. Y con una enorme superioridad moral, imagino”, afirmó. No lo dio por seguro: en plena polémica, evitó encender el televisor. Pero, por lo poco que vio, considera que el tratamiento mediático fue “puro sensacionalismo y mercantilización de la información”. “Es hora de que los propios medios debatan sobre su naturaleza. El tema está ahí: la independencia de los medios. Es un debate muy vivo, aunque no sé si los medios se enfrentarán a él”, sostuvo.
Almodóvar también se expresó sobre la acogida desigual de Julieta en la taquilla española y la posible repercusión de esta polémica en la carrera comercial de la película. “Las críticas han sido muy buenas, pero existe otra realidad: la película no ha funcionado en taquilla. La acogida del público ha sido peor que para el resto de mis películas. Me pregunto si es por el cambio de género, tratándose de un drama muy austero y de mi película más contenida. Me pregunto si, a algunos espectadores, eso les ha echado para atrás”, admitió el director. “Luego está la influencia de tener un montón de medios contra ti en el momento en el que nace la película. No se puede calcular y no me atrevería a hacerlo, pero debe de tener un efecto”, añadió. Pese a todo, Almodóvar no teme por su película: “Solo lleva un mes en cartelera. Todavía le queda mucha vida por delante. Las películas nos sobreviven: a ti, a mí y a Cannes. Julieta va a ser más vieja que todos nosotros”.
Respecto a su paso por el festival, negó estar obsesionado por la Palma de Oro, el último gran reconocimiento internacional que se le resiste. “Eso es otro tópico mediático, aunque es verdad que se me resiste, porque no la tengo”, admitió. “Voy a Cannes esperando que tenga una buena acogida, que suponga un buen bautismo internacional para Julieta. Si cae un premio, será muy bienvenido. Pero, por una cuestión de salud, igual que no vi los telediarios durante aquella semana, voy a ese festival concienciado de que no habrá ningún premio”, afirmó. “Es lo más saludable. Todo lo demás resulta demasiado frustrante. A mí me funciona esta actitud. Me protege de la frustración, porque ya tengo experiencia en festivales: Todo sobre mi madre era la película favorita de su edición, y no se llevó la Palma”. Más tarde, durante su masterclass, incidió en un mensaje parecido: “Si me sintiera un clásico, no iría a la competición en Cannes. Participar en ella demuestra que, de cara a mí mismo, no me he convertido en una vaca sagrada”.
Asegura que su momento favorito en el festival es un instante marcado por ese silencio que determinaba el título original de Julieta. “Descubrir la película en una sala con 2.000 personas da una información valiosísima sobre el destino de cualquier película. No son los aplausos finales, sino cómo respira la audiencia durante la película. Más que ganar cualquier premio, mi sueño es sentarme en esa sala y vivir, segundos antes de que empiece la película, ese pequeño instante en el que todo sigue siendo posible. Ese sigue siendo el momento más emocionante”, concluyó.
De vuelta al escenario, Almodóvar también valoró cómo ha cambiado desde los tiempos de La ley del deseo. “A mediados de los ochenta, mi principal deseo era follar”, ironizó. “Ahora no tanto, aunque no me he jubilado en ese aspecto todavía, pero el paso del tiempo ha hecho que sea menos esencial que hace treinta años”. También sopesó su evolución como cineasta. “Aunque siga siendo yo mismo, existe una diferencia de tono muy fuerte. En aquella época, mis dramas estaban llenos de humor y de exuberancia. Con Julieta, mi desafío ha consistido en desprenderme de esos elementos”, reconoció. “En realidad, si el cineasta que era en 1986 hubiera visto esta película, se habría sentido muy satisfecho por haber conseguido evolucionar y cambiar”.